Esta que ven aquí es la única foto que he encontrado de Tomás Salvador. Tiene aspecto de malo de película mejicana, a lo Pedro Armendariz, pero fue un escritor en su tiempo muy popular, ganador de innumerables premios (el Planeta, el Nacional de Literatura, el Ciudad de Barcelona) y hoy me temo que absolutamente olvidado.
Tomás Salvador, mi tío Tomás, era un animal de muy sorprendente pelaje. Javier Tomeo sólo tenía palabras de admiración para él: le había empujado a la escritura y publicó sus primeros libros en Ediciones Marte, un sello donde alternaban clásicos (de Aristófanes a Shakespeare) ilustrados por el enorme Serafín, con textos de Juan Perucho, Ramiro Pinilla o, ya en los setenta, el Cannabis Flan de Raúl Núñez.
“Tu tío – me contó una vez Paco Candel – no sólo me apoyó en mis comienzos y me escondió en su casa cuando el follón de Donde la ciudad cambia su nombre, sino que también libró de la trena a más de uno, empezando por mí. Todavía le recuerdo gritándole a un jefazo de su comisaría: “¡Que no son rojos, coño, que son católicos progresistas!”.
Yo me quedé muy pasmado cuando mi padre me dijo que tío Tomás era escritor, porque parecía la quintaesencia del hombre común: un portero, un tabernero, el dueño de un almacén, gordo y con un enorme mostacho que le asemejaba a otro escritor de aspecto anónimo, el humorista italiano Giovanni Guareschi, muy popular en los años cincuenta por sus historias del cura don Camilo y el alcalde Pepone (y por una novela de título casi jardielesco: El destino se llama Clotilde).
En 1941, mi tío Tomás se alistó en la División Azul y combatió en Rusia hasta el 43. De vuelta a España ingresó en la policía y le destinaron a Barcelona, a la comisaría de Travesera de Dalt, donde mi padre y él descubrieron que eran primos hermanos (había nacido en Villada, el pueblo de mi abuelo Marcos) y es por eso que en casa siempre le llamamos tío Tomás. Era, pues, policía y escritor, como mi padre, y muy prolífico y diverso: escribió novelas policiales (El charco, Los atracadores, El atentado, que le valió el Planeta) cuando nadie daba un duro por el género, y novelas de ciencia ficción como La nave, una de las mejores que se hayan escrito en castellano, y contó la historia de su padre, guardia civil caminero, en Cuerda de presos, con la que ganó el Nacional de Literatura, y luego su tremenda peripecia rusa en División 250, y muchísimas más.
Una tarde, cuando yo tendría ocho o nueve años, mi padre me llevó a conocerlo.
Vivía en una torrecita, con un pequeño jardín, en la calle Blasco de Garay, en Sagrera, una casa en una hilera de casas idénticas, casi inglesas, lo que entonces se llamaban “viviendas de protección oficial”, una casa que a mí me encantó nada más verla, llena de niños y perros y libros, niños que jugaban en la calle y el jardín y subían y bajaban por la escalera de madera que comunicaba las dos plantas, perros que correteaban tras ellos, libros que cubrían las paredes y se amontonaban en cualquier esquina. Tenía su despacho en la planta baja, de cara al jardín. Fumaba en pipa o pequeños puros. Tenía una gran barriga. De beber cerveza, decía.
Algunos críticos decían que escribía de una manera “ruda y desmañada”, porque no había tenido “formación académica”, como si eso importara.
Aquella tarde me regaló uno de los libros más bonitos que he leído en mi vida, que a mi hermana y a mí nos tuvo encandilados durante años. Se llamaba Dentro de mucho tiempo y lo había editado Lumen en la colección “Grandes autores para niños”.
No sé quién sería el responsable de la colección, pero su gusto era notabilísimo: en la lista figuraban El saltamontes verde, de Ana María Matute, tres relatos de Marcel Aymé, otros dos de Pushkin, los Cuentos de mi molino de Daudet y, suspiro emocionado, El fantasma de Canterville y El gigante egoísta de Wilde. Vuelve a recorrerme un escalofrío de placer cuando acaricio aquella portada, de cartoné trenzado en verde, con las letras en relieve, y contemplo de nuevo las prodigiosas ilustraciones de Miñarro, y cuando en su última página vuelve a desplegarse, como un regalo inesperado, un mapa, algo rasgado ya, con todos los planetas, indicando su distancia respecto al sol en millones de kilómetros, los planetas como puntos blancos brillando en el cielo negrísimo.
Me gustan tanto que he optado por dar aquí algunas casi en su tamaño original, como puede verse.
Allí aparecían también los lugares donde vivían sus protagonistas: el alférez Dick Mileto, alias Duky, nacido en el planeta Sonora, en la constelación Centauro, que por las noches escapaba para escuchar la música del viento en las montañas de Cristal, y el robot BZ-337, construido en el año de gracia de 3182 con la misión de proteger a los niños, y el explorador Tom Shalima, nuestro preferido, que rastreaba reptiles en los pantanos de Venus y objetos de civilizaciones perdidas, y viajaba siempre en compañía de Sherp, un animal parecido a una ardilla pero que tenía alas y sabía silbar, y Booboo, un huevo que hablaba, y Chuty, un pez que podía salir del agua, y Tulipaa, un mono que de noche se iluminaba como una pantalla.
Todas estas historias escribía y contaba mi tío Tomás en su alegre casa de Blasco de Garay.
Tengo tantas cosas que agradecerle que me limitaré a escoger una: a los diez años me hizo leer, en selecto programa doble, Primera memoria de Ana María Matute y Pelo de zanahoria de Jules Renard, que no eran precisamente lo que suele entenderse por libros para niños.
“Pero con una condición: que vuelvas y me los comentes”.
Volví y se los comenté. Escuchaba muy atento, porque le interesaba todo y porque sordeaba mucho: una granada en su trinchera, en Novgorod.
Me escuchaba y me hablaba como si tuviéramos la misma edad.
Volví unas cuantas veces a aquella casa, siempre en busca de libros y charla, y los libros que me prestó siempre fueron tan sorprendentes como aquellos dos. Detalle curioso y elegante: casi nunca me pasaba un libro suyo. Tenía que pedírselos y se hacía el remolón, que no me quedan, que eso es un rollo, que no te va a gustar. Pero me gustaron mucho Historias de Valcanillo, La nave y sobre todo, cuando ya era yo algo más mayor, División 250, que tardé en leer porque nunca me interesaron las historias bélicas y me olía un tostón pero sigue siendo un libro impresionante.
Y Dentro de mucho tiempo, por supuesto. Ese fue el primero y el que más recuerdo.
A los quince años le llevé mi primer libro de cuentos.
“Están muy bien”, me dijo, muy generosamente. “Yo te los publicaría gustoso pero estoy canino, no te imaginas cuanto”. Tenía razón. No le rentó mucho ni la policía ni la literatura: se arruinó bárbaramente con Ediciones Marte y en sus últimos años regentaba, con un mandilón azul, el quiosco de periódicos de plaza Cataluña, frente al Zurich. Gente a la que quieres y a la que dejas de ver por cambio de costumbres, por desatención, por egoísmo, porque crees que pertenecen a otra época, porque crees que tú has cambiado. Es decir, por pura y simple estupidez.
Hay 12 Comentarios
tengo un articulo de tomas salavador,,sobre mi abuelo joan massanet juli,,,,pintor de la escala,,,,,surrealista
Publicado por: carlos canet massanet | 13/03/2014 20:08:08
Aún he localizado otra fotografía más de Tomás Salvador bastante peculiar en la que aparece sin el tan definitorio bigote. Se publicó en la contraportada del libro de Candel Donde la ciudad cambia su nombre, en la que Tomás Salvador aparece como ocasional personaje y que él mismo prologó. Puede verse en:
http://negritasycursivas.wordpress.com/2013/07/12/la-providencia-que-se-llamaba-paco-en-los-origenes/
Publicado por: Josepmengu | 12/07/2013 16:49:03
A quien pudiera interesar: He publicado un breve texto recogiendo sobre todo las facetas de Tomás Salvador como mentor de autores emergentes (Candel, Salisachs, Tomeo, Rabinad, Vázquez Montalbán...) y como editor, además de recoger algunas de sus ideas sobre la escritura y la técnica literaria. Me ha servido para localizar también alguna otra fotografía de Salvador:
http://negritasycursivas.wordpress.com/2013/03/15/del-campo-de-concentracion-a-marte-pasando-por-la-division-azul/
Yo empecé leyéndole las novelas históricas (recuerdo Las compañías blancas y El arzobispo pirata), que en realidad no me parecen lejos de lo mejor que escribió.
Publicado por: Josepmengu | 19/03/2013 9:48:31
En el primer volumen de las memorias del editor Rafael Borrás Betriu (La batalla de Waterloo), aparece otra fotografía de grupo (con Carmen Mieza entre otros) en la que aparece Salvador Tomás.
Publicado por: Josepmengu | 29/01/2013 8:16:40
¡Bravo por Alfredo Benítez! Y gracias por la información. ¿Recopiló y analizó su faceta de ciencia-ficción o toda su obra? Un abrazo.
Publicado por: Marcos Ordóñez | 16/02/2012 12:04:54
La única persona que escribió,analizó y reivindicó la figura de Tomás Salvador fue el jerezano Alfredo Benítez. La Biblioteca Municipal de Jerez conserva la biblioteca de este joven aficionado a la ciencia-ficción,que contiene casi toda la bibliografia de Tomás Salvador.
Publicado por: José Luis Jiménez García | 16/02/2012 12:02:36
Ay el Compare Cachas, el Chico Ramón y el Serñorito!!! Con Marcos uno va de sorpresa en sorpresa!!!
Publicado por: Salvador Bernabé | 15/02/2012 20:09:41
Gracias por el articulo,estoy de acuerdo en que "La nave " es de lo mejor.Hay un estudio sobre su obra creo que del desaparecido Alfredo Benitez muy interesante en el que ademas habla de la trilogía Y,T y K ,tres novelas de él no muy conocidas ni por los aficionados.
Creo recordar que en alguna de sus novelas publicadas también aparece su foto.
Publicado por: Luis Ruiz | 15/02/2012 17:40:46
Pues sí, amigos, así era este insólito personaje. Por eso me apetecía recordarlo y reivindicarle. Gracias por vuestras aportaciones. Un fuerte abrazo.
Publicado por: Marcos Ordóñez | 15/02/2012 14:03:01
Recuerdo haber leído de pequeño "Cabo de vara" novela que me emocionó a pesar de mis pocos años. No solo eso sino que me puso en contacto, por primera vez, con el argot. El tío Salvador debía de ser alguien interesantísimo y, desde luego, los editores de todas esas colecciones únicas también. Que en una España miserable y sometida pudiese haber gente de esa encarnadura vital es un gran misterio y merecería una investigación. Unas investigaciones, más bien. Pushkin, Marcel Aymé, Von Heidenstadt, Laxness, Mann, pero, por favor, en la España de los cincuenta que tan bien contó Richard Wright en Pagan Spain-para horror general ¿de dónde salía esa gente?
Publicado por: Jose | 15/02/2012 13:57:57
Me gusta rebuscar libros en las tiendas y comprar de autores que no conozco. Una vez encontré libros de Tomás Salvador, 3 por 100 pesetas (imaginad cuánto tiempo hace) Eran de ciencia-ficción y española, su protagonista se llamaba Marsuf. Creo que todavía los tengo en mi casa (ahora voy a buscarlos) Después los busqué. No sabía quien era y no había internet así que los seguí leyendo. Me ha encantado conocer la historia de su autor. Gracias. Y un consejo, si podéis encontrarlos, leerlos. No sé si su estilo es rudo o no, pero rezuman humanidad.
Publicado por: maria | 15/02/2012 12:35:31
Sus libros estaban también en casa de mis padres. Y alguno de Ediciones Marte, que me gustaba y me fijaba en el nombre. Pero no -¡ay- ese "Dentro de muchos años". No sabía ni el parentesco ni el final como quiosquero de Tomás Salvador. ¡Qué cosas!
Publicado por: Juan Manuel | 15/02/2012 8:48:33