Will McAvoy (Jeff Daniels) es el presentador y director de News Night, de la ficticia cadena ACN (Atlantis Cable News). Durante un debate universitario, un profesor le acucia para que se defina políticamente. McAvoy es un republicano moderado, pero no quiere entrar al trapo. Está harto de la vocinglería política. Sus compañeros en el presunto debate son una liberal y un conservador que no paran de lanzarse descalificaciones mil veces repetidas, y él lleva años haciendo equilibrios para no mojarse porque “no quiere ofender a nadie”, lo que le ha valido el apodo de “el Jay Leno de las noticias de la noche”.
Pronto sabremos que antes (¿y cuánto hace de ese antes?) McAvoy no era así. Sabremos también que está a punto de dejar de ser aquel en el que se ha convertido: ese hombre desencantado, aburrido, harto de historias que se repiten en bucle, pero que sigue luciendo su perfil sonriente y encantador porque le pagan muy bien por ello.
Sin embargo, McAvoy está pasando un mal momento: los índices de audiencia de News Night han bajado, víctima de la galopante crisis periodística, y él está tomando una medicación para el vértigo que de cuando en cuando le provoca extrañas reacciones.
El sonido se distorsiona en el interior de su cabeza, como si estuviera dentro de una campana; las voces crecen y luego se alejan. Una estudiante se levanta y pregunta a los ponentes: “¿Por qué creen que Estados Unidos es el mejor país del mundo?”.
El conservador y la liberal contestan con frases hechas. Entre el público, en lo más alto de las gradas, MacAvoy cree ver a una misteriosa mujer que le muestra dos hojas de papel a modo de improvisado prompter.
Cuando vuelve a mirar en esa dirección, la mujer ha desaparecido.
El profesor le pide su opinión.
MacAvoy se zafa como puede.
El profesor insiste.
Y entonces…
Bueno, véanlo, son solo ocho minutos. Ocho magistrales minutos: el teaser, el prólogo de The Newsroom, la nueva serie de Aaron Sorkin, su retorno a la televisión (por la puerta grande: en la HBO) cinco años después del fracaso de audiencia de Studio 60 On Sunset Strip para la NBC.
Y esos ocho minutos, obviamente, son solo el principio.
¿Lo han visto ya? Sí, ya sé lo que van a decir los más listos de la tribu: que la situación y el tono del estallido son muy parecidos, parecidísimos, al arranque de Studio 60, cuando el veterano director del programa (Judd Hirsch) se liaba la manta a la cabeza en plena emisión, en el mejor estilo de Peter Finch en Network, y arengaba a la audiencia acerca de la podredumbre de las cadenas (y de la sociedad americana en general).
No es la única auto-semejanza. Los personajes de Sorkin suelen estar cortados siempre por el mismo patrón. Para mí no es un problema. Muchos de mis autores favoritos se repiten bárbaramente: Nabokov, Onetti, Modiano. Repiten tonos, situaciones, perfiles de personajes. Y no por ello dejo de leerlos, más bien al contrario.
Quizás Sorkin se repite porque sigue pensando lo mismo.
Al igual que la mayoría de sus protagonistas masculinos, Will MacAvoy es tan inteligente como neurótico como desconsiderado como apasionado como megalómano como faltón como lleno de talento como vengativo, etcétera, lo que permite a Jeff Daniels, por cierto, escapar de sus tradicionales roles de Nice Guy maduro (a traducir por “bellísima persona”).
Al igual que la mayoría de sus protagonistas femeninas, MacKenzie McHale (Emily Mortimer) es tan inteligente como obsesiva como tocahuevos como valiente como hiperprofesional como meticona (hasta el celestineo), etcétera.
Naturalmente, tanto uno como otra hablan por los codos y a la velocidad del rayo, siguiendo la pauta del stacatto que patentaron Ben Hecht, Charlie McArthur y Howard Hawks en Luna nueva (“His girl Friday, 1940).
Para decirlo con felicísima frase de Pablo Muñoz, MacKenzie es “otra licenciada cum laude de la Rosalind Russell School for Gifted Ladies”.
Y para volver a la autorreferencialidad, la relación entre McAvoy y Mackenzie (que además se apellida McHale: parece un chiste de escoceses) es como la de Matthew Perry y Sarah Paulson en Studio 60: la pareja separada que vuelve a reencontrarse en el mismo trabajo, que se detestan pero se adoran, etc.
Todo un patrón clásico de la screwball comedy.
Podríamos ir más atrás: hablando de Rosalind Russell, ellas suelen ser como la Rosalind de Como gustéis (listísimas, burlonas, y siempre dispuestas a educar al hombre que eligen) y ellos… bueno, ellos podrían ser un cruce entre Benedict en Mucho ruido para nada y Berowne en Trabajos de amor perdidos: vitalistas, desbordantes de impulso, pero tropezando siempre con su descomunal ego.
Y hablando de cruces, Mackenzie McHale podría ser una combinación entre Amanda Peet (en Studio 60) y Felicity Huffman (en Sports Night, la primera serie de Sorkin) pero más bragada: ha sido corresponsal de guerra “tiroteada en tres países distintos”. Muy patriota. Y rendida admiradora de las películas de Capra.
¿Más figuras de estilo (o recurrencias sorkinianas)? Las que quieran. Aquí se encontrarán de nuevo con:
a) El Conflicto Inicial Extremo, que sirve para presentar a los personajes en acción y demostrar de qué pasta están hechos.
Escamoteo la naturaleza de dicho conflicto para no contar demasiado: basta decir que brota de modo inesperado y también le sirve a Sorkin para imprimir un ritmo trepidante al episodio piloto.
b) Un Secundario Habitual: el nerd que parece perdido en su propio mundo pero sabe de todo (incluyendo las materias más inimaginables) y tiene soluciones para todo. Conocemos a ese personaje: lo interpretaba Joshua Malina en Sports Night y El ala oeste. Solo que en este caso (variante) no es judío sino hindú, se llama Neal Sampat y lo encarna Dev Patel.
c) En lo alto de la cúpula, la Tradicional Figura Paterna. En Sports Night era el veterano jefe de la cadena, encarnado por Robert Guillaume. En El ala oeste era, obviamente, Martin Sheen. En Studio 60 tenía una presencia más fugaz y lo encarnaba Ed Asner (como si hubieran ascendido a Lou Grant). Aquí se llama Charlie Skinner, presidente del departamento de informativos de ACN, y lo interpreta Sam Waterston, paradigma del WASP. Trivia: la madre de Waterston, la pintora Alice Tucker, era descendiente directa de los (y sobre todo "las") que llegaron en el Mayflower.
Por su corbata de pajarita, su conducta excéntrica, sus maneras refinadas (y su jovial y pertinaz alcoholismo), Charlie Skinner podría ser un catedrático inglés, pero nos dicen (y hemos de creerlo) que ha sido marine. Lo que dice es fantástico, pero su perfil es el más improbable del elenco: parece el resultado de mezclar a Atticus Finch con un supermandamás de la CIA (en una película ambientada en los cincuenta ). Ya veremos como cursa.
d) Y, por supuesto, las Arengas (a las que algunos llaman sermones). En las series de Sorkin hay más arengas que en Enrique V. La primera, como hemos visto, la ha lanzado Will McAvoy en el prólogo. De la segunda, que ocupa una secuencia completa, se encarga la inflamada Mackenzie tomando por asalto el despacho de Will. En Studio 60, el superobjetivo era hacer el mejor late show imaginable.
En The Newsroom, el superobjetivo es hacer el mejor informativo imaginable.
Para ello, la dama ha de conseguir que Will vuelva a ser el de antes. Y, de paso:
“Reivindicar el periodismo como una profesión honorable", proclama.
"Decretar la muerte de la vulgaridad, del cotilleo, del voyeurismo”.
No son metas fáciles.
En el minuto 50, Will vuelve a la carga y el equipo se pone en marcha.
Y yo experimento un redoblado chute de adrenalina, porque nada me gusta más que ver a un grupo en pos de una meta común, sobre todo si esa meta es tan noble como difícil de alcanzar.
Y tengo la impresión de que hay mucha gente a la que le pasa lo mismo.
Quizás no muchísima, aunque sí bastante.
A veces no es suficiente para mantener una serie en antena.
Pero también me gusta que Aaron Sorkin y su equipo hayan vuelto a intentarlo.
Me gusta incluso cuando Sorkin es desmesuradamente idealista, rozando la ingenuidad (o cayendo de cuatro patas en su charco).
Como, por ejemplo, cuando le hace decir a Charlie Skinner (nueva arenga) al final del episodio:
“No es nuevo que los anchorman tengan opinión, Will. Murrow tenía una y acabó con McCarthy. Cronkite tenía una y fue el fin de Vietnam”.
Arqueamos una ceja al oír eso. Pensamos: “Hoy día parece que solo los de Fox News tienen una opinión realmente influyente en los informativos americanos”. Pensamos también que parece poco probable que Murrow y McCarthy pudieran ponerse esas medallas: intervinieron muchos otros factores, etcétera.
Pero, nos dice una voz interior, desde luego algo tuvieron que ver. Y si pudo hacerse una vez, puede hacerse de nuevo.
Y, por otro lado, la arenga tiene lógica dramática: un viejo zorro como Skinner sabe que a un ególatra como McAvoy pueden motivarle esas comparaciones. Pero quizás también se da cuenta de que se ha pasado un pelo. Y rectifica el tiro. Y su última arenga tiene el tono perfecto:
“Esta noche, en los viejos tiempos de hace diez minutos…”
(¡Soberbia frase! ¡Eso es escritura!)
“… hicimos bien las noticias. ¿Sabes cómo, Will? Porque decidimos hacerlas bien”.
El otro día leí un artículo de Michael Wolff en el Guardian: decía que Sorkin había perdido el “principio de realidad” en The Newsroom.
Que no tenía ni idea de cómo funcionaba el periodismo moderno.
Que la redacción de News Night no tenía nada que ver con las actuales y casi extintas cadenas de noticias por cable. Que eso pertenecía definitivamente al pasado.
Que la suya era una visión de los años setenta, cuando todavía reinaba Paddy Chayevsky.
Etcétera, etcétera, etcétera.
Es posible que tenga razón el señor Wolff, pero me pregunto cuándo ha tenido presente Sorkin ese "principio de realidad" en televisión.
El ala oeste no tenía nada que ver con ninguna administración de la Casa Blanca.
Ninguna. Nunca.
Pregúntenle a cualquiera que trabaje en televisión (aquí o allá) si han conocido a una presidenta de cadena como la que interpretaba Amanda Peet en Studio 60 .
Nunca, jamás.
Sus series, por si no ha quedado claro, no son un reflejo de lo que existe (también, pero eso no es lo fundamental) sino una incitación hacia lo que podría ser.
Lo dicen bien claro las dos hojas que Mackenzie muestra desde lo alto de la grada, al principio del debate:
“It’s not great. But it can be”.
Me parece un buen plan.
Como bien dice Jorge Carrión:
“Es necesario que haya un autor utópico en la primera fila de la televisión actual. Al menos uno”.
The Newsroom se emitirá por Canal + en septiembre
(More as the story develops)
Hay 5 Comentarios
Pues a mí, Marcos, me decepcionó. Busqué la serie después de tus palabras elegiosas y ayer, por fin, la vi. Tiene grandes momentos, es verdad, como la velocidad y audacia de los diálogos, el ritmo narrativo o el conflicto interior de los personajes, pero en general me parece que el patriotismo que respira el primer capítulo se vuelve empalagoso, esto es, inverosímil. Un truco discursivo más que necesario para el relato. Veo también patriotismo en The Wire, pero las palabras son de verdad, se sienten, no son nunca una alabanza ideal de lo que el espectador quiere. Por otra parte, Sorkin es un genio del drama, uno de los más grandes, sin duda, pero sus personajes shakesperianos hablan tan bien, son tan listos, que no parecen reales. Son la encarnación de una idea; no se permiten titubear. Así no me los creo. Su potencia dramática es en ocasiones su lastre.
Publicado por: Raúl | 16/07/2012 4:44:49
¡Permaneceremos expectantes y atentos, Lilly!
(Aunque "Studio 60" también era una joya)
Publicado por: Marcos Ordóñez | 10/07/2012 17:55:04
Y de qué forma ha vuelto, para mi, este será uno de sus grandes proyectos. Creo que con The Newsroom tiene la oportunidad de hacer algo muy bueno y grande, después de su increíble trabajo con The West Wing.
Publicado por: Lilly | 10/07/2012 15:28:44
Estupendos comentarios, Lord Carneham. Este y el de Julie London. Así da gusto.
Publicado por: Marcos Ordóñez | 04/07/2012 22:17:46
Bueno, a mí me atrapó "Studio 60", y eso que empecé a verla descreído, con cierta sonrisa de conmiseración. Una magnífica serie. Vi el primer episodio de "The Newsroom" gracias a la recomendación de mi hijo, que tiene olfato para las series. Y se lo agradezco -no a él directamente, claro, hay que mantener la disciplina- porque el entramado, los diálogos, el timing tienen algo de la precisión de un Philly Joe Jones, mientras las interpretaciones de Daniels y Mortimer podrían ser Miles y Coltrane dándose las réplicas. Esta noche intentaré ver el segundo episodio y confirmaré o no las buenas sensaciones.
Ah, la reacción de Daniels en el debate es de cortar la respiración, un desahogo necesario, la patada a la mesa de la convención, de lo políticamente correcto. Bien por Sorkin. Por mí que siga repitiéndose from here to eternity.
Publicado por: Carneham | 04/07/2012 21:51:09