"The Newsroom", una serie regeneracionista

Por: | 11 de septiembre de 2012

The Newsroom, la nueva serie de Aaron Sorkin, comienza a emitirse esta noche en Canal +.
Pese a sus defectos merece verse: rebosa valentía y talento y contagia entusiasmo.


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Sí, sí, sí, lo sé de sobras. The Newsroom no es un Sorkin grand cuvée. Hay un buen puñado de razones para que sus detractores (e incluso algunos de sus defensores) hayan sacado la navaja. Aceptémoslo: la mayoría de sus personajes caen gordos. Yo adoro a Will McAvoy (Jeff Daniels) porque es el que más cambia (y al que más le cuesta). Y a Charlie Skinner (Sam Waterston), porque le echa un par y se enfrenta continuamente a los directivos de su cadena, aunque está tan próximo al cliché del viejo liberal, a caballo entre el doctor Marcus Welby (pajarita incluída) y el abogado Atticus Finch, que roza lo inverosímil. Y adoro a la suculenta (en todos los sentidos) Sloan Sabbith (Olivia Munn), otro personaje que cambia pero a la que los guionistas han dejado tan desasistida que apenas tiene tela que cortar, y es una verdadera lástima: esperemos que crezca en la segunda temporada.
Los avatares sentimentales del resto del equipo redaccional, si les soy sincero, me la traen un poco al pairo, empezando por la marisabidilla y tocahuevos McKenzie Mc Hale (Emily Mortimer), no puedo evitarlo.
Y, sin embargo, escribo esto para intentar contagiarles mi entusiasmo por The Newsroom, de la que intentaré decir tout le bien, tout le mal, como cantaba la Piaf. O si no todo, unas cuantas cosas a vuelapluma.
Los seguidores de Sorkin ya sabemos que buena parte de sus personajes tienden a seguir un patrón inmutable: extrema brillantez intelectual y comportamiento afectivo adolescente. Suelen salvarse de esta ecuación las figuras patriarcales: Robert Guillaume en Sports Night, Martin Sheen en El ala oeste, el fugaz Ed Asner en Studio 60, y Sam Waterston en The Newsroom. Sin embargo, en esta última los protagonistas están, como nunca antes, al borde de la psicopatía o la memez pura y dura en lo tocante a los asuntos del corazón (modelo “ni como la pera ni la dejo comer”) o a su inhabilidad para la vida práctica, y bien cierto es que el humor con que Sorkin aborda sus torpezas incurre no pocas veces en lo chirriante, por no decir en lo bufo.
En El ala oeste y en Studio 60, el equilibrio de la ecuación se resolvía con notable elegancia, pero aquí Sorkin se pasa de vueltas con tanta frecuencia y los tropiezos emocionales (y literales) son tan excesivos que acaba importándonos más bien poco quién quiere o deja de querer a quién: ese es, a mi juicio, el punto flaquísimo que conviene trabajar de cara a la próxima temporada.

¿Por qué ha errado ese tiro, a mi juicio, un cazador con tanta puntería como Sorkin? No creo que sea un puro descuido por tener que atender a demasiados frentes. De entrada, como digo, hay reiteración de patrones: la relación entre Jeff Daniels y Emily Mortimer parece calcada de la que sostenían Matthew Perry y Sarah Paulson en Studio 60. Pero la histerización casi constante de los personajes, la acumulación de obsesiones, errores y torpezas parecen obedecer a otras causas. En un principio pensé (porque yo a Sorkin tiendo a perdonárselo casi todo) que, estilísticamente, estaba haciendo un doble homenaje a Howard Hawks. Al primero y al último, por así decirlo: al Hawks ultraveloz de Luna nueva y al Hawks que recurre al humor denigratorio y cachiporrístico en Su juego favorito. Quizás haya algo de eso, aunque Sorkin ya debía ser ultraveloz cuando pedía biberones y, por otra parte, hay una distancia abisal entre el cinismo de Luna nueva y el apasionado idealismo de The Newsroom. Vale, puede que haya tomado algo del Hawks tardío, pero me parece que no va del todo por ahí la cosa.
The Newsroom es la serie más combativa de Sorkin, la más mensajística. Aunque jure y rejure que su único norte es el entretenimiento, la serie tiene una clarísima doble diana: el periodismo falaz y el escoramiento derechista del partido republicano en Estados Unidos. Yo diría que no se ha visto ninguna otra serie tan crítica con los políticos (por llamarles de alguna manera) del Tea Party. Diría también que quizás no sea el único problema de Estados Unidos, como a ratos parece desprenderse de la serie, pero desde luego es un problema gordo, y Sorkin no ha dudado en coger ese toro por los cuernos. Y pienso que a la hora de dibujar a sus héroes es más que probable que los haya sobrecargado de defectos precisamente para que no le acusen de presentar apolíneos caballeros (y damas) sin espada, a lo Capra, y de que reparte estopa en una única dirección. “Sobrecarga” es el término, creo, más preciso: una secuencia tan extraordinaria como el justificadísimo rapapolvo que le pega a McAvoy el senador republicano, negro y gay, cuando este intenta sermonearle y no le deja hablar, vuelve inútiles, por redundantes, todos sus intentos de “redención” de la periodista cotilla, por ejemplo, que centran un episodio entero. Está claro que los protagonistas de The Newsroom no son héroes, que meten la pata cada dos por tres, y que todos y cada uno de sus actos de arrogancia son castigados. Lo hemos entendido, no hace falta que nos lo remasquen tantas veces. Y, para cerrar el apartado de las pegas, me sobra también la música subrayante de los momentos emotivos o patrióticos (a lo “estamos haciendo historia”): también lo tenemos claro, gracias. Sin embargo, el aura mítica de la partitura, mientras Cronkite, Murrow y otros grandes desfilan por los créditos (aquí Thomas Newmann está más cerca que nunca de W.G. Snuffy Walden, el compositor “titular” de Sorkin) funciona de maravilla, , y al cierre del noveno episodio le sienta al pelo la versión de Will You Still Love Me Tomorrow a cargo de Amy Winehouse.

La redacción de The Newsroom

Vayamos ahora a las grandezas, que son muchas.
De acuerdo, el discurso inicial de Will McAvoy en la universidad es muy similar al de Judd Hirsch en Studio 60 y, como no, a la fundacional diatriba de Peter Finch en Network, pero, por favor (como señalaría la pepitogrillesca McKenzie) fijémonos en el fondo, no en la forma. Porque lo que dice McAvoy es lúcido, valiente, conciso y electrizante, y te clava en la butaca, aunque no comparto por completo su edénica visión de los valores de la "antigua América". Da igual: su nostalgia del pasado es una nostalgia de futuro.
Por otro lado, no es el único parlamento que te llega al alma: hay muchos más a lo largo de la serie.
También es estupenda la revisión de las principales noticias de 2011.
De entrada parece un sine qua non: podían haber optado por seguir noticias presentes, con el riesgo de abordar lo inconcluso, o inventárselas directamente, pero ahí el riesgo se duplicaba. Desde luego que, con excepciones (el episodio de la caza de Bin Laden), hay que estar bastante puesto en política americana para pillar el alud de nombres y referencias, pero la reevaluación les permite un muy interesante trabajo investigador sobre la otra cara de determinadas informaciones, como, por ejemplo, las mentiras sobre los viajes de Obama a cargo de los anchors de la derechona televisiva.
El esquema permite, igualmente (y eso es lo mejor), impartir saludables lecciones periodísticas, como cuando se niegan a dar por muerta a la congresista herida en un tiroteo, o replantearse procedimientos que todos padecemos: el seguidismo de las agendas de los políticos en los debates electorales, por ejemplo. ¿Hay “mensaje”? Desde luego, y por lo que a mí respecta, bienvenido sea. Pero mensaje, en la mayoría de los casos, “dramatizado”, es decir, con interés narrativo, más allá del mero discurso.
Alguien decía el pasado domingo, en los comentarios a la estupenda entrevista a Sorkin que le hizo Rocío Ayuso en El País Semanal, que The Newsroom revalorizaría el papel de la profesión y despertaría vocaciones. Respecto a lo primero, me parece un maravilloso empeño que alguien quiera reivindicar el periodismo como una profesión honorable. Y lo segundo no es ninguna quimera: doy fe de que Lou Grant cumplió una función similar en la década de los setenta.
No creo que nadie (empezando por Sorkin) se chupe el dedo acerca de nuestro presente (hablo como periodista) y, desde luego, nuestro futuro, pero nadie dijo que fuera a ser fácil. Cuando yo estudiaba en la facultad estaba harto de los profesores que el primer día de clase lanzaban su invariable homilía acerca de lo mal que estaba todo y de las poquísimas posibilidades que teníamos de cambiar algo, y estábamos a las puertas de una de las mejores épocas del periodismo español. Si yo diera clases de periodismo ahora, el primer día mostraría los subidones de adrenalina que se producen en la redacción de The Newsroom cuando sus periodistas han hecho lo correcto. Y todavía más importante: lo que realmente importa es el momento en el que, como dice Charlie Skinner, "simplemente, decidieron hacerlo".
¿Qué es, para mí, lo más grande, lo más útil de The Newsroom?
Mostrar a esos personajes que se equivocan y rectifican, que tropiezan, caen y se levantan, y que pese a sus innumerables contradicciones siguen fieles a una idea, a un norte, a un propósito: hacer con integridad un periodismo vivo y crítico, y defender lo que ellos consideran que es su verdad.
Luego está el entretenimiento, por supuesto. Hay episodios apasionantes, secuencias soberbias (las conversaciones de Waterston con el ex analista de la CIA), e interpretaciones mayúsculas, empezando por Jeff Daniels, que no ha estado mejor en su vida.
Lo diré de otro modo. La diferencia entre Aaron Sorkin y los demás es que sus mejores episodios son imbatibles en cuatro negociados: ritmo, diálogo, visión y estructura.
¿Cómo sabes que una serie funciona? En mi caso, cada vez que escuchas la sintonía y sientes un hormigueo de felicidad inminente mientras desfilan los créditos, y te encuentras lleno de energía al acabar de ver un episodio logrado. Y cuando esperas ya la segunda temporada, donde todo lo bueno será mejor y lo malo se enmendará. No se pierdan The Newsroom.

Buen trabajo!

Hay 15 Comentarios

grande!

un fuerte abrazo, nuria!

tanto mi chico como yo, somos unos enamorados de Sorkin. Sí, nos encanta su manera de contar las historias, locuaces e inteligentes, por mucho que lo tachen de moralista e idealsita, sus guiones, al menos en el Ala Oeste de la casa Blanca, rozaban la perfección, igual que los personajes. The Newsroom nos gustó bastante,aunque le faltara cierta chispa, lo que no nos acabó de hacer el peso fue Studio60 ya que parecía que nunca acabase de pasar nada.

Igualmente, Sorkin para mí sigue siendo uno de los mejores.

Un saludo,

Nuria.

Gracias por tu fidelidad, Alfredo, pero he de ir alternando con otros temas. Calendario de próximas entregas de BIG TIME: 5 y 19 de octubre. Fuerte abrazo.

Marcos, siempre escribiendo de cosas que me interesan.
He revisado" The West Wing" estos meses y ha coincidido en el tiempo con "The Newsrrom". Suscribo buena parte de los aciertos y los errores que analizas en tu artículo sobre esta última, es pronto para tener una sentencia definitiva, faltan temporadas y evolución aunque por ahora los grandes capítulos del Ala Oeste están unos peldaños por encima. Lo que si me he dado cuenta es que las temporadas que más me han gustado del Ala Oeste son las que ya no tenían a Sorkin como guionista, es como si una vez creados y perfilados los personajes y sus tramas llega alguien sin el idealismo utópico de su creador y termina su trabajo, allí donde él nunca quiso entrar.
No descuides a Perico Vidal, mi ración semanal es una prescripción médica en estos tiempos que corren.

Bienvenido al otro lado, Ángel
¡More as the story develops!

A mi, sinceramente, me ha parecido una autentica maravilla. Una serie que lo tiene todo... una pasada! Soy estudiante de bachillerato y me ha ánimado a meterme en el mundillo del periodismo y la información. Me parece una obra de arte como serie.

Bienvenido de nuevo, Carneham. Siempre es un placer. Me doy cuenta de que hay mil aspectos de "The Newsroom" que no he tocado, en parte por el miedo a los spoilers. Que es un miedo que yo no tengo, pero respeto el del lector. Y en parte también porque sobre cualquier cosa de Sorkin escribiría páginas y páginas. Es curioso: no he escrito nada sobre "Breaking Bad", quizás porque mi admiración ante cada episodio es tan absoluta que pienso que no hay nada que decir, el típico "no tengo palabras". Con Sorkin puede haber debate, bombardeo de ideas, adoración y repulsa. "Breaking Bad" es tan redonda que no me deja espacio: no tengo bastantes adjetivos. En fin, ideas a vuelapluma y de madrugada. Ya lo desarrollaré.

En mi opinión, entre lo mejor, algo "menor" como la risa de Sloan Sabbith cuando el productor trata de convencerla de que no se vaya. Pensaba que harías alusión a ello.

Después de ver los diez episodios de la primera temporada, mi sensación es que los personajes me interesan con lo bueno y lo malo que arrastran. Y ese, creo, es el mejor elogio de cualquier narración que se precie. El propio Sorkin tienen cierta tendencia a creer que lleva el mundo sobre los hombros (parece que se identifique con Skinner), y no está mal relativizar el mensaje. ¿Está bien hacer un periodismo honesto, contrastado, veraz? Por supuesto. Pero no hace falta señalar tanto a Don Quijote. No es tan quimérico como se pretende hacer creer.

Que McKenzie es insoportable es una verdad como la copa de un enorme pino, pero tampoco Sloan se escapa al deseo de asesinato, porque sus aspavientos, sus carreras en la redacción, su velocidad al hablar, su relación sentimental a dos bandas, pondrían de los nervios hasta al Jerry Lewis de "Caso clínico en la clínica".

McAvoy se termina haciendo entrañable porque es humano, tiene altibajos, dudas, grandezas y mezquindades. Skinner, es demasiado prototipo del "inquebrantable defensor de sus muchachos frente a los malvados propietarios" (por cierto, Marcos, muy bueno lo de tu tocayo Welby, ya casi no me acordaba del simplón de Robert Young), pero su pesar ante la muerte del informador es genuino, conmueve y le redime.

Los buenos momentos son muchos, y vale, quizás no es el mejor Sorkin posible, pero, aún así, está muy por encima de la media de las actuales series en ritmo, ingenio y escritura. No es poco. Como decía Baudelaire, no se puede ser sublime sin interrupción. Ni siquiera lo lograron Hawks, Wilder, Hitchcock o Ford (bueno, casi, casi).

En cualquier caso, la he visto simultaneándola con la primera parte de la quinta y última temporada de "Breaking Bad", y eso es algo que muy pocos productos aguantarían incólumes. Una prueba del algodón casi insuperable. Así que ¡bien por el equipo y hasta la segunda temporada!

¡La nueva forma de PERDER PESO! ¡Clínicamente probado! http://sn.im/24o439v

Otra serie americana, para variar

Tiene buena pinta, a ver que tal está. No me la pierdo.

Coincido bastante.
A pesar de sus defectos (bastantes) a mí me ha enganchado y, por momentos, me ha hecho disfrutar como un cabrón.

Buena mierda. La veré sin falta

Por cierto, os dejo un link para todos los que van al Matadero de Madrid:

http://www.ingenioconsaboralaca.com/2012/09/miedo-y-asco-en-matadero-de-madrid.html#comment-form

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Bulevares Periféricos

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Sobre el autor

Marcos Ordóñez

Marcos Ordóñez. Escritor, periodista, profesor. Cada sábado escribe en Babelia la sección PURO TEATRO y, cada jueves, en Cultura, EL HOMBRE QUE FUE JUEVES. Intento escribir sobre lo que me da vida. Ultimos libros publicados: Turismo interior (Lumen, 2010), Telón de fondo (El Aleph, 2011), Un jardín abandonado por los pájaros (El Aleph,2013).

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