Habla Perico Vidal:
Entre Desde Rusia con amor y Doctor Zhivago hice cuatro películas, ninguna demasiado distinguida. La primera fue The Running Man, de Carol Reed, que en español se llamó El precio de una muerte. Reed había hecho dos de mis películas favoritas, El tercer hombre y Larga es la noche. Hizo esas dos y El ídolo caído y poco más hizo, pero cuando yo era un chaval jurábamos por él, nos parecía uno de los grandes, y así le trataban en Inglaterra, incluso diría que fue el primer director británico al que nombraron Sir. Lo malo es que esas tres eran de finales de los cuarenta, y luego no hay nada que valga la pena, en mi recuerdo, hasta Nuestro hombre en La Habana, en el 59 o el 60. Muy bien filmada, y con un Alec Guiness estupendo. Al año siguiente le ofrecen dirigir la nueva versión de Rebelión a bordo, el gran proyecto de la Metro, y parece que su carrera va a remontar, que va a ser su gran retorno, pero Reed planta el rodaje a la semana o a las dos semanas porque no aguantaba a Marlon Brando. Nadie le había dicho que Brando tenía el control absoluto de la película, se había convertido en el emperador de Tahití. Así que Reed se larga y tienen que pillar a lazo a Lewis Milestone para que no se pare la película y, naturalmente, a la Metro eso no le hace ninguna gracia.
Yo creo que a Reed la Columbia le dio El precio de una muerte un poco por misericordia y porque en Europa seguía siendo “el director de El tercer hombre”, aunque desde luego ya iba de bajada, un poco como Anthony Asquith. Era tan educado como él, pero sin boquilla ni monito en el hombro. Estaba relacionado con la familia real británica por una vía un tanto lateral: su mujer era hija de una amante del duque de Windsor.
Un tipo interesante, Carol Reed. Y El precio de una muerte no tenía mal reparto: Laurence Harvey, Lee Remick y Alan Bates. Harvey era un piloto que quería vengarse de una compañía de seguros y fingía su propia muerte. Rodamos en la Costa del Sol, en Algeciras y en Gibraltar. La fotografía, soberbia, era de Robert Krasker, que por algo había hecho Breve encuentro, El tercer hombre y Larga es la noche, entre otras muchas maravillas, y con el que compartí muchas historias de Orson Welles y de David Lean.
La película pasó sin pena ni gloria. A Carol Reed la Fox le puso luego en bandeja El tormento y el éxtasis, aquella historia en la que Charlton Heston hacía de Miguel Ángel y Rex Harrison era el Papa Julio II. Ahí echó toda la carne en el asador e hizo una reconstrucción histórica cuidadísima, pero se la comió con patatas: se gastaron diez millones de dólares y apenas levantó cuatro en Estados Unidos.
Lo de Reed sería imposible que pasara hoy: si abandonas Rebelión a bordo otro estudio no te encarga El tormento y el éxtasis. Luego se recuperó a lo grande con Oliver!, aquel musical inspirado en Dickens, que para mi gusto era una latita pero ganó muchísimo dinero y se llevó seis Oscars: lo produjeron dos compañías inglesas y lo distribuyó la Columbia. Y lo último que vi de Reed era una cosa atroz que se llamaba Sígueme, con Mia Farrow y Topol, el de El violinista en el tejado, como galán.
Después de El precio de una muerte trabajé con Henri Decoin, otro director venido a menos. Pero que muy a menos: el “concepto” de Noches de Casablanca era meter a Sara Montiel en una especie de trama de espionaje en la Segunda Guerra Mundial. Esa genialidad se le había ocurrido a Enrique Herreros padre, su descubridor y mánager, ahí en funciones de productor adjunto. Noches de Casablanca era una coproducción con Italia y Francia, y lo único bueno fue que me permitió conocer a Maurice Ronet, un tipo formidable que me había maravillado en Fuego fatuo y llevaba con una gran elegancia lo de estar metido en aquel engendro. Me lo encontré de nuevo dos o tres años más tarde cuando volvió para rodar Amador, un rarísimo thriller producido por mi viejo amigo Alfredo Matas.
La tercera del lote me temo que no la vio casi nadie, y es una lástima porque era pretenciosa pero tenía pegada. Aquí la titularon Encrucijada mortal. El título original era The Ceremony y la protagonizó, dirigió y produjo Laurence Harvey para United Artists. No tengo un buen recuerdo del rodaje porque trabajar para el señor Harvey por partida triple no era cosa fácil: tenía un humor de perros y le cambiaba en cuestión de segundos.
Encrucijada mortal estaba basada en una novela francesa adaptada por Ben Barzman, que había firmado el guión de El Cid y al año siguiente escribió, también para Bronston, La caída del Imperio romano. Harvey era un ladrón de bancos condenado a muerte que trataba de escapar de una prisión en Tánger, pero eso era solo el principio: luego se complicaba todo muchísimo. En el reparto estaban Sarah Miles, Robert Walker y John Ireland, y por la parte española el infaltable Fernando Rey.
Durante el rodaje decían que Harvey se había creído Orson Welles y un poco o un mucho de eso había. Quiso contar demasiadas cosas y meter muchos símbolos, pero la película tenía una atmósfera especial, en buena parte conseguida por Oswald Morris, otro enorme director de fotografía que hizo una gran carrera, desde Lolita hasta El hombre que pudo reinar, y con el que volví a coincidir dos años después en The Hill, de Lumet.
La cuarta se rodó en el verano de 1964 y, en comparación con Encrucijada mortal, fue una balsa de aceite. Se llamaba The Truth about Spring. Creo que directamente no se estrenó en España, no me preguntes por qué: podía haber sido una producción de Disney. La protagonista era Hayley Mills y el tono era de comedia de aventuras con un toque romántico, para público adolescente: un viejo marino (que era John Mills, su padre real) y su hija buscaban un tesoro, unos malos iban tras ellos, la chica se enamoraba… Una cosa muy pequeñita y muy simpática que firmó Richard Thorpe para la Rank, en coproducción con Universal. Se rodó en la Costa Brava, sobre todo en S’Agaró y Platja d’Aro, y Gil Parrondo se las apañó muy bien para que pareciera el Caribe. Lo peor del rodaje fue John Mills, un pelmazo indescriptible. Todavía no había llegado a las cotas de pesadez que alcanzó en La hija de Ryan, pero entrenaba duro. Su hija Hayley, en cambio, era una delicia. Todos decían: “Esta chica debe salir a su madre”.
Y es muy posible que entre Encrucijada mortal y The Truth about Spring anduviera ya con los mil trabajos de preproducción de Doctor Zhivago, que era lo que realmente me apetecía.
El primer recuerdo que me viene a la cabeza es una conversación con Lean, en una terraza de la Castellana, en primavera. Yo estaba muy cabreado porque tenía que incorporarme a un rodaje que no me hacía ninguna gracia y él me dijo una frase que nunca olvidé: “Pedro, cuando firmas un contrato tienes que honrar ese contrato y poner el mismo entusiasmo que pusiste en Lawrence de Arabia”.
Sí, debió ser al menos un año antes: por aquel entonces ya estaba decidido que Zhivago se iba a rodar en España. En Rusia, obviamente, no se podía filmar. Lean pensó luego en Finlandia porque necesitaba mucha nieve, pero las temperaturas de mil bajo cero le disuadieron. Y por otro lado estaba encantado con España, con el equipo de producción y con el cambio peseta-dólar.
Después de Lawrence de Arabia, Lean se fue a Estados Unidos porque George Stevens le pidió que le echara una mano en el rodaje de La historia más grande jamás contada. Rodó lo que sería el prólogo, y en el barco que le llevaba de vuelta a Londres leyó la novela de Pasternak que, según me dijo, le emocionó hasta las lágrimas, y te aseguro que no era un hombre de lágrima fácil.
En todos los créditos de Zhivago verás el nombre de Carlo Ponti como productor absoluto y el de Metro Goldwyn Mayer como distribuidora. No quiero quitarle méritos a Ponti, porque era un productor de raza y fue el primero que quiso llevar la novela al cine, pero fue más bien un productor ejecutivo. El verdadero productor, en el sentido americano del término (el que piensa globalmente en el proyecto y lo ampara y le da luz verde) fue Robert H. O'Brien, el presidente de la Metro, que había entrado en el estudio para intentar salvar los muebles del gran desastre de Rebelión a bordo. O’Brien era un hombre con criterio y con muy buen gusto. Adoraba el cine de Lean, y cuando se enteró de que le había gustado el libro corrió a comprar los derechos. Pero los derechos los tenía Ponti, así que se fue a Roma personalmente, convirtió a Ponti en productor y le ofreció a Lean un contrato multimillonario y una considerable participación en los beneficios.
Lean no se lo podía creer.
Estaba piando por escapar de Sam Spiegel y la Metro le compra la novela que más le apetecía hacer y le planta delante el equivalente de un cheque en blanco. Lean puso una única condición: mantener el mismo equipo de Lawrence, incluyendo al guionista, Robert Bolt.
O’Brien dijo que ningún problema, y Ponti… bueno, yo a Ponti no le vi el pelo, ni durante la preproducción ni durante el rodaje. Tuvo la gran inteligencia de no interferir en nada.
Siempre que Ponti entraba en un proyecto decían que lo primero que hacía era intentar colocar a su mujer, y que lo mismo hizo en Zhivago. Por lo que yo sé, el nombre de Sofía Loren no se mencionó nunca para el papel de Lara. Ponti no era tonto, y debía saber que la Loren no encajaba y punto.
Audrey Hepburn se ofreció para interpretarla, pero Lean pensaba que estaría mejor en el rol de Tonya, la esposa de Zhivago, hasta que las pruebas de cámara de Geraldine Chaplin decantaron la balanza a su favor. A Geraldine, que entonces apenas tendría veinte años, la había visto en una revista y le encantó su cara y su sonrisa. Fue a por ella y no se equivocó, porque hizo un trabajo fantástico. Geraldine supo dar toda la alegría y la fuerza del personaje de Tonya.
El personaje de Kowarovsky se lo ofrecieron a Brando y a James Mason. Ambos dijeron que el tiempo de rodaje era demasiado largo. Rod Steiger no tuvo ningún problema con eso y se llevó el papel.
Uno de los primeros trabajos que Lean me encomendó como ayudante de dirección fue el casting de Lara.
Fui a París a ver a Françoise Hardy, que me enloquecía. Era realmente fascinante, pero me pareció que estaba verde como actriz. Hicimos luego muchas pruebas con actrices casi desconocidas. Nada.
Hasta que un día, Ken Danvers, el fotógrafo habitual de Lean, llamó desde Londres. Me dijo: “Estoy trabajando con una chica maravillosa, tenéis que verla. Se llama Julie Christie”. La vimos en Billy el embustero, de John Schlesinger, donde también estaba Tom Courtenay, que acabaría haciendo el papel de Pasha. Lean habló con John Ford, que acababa de dirigirla en El soñador rebelde. Ford ratificó lo que había dicho Ken Danvers y añadió nuevos elogios: estaba entusiasmado con ella.
Lean estaba encerrado con Bolt en el hotel Richmond de Madrid escribiendo y reescribiendo el guión. Y pensando en doscientas cosas más, como, por ejemplo, en que había que ir plantando hileras de flores amarillas en Soria, frente a la casa de Zhivago, para que florecieran al año siguiente, cuando rodásemos allí. A veces costaba seguirle el hilo, porque empezaba a hablar a mitad o a final de un pensamiento, como si lo hubiera compartido contigo.
Estaba con Bolt corrigiendo una línea del guión, o una palabra, porque podían tirarse horas con una palabra, y llamó alguien del equipo de Box y le dijo lo de las flores amarillas, que creo que eran narcisos, y de repente me dice:
“Ve a hablar con ella”.
“¿Con quién?”
“Con la actriz de Ford”
Fui a Londres. Julie Christie me pareció una chica muy tímida, muy hippie. Fumaba un canuto tras otro. Tenía toneladas de encanto. Y de talento, desde luego.
Llamé a Lean: “Es fantástica”, le dije.
“Está bien. Vamos a hacerle una prueba”.
Y ahí estuvo a punto de irse todo al diablo.
Lean se había tragado un reloj, era obsesivamente puntual. Si había quedado con alguien a las nueve ya estaba allí a las las ocho y media. Con Julie Christie habíamos quedado a las nueve en un restaurante. Las nueve y cinco. Las nueve y diez. Las nueve y media. Lean cada vez más crispado, y yo contándole historias para tratar de aliviar aquella tensión. Julie apareció a las diez menos cuarto. Lean estaba furioso. Yo no sabía donde meterme. Y Julie tan pancha, como si la cosa no fuera con ella. Tuve que llevar toda la conversación durante la cena porque Lean no abría la boca. Y luego estuvo dos días sin hablarme. Cojonudo, pensaba: ella llega tarde y yo me como la bronca. Claro, se suponía que era mi recomendada. Pero cuando vio la prueba se emocionó. Hizo que se la pasaran dos veces. Me cogió la mano y me dijo:
“Thank you, Pedro. Thank you very much”.
Así que puedo decir que fuimos Ken Danvers y yo los “descubridores” de Julie Christie para el papel de Lara, con el que tuvo un enorme éxito. 1965 fue un año estupendo para ella: hizo Doctor Zhivago y se llevó el Oscar a la mejor actriz por Darling, su segunda película con Schlesinger.
(Continuará)
Hay 6 Comentarios
Hola, Juan Carlos. Me alegra haberte "iniciado" al "culto Salter" que, realmente, es una religión. De "Años luz" imagino que leíste la edición sudamericana, la única que suele encontrarse, y que tiene una traducción bastante floja. Yo ando dand la lata para que reediten la que salió en España, pero no hay manera. JUEGO Y DISTRACCION también salió en El Aleph y debe ser más fácil de encontrar, porque aún ronda por ahí. Prueba en las librerías de segunda mano que hay en Internet o alguna librería grande tipo Casa del Libro. Y no dejes de leer (éste sí se encuentra con cierta facilidad) LA ULTIMA NOCHE, su prodigioso último libro de cuentos, editado, como QUEMAR LOS DÍAS, por Salamandra. Un abrazo.
Publicado por: Marcos Ordóñez | 07/10/2012 12:34:37
Buenos días.
Aprovecho este blog para dirigirirme a MARCOS ORDOÑEZ sobre un artículo que publicó sobre JAMES SALTER.
La verdad es que me encantó tanto que me puse a buscar sus libros AÑOS LUZ, QUEMAR LOS DIAS y JUEDO Y DISTRACCION.
Los dos primeros los conseguí (Años luz de segunda mano), pero JUEGO Y DISTRCION no hay manera. Está descatalogado y no se vende en librerias.
Estoy interesadísimo en este libro, ya que lei los dos anteriores y, como dice MARCOS ORDOÑES, son magistrales.
Por favor, habría alguna manera de conseguir JUEGO Y DISTRACCION, en castellano, aunque sea de segunda, tercera mano,..me da igual, siempre que se pueda leer,
Me harían un gran favor.
Un saludp y gracias anticipadas
Publicado por: Juan Carlos | 06/10/2012 13:53:27
Buenos días.
Aprovecho este blog para dirigirirme a MARCOS ORDOÑEZ sobre un artículo que publicó sobre JAMES SALTER.
La verdad es que me encantó tanto que me puse a buscar sus libros AÑOS LUZ, QUEMAR LOS DIAS y JUEDO Y DISTRACCION.
Los dos primeros los conseguí (Años luz de segunda mano), pero JUEGO Y DISTRCION no hay manera. Está descatalogado y no se vende en librerias.
Estoy interesadísimo en este libro, ya que lei los dos anteriores y, como dice MARCOS ORDOÑES, son magistrales.
Por favor, habría alguna manera de conseguir JUEGO Y DISTRACCION, en castellano, aunque sea de segunda, tercera mano,..me da igual, siempre que se pueda leer,
Me harían un gran favor.
Un saludp y gracias anticipadas
Publicado por: Juan Carlos | 06/10/2012 13:53:26
Habría que recoger todos estos testimonios y hacer con ellos un buen libro.
Publicado por: Óscar | 06/10/2012 10:58:22
****El Gran Secreto de LAS DIETAS DE LAS ESTRELLAS: *VIDEO EXCLUSIVO* http://su.pr/1xuU15
Publicado por: Blog DIETA EFECTIVA | 05/10/2012 20:25:58
Julie Christie : que belleza ! y además marchosa e independiente tal como cuentas sobre la primera cita de las nueve...
Publicado por: jose luis | 05/10/2012 10:15:03