Gramola Galáctica: Ram contra Imagine (y viceversa) (I)

Por: | 16 de abril de 2013

Portada de ram (1971)Había que ir con mucho cuidado y mirar a izquierda y derecha al cruzar el patio: si te veían con Ram bajo el brazo estabas perdido. Peor que perdido: estabas muerto. ¿Exagero? Hasta cierto punto.
A ojos de los que estaban a la última, McCartney había caído. Era un blando. Un conformista. Sonreía demasiado. Hacía música para abuelitas. Nada que ver con las afiladas sonrisas de Lennon. Lennon era un tipo comprometido, un working class hero. Lennon las cantaba claras. Lennon estaba en el ajo.
Lo que procedía era dejarse ver con el disco de Mother o, desde luego, con Imagine, himno de himnos.
Y no, no podían gustarte los dos: tenías que elegir.
¿Cómo habíamos llegado a esto?

Es sabido (aunque quizás no lo suficiente ) que los primeros setenta fueron años de grandes enfrentamientos ideológicos, que abarcaban todos los negociados imaginables. Antes del momento supremo en el que debías decidirte entre Pecé o Ceneté, entre maoísmo o Cuarta Internacional (y simplifico, porque de eso se trataba, y porque las subdivisiones eran infinitas) habías pasado por una sucesión de ritos iniciáticos que preparaban el camino.
O Chaplin o Keaton.
O Ford o Godard.
Y, desde luego, clásico entre clásicos, Beatles o Rollings.
Cuando los Beatles se separaron la cosa se volvió más complicada.
Que los Beatles partieran peras fue un mazazo, pero yo todavía era muy crío. Lo que nos hizo polvo (y ese plural incluía a mi hermana y a nuestros amigos respectivos) fue el enfrentamiento entre Lennon y McCartney un par de años después. Conviene añadir un año más, como mínimo, a todo lo que voy a contar, porque íbamos con un comprensible retraso: en esa época no teníamos dinero para comprar discos tan pronto salían, y había que recurrir a hermanos mayores, copias en casete o tiendas de segunda mano, pero más o menos la cronología original de los hechos fue como sigue.

George Harrison - All Things Must PassEn noviembre del 70, siete meses después de la ruptura, George Harrison dio la triple campanada con All Things Must Pass. Para nosotros fue doble campanada, porque la jam del tercer disco nos aburría. Lo habíamos intentado con la mejor voluntad, como intentaríamos luego leer a Marta Harnecker, pero no llegábamos al final. Teníamos catorce o quince años y un disco nos duraba entonces una eternidad. No éramos, ni mucho menos, los únicos en acercarnos a la música (y a todo) buscando conjugar el placer con una voluntad eminentemente investigadora. Analizábamos la música, las tapas, las letras: no nos dejábamos nada. Todo era descubrimiento, maravilla, y pormenorizado sujeto de análisis. Alguien decía: “¡Un amigo de un primo del hermano de X tiene el triple de George Harrison!” y el equipo se ponía en marcha. No era tarea fácil. Había que tender minuciosos puentes, pactar intercambios, organizar expediciones de sábado por la tarde a barrios lejanos, mayormente de la zona alta. Escuchábamos con la orejas aguzadísimas, volvíamos a escuchar, y debatíamos influencias, comparaciones, significados ocultos.
Ya con el disco en casa (cuando había suerte), volvíamos a desmenuzar cada corte hasta que la aguja abría nuevos surcos.
Hicieron falta muchas escuchas y muchos debates para acordar la dolorosa verdad: que el tercer disco de All Things Must Pass era un leño considerable. Pecata minuta, en el fondo, porque los otros dos discos eran sensacionales, apabullantes. A Harrison, duro era decirlo, le había sentado bien la separación. Recordamos, como si tuviéramos ya mil años, las tardes en que meneábamos la cabeza escuchando While My Guitar Gently Weeps y repetíamos “¿Por qué no hace más canciones tan buenas como esta?”.
Bien, ahí estaban: necesitaba dejar atrás a los Fabulosos Tres para crecer. Luego vino lo de Bangla Desh y Harrison alcanzó el cielo de los justos: por él no había que preocuparse.

Decidimos que Ringo, para variar, seguía un poco despistado. En 1970 (vale, para nosotros algo más tarde), se había descolgado con Sentimental Journey. El problema era nuestro, en gran medida, porque ni conocíamos ni entendíamos aquel tipo de música - versiones de standards de los años treinta -  y pasamos olímpicamente del invento. No aprecié aquel disco hasta muchísimo después. Cosas de la edad.

John Lennon Plastic Ono Band - 1970Sea como fuere, parecía que los Beatles se habían puesto de acuerdo para sacar sus trabajos en solitario el mismo año. Lennon presentó un disco sin nombre (John Lennon/Plastic Ono Band) que para nosotros, como he dicho, siempre fue “el disco de Mother”. Las voces autorizadas, los “hombres de respeto” de Radio Juventud (con el gran José María Pallardó a la cabeza) hablaban de dolor y rabia, de “disco desnudo”. Alguien habló del “grito primal”, pero nadie supo explicarnos con claridad en qué consistía. Mother era un aldabonazo que tiraba de espaldas y era la única canción que realmente me gustaba, pero… Siempre hay un pero.
En una de aquellas reuniones me atreví a decir que prefería Julia, del Doble Blanco. “Prefería” era un eufemismo. Decir que me partía el corazón me hubiera valido un desdén instantáneo: también es cosa sabida que en la adolescencia tienes que parecer muy duro. De algún modo pensaba (y lo sigo pensando) que el disco de Mother tiene un padre y una madre: la madre era Julia (literal y estilísticamente) y el padre era la no menos grandiosa Happiness is a Warm Gun. El dolor y la rabia de John Lennon/Plastic Ono Band ya estaban, plenísimos, en aquellas dos canciones. En Julia susurra y en Mother aúlla, pero la pena es la misma. El disco me parece un considerable paso adelante (sin demasiada continuidad, lástima) en la carrera de Lennon, aunque hoy, cuarenta años más tarde, le veo un punto de exhibicionismo un tanto molesto.
Parece que Lennon siempre tenía que ser el más chistoso, y el que más sufría, y el que más se comprometía, y el que… El que más. Las infancias difíciles tienen esas cosas. O la sobreprotección familiar, que hay opiniones enfrentadas. 
Lo cierto es que, visto retrospectivamente, John había ganado el primer asalto en el todavía invisible combate con Paul, porque McCartney (también llamado “el disco de las cerezas”) no nos parecía la monda. Nos seducía mucho el hecho de que, como informaban en Radio Juventud, McCartney lo hubiera grabado “en casa”, tocando todos los instrumentos, como si su millonaria granja escocesa fuera, a nuestros ojos, un chalecito hippie en La Floresta o un piso de renta limitada en Horta. Eso humanizaba mucho el disco. Lo hacía próximo. Lo hacía, pensábamos, “posible”. Sí, así veíamos las cosas.
El balance arrojaba dos o tres buenas canciones, pero bastante material de relleno, como si hubiera dado por buena cualquier ocurrencia. (A Lennon también le pasaba eso, pero con McCartney eramos más inflexibles). Las buenas canciones eran (y para mi gusto lo siguen siendo) Every Night, Maybe I’m Amazed y Junk. Muchos años después, Costello hizo una preciosa versión de Junk, sacándole el máximo brillo a su melancolía. A veces hace falta una versión para que caigas en la cuenta de lo realmente buena que es una canción.

McCartney - Another DayLuego vino un single, Another Day. Una canción que ya entonces me gustó mucho. Muchísimo. Me pareció una maravillosa filigrana pop, en la que (pienso ahora) la alegría y la tristeza están soberbiamente equilibradas. Tristeza en la letra, alegría en la melodía. Escucho esa canción y pienso en cualquier película del Free Cinema. Me extraña mucho que los Saint Etienne no la hayan versioneado. O los Pet Shop Boys, tambien les iría muy bien. Tendré que buscar.
Entonces llegó 1971 y un mediodía, no recuerdo en qué emisora, apareció Micky, de Micky y los Tonys, entusiasmado por un single que acababa de salir. El single era Eat at Home. La canción era divertida, ligera, y tan pegadiza como Apple Scruffs, de Harrison. Y gozosamente lúbrica, aunque ninguno de nosotros pillamos entonces, por supuesto, la metáfora de “comer en casa”: nos pareció que McCartney no quería separarse ni un momento de su rubia esposa. Cuando acabó de sonar, Micky dijo que aquello no quedaba allí, que Eat at Home era el buque insignia de Ram, el inminente nuevo álbum de McCartney.
Yo me froté las manos como hacía tiempo que no me las frotaba y corrí a llamar a mi hermana y a mis amigos.
“¿Habéis escuchado la nueva canción de McCartney?”
(Me gusta recordar esa frase, tan lejana. Y la actitud que conlleva).
Alguien dijo, con similar excitación, que Lennon también estaba a punto de sacar nuevo disco.
Y todos volvimos a frotarnos las manos.
No teníamos la menor idea de la que se iba a liar.

(Continuará)

Para Carles "Profesor" Prats

Bonus Tracks

 






 

Hay 18 Comentarios

Vale, Peachy. Ahora lo pillo. Aunque creo que era Carnehan.

Gracias, Macca. Volveré a escuchar los temas que me dices. Hay canciones que se redescubren con el tiempo! abrazo

Gracias por el artículo. Me ha parecido muy bueno. RAM es un gran album y fue vapuleado por la crítica,(aunque no por las ventas) por motivos muy distintos a sus méritos musicales.
Como album me parece netamente superior a Imagine aunque Imagine contiene tres o cuatro temazos que sólo ellos lo hacen grande. Sólo estoy en desacuerdo en que Macca siguó haciendo grandes álbunes como Band on the Run y, en todo caso, grandes temazos como Mull of Kintire o Silly Love songs. Y Hi Hi Hi es un gran single aunque de acuerdo en los otros dos. Another Day, un pedazo de canción!

¡Gracias, Xabier, Benji. y Estudiodelsonidosnob!
Hasta la próxima semana.

Siempre un placer, Sir Carneham. Curioso: hace un momento estaba escribiendo, en la segunda parte de "Ram contra Imagine", acerca de los enterados que babeaban escuchando "Madman Across the Water" (temazo, sí) pero condenaban al infierno a "Tiny Dancer" (o "Rotten Peaches"). Hay mil casos así. Por suerte, parece que el Cocidismo contra Fabadismo, que decía Mihura, ha aflojado un poco en el apartado musical, porque lo que es "en el otro"... Fuerte abrazo y gracias por la fidelidad y los comentarios.

No por casualidad, coloqué los discos de Lennon y de McCartney juntos en la estantería. Veamos. Por un lado, tengo la costumbre de colocar los álbumes de los solistas con los de los grupos a los que han pertenecido (Alex Chilton/Big Star, Lou Reed y John Cale/Velvet Underground, Rodrigo y Guzmán/CRAG….), como si no quisiera romper un vínculo sagrado que está por encima de ellos, y vaya si lo está. Por otro lado, hay algo de pequeña e inocente perversidad en condenarles a estar unidos a pesar de sus controversias y malos rollos (en demasiados casos). Algo similar a colocar a García Márquez al lado de Cabrera Infante en la civilizada y cordial superficie de madera. Quizás terminen llevándose bien. Solo el cielo lo sabe.

Doy fe (nací en 1956) de que las cosas eran así, tal cual. Once upon a time en que no podía gustarte John Ford sin ser tildado de fascista, aunque Pasolini o Bertolucci, no digamos ya Godard, te granjeaban inmediatamente las puertas de la complicidad, del conocimiento, del secreto, de la exquisitez, del buen gusto. Esto era tan cierto que las rivalidades insalvables nos persiguieron durante toda la infancia y adolescencia, porque abarcaban todos los campos posibles: toros, fútbol, literatura, cine, música (Paco Camino-El Cordobés, Lorca-Alberti, Beatles-Rolling, Marisol-Rocío Dúrcal, Hanna & Barbera-Warner Brothers, el Disney de dibujos-el Disney de personas…). Tomabas partido aunque no te interesaran especialmente los protagonistas, incluso si no te gustaban o no entendías nada. Había muchos grises, pero de otra clase. Sólo recuerdo unanimidad con Manuel Santana y Chicho Ibañez Serrador (quizás también con El Coyote).

Con Paul McCartney pasaba como con Cat Stevens (inolvidable su inauguración de ésta fantástica serie) o Elton John. El pelotón de los blandos, fofos, amariconados, a los que, con suprema magnanimidad, había que perdonarles la vida ya en el patíbulo. Daba igual que compusieran un montón de canciones sensacionales y discos sobresalientes, ¿Qué son “Wild World”, “First cut is the deepest”, “Tiny dancer”, “Rocket Man”, “Maybe I’m amazed” o “Tea for the Tillerman”, “Tumbleweed Connection” y “Ram”?

Era totalmente inútil, lo importante era el sarcasmo, la dureza, la mala leche, el ego desmesurado, la actitud rockera auténtica, el prestigio de las drogas duras…Y de eso Lennon sabía un rato. Nunca soporté “Imagine”, y para disfrutar “Jealous Guy”, ya tenemos a Bryan Ferry. De acuerdo en “Julia” y “Happiness is a warm gun”, y sería injusto olvidar “I Am The Walrus”, “Strawberry Fields Forever”, “In My Life” -¡cielos, he caído en mi propia trampa!- y tantas joyas del catalogo beatle. Pero ya va siendo hora de reivindicar al tontorrón de McCartney (que no me cae especialmente bien), pero que lleva décadas soportando la displicencia, el menosprecio y el labio fruncido de tanto entendido como hay suelto. Ah, y totalmente de acuerdo en “Another Day”, ya era hora de que alguien lo escribiera. Ojo de Halcón ha vuelto a acertar. Gracias una vez más, Sr. Ordoñez.

Respecto a lo que comenta de Lennon, de su necesidad de ser el que más sufría, el más gracioso, el más ... lo que fuese, recuerdo una frase de un amigo, un tanto procaz si se toma literalmente, aunque estoy seguro que sabrá usted entenderla en su verdadera acepción. Decía este amigo que Lennon comentaba sobre McCartney que la tenía más grande pero que él fornicaba mejor...
No sé si lo llego a decir alguna vez tal que así pero en cualquier caso ilustra en una linea mucho de lo que usted bien señala.
Un saludo.

Me ha gustado mucho el artículo, a pesar de ser muy beatlemaniaco desde los dieciséis (siempre vuelvo a ellos, Abbey Road es la banda sonora de mi primera infancia, no puedo vivir sin escucharlo cada cierto tiempo, normalmente del tirón) nunca he sido un gran seguidor de ellos en solitario. Para paliar esta carencia (o error, pues hubo mucha voluntariedad en esta actitud) últimamente me dedico -de vez en cuando- a dar pequeños bocados a su obra en solitario, especialmente al McCartney de los setenta, de la que soy gran desconocedor. Y me estoy llevando un montón de sorpresas agradables. Probablemente por lo que tu señalas, el cambio de perspectiva que se ha dado al cambiar de época y por supuesto, por la edad.

Hasta el martes!

Gracias a ti, ram fue el disco de mi adolescencia y todavía lo escucho con devoción

¡Muchísimas gracias! Es un placer tener unos lectores tan estupendos. Lo corté a la mitad para no hacerme pesado. La segunda parte, el próximo martes. Un fuerte abrazo.

¿Cómo se atreve a dejarnos justo en ese momento con la miel en los labios? Hacía bastante tiempo que no leía nada tan bueno, cercano, emotivo, alrededor de The Beatles. Puede suponer con qué ansia esperaré el desenlace.

Enhorabuena por el artículo. Me he sentido plenamente identificado con tus vivencias de este momento. A esperar la continuación

Decir "continuará" es de un retro encantador, pero por favor: en estos días de memoria de Dory tienes que decir cuándo continuará o corremos el riesgo de perdérnoslo ¡y me daría mucha rabia! Me ha parecido un artículo fantástico, por su calidad y por el componente de salto atrás a los recuerdos de juventud.

Estoy enviando el link a todos mis amigos (como no tengo Facebook son muy poquitos, pero duran desde entonces).

Gracias.

que musica siempre es un placer volver a escuchar
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¡Gracias, Luis! Es un placer.
Un fuerte abrazo
M.O.

Muchas gracias de nuevo por tus artículos, te descubrí con la serie sobre la vida de Perico Vidal y desde entonces soy incondicional de tus textos. Un abrazo.

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Marcos Ordóñez

Marcos Ordóñez. Escritor, periodista, profesor. Cada sábado escribe en Babelia la sección PURO TEATRO y, cada jueves, en Cultura, EL HOMBRE QUE FUE JUEVES. Intento escribir sobre lo que me da vida. Ultimos libros publicados: Turismo interior (Lumen, 2010), Telón de fondo (El Aleph, 2011), Un jardín abandonado por los pájaros (El Aleph,2013).

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