Big Time II: Entra Alana Vidal

Por: | 03 de mayo de 2013

Perico y Alana

Poco después de publicar en este blog la primera entrega de Big Time: la fabulosa vida de Perico Vidal recibí un correo de Nueva York que comenzaba diciendo “Gracias por devolverme los recuerdos de mi padre”. Era Alana Vidal, la hija de Perico. La pasada primavera, Alana viajó a Madrid y nos conocimos. Era el vivo retrato de su padre, física y espiritualmente, y con ella se produjo una conexión muy similar. Comenzamos a hablar y accedió a que grabara las conversaciones. Big Time II es la historia de amor de una hija y un padre, de una infancia en el Madrid de finales de los sesenta y una adolescencia neoyorquina , de cómo se separaron y cómo volvieron a reencontrarse muchos años después.

En este primer capítulo de la "segunda temporada", Alana habla de su familia americana.

Yo vengo de una familia singular, un familia de artistas. La vida de cada uno de ellos daría para un libro. Son vidas riquísimas, fascinantes, y de las que apenas conozco una cuarta parte.
Por la línea materna, mi tatarabuelo era William Morris Hunt, pintor.
Parece ser que los Hunt eran los amos de medio Vermont. William quería pintar pero su padre se lo prohibió. Su padre era congresista, y murió joven. Entonces la madre, que se llamaba Jane Leavitt, hace algo extraordinario. Ella también había querido ser pintora y no le dejaron, así que se lleva a sus hijos a Europa para que estudien, para que hagan lo que realmente desean. Y vaya si acertó: uno se convirtió en pintor, el otro en arquitecto, el tercero en fotógrafo y el cuarto creo que fue físico.Viven en Suiza, luego en Roma y luego se instalan en París, en la Rue Jacob, junto a la Escuela de Bellas Artes, durante unos quince años. ¡Maravillosa mujer!

William Morris HuntWilliam estudió con Couture y con Millet. Cuando volvieron a Estados Unidos, a mitad del diecinueve, se convirtió en el pintor más importante de Boston. Pintaba sobre todo retratos, paisajes y estampas parisinas. Algunos de aquellos cuadros se quemaron en el gran incendio de Boston, unos años más tarde. Su obra tuvo una influencia enorme. Era un hombre muy culto y respetado, y entre sus amigos estaban Ralph Waldo Emerson y Longfellow. Tenía un aspecto imponente, como un eremita: altísimo, muy flaco, con una gran barba. Parece que sufría grandes depresiones y acabó sucidándose en New Hampshire, pero pintó hasta el último día de su vida.

Richard Morris Hunt, su hermano, fue un arquitecto importantísimo. Por lo visto era el polo opuesto de William: extrovertido, deportista, lleno de vigor. Se trasladó a Nueva York y construyó las primeras mansiones de la Quinta Avenida, que ya no existen: la de los Marquand, la de los Vanderbilt. Y el rascacielos del New York Tribune, y la fachada y el hall del Metropolitan Museum. Ah, y el pedestal de la estatua de la Libertad.
Mi bisabuelo era William Hunt Diederich, escultor. Su madre, Eleanor Hunt, era la hija de William Morris Hunt, el pintor. Es un lío que todos tengan nombres tan parecidos ¿verdad? Eleanor se casó con un militar, el coronel Ernest Diederich, que murió en un accidente de caza cuando mi bisabuelo tenía tres años. Mi bisabuelo era austrohúngaro. Se educó en Suiza con su hermano, pero a los quince años volvieron a Boston para completar estudios. Le apasionaban los grandes espacios, y con su hermano recorrieron Arizona y Nuevo México, y durante un tiempo vivieron en un rancho de Wyoming. Luego, el bisabuelo William descubrió la escultura. Entra en la Academy of Fine Arts de Pennsylvania pero ahí dura poco. Le apasiona la cerámica africana y se instala en Marruecos para aprender sus técnicas. Durante diez años vive en África y luego en París, como su padre y sus tíos.

Pieza en hierro de William Hunt DiederichFue muy amigo de Léger y comenzó a hacer esculturas art déco, muy influenciado por William Morris: piezas de animales, muy estilizadas, preciosas, que expuso en el Salon d’Automne de 1913, con excelentes críticas. Vuelve a Estados Unidos en la década de los veinte, monta un estudio en el Village de Nueva York y trabaja muchísimo: además de esculturas diseña fuentes, lámparas, pantallas de chimenea, de nuevo cerámicas… Hay muchos trabajos suyos de esa época en el Met y en el Whitney Museum. También hizo las veletas y los indicadores de hierro que hay en el zoo de Central Park. Con el tiempo le salió la vena austrohúngara, casi prusiana, y se volvió muy conservador, muy reaccionario, e incluso racista: le expulsaron del National Institute of Arts por distribuir propaganda antisemita.

Una de sus hijas fue mi extraordinaria tía abuela Sybil, Sybil Diederich Hansen, a la que felizmente llegué a conocer, porque vivió 95 años: nació en 1916 y murió en 2011. Tenía un enorme sentido del humor y una memoria fabulosa. Podía citar, por ejemplo, los nombres de Picasso, de Diego Rivera o de Eugene O’Neill entre los visitantes habituales de la casa de sus padres, en París, cuando ella era adolescente.
Hay una historia increíble protagonizada por Sybil y su hermano, mi abuelo William Hunt Diederich, apodado “Chappy”; una historia de la que nunca he llegado a conocer todos los pormenores. Se cuenta en mi familia que a comienzos de los años veinte les secuestraron y pasaron seis meses huyendo por Europa hasta que fueron rescatados. ¿Quiénes eran aquellos captores? ¿Por qué duró tanto tiempo el secuestro? ¿Cómo les rescataron? Todo eso ha quedado envuelto en una nube de misterio, porque la tía Sybil tenía cinco años y Chappy uno o dos: sus recuerdos de aquella extraña aventura eran vaguísimos.
Al acabar la segunda guerra se casó con un marino noruego, Haakon Hansen, y al acabar la segunda guerra vivieron en Noruega durante un tiempo, y luego volvieron a Estados Unidos. Cuando Haakon murió, en 1968, Sybil se instaló en New Rochelle, y luego en New Fairfield. Su hermano Chappy, mi abuelo, que murió en el 2000, un día antes de cumplir los ochenta, heredó varias vocaciones artísticas: fue pintor, arquitecto (trabajó para el New York Housing Authority y diseñó su propia casa en Palisades), fotógrafo (para el New Yorker), y tan apasionado por los viajes como su padre.
Y se casó con Margaret Ross, otra de las grandes mujeres de la familia.

Margaret Ross, Perico Vidal, Susan Diederich y William Hunt (Chappy) Diederich

La abuela Margaret nació en Nueva York en 1925. Aprendió a tocar el piano a los tres años y el arpa a los doce, guiada por su padrastro, judío de origen ruso: se llamaba Samuel Zimbalist y fue violinista y compositor. Mi abuela comenzó su carrera musical a los doce: puedes verla tocando el arpa en una orquesta, en una película de Deanna Durbin, That Certain Age. Estudió luego en Juillard con Marcel Grandjany. Tocó a las órdenes de maestros del calibre de Toscanini, Stokowsi y Bernstein, y junto a estrellas como Leontyne Price, Isaac Stern, Yehudi Menuhin y Joan Shuterland. Durante muchos años su trabajo fijo estuvo en las grandes cadenas de radio y televisión, la ABC y la NBC. En los años cincuenta y primeros sesenta grabó infinidad de anuncios y bandas sonoras para cine y televisión. Y discos, muchísimos discos como intérprete de estudio. Grabó con la plana mayor del jazz de la época. Si en un disco de jazz de los cincuenta en adelante escuchas un arpa, hay un elevadísimo tanto por cien de posibilidades de que sea mi abuela. Colaboró también con Sinatra, con Liza Minnelli, con Tony Bennett, Barbra Streisand… incluso con los Beatles.
Adoraba tocar, era una enamorada de su profesión. Le gustaba tanto que tocaba para todo aquel que se lo pedía, y a menudo lo hizo gratis en bodas y funerales en la iglesia de Palisades, al norte de Nueva Jersey, donde vivió casi cuarenta años. Era muy de izquierdas, pero su mejor recuerdo era el haber tocado el arpa en la Casa Blanca para el presidente Eisenhower. Murió de un infarto el 23 de enero de 2005, en Nueva York, a los 79 años.

Susan Diederich

La abuela Margaret y el abuelo Chappy tuvieron tres hijos: Susan, Lynn y Michael.
Susan es mi madre. Hay sangre india en la familia, y viene de la rama de Margaret, porque su abuelo era cherokee. Perico contaba que cuando se llevó a mi madre al rodaje de La hija de Ryan y le presentó a Robert Mitchum, él se la quedó mirando y dijo “Cherokee”. Mitchum también tenía sangre india y reconoció enseguida los pómulos altos de mi madre, que eran como los suyos.
Mi madre, Susan Diederich, estudió música desde muy pequeña porque mi abuela lo quiso. Comenzó a tocar el arpa en el instituto y luego se matriculó en Juillard, pero se le hacía una montaña. De pequeña ya era muy minuciosa y perfeccionista, e imagino que acabó llegando a la conclusión de que nunca podría superar a mi abuela, una verdadera leyenda en su terreno, aunque tardó bastantes años en tomar la decisión de abandonar el instrumento.
En 1966, para no perder la costumbre familiar, decidió viajar a Europa y seguir estudiando música en París, donde Chappy conservaba buenos contactos de su juventud.
Susan era amiga íntima de la actriz Brooke Adams, hermana de una de sus compañeras de instituto. Había debutado un año antes en una serie de televisión llamada Crackerby, y más tarde protagonizaría Días del cielo, de Terrence Malick, y el remake de La invasión de los ladrones de cuerpos, junto a Donald Shuterland, dos películas que dispararon su carrera, pero por aquellos días estaba en Madrid porque le habían ofrecido trabajo en una coproducción. Brooke le llamó a París para que se animara a visitarla, y de resultas de esa visita a mi madre le propusieron hacer un pequeño papel en un episodio de una serie llamada The Rat Patrol. Y en ese rodaje, como sabes, conoció a Perico Vidal, mi padre, y se enamoraron locamente.

(Continuará)

Hay 12 Comentarios

¡Gracias, Xabier y Miguel Ángel!

Juilliard, Juilliard es mi sino, hoy aquí y en su día con Muñoz Molina. Y todo por haber leído la Autobiografía de Miles Davis, uf.
Enganchado al nuevo Big Time, Mr. Ordoñez. Gracias.

Buenas noches Marcos, sólo quería saludarte y decirte que me he enterado hace un rato de la muerte de Alfredo Landa. Inmediatamente pensé en tí y me lleve una (digamos) alegría al ver que había una reseña tuya en El País. Quería saludarte, pero como no tengo cuenta en Skup lo hago aquí, en tu último post.

Solo quería darte un abrazo.

Gracias Marcos... y a correr!

Muchas gracias, Xabier. Por todo.
Respuestas rápidas:
1) Es James Salter. Corre a por "Quemar los días" (memorias) y los cuentos de "La última noche" (para empezar).
2) Casi seguro lo de "She's Leaving Home". En internet hay un listado de TODOS los discos que grabó la gran miss Ross.
3) Trolls y pelmazos (y mala gente) hay en todas partes, pero la inmensa mayoría de los que seguís el blog sois gente estupenda, y lo agradezco.
Fuerte abrazo!

Bueno, pues esta entrada ha sido la primera que he leído de la serie Big Time y ahora es también la última, porqué desde que la descubrí empece a revolver en el blog hasta que localicé dónde empezaba la serie y me la he leído entre ayer y y hoy.
Te diré que si para los demás ha sido un gustazo ir siguiendo la serie (el esperar por nuevas entregas siempre mantiene una tensión expectante que en esta ocasión yo no he vivido), yo me acabo de pegar un atracón con Perico que ha sido mucho.
Me he leido todos los posts y todos los comentarios y no he podido evitar meter alguno. La idea era ir dejando un rastro del seguimiento de la serie. A veces me he enfadado con quién sólo entra para molestar, siento haberme puesto "agresivo" pero es que me cansa esa actitud, blog en el que entro blog en el que hay alguien tocando los cojones. Ha sido una gran satisfacción porqué además creo que me voy ahora mismo a comprar "Beberse la vida" y tomo nota de los libros de James ¿Sandler?, es igual, ya te puse en otro comentario que tengo mala memoria para los títulos y los autores de libros, películas, etc. Y que me da igual, lo que me importa es disfrutarlos (el libro sobre Landa también caerá, por cierto).
He disfrutado de los posts y del cariño de los seguidores de la serie para contigo, Perico y la historia que nos habeis contado entre los dos. Un auténtico gustazo, repito.
Y ya que no te gustan los seudónimos, ya te digo que firmo con mi nombre, aunque supongo que ya te lo habías imaginado (sino vaya seudónimo de mierda). Comparto contigo la idea de que aquí estamos entre amigos o compañeros de viaje, no es necesario el anonimato, ya la red pone bastante distancia entre todos nosotros.
Por último tengo una curiosidad que no sé si Alana me la podrá solventar. Su abuela Margaret Ross es la intérprete de arpa en el "She's Leaving Home" del Sgt. Pepper's de Los Beatles?
Hasta pronto, aunque yo seguiré leyendo y releyendo entradas de tu blog.
Un abrazo!

Gracias Marcos por esta continuación tan esperada. Un saludo

Gracias Marcos por esta continuación tan esperada. Un saludo

¡Gracias, Alfredo!
Permanezcan atentos a esta pantalla

Marcos,
Qué maravilla ¡¡¡. para un amante del Jazz y del Cine como yo los textos sobre Perico Vidal eran un momento de diversión y disfrute absoluto, el capítulo de los clubs de Jazz Neoyorkinos es mi favorito y también hay que decirlo muy bien contado y escrito por tu parte. GRACIAS

¡Un abrazo! Y esto es solo el prólogo...

Por fin!!!! Gracias, Marcos por este bonus tan especial. Muchos lo esperábamos ansiosamente.

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Bulevares Periféricos

Sobre el blog

Teatro, Literatura, Cine, Música, Series: arte en general. Lo que alimenta, lo que vuelve. Crónicas, investigaciones, deslumbramientos. Y entrevistas (más conversaciones que entrevistas). Y chispazos, memoria, dietario, frases escuchadas al azar (o no). Y lo que vaya saliendo.

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Marcos Ordóñez

Marcos Ordóñez. Escritor, periodista, profesor. Cada sábado escribe en Babelia la sección PURO TEATRO y, cada jueves, en Cultura, EL HOMBRE QUE FUE JUEVES. Intento escribir sobre lo que me da vida. Ultimos libros publicados: Turismo interior (Lumen, 2010), Telón de fondo (El Aleph, 2011), Un jardín abandonado por los pájaros (El Aleph,2013).

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