Héroes de la escena: Harley Granville-Barker

Por: | 15 de junio de 2013


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Harley Granville-Baker fue el primer gran director “moderno” de la escena británica. Su trayectoria es tan breve como intensa; su influencia es enorme. Nacido en 1877, subió por primera vez a un escenario a los 13 años, y a  los 14 empezó a estudiar teatro en una escuela especializada, en Margate. En 1899 protagonizó Ricardo II a las órdenes de William Poel y entró a formar parte de la Stage Society, el teatro de cámara apadrinado por Bernard Shaw, que representaba piezas nuevas y/o experimentales solo para socios, en sesiones únicas, casi siempre en el Royal Court. Con ellos escribe y estrena su primera obra, The marriage of Ann Leete, en 1900, a los 23.
Ese mismo año, Bernard Shaw le elige para protagonizar Candida y Man and Superman, que le lanzan al estrellato como intérprete, lo que genera el malicioso rumor de que era hijo natural del dramaturgo.
En 1904 se pone al frente del Royal Court y dirige tres temporadas, con un repertorio de obras de Ibsen, Maeterlink, Galsworthy y, sobre todo, del propio Bernard Shaw. Produce, pone en escena y protagoniza nada menos que diez de sus comedias, que obtienen un enorme éxito, sin descuidar su propia carrera como autor dramático: escribe y dirige The Voysey Inheritance (1905), Prunella (1906), The House of Madras (1910), y su pieza más controvertida, Waste (1909), un agudísimo retrato de la clase política inglesa que será inmediatamente prohibida por la censura y no se representará hasta 1936.
Había triunfado como director y actor, pero “no podía” triunfar también como dramaturgo: la crítica le acusó de ególatra (por estrenar sus obras en su propio teatro) y de imitador de Shaw, lo que provocó que poco a poco dejara la escritura y se concentrara en la dirección.
Sus empeños a partir de entonces fueron, simultáneamente, el proyecto de un teatro nacional británico y la búsqueda de una nueva forma de acercar la obra de Shakespeare al público.
En 1912, a partir de su experiencia al frente del Royal Court, lanza con el crítico William Archer y con Bernard Shaw el proyecto del Teatro Nacional (The National Theatre: A Schem and Estimates), donde se contempla desde su futura localización en el South Bank y el repertorio deseable hasta el sistema de subvenciones, el precio de las entradas, el número de empleados y las características de la compañía, que tenía que estar compuesta por 44 actores y 22 actrices.
Un comité de escritores y gente de teatro, en el que figuraban Shaw, Barrie, Pinero y Galsworthy, apoyan la idea, pero el estallido de la Guerra da al traste con el plan, que no se hará realidad hasta bien entrados los años sesenta.

Granville Barker, con Bernard ShawEn la temporada 1913-1914, Granville-Barker toma por asalto el Savoy, hasta entonces feudo de las operetas de Gilbert y Sullivan, para ofrecer tres montajes de Shakespeare (Cuento de invierno, Noche de reyes y El sueño de una noche de verano) que la crítica califica de “revolucionarios”, anticipándose en cincuenta años a las teorías del Espacio Vacío de Peter Brook. Granville se propone atrapar la esencia de los textos de Shakespeare desde la “claridad formal y la verdad emocional” y proclama que el teatro tiene que ser efectivo, expresivo y sencillo, sin afectación.
“El escenario – escribe - no es una casa de locos incomprensibles ni un museo zoológico lleno de animales disecados, sino un espacio en el que se mueven seres humanos, tridimensionales y contradictorios”.
Granville rompe, de entrada, con el modelo imperante del star system actoral para concentrarse en la excelencia de toda la compañía, del primer al último intérprete. Trata de reestablecer luego la proximidad entre actor y espectador que existía en el teatro de Shakespeare: cubre el foso de la orquesta para acercar el escenario a la platea y, siguiendo los pasos de Gordon Craig, suprime la iluminación con candilejas. Todo en su trabajo está al servicio de la sensatez y la lógica escénica. Coincide con Gordon Craig en que los continuos cambios de decorado ralentizaban la acción y diseña escenografías ligeras y manejables, que garanticen la fluidez del texto y las acciones.
“La escenografía – escribe – nunca ha de ser “decorativa” ni literal, sino mínima, expresiva y metafórica sin dejar de ser precisa. El escenógrafo no puede ser un intruso que intenta competir con el texto y los actores”.
A este respecto, su prefacio a El rey Lear contiene una apasionante polémica con los estudiosos de la época – Bradley, Lamb – que consideraban el texto irrepresentable, basándose en la imposibilidad de recrear sus “efectos especiales”: allí demuestra Granville-Barker que no hacen ninguna falta y que basta con el texto y la interpretación.
Para el montaje de El sueño de una noche de verano quiso que el vestuario de las hadas se inspirase en grabados orientales, y simuló el bosque con sedas ondulantes de color verde: pueden rastrearse ecos de esa idea en las escenografías de Nick Ormerod para Cheek by Jowl, y hay un parentesco evidente en el Sueño que dirige Peter Brook en 1970. De hecho, un año después de que Granville monte la comedia shakesperiana en el Savoy, escribe que lo que la función necesitaba era, simplemente, una gran caja blanca y desnuda, y esa caja será la que utilice Brook en su puesta, con las hadas balanceándose en trapecios, al estilo de los equilibristas chinos, por encima de los protagonistas.
John Guielgud recuerda en sus memorias la insólita rapidez del espectáculo, en el que “cada nueva escena comenzaba justo cuando estaba acabando la anterior”, otra manera que heredará Cheek by Jowl.

Oberon y Puck en su montaje del Savoy, en 1912“En muchas obras de Shakespeare”, escribe Granville, “la velocidad a la que se desarrollan los acontecimientos es crucial para la verosimilitud del enredo o la tragedia”. Esto le llevará a romper también, lógicamente, con la imposición declamatoria de la época, todavía en la tradición retórica del XIX. “Personaje es acción”, repite constantemente a sus actores. La noche del estreno de Cuento de invierno escribe en el espejo del camerino de la actriz Cathleen Nesbitt, que interpretaba a Perdita, la frase: “Be swift, be swift, not poetical” (Rápida, rápida, no poética).  
Durante la Gran Guerra, Granville sirve en la Cruz Roja, donde conocerá a la millonaria americana Helen Huntington, con la que se casa. Ella le persuade de abandonar la escena teatral para dedicarse a escribir, lo que desatará la ira de Bernard Shaw, por no decir la demencia: acusará en público a la flamante señora Granville de ser una bruja cuyos poderes han hechizado al ingenuo Harley, lo que obviamente provocará la ruptura total con la pareja.
Granville y señora se afincan en París y allí comenzará él a traducir comedias españolas, fundamentalmente de Martínez Sierra y de los Quintero, que, decía, le recordaban a Chejov (el director José Luis Alonso opinaba lo mismo), y sobre todo a escribir sus fundamentales Prefacios a las principales obras de Shakespeare, una serie de volúmenes (12 en total) que aparecerán durante la década de los 30: son su manifiesto estético y la crónica de lo que intentó hacer en el teatro.
Los Prefacios fueron recuperados por Richard Eyre desde 1993, cuando estuvo al frente del National Theatre, donde los hizo reeditar a precios populares (6 libras). Son textos vivos, apasionados, instructivos y, sobre todo, antiacadémicos: su extrema vitalidad de debe a que su autor no es un “analista de textos” (aunque lo sea, y extremadamente perspicaz) sino, fundamentalmente, un hombre que teatro, que examina las obras línea a línea, escena a escena, para aprehender la vida dramática de los personajes y sus acciones, intentando resolver lo que considera el problema fundamental: ser fiel al texto y montarlo desde la modernidad para que siga emocionando, por encima de los siglos, a una audiencia contemporánea.

Granville Barker

Durante dos años, del 37 al 39, Granville dirige el Instituto Británico de París. En 1940 viaja a España con su esposa y desde allí se traslada a Estados Unidos, donde trabaja para los servicios de información británicos organizando la ayuda a los refugiados de guerra y da conferencias en Yale y Harvard como profesor invitado. Vuelven a París en 1946 y muere ese año, pero poco antes, gravemente enfermo, aún tiene arrestos para trasladarse a Londres reclamado por el director Harcourt Williams, que monta según sus pautas el Rey Lear que reabrirá el Old Vic, protagonizado por John Guielgud.

En 1977, William Gaskill, uno de los fundadores, en los sesenta, del National Theatre, y director artístico del Royal Court entre el 65 y el 72, reivindica el legado de Granville-Barker y monta The Madras House en el National, bajo el mandato de Peter Hall. Diez años más tarde, Richard Eyre, al frente del NT, promueve la edición ya citada de los Prefacios y dirige The Voysey Inheritance, seguida de Waste. En sus memorias, Utopia & Other Places, se declara “hijo espiritual” de Granville-Barker y narra su prodigiosa trayectoria como actor, director, dramaturgo y ensayista.
De las reposiciones que siguieron cabe destacar dos montajes de Waste: Peter Hall dirigió el primero en el Old Vic, en 1997, y Samuel West el segundo, en el Almeida, en 2008, donde Will Keen, actualmente afincado entre nosotros, obtuvo un gran éxito de crítica. En 2006, David Mamet adaptó, recortando considerablemente el original, The Voysey Inheritance y la montó con la Atlantic Theater Company en Nueva York.

Prefaces to Shakespeare - edicion original

Prefaces to Shakespeare-la edición del NT, 1993

Hay 2 Comentarios

Hola, Gustavo. Creo que si entras por internet en la bookstore del National Theatre a lo mejor puedes encontrar las ediciones que hizo Richard Eyre y que menciono en el post.
Suerte y un abrazo!

Hola Marco. Acabo de pedir la version de Marco Antonio y Cleopatra que tiene uno de los ensayos de Granville Baker. Parece que es una estupenda edicion. Las obras completas estan agotadas. Saludos desde Lima. Gustavo

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Sobre el blog

Teatro, Literatura, Cine, Música, Series: arte en general. Lo que alimenta, lo que vuelve. Crónicas, investigaciones, deslumbramientos. Y entrevistas (más conversaciones que entrevistas). Y chispazos, memoria, dietario, frases escuchadas al azar (o no). Y lo que vaya saliendo.

Sobre el autor

Marcos Ordóñez

Marcos Ordóñez. Escritor, periodista, profesor. Cada sábado escribe en Babelia la sección PURO TEATRO y, cada jueves, en Cultura, EL HOMBRE QUE FUE JUEVES. Intento escribir sobre lo que me da vida. Ultimos libros publicados: Turismo interior (Lumen, 2010), Telón de fondo (El Aleph, 2011), Un jardín abandonado por los pájaros (El Aleph,2013).

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