Rabos de pasa (4)

Por: | 25 de diciembre de 2013

Jacob Epping, el protagonista de 22/11/63, la estupenda novela de Stephen King, viaja en el tiempo hasta 1958 y entra en un pequeño bar donde le sirven una zarzaparrilla (extracto de raíz, azúcar, miel y agua) fabricada por el propietario. Epping la sorbe como si fuera ambrosía: jamás había bebido algo tan fresco y tan puro, “como si el agua viniera de un arroyo de montaña”. Me imagino que si la voz de Patsy Cline pudiera encerrarse en una botella sería muy parecida a aquella zarzaparrilla.

 

Escribo para fijarme. Para caer en la cuenta. Para fijarme en las cosas y en la gente y en lo que pienso y en lo que siento, que no siempre está claro. Fijarme en el sentido de observar todo con mayor precisión, porque todo pasa demasiado rápido, pasa por detrás y pasa por los lados, cuando andamos despistados, embabiecados, envueltos en ruido, y fijarme en la acepción de anclaje, de hincar los pies en el suelo, con las líneas como rieles, para que el viento del tiempo no se lo lleve todo y a mí con él, para que todo no se afantasme. Y para llegar a fin de mes.


Reconforta comprobar que en las grandes cabezas siempre hay sitio para la tontería. Auden: “El teatro no ha vuelto a ser lo mismo desde que los actores se convirtieron en señores”. ¿Cuándo vio Auden a los cómicos de la legua para establecer tal teoría? ¿Y cuándo empieza esa presunta decadencia? En la época isabelina los cómicos ya contaban con protección de los nobles y de la reina, y si ganaban dinero podían comprar títulos, es decir, convertirse en señores.
La frase forma parte de The Table Talk of W.H. Auden, un libro compuesto por las conversaciones que Alan Ansen, un poeta joven, sostuvo con Auden, lo que lleva a pensar que siempre se dicen más tonterías hablando que escribiendo: escribir es pensar, como mínimo, dos veces. Es muy posible que Auden disfrutara desconcertando a su discípulo. O que el discípulo le malentendiera. En sus conferencias, Lectures on Shakespeare (“Trabajos de amor dispersos”), recopiladas a partir de las notas que también tomó Ansen y reconstruyó Arthur Kirsch, las formidables intuiciones alternan con las teorías pintorescas o escasamente argumentadas, aunque pasa por ser un libro uniformemente sapientísimo. Hay gente mucho más inteligente ante sí misma (o sea, escribiendo y repensando) porque ese primer lector no le deja, con suerte y empeño, pasar una, que ante un auditorio al que quiere deslumbrar o provocar.
 

Efectos de la pobreza canallescamente planificada: enfermedades del cuerpo y del espíritu. Dolor, ferocidad, embrutecimiento, desesperanza. Los cuatro jinetes. Y un hambre de todo, un hambre que acaba por ni saber que es hambre, porque se borra a sí mismo y se realimenta, hasta convertirse en un malestar bronco y continuo, de pésima salida.


En la mayor parte de los biógrafos que he conocido advierto el punto en común de un oscuro afán de revancha, como si, tras haber reverenciado durante años a un maestro, pudieran decirle, a través de la biografía: “¡Al fin estás en mi poder!”.


Ingenio local: decididamente, es mucho mejor título La fiera de mi niña que Bringing up Baby.


Anochecer. Me cruzo con dos muchachas. Cada una va hablando por su móvil. Una solloza, con la cabeza baja. La otra insulta a gritos.


Sabiduría de Alain
“Ser desdichado no es difícil; lo que es difícil es ser feliz, pero esta no es una razón para no intentarlo. También tengo razones para protegerme de esta elocuencia infernal que me engaña con una falsa luz de evidencia. ¿Cuántas veces me he probado a mí mismo que sufría una desgracia irremediable?... Todos hemos conocido esa extraña locura y nos hemos reído de ella de buen grado un año después. De ahí deduzco que la pasión nos engaña, en cuanto las lágrimas, los sollozos inmediatos, el estómago, el corazón, el vientre, los gestos violentos y la contracción inútil de los músculos se mezclan con los razonamientos. Los ingenuos caen siempre en esta trampa, pero yo sé que esa mala luz se apaga pronto; quiero apagarla enseguida, y para ello basta que no declame: conozco bastante bien el poder de mi voz sobre mí mismo; así pues, quiero hablarme a mí mismo serenamente, y no como un actor trágico”.
(Alain, seudónimo de Émile Chartier (1868-1951), que se consideraba a sí mismo como “el más filósofo de los periodistas y el más periodista de los filósofos”, escribió estas líneas en 1911. He utilizado la traducción de Emilio Manzano, que en 2003 publicó en RBA Mirar a lo lejos, una antología de artículos de Alain, uno de los libros más sabios que he leído).

 
Un vínculo indestructible parece unir a los taxistas del universo: a todos se les acaba de terminar la tinta para imprimir el recibo.       


(Continuará)                             

Hay 1 Comentarios

Buenas . Aprovecho para felicitarle , por el blog . es excelente .
Sobre lo de Auden . ¿ Que dice el original ? me refiero a qué empleo utiliza , Gentleman o Sir . Gentleman iría vinculado a gentry pero a su vez , alguien del S. XX no puede sustraerse de la connotación de , " being a gentleman is being someone propper " , dicho rápido .
Quizá se referá a la "descanallización " , algo que tiene que ver más con el alma , que con la heráldica .
Y una pregunta , si me permite el atrevimiento , una de las gorras con las que sale en las fotos ,¿ es de los Raiders o de los Chargers ?

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Sobre el blog

Teatro, Literatura, Cine, Música, Series: arte en general. Lo que alimenta, lo que vuelve. Crónicas, investigaciones, deslumbramientos. Y entrevistas (más conversaciones que entrevistas). Y chispazos, memoria, dietario, frases escuchadas al azar (o no). Y lo que vaya saliendo.

Sobre el autor

Marcos Ordóñez

Marcos Ordóñez. Escritor, periodista, profesor. Cada sábado escribe en Babelia la sección PURO TEATRO y, cada jueves, en Cultura, EL HOMBRE QUE FUE JUEVES. Intento escribir sobre lo que me da vida. Ultimos libros publicados: Turismo interior (Lumen, 2010), Telón de fondo (El Aleph, 2011), Un jardín abandonado por los pájaros (El Aleph,2013).

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