Rabos de pasa (5)

Por: | 22 de enero de 2014

Ultimo tren a Cincinatti - de Arnau Alemany

Tomás Delclós, defensor del lector de El País, señala varios ejemplos de anfibología  (“desorden sintáctico que entorpece y confunde la comprensión de la frase”) en titulares o destacados del diario, todos muy graciosos, de los que elijo éste, un clásico, al parecer, que no conocía y que convierte al director manchego en un virus letal: “Isabel Coixet termina en Canadá el rodaje de Mi vida sin mí, un drama sobre una joven con una enfermedad incurable que produce Pedro Almodóvar”.
Hará unas cuantas décadas, la recopilación de este tipo de trastrueques, unido a interpretaciones delirantes, creó una especie de minigénero que alcanzó categoría de best seller: recuerdo La cárcel de papel, antología de la sección del mismo título, espigada de la prensa de la época, que Evaristo Acevedo publicaba en La Codorniz, y Antología del disparate, que un profesor de bachillerato recopiló de las redacciones y exámenes de sus alumnos, con joyas como esta: “Los rayos catódicos eran Isabel y Fernando”. Me temo que hoy haría falta, en ambos casos, su publicación por fascículos.  

También hay anfibologías que sirven para explicar una situación. Guillermo Cabrera Infante me contó, en una sola frase, la suerte que corrió su guión Vanishing Point – en España, "Punto Límite Cero" – en manos de su director, Richard C. Sarafian: “Yo había escrito la historia de un hombre con problemas en un coche y la convirtieron en la historia de un hombre en un coche con problemas”.

Salvador Sunyer y Miquel Berga fueron los primeros, hará unos cuantos años, en verter No man’s land de Pinter al catalán, por puro placer, por lo mucho que les gustaba la obra. En el primer acto, dice Spooner, viendo a Hirst arrastrándose a causa del alcohol:
“I have known this before. The exit through the door, by way of belly and floor”
A Pinter, que tenía un humor muy cockney, le hubiera gustado muchísimo esta ingeniosa resolución, que además mantiene la rima:
“Això ho tinc vist. La sortida de les habitacions, arrosegant els collons”.
(“Eso ya lo he visto. La salida de las habitaciones arrastrando los cojones”)

Se me saltan las lágrimas, como si llorase otro, escuchando Les oiseaux de passage, el poema de Jean Richepin, que Brassens adaptó y al que puso música. Brassens supo hacer brillar, como joyas recién talladas, poemas perdidos de autores presuntamente menores, como Richepin o Paul Fort.
Escucho la versión de Maxime Le Forestier. La de Brassens es más seca. Le Forestier le da más vuelo, para mi gusto, a la melodía, y canta con más sentimiento.
El llanto, incontenible y muy feliz, estalla exactamente en el verso “des assoiffés d’azur, des poètes, des fous”. Recuerdo que me emocionó cuando la escuché por vez primera, a los dieciseis años, esa época en la que determinados poemas parecen escritos solo para ti. La emoción de ahora era doble, porque sumaba la de aquella primera vez, la del descubrimiento, y la de su recuerdo, pleno, intacto.

 

¿Porqué estoy pensando (más que de costumbre) en la época de mis quince o dieciséis años, soñándola incluso? Desde luego, por “primeras veces” como la de Les oiseaux de passage, aunque, a Dios gracias, las “primeras veces” siguen sucediéndose, y que dure.
Pienso también, entre otras muy diversas razones:
1) porque me estoy acercando a la edad que mi padre tenía entonces
2) porque flota en el aire una creciente conciencia de franquismo.

Hay algo en la poesía, en la mejor poesía, que acaba por irritarme: una aristocratizante encriptación del sentido. Soy consciente de que la poesía, y es una generalización, nació para atrapar lo que no puede decirse de otra manera, pero la prosa – o al menos la prosa que prefiero – es más neutra, más diáfana, más humilde, casi diría que más democrática. Demasiadas veces veo en la poesía la evidencia de su elaboración, la figura del poeta alzándose sobre sus coturnos, mientras que la mejor prosa parece brotar por sí sola, desgajarse de su creador como una perfecta, transparente, irisada pompa de jabón. Puede que esté equivocado, o que esta sensación no sea, a fin de cuentas, más que una forma de orgullo gremial.

El estanco de mi calle cerrará pronto. Las esponjitas para humedecer los sellos ya están sin agua, secas como piedras.

En mi vida secreta, la que se abre algunas noches, soy mucho más voraz y atrevido y despreocupado porque soy más joven, y tengo el cabello negro, fuerte y brillante como nunca lo tuve, y no me parezco físicamente al que era entonces. Soy otro, mi rostro es distinto, pero me reconozco en gestos olvidados, como encogerme de hombros y dejar que el sol me lave la cara. Camino sin prisa ni citas por un barrio tan peligroso, me dicen, que quienes lo visitan han de entrar en él montados en extraños vehículos con sidecar, y lo del sidecar me hace muchísima gracia, imagino un lugar lleno de peligro pero con algo de atracción de feria, el mundo como una feria dura y luminosa, como el antiguo parque de atracciones de Montjuïc, y en el aire resuena un ruido de montaña rusa desencadenada o platos voladores, y me encojo de hombros, dejo que el sol me lave la cara y entro y me digo que estoy en Valencia, porque todas las mujeres que veo me parecen valencianas y todo se cae a pedazos y todo parece estar muy cerca y el aire huele a naranjas y arroz, como en la canción de Sisa.

Hay 9 Comentarios

Gracias, Mercè. Gracias, Bendo.

Leerte es cada día una maravilla, Marcos. Tus libros, los Jueves y estos Bulevares. Moltíssimes gràcies por tanta belleza, gracia y verdad. Y por el cuadro de Arnau Alemany.

Gracias . Chirivella , o Xirivella ( probablemente de Silivella , bosquecillo en latín ) , es un pueblo de la periferia de Valencia . Hubo una época en la que por trabajo fui mucho por ahí . Hay ferias salvajes , huertas apocalípticas y todo se cae a cachos . Por eso su sueño me recordó a mi experiencia valenciana.

Hola, Bendo. El cuadro es del gran pintor catalán Arnau Alemany (posando el ratón sobre la ilustracion aparece su nombre). ¿Quien es Chirivella?. abrazo.
Y gracias tambien a Elisa, Sony Sato y Enric H.March.

Esa ilustración : el árbol reventando la vía , el orgulloso tren oxidado , el pavimento resquebrajado . Parece un paisaje soñado , y seguramente lo es .
Por su descripción, el que usted sueña , me recuerda a Chirivella .
¿ Quién es el autor de ese cuadro?

Coincido con Elisa, da gusto levantarse con textos así.

Les dejo un microcuento cómo cambia la percepción del arte con la edad.
Si les apetece leer, pinchen mi nombre.

Será por lo que dices que soy un mal lector de poesía. Demasiado sintética (en general). Necesito que las palabras me agarren al suelo, a una cierta materialidad; la del discurso que como el pegamento une los pedazos de realidad, o de creencia de realidad. Estoy hecho de relato. Mi abuela me contaba cuentos, no recitaba poesías. En todo caso, cantaba canciones, que era como ponerle banda sonora al descubrimiento de la vida.

Muchas gracias, Elisa. Un fuerte abrazo.

No sabe cómo agradezco este momento de lectura, nomás despertar, en un lugar como éste, donde los penares, sobresaltos e impotencias afloran página sí, página también.
Gracias por las palabras.

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Bulevares Periféricos

Sobre el blog

Teatro, Literatura, Cine, Música, Series: arte en general. Lo que alimenta, lo que vuelve. Crónicas, investigaciones, deslumbramientos. Y entrevistas (más conversaciones que entrevistas). Y chispazos, memoria, dietario, frases escuchadas al azar (o no). Y lo que vaya saliendo.

Sobre el autor

Marcos Ordóñez

Marcos Ordóñez. Escritor, periodista, profesor. Cada sábado escribe en Babelia la sección PURO TEATRO y, cada jueves, en Cultura, EL HOMBRE QUE FUE JUEVES. Intento escribir sobre lo que me da vida. Ultimos libros publicados: Turismo interior (Lumen, 2010), Telón de fondo (El Aleph, 2011), Un jardín abandonado por los pájaros (El Aleph,2013).

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