Agua de azar
El jaloneo
En el Evangelio de Marcos se narra el milagro de una fe inquebrantable. Una mujer anónima y hasta entonces desahuciada se cuela entre la multitud que se arremolina en torno a Jesús de Nazareth y toca su manto, sabiendo que con ese mero gesto quedará aliviada; el Cristo avanza unos pasos y sorprende a sus discípulos preguntándoles quién ha tocado su manto. Los apóstoles no niegan su asombro: sin tener que mirar para atrás, sin que la mujer lo haya jaloneado, Jesús sabe que alguien ha rozado el manto sagrado. Entre los preparativos para la segunda venida de Cristo al mundo habrá que informar a quienes asuman la organización que el Señor con su sola presencia cuenta con un halo impalpable para su seguridad personal y que Él y sólo Él sabrá quién se atreve a tocarle el manto y a qué leprosos tocará la piel podrida. Sobra mencionar que muy probablemente no portará zapatitos rojos, sino sandalias humildes, que quizá parezca desaliñado ante la fingida elegancia de políticos y empresarios de primera fila y que por obvias razones no portará sombrero de charro.