Agua de azar
Sonríe, imbécil
Es probable que en el fragor del instante, la adrenalina de una supuesta posteridad te obnubila y no te detienes a pensar en lo mal que te ves posando para una fotografía con un narcotraficante en la clandestinidad.
31 mar 2016
Agua de azar
Sonríe, imbécil
Es probable que en el fragor del instante, la adrenalina de una supuesta posteridad te obnubila y no te detienes a pensar en lo mal que te ves posando para una fotografía con un narcotraficante en la clandestinidad.
26 mar 2016
Hace apenas unas horas, otra cara del mundo acaba de envejecer o al menos, acaba de mostrarnos otra arruga. Para quienes andaban en el fervor de la adolescencia cuando Johan Cruyff ya triunfaba en las filas del Barcelona había una creencia recurrente y engañosa en sus admirables capacidades: se decía que fumaba un cigarrillo antes de saltar a la cancha y que incluso, se daba el lujo de encender otro taco de cáncer al finalizar los partidos. Era Superman, flaco y escurridizo, caballero del juego en equipo, cerebro andante de una naranja que presumía de ser mecánica y luego, el mítico jugador de greña comprometida que decía no asistir al Mundial de Argentina como objetor de conciencia por la Junta Militar de Jorge Rafael Videla que tanto gozó ese torneo.Cruyff hipnotizó a toda una generación con esa rara combinación que tenían antaño los deportistas que fumaban y más en tiempos en que era común ver a tenistas en clubes privados que jugaban incluso entre sets o boxeadores que luego de hacer la legua diaria fumaban sin filtros.
Luego vinieron las canas y las revelaciones que nos volvieron adultos. Alguien nos informó que el verdadero motivo de su ausencia en el equipo holandés del 78 (que a la postre quedaría subcampeón en una acalorada final con el anfitrión Argentina) no se explicaba en términos ideológicos, sino matrimoniales y alguien nos ha dicho con el paso de los años que la increíble goleada con la que Argentina venció al Perú también quedará algún día explicada en las tinieblas de ese humo de leyendas donde se confunden las verdades. Alguien se encargó de informar sobre los daños irreversibles del tabaco, las grandes marcas de cigarros se dejaron de anunciar y hasta el propio Cruyff –vestido de civil pero igual de mago—apareció en un promocional dominando una cajetilla de tabacos con ambas piernas hasta elevarla a la precisa altura con la que luego la despejó a la estratosfera. La triste noticia de su muerte confirma que a pesar de su ejemplo y renuncia al veneno, el daño ya estaba sembrado y el cáncer se lo ha llevado a la temprana edad de 68 años, cuando en realidad tenía aún muchos años por hablar y muchos cuadernos por llenar con todo lo que sabía, pensaba y sugería para el deporte más popular del mundo.
Jugaba como quien cuaja un ensayo a varias velocidades: la urgencia por marcar al final de la página y el sosiego con el que se deletrea la media cancha. Se esfumaba con facilidad y ligereza, en el banquillo como entrenador cuando ya dejaba brillar a los demás o en la cancha como líder, donde repartía balones con el mismo fin de hacer sobresalir a sus compañeros. Fue un hálito y lo confirmó Ovejero, jugador del Atlético de Madrid, cuando dijo que lo que recordaba de Cruyff era lo bien que olía. Elegante elogio del defensa que sólo percibía el olor del vacío una vez pasado el relámpago.
Lamento profundamente la muerte de un jugador que ya se había convertido en leyenda para quienes lo vimos un día elevarse por encima de los demás mortales, girar en pleno vuelo y resolver con una chilena lo que todo el mundo creía que sería rematado de cabeza. Deseo que me perdone que lo despido con un pañuelo blanco, pero en abono al luto y envuelto en la confusión, consta que el humo del cigarro, por hoy, es blaugrana.
24 mar 2016
Agua de azar
El fraile de Bélgica
Ése que yace ya muerto con una leve sonrisa en los labios, recostado –quizá por primera y única vez en su vida—sobre la pierna deshecha de una rubia desmayada. Ése hombre que pretendía viajar con un libro en las manos, viste en pobreza y guarda bajo los párpados el último hálito de incomprensión ante el horror irracional de todos los mundos. Ese hombre que parece flotar entre nubes de polvo y plafones de un techo abierto, entre gritos y a pocos metros de una familia que fue feliz, es un fantasma que será recogido por los bomberos de Bruselas que al intentar identificarlo quizá comprueben que ese mismo hombre yacía muerto en la estación del metro de Maelbeek. Todos idénticos. Inocentes. Hombres, mujeres, niños y ancianos.
23 mar 2016
Cartas de Cuévano
¡Adiós, Cancún!
Dicen que en los tiempos del blanco y negro, al expropiar lo que quedaba de la Coca-Cola, el comandante Fidel Castro tuvo que aparecer en televisión y beber leche directamente de las botellitas de vidrio verde (que hasta entonces se llenaban con lo que llamaban las aguas negras del imperialismo yanqui) y así convencer a la población de que la leche seguía potable y pasteurizada, a pesar de que parecía podrida en sus incautados envases.
Café de Madrid es un blog que extiende -en párrafos, fotos y dibujos- el ánimo de un cronista mexicano por las calles, biografías y párrafos de la Villa y Corte del Oso y del Madroño. Una mirada a los diferentes pretéritos y presentes que le dan vida, los lugares que han desaparecido y las muchas cosas insólitas que la hacen una de las ciudades más enigmáticas e interesantes del mundo.
Soy escritor y he publicado dos novelas, una de ellas La Emperatriz de Lavapiés que fue Finalista del Premio Alfaguara en 1998; cinco libros de cuentos y cinco libros de ensayo. Tengo las columnas "Cartas de Cuévano" y "Café de Madrid" en EL PAÍS. Hago dibujos y hace cincuenta kilos fui novillero. Sígueme en Facebook.
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