José Ignacio Torreblanca

El Tratado es el problema, no la solución

Por: | 12 de diciembre de 2011

Captura de pantalla 2011-12-11 a la(s) 23.54.12

Que los gobiernos europeos son capaces de negociar Tratados ya lo sabemos
; lo han hecho casi una decena de veces, exactamente ocho:  en 1951 (París), 1957 (Roma), 1986 (Acta Única Europea),  1992 (Maastricht), 1997 (Ámsterdam), 2001 (Niza), 2004 (Constitución Europea) y 2007 (Tratado de Lisboa). Ese no es el problema.

A estas alturas, tras sesenta años de integración, la receta que garantiza el éxito de este método está al alcance de todo el mundo. Los ingredientes son tres: uno, los Estados deben estar representados exclusivamente por los gobiernos nacionales; dos, la negociación tiene que tener lugar a puerta cerrada y, por tanto, a resguardo de la prensa y la opinión pública; y tres, las decisiones se toman por unanimidad, de tal manera que todos los gobiernos tienen derecho de veto. Agítese los tres ingredientes y obtendrá un plato llamado “método intergubernamental de negociación de Tratados”.

La ventaja de este método es que es sumamente eficaz: a puerta cerrada y al abrigo de la unanimidad los gobiernos pueden explorar cuál es el mínimo común denominador que les une o, alternativamente, ir más allá de ese mínimo y crear “paquetes de acuerdos” (package-deals) con las preferencias que los gobiernos están dispuestos a intercambiarse (por ejemplo: en el Tratado de Maastricht, España intercambió su aceptación de la unión monetaria por la puesta en marcha de una política de cohesión).

Por tanto, el problema no es la capacidad de los gobiernos de negociar, esto se les da bastante bien. Lo que se les da bastante mal, en realidad cada vez peor, es lograr que los textos por ellos acordados sean ratificados y puestos en vigor.  Como la Unión Europea no es un Estado, no vale que Comisión, Consejo, Parlamento Europeo y Tribunal de Justicia se pongan de acuerdo y se auto-reformen. Los Tratados europeos se ratifican de acuerdo con los “procedimientos constitucionales establecidos en cada Estado”.

Y ahí es dónde comienza una casuística desbordante contra la que es sumamente sencillo estrellarse. Unos Estados requieren mayoría simple en el Parlamento, pero otros requieren super-mayorías, en una o varias cámaras, incluyendo cámaras federales o autonómicas. Además de los parlamentos, está la opinión pública: en unos Estados los referendos están prohibidos, en otros son obligatorios si hay cesión de soberanía, y también están los gobiernos que convocan referendos no vinculantes para ganarse a una opinión pública hostil. Pero además, como el concepto de soberanía es contestado, esto último suele llevar a la intervención de los Tribunales Constitucionales, que no suelen desperdiciar una oportunidad de afirmar su poder, lo que significa la aparición de un nuevo actor con derecho de veto.

Como consecuencia, todo lo que en el proceso de negociación eran ventajas se tornan en inconvenientes en el proceso de ratificación. Por un lado, la unanimidad se convierte en un problema porque el Tratado no entra en vigor hasta que todos lo han ratificado, lo que deja a los Estados sumamente expuestos al fracaso, dicho en otras palabras, el fracaso de uno es el fracaso de todos. Por otro, el secretismo también se convierte en un problema, pues la opinión pública puede cuestionar la legitimidad de lo acordado a sus espaldas, que suele ser expresado en un lenguaje poco claro e inteligible.

De todos estos problemas tuvimos el primer aviso en junio de 1992, cuando los daneses votaron “no” (52 – 48%) contra el Tratado de Maastricht. Pero los problemas de ratificación no sólo afectan a los socios periféricos, sino al eje franco-alemán que ahora nos lleva a machamartillo a un nuevo Tratado. Francia (léase bien, Francia, no el obstruccionista Reino Unido) ya estuvo a punto de hacer fracasar la unión monetaria en septiembre de 1992 al lograr sólo un 51.05% de los votos en el referéndum convocado por Mitterrand en septiembre del mismo año. Y en Alemania, donde los referendos están prohibidos, el Tribunal Constitucional alemán ha disfrutado dando la réplica a las reticencias del pueblo francés, con una serie de sentencias que, no por casualidad, comenzó con el Tratado de Maastricht, que marcaban muy serios límites al proceso de integración europea. Desde entonces, las ratificaciones han ido de mal en peor, comenzando por el “no” francés y holandés a la Constitución Europea en 2005, el “no” irlandés al Tratado de Lisboa en 2008 y la sucesivas sentencias del Constitucional alemán sobre Lisboa, el fondo europeo de rescate etc.

Ahora estamos otra vez en la mismas. Cuando la tinta del acuerdo del pasado viernes no se ha secado todavía, los nubarrones de la ratificación comienzan a formarse. En Irlanda, la ministra para Europa, Lucinda Creighton estima en un 50% las probabilidades de que haya un referéndum (el fiscal general tiene que hacer una recomendación que podrá ser examinada por el Constitucional). En Holanda, el primer ministro Mark Rutte pretende convencer al parlamento de que el nuevo tratado “sólo corona el euro” y por tanto no requiere referéndum (pretensión que no comparten verdes, socialdemócratas ni euroescépticos del PPV, estos últimos socios de gobierno y valedores parlamentarios, lo que significa que el Tratado podría desembocar en unas elecciones generales. En Austria, por su parte, ya hay quien ha dicho que una unión fiscal requiere un referéndum mientras que, en Rumanía, el presidente ya ha anunciado que habrá un referéndum. Lo mismo en Dinamarca, donde dos de los socios de gobierno ya se han adelantado al silencio de la primera ministra diciendo que creen necesario un referéndum. Y en Finlandia, el comité de asuntos europeos del Parlamento ha dicho que la introducción de la supermayoría (en lugar de la unanimidad) en las decisiones del nuevo fondo de rescate europeo previso en el Tratado es inconstitucional….

La coctelera se está comenzando a cargar. Y el resultado es impredecible o, quizá, demasiado predecible como para ignorarlo. ¿Es el ser europeo el único animal que tropieza dos veces con la misma ratificación?

[Nota posterior a la publicación del post: @euroefe hace notar en un Twitter que si el acuerdo es sólo intergubernamental da igual que algunos no lo ratifiquen. Y tiene razón: si no hay instituciones comunes involucradas, formalmente no pasaría nada. Pero en la práctica, resulta difícil ver como va a hacerse este Tratado sin involucrar a las instituciones europeas o sin dividirlas internamente. Además, una serie de negativas en la ratificación generaría una nueva crisis de confianza, especialmente si los "noes" se dan en países que han adoptado el euro].

 

P.D. Si tiene curiosidad, esta excelente página web que mantiene Carlos Closa, Investigador del CSIC, tiene todos los detalles sobre los procesos de negociación y ratificación de todos los Tratados Europeos hasta la fecha, incluyendo los requisitos y procedimientos empleados en cada estado de la UE. Si les gusta jugar al buscaminas, se la recomiendo.

Hay 6 Comentarios

No funciona el link a la web de Closa

Completamente de acuerdo en lo que subraya este post, pero independientemente de esto, me veo obligado también a estar de acuerdo en cosas que dijo este terrateniente

“No son ya un imperio. No pueden vivir solos en la globalidad.” No, creo que es eso. La UK tiene su libra esterlina, fuerte, soberana imperial… La eurozona no es soberana y se hunde debido a gastos fiscales excesivos de políticos sinvergüenzas. Es decir, Europa vivía a la pecha, a la bolsa de sus contribuyentes para mantener su infraestructura con platas que no tenían y así se lucían de benignos socialistoides por el mundo entero; vaya, ¿ven los que les pasó ahora? Se les destapó la olla!. Bien por la UK, bien por Cameron mientras más lejos se quede de los chupasangres, libélulas-socialistoide y corrupta eurozona, más cercana se va quedando queda con su aliada de sangre, los USA.

MAS INTEGRACION IMPOSITIVA, MAS HEGEMONISMO (germano-franco), MAS DISPERSION (inglesa), MAS TENSION, MAS CONSERVADURISMO, NADA DE EMPLEO NI REGULACION DE ESPECULADORES, MAS POBREZA...

Gracias, muchas gracias por el artículo. Simple, claro y sin tintes políticos (salvo el título). Siempre me queda una duda, un tanto alejada del tema. ¿Conoces las razones históricas y/o políticas para que los referendos sean prohibidos en Alemania? (Sé que la pregunta parece un tanto boba, pero estaba revisando la historia de "desacuerdos" europeos y he encontrado mucha influencia en las diferencias culturales, que generan diferencias de percepción e interpretación... Y no me refiero a los estereotipos de los que todos abusamos, sino de momentos y eventos, políticos e históricos, que hacen que una nación se sienta cómoda con una monarquía, con los referendos, o con los Estados intervencionistas, mientras otras naciones los aborrecen.)

la receta de negocioacion exitosa tiene otra falla que es que se presta demasiado para la corrupcion (de hecho esta crisis es por que los europeos aun se creen libres de esta) , da demasiadas facilidades para que una multinacional influya en un gobierno, asi pues ningun tratado les pejudicará, si hay que sacrificar a alguien mejor a los de abajo, si hay que perder votos, mejor que no sean del que paga la campaña.

Publicar un comentario

Los comentarios están moderados y no aparecerán en el blog hasta que el propietario los apruebe.

Si tienes una cuenta en TypePad o TypeKey, por favor Inicia sesión.

Sobre el autor

es Profesor de Ciencia Política en la UNED, director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations y columnista de EL PAIS desde junio de 2008. Su último libro “Asaltar los cielos: Podemos o la política después de la crisis” (Debate) se publico en abril de 2015. Ha publicado también "¿Quién Gobierna en Europa?" (Catarata, 2014) y "La fragmentación del poder europeo" (Madrid / Icaria-Política Exterior, 2011). En 2014 fue galardonado con el Premio Salvador de Madariaga de periodismo.

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal