El nombre de este blog es un homenaje a George Steiner (París, 1929), profesor, escrito, crítico y teórico de la cultura y la literatura. “Europa”, ha escrito George Steiner en su imprescindible “La idea de Europa” (Siruela),“está compuesta de cafés. Estos se extienden desde el café favorito de Pessoa en Lisboa hasta los cafés de Odessa frecuentados por los gangsters de Isaak Bábel. Si trazamos el mapa de los cafés, tendremos uno de los indicadores esenciales de la idea de Europa. El café es un lugar para la cita y la conspiración, para el debate intelectual y para el cotilleo, para el flâneur y para el poeta o el metafísico con su cuaderno. Está abierto a todos”.
Por: José Ignacio Torreblanca| 23 de
diciembre de
2011
2012 será un año de elecciones en los Estados más poderosos. De los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, habrá elecciones y/o cambios de gobierno en todos ellos menos en el Reino Unido. EEUU elegirá Presidente en noviembre, pero antes habrá elecciones en Rusia (en marzo) y luego en Francia en abril-mayo. A su manera, los chinos también tienen elecciones, ya que a finales de 2012 tendrá lugar el XVII Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), un congreso en el que se prevé aupar al poder a la quinta generación de líderes, Xi Jinping y Li Keqiang. Por tanto, los mandos del planeta van a estar en manos de presidentes salientes, sometidos a reelección o, directamente, novatos así que desde el punto de vista de la gobernanza mundial, 2012 no tiene muy buen aspecto.
En Francia, las encuestas sitúan a Marie Le Pen como principal beneficiaria del desgaste de Sarkozy: eso no quiere decir que vaya a ganar, pero con un 24% de intención de voto a favor del FN, podríamos encontrarnos con una elección dominada por la polarización y por una unión de todos contra Le Pen, como ocurriera en las elecciones de 2002, que acabaron llevando a Chirac al Elíseo con el voto de los socialistas.
Por: José Ignacio Torreblanca| 22 de
diciembre de
2011
Las tres prioridades del nuevo Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo, están claras: Europa, Europa y Europa. Lo demanda la situación, pero también nos lo dice claramente su perfil, un europarlamentario cuyo trabajo estos últimos años en el Parlamento ha estado centrado en la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios, cuya vicepresidencia ocupaba. García-Margallo no es un diplomático de carrera, sino un parlamentario al cual su experiencia le dice que “hacer Europa” es construir redes, coaliciones, trabajar con la Comisión, los Estados y el resto de los parlamentarios.
Con el nombramiento de García-Margallo, Rajoy señala claramente que la principal tarea de la diplomacia española es lograr políticas europeas compatibles con los intereses y necesidades de España y, al mismo tiempo, situar a España en la primera fila de la integración y del liderazgo político europeo. Frente a otros ministros del Gabinete, de cuyas ideas sabemos muy poco, tenemos una idea bastante clara de cuál es su visión de Europa y de la actual crisis. En una tribuna publicada en este diario hace sólo unos días (“Una cumbre de futuro incierto” 12/12/2011) García-Margallo se expresaba con claridad: “La estabilidad presupuestaria, la corrección de los desequilibrios macroeconómicos y las ganancias de competitividad son condiciones necesarias para el desarrollo sostenible”.
Por: José Ignacio Torreblanca| 21 de
diciembre de
2011
Café Steiner trae a sus lectores las preguntas de otro debate en el que ha participado esta semana pasada. Esta vez en el CIDOB, un centro de referencia a la hora de intentar comprender el mundo que nos rodea. En el debate estaban el Presidente de CIDOB, Narcís Serra, su Director, Jordi Vaquer, Cristina Gallach, la exportavoz de Javier Solana en el Consejo de la Unión Europea a la cual el Financial Times describió como una de las treinta personas más influyentes de Europa, y Lluís Bassets, director adjunto del diario El País. También participó en él Esther Barbé, Catedrática de Relaciones Internacionales en la UAB.
Una de las preguntas que surgió (y de la cual tuvimos un anticipo por la mañana en la UAB en un debate organizado por la asociación de estudiantes UNANIMUN) fue la siguiente. Está claro que Europa está en declive relativo respecto a otras potencias, emergentes o emergidas. Sean los BRIC, los CIVET, los EAGLES o cualquier combinación de letras que se quiera utilizar, parece evidente que el dinamismo de todos estos países, que Celso Amorim, el ministro de Exteriores brasileño definiera como “los nuevos chicos del barrio” (new kids in the block) es irreversible y tendrá consecuencias muy profundas.
Por: José Ignacio Torreblanca| 19 de
diciembre de
2011
Café Steiner ha estado esta semana pasada en Londres, donde ha tenido la oportunidad de participar en un debate moderado por Charles Grant, el director del Center for European Reform, uno de los think tanks más influyentes en el debate europeo. Se trataba de uno de los Black Coffee Mornings que regularmente organiza la oficina de ECFR en Londres. Por una vez, pudimos asistir a un debate auténticamente paneuropeo, con analistas provenientes es de Francia (Thomas Klau), Alemania (Ulrike Guérot), Reino Unido (Mark Leonard) e Italia (Silvia Francescon).
Hablamos de las dificultades de Monti, que irán creciendo según los costes del ajuste se sientan y amenazan la reelección de los diputados que abrumadoramente le apoyaron. También de cómo Cameron está replegando velas y ha encargado a Clegg que restaura las relaciones con el continente. Comentamos lo difícil que va a tener Rajoy meterse en el grupo de cabeza europeo y cómo acabará descubriendo que su visión de Europa tiene más en común con los socialdemócratas alemanes que los liberales y conservadores de la CDU. Y hubo una intensa discusión sobre el euroescepticismo francés y la pinza que entre Hollande y Marie Le Pen van a hacer a la política europea de Sarkozy.
Por: José Ignacio Torreblanca| 16 de
diciembre de
2011
Esta semana, Café Steiner ha estado con la comunidad de expertos españoles en Marruecos, en una reunión organizada por el Real Instituto Elcano en la que el Profesor de la UAM, Bernabé López García ha dado cuenta de los resultados de las elecciones marroquíes del pasado día 26 de noviembre, unas elecciones que él y su equipo del TEIM han observado sobre el terreno. Como se recordará, con un 22.8% de los votos, los islamistas moderados del PJD ganaron holgadamente las elecciones, logrando un total de 107 de los 395 escaños en liza. Sin embargo, un examen más detallado de la participación en estas elecciones nos lleva a poner entre paréntesis la verdadera magnitud del voto recibido por Abdellá Benkiran (véase Gráficos 1 y 2, reproducidos por cortesía de Bernabé López García).
Según los datos que presentó el Profesor López García, el PJD recibió 1.080.914 votos, lo que representa el 22% de los votos validos. Sin embargo, la participación fue sólo del 45.5%, lo que quiere decir que, de los 13.420.631 millones de marroquíes censados, sólo seis millones (6.106.964) se acercaron a las urnas, quedándose más de siete millones en casa (7.313.667). Pero es que, además, más de un millón de marroquíes (1.361.511) votaron nulo, lo que en gran medida se atribuyen a un voto de protesta. Por tanto, si incluimos la abstención y los votos nulos, los islamistas del PJD habría recibido sólamente el 8% de los votos.
El problema no acaba aquí, pues el censo marroquí está compuesto solo por los ciudadanos que se han inscrito voluntariamente. Una vez más, las cifras dan un salto espectacular pues la población marroquí de más de 18 años es de veintiun millones (21.642.000), lo que quiere decir que hay más de 8 millones de marroquíes que no están censados. Así las cosas, sobre un censo ideal de 21 millones los votos al PJD representarían sólamente el 5% de los votos.
Por: José Ignacio Torreblanca| 13 de
diciembre de
2011
Que el primer ministro británico, David Cameron, ha cometido un grave error es evidente. El error es de principiante pues el objeto de un veto es impedir que alguien haga algo, no dejar que los demás lo hagan sin uno. La unanimidad (que es la forma elegante de llamar al derecho de veto) sirve exactamente para eso. Por tanto, si lo que Cameron quería eran salvaguardias para la industria financiera británica a cambio de incorporarse al nuevo Tratado (el llamado “fiscal compact”), el resultado lo dice todo: el Tratado sigue en marcha (aunque con unas dudas e incertidumbres legales que enmarañarán aún más todo el proceso) mientras que dichas salvaguardias son hoy más improbables que antes.
Formalmente, Cameron tiene razón al decir que ese “no” no implica la retirada del Reino Unido de la UE. Londres sigue siendo miembro de pleno derecho del Tratado de Lisboa (aunque con algunas exclusiones voluntarias). Y por lo demás, la retirada de la UE es voluntaria; nadie puede ser expulsado. Pero ahí está la cuestión: en la retirada voluntaria. Cameron ha abierto una caja de pandora que muy bien le podría llevar a donde nunca quiso ir: a tener que convocar un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la UE. Se trata de una consulta en la que, paradójicamente, tendría que pedir el voto a favor de la permanencia y que, además, muy probablemente perdería, lo que significaría el fin de su carrera política por partida doble.
Por: José Ignacio Torreblanca| 12 de
diciembre de
2011
Que los gobiernos europeos son capaces de negociar Tratados ya lo sabemos; lo han hecho casi una decena de veces, exactamente ocho: en 1951 (París), 1957 (Roma), 1986 (Acta Única Europea), 1992 (Maastricht), 1997 (Ámsterdam), 2001 (Niza), 2004 (Constitución Europea) y 2007 (Tratado de Lisboa). Ese no es el problema.
A estas alturas, tras sesenta años de integración, la receta que garantiza el éxito de este método está al alcance de todo el mundo. Los ingredientes son tres: uno, los Estados deben estar representados exclusivamente por los gobiernos nacionales; dos, la negociación tiene que tener lugar a puerta cerrada y, por tanto, a resguardo de la prensa y la opinión pública; y tres, las decisiones se toman por unanimidad, de tal manera que todos los gobiernos tienen derecho de veto. Agítese los tres ingredientes y obtendrá un plato llamado “método intergubernamental de negociación de Tratados”.
La ventaja de este método es que es sumamente eficaz: a puerta cerrada y al abrigo de la unanimidad los gobiernos pueden explorar cuál es el mínimo común denominador que les une o, alternativamente, ir más allá de ese mínimo y crear “paquetes de acuerdos” (package-deals) con las preferencias que los gobiernos están dispuestos a intercambiarse (por ejemplo: en el Tratado de Maastricht, España intercambió su aceptación de la unión monetaria por la puesta en marcha de una política de cohesión).
Por: José Ignacio Torreblanca| 09 de
diciembre de
2011
Es sabido que los gatos tienen siete vidas. Lamentablemente los analistas solo tenemos dos: una, antes de que comenzáramos a leer a Martin Wolf en Financial Times y otra, después de que empezáramos a leerle. No es una exageración: sus análisis en FT son siempre ponderados, a la vez que originales. Wolf no busca el efectismo ni el titular fácil y siempre envuelve sus argumentos en una batería de datos (los justos, sin tampoco abrumar). Los argumentos de sus columnas funcionan como el mecanismo de una puerta blindada: cada párrafo cierra una vuelta de llave, anclando las conclusiones de forma irreversible en el cerebro del lector. Pero lo mejor de todo es que esas conclusiones no son las de Wolf, sino las del lector, al que elegantemente se le permite levantar la cabeza del texto al finalizarlo para concluir por sí mismo.
Su columna de esta semana es un buen ejemplo de ello. Con la ayuda de tres sencillas tablas donde se muestran los déficits fiscales (las tablas se reproducen al final de esta entrada), la deuda sobre el PIB y los déficit por cuenta corriente de los estados miembros de la UE, nos explica de una manera sencilla pero comprensible por qué “Merkozy” se equivoca al pensar que la crisis del euro es una crisis provocada por el endeudamiento y que, por consiguiente, sólo la austeridad puede sacarnos de ella.
Por: José Ignacio Torreblanca| 07 de
diciembre de
2011
La crisis del euro ya tiene una primera víctima: el Reino Unido. El tren europeo se pone en marcha al silbato de Merkel y Sarkozy, que ha diseñado un Tratado a su medida, tan a su medida que para todos los demás es una camisa de fuerza: unos la aceptarán porque no tienen más remedio, pero otros, como los británicos, no tienen más remedio que rechazarla ya que su diseño y objetivos son intrínsecamente incompatibles con el código genético de los conservadores británicos. El objetivo histórico del Reino Unido, evitar una hegemonía en el continente pero, a la vez, mantener la independencia y margen de actuación del Reino Unido, se ha ido al traste: dos décadas después de la reunificación de Alemania, ya hay una hegemonía en Europa (la alemana), y la influencia del Reino Unido se acerca progresivamente a cero.
Los conservadores británicos ya hacía un tiempo que habían perdido los papeles (europeos), aunque habían conseguido disimularlo. Antes de la llegada al poder de los conservadores, ya extrañó la absurda decisión de los conservadores británicos de abandonar el grupo parlamentario popular europeo y sumarse al grupo de euroescépticos capitaneados por el ODS del peculiar Vaclav Klaus, que tantos dolores de cabeza nos ofreció durante la presidencia checa de la UE y con motivo de la ratificación del Tratado de Lisboa, y al que se sumaban otras “joyas” del euroescepticismo europeo como el Partido polaco de la Ley y la Justicia de los inefables hermanos Kazcysnki y otros partidos menores en Lituania y otros países. Las consecuencias de esa folclórica decisión no fueron muy evidentes entonces, pero lo serán hoy miércoles cuando en vísperas de una reunión crucial del Consejo Europeo, los líderes populares europeos (Merkel, Sarkozy, Rajoy etcétera), se reúnan a cenar en Marsella para hablar del futuro de Europa y, mientras, David Cameron cene solo en Downing Street.
Ahora, los designios de quiénes entonces nos avisaron de lo que se venía encima brillan con toda su intensidad. En una tribuna publicada en este periódico en abril de 2010, mis colegas Mark Leonard y Daniel Korski alertaban de que el cambio generacional en el Partido Conservador había convertido en irrelevante el término “euroescéptico” por la sencilla razón de que todos lo eran, y no de forma moderada, sino bastante radical: en una encuesta interna, nada menos que un 63% de los militantes del Partido Conservador eran partidarios de retirarse de Europa, léase bien, no de renegociar los Tratados o de repatriar poderes, sino directa y llanamente de retirarse. Por eso, Leonard y Korski nos ofrecían algo así como una guía del naturalista de campo euroescéptico que nos permitiera distinguir entre euroescépticos de distintos pelajes. Como en los buenos documentales del National Geographic, nos proponían estar atentos a los sonidos emitidos por: “euroescépticos corrientes”, “euro-obsesivos”, "realistas modernizados", “neoconservadores”, "capitanes de Cameron" y “Little Englanders”.
Por: José Ignacio Torreblanca| 05 de
diciembre de
2011
La crisis del euro se acerca a su clímax del viernes 9. No sabemos si Europa sobrevivirá, pero lo que está claro es que si no lo hace, por lo menos nos dejará unos cuantos buenos discursos que recordar. Esta semana pasada les ha tocado lucirse al Ministro de Exteriores polaco, Radek Sikorski, a Nicolás Sarkozy y, a su manera, a Angela Merkel. Cada uno ha conseguido lo que quería: capturar la atención de los medios para hacer llegar a los ciudadanos y a otros gobiernos un mensaje que resuma su visión de la crisis y sus soluciones.
Por su valentía y por lo novedoso de su discurso [texto en castellano aquí], que fue acompañado de una portada y tribuna en Financial Times merece la pena comenzar por Sikorski pues en lugar de escurrir el bulto dulcificando la situación actual y aprovechar su visita a Berlín el 28 de noviembre para hacer relaciones públicas y derrochar sonrisas, decidió poner encima de mesa y a las claras todos los tabúes que dominan la discusión estos días. Su intervención comienza contando cómo, en 1991 se encontraba entrevistando en Zagreb al gobernador del Banco Central de Croacia [Sikorski no es diplomático de carrera, sino periodista] en el momento en el que llegó la noticia de que el Banco Central de Serbia había decidido emitir moneda por su cuenta y el gobernador croata simplemente dijo: “¡es el fin de Yugoslavia”! Y termina lanzando un mensaje muy directo a Alemania: “seguramente soy el primer ministro de Exteriores polaco en la historia que lo dice pero ahí va: temo menos el poder alemán de lo que estoy comenzando a temer su ausencia”. [texto completo aquí].