José Ignacio Torreblanca

Yom Hashoah: ¿por qué conmemoramos el Holocausto?

Por: | 30 de enero de 2012

Himmler_with_Hoess


Una y otra vez miramos las fotografías, escudriñando sus caras para ver qué aspecto tiene el mal, pero no terminamos de encontrar los rasgos que delatan la presencia de ese mal absoluto, cósmico, sin fisuras, que esos dos hombres representaban. Cada 27 de enero, aniversario de la liberación del campamento de Auschwitz, nos enfrentamos al mismo problema moral. Lo intentamos entender, pero no podemos.

De hecho, nuestra comprensión funciona al revés:  cuando más sabemos sobre el Holocausto, cuando más nos aproximamos a él, menos lo entendemos. Nos pasa lo que relataban los guardianes que vigilaban a Eichman mientras esperaban para sacarlo de Argentina, donde lo habían secuestrado: que se quedaban paralizados en su presencia, incapaces de entender que la personificación del mal absoluto, responsable de la exterminación de millones de personas estuviera delante, fuera de carne y hueso y tomara un autobús para ir a trabajar todas las mañanas, como haría cualquier otra persona. Tanto la película que se hizo sobre su secuestro (Eichman), como las reflexiones de Hanna Arendt sobre la "banalidad del mal" (Eichman en Jerusalén), parten de esa perplejidad y la utilizan como desasosegante hilo conductor. Café Steiner se las recomienda.

 Una inquietud similar se apodera de uno cuando se adentra en las memorias de Rudolf Höss, Kommandant de Auschwitz, un documento impresionante de principio a fin que concluye con una carta escrita a su mujer e hijos el 11 de abril de 1947, poco antes de ser ejecutado por el gobierno polaco. Se trata de una carta profundamente perturbadora: son las últimas palabras dirigidas a su familia por un asesino en masa sin parangón. A su mujer le confiesa:

Captura de pantalla 2012-01-29 a la(s) 23.50.44

 “Aunque soy por naturaleza buena persona, amable y cordial, me convertí en el más grande destructor de vidas humanas [..] Mi fanático patriotismo y mi exagerado sentido del deber fueron los prerrequisitos de esas acciones [..] mi desperdiciada vida te deja a ti ahora la tarea de educar a nuestros hijos [..] son bondadosos por naturaleza [..] edúcalos en la sensibilidad a todo tipo de sufrimiento humano [..] lo que la humanidad es sólo lo he aprendido en las prisiones polacas [..] donde a pesar de todo lo ocurrido todavía me han tratado como un ser humano [..]

 Y a su hijo mayor le aconseja:

Aprende a pensar y juzgar por ti mismo, responsablemente. No aceptes todo de forma acrítica como absolutamente verdadero [..] Mi gran error en este vida fue creer de buena en todo lo que se me presentaba desde arriba y nunca atreverme a albergar la mínima duda sobre la verdad de lo que se me presentaba [..] En todo lo que emprendas, no dejes sólo que hable tu cabeza, escucha sobre todo la voz de tu corazón”. **

Leyendo las últimas palabras de Höss, no sabemos qué nos inquieta más: que los que cometieron crímenes tan horrendos fueran sencilla y llanamente unos sádicos desequilibrados o que, peor aún, fueran personas normales, capaz de asesinar a miles de personas durante el día y luego, como hacía Höss, que vivía en un anexo del campamento con su mujer y sus cuatro hijos, volver a casa con su familia por la noche, tomar una sopa, charlar con su mujer y luego acostar a los niños. Las dos posibilidades nos espantan, pero la segunda nos aterra porque nos invita a estar alerta contra una verdad muy difícil de aceptar: que la excepcionalidad de los hechos que conmemoramos no los convierte en irrepetibles. Los inhumanos hechos que conmemoramos fueron, aunque nos pese, cometidos por humanos. Por eso debemos recordarlos.

 

** Traducción propia de “Death Dealer: The memoirs of the SS Kommandant at Auschwitz”, edited by Steven Paskuly, with a foreword by Primo Levy, Da Capo Press,  1996. La carta a su mujer e hijos está en la página 189 y puede ser consultada vía google books en este vínculo

 

Death dealer

Hay 5 Comentarios

He enlazado tu artículo en mi blog para hablar un poco de la cuestión de lo poco que el aspecto físico de los nazis revelaba sobre su verdadera naturaleza. Está en http://enbandejadeplata.tumblr.com, junto a una sesión fotográfica que le hicieron a Hitler mientras escuchaba sus propios discursos, y que hace pensar que él ya sabía que no era la mejor persona del mundo.

Recomendaría también el libro "Crítica de las Ideologías" del fallecido Rafael del Aguila. De la experiencia del siglo XX, que él mismo denomina "El siglo de la violencia idealista", extrae la visión de las ideologías como elementos aglutinadores y justificadores de la violencia.

¿Qué pensó de si mismo el piloto estaunidense que bombardeó Hiroshima y en menos de un minuto arrasó la ciudad y mató a mas de 100.000 personas? Está claro que las ideas convertidas en drogas ideológicas son la fuente de los males mentales que padecen todos los sicópatas, en especial las que tienen relación con el poder político. Ejemplos se sobran... Hitler, Stalin, Pinochet, Batista, Trujillo, Somoza, y otros como Bush, encubiertos con disfraces democráticos.

Muchas gracias por el comentario, las recomendaciones y por la referencia en castellano del libro!!

Por mi parte recomendaría a todo interesado leer el clásico entre los clásicos sobre el tema "Modernidad y holocausto" de Baumann, donde reflexiona entre otras cosas sobre los mecanismos psicológicos que, manejados por el poder, permitieron a personas normales cometer esos hechos. Y por supuesto el imprescindible "Ordinary Men" -traducido como "Aquellos hombres grises"- de Browing donde se plantea precisamente cómo y por qué cuarentones de la reserva se prestaron a cometer esos crímenes. A mi juicio es evidente que había sádicos y desequilibrados, lo menos. La calve sin duda fue la separación: evitar al ejecutor ver el resultado de su acción; no en vano, las cámaras de gas eran más engorrosas que los fusilamientos; eso sí, eran más baratas, distanciaban a las víctimas y en su estadio más evolucionado eran gestionadas exclusivamente por comandos judios supervisados por unos pocos guardas que en muchos casos ni siquieran eran alemanes. Mutatis mutandis y con todas las diferencias del mundo, algo parangonable al aviador al que mandan a bombardear desde 5000 metros de altura una ciudad indefensa pero al que el dicen que su destrucción es necesaria para ganar la guerra. Por cierto, y por si alguien se le atraganta el inglés o el alemán, las memorias de Höss están traducidas en "Yo, comandante de Auschwitz" en traducción de Juan Esteban Fassio, ediciones B, 2009.

Los comentarios de esta entrada están cerrados.

Sobre el autor

es Profesor de Ciencia Política en la UNED, director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations y columnista de EL PAIS desde junio de 2008. Su último libro “Asaltar los cielos: Podemos o la política después de la crisis” (Debate) se publico en abril de 2015. Ha publicado también "¿Quién Gobierna en Europa?" (Catarata, 2014) y "La fragmentación del poder europeo" (Madrid / Icaria-Política Exterior, 2011). En 2014 fue galardonado con el Premio Salvador de Madariaga de periodismo.

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal