Segunda parte de los tres debates ( A, B y C) que planteé ayer. El debate B versa sobre Bruselas. Es un debate que se desprende muy naturalmente del Debate A, como algunos de los comentarios señalaron (véase en concreto el de Berna González Harbour). En otras palabras, desde el problema B, el problema A no existiría: Ashton no sería en absoluto la causa de que la política exterior no funcionara, sino que sería la consecuencia, un síntoma de la renacionalización creciente de la política exterior, del deseo de los estados miembros de, precisamente, no dejarse conducir, sino de afirmar con toda claridad que son ellos los que mandan y no están dispuestos a renunciar a su papel en la política exterior.
El debate B versa, por tanto, sobre qué papel juega o debe jugar Bruselas en la política exterior de la UE. Dicho de otro modo: ¿de quién es o quién manda en la política exterior? ¿Bruselas o los 27 Estados miembros? La respuesta puede parecer evidente (“mandan los estados”) pero a cambio, entonces, deberemos de dejar de reprochar a las instituciones (y a las personas) de Bruselas el mal funcionamiento de la política exterior y concentrarnos en los estados miembros, que serían los responsables de que la política exterior no funcionara adecuadamente.
¿Cuál es entonces el papel reservado para el Alto Representante, sea Ashton u otra persona? Algunos dicen, irónicamente, que la Comisión Europea es como una agencia de viajes, organiza el viaje pero no el destino, cosa que está en manos del Consejo Europeo decidir. Desde ese punto de vista, Bruselas no lideraría, sino que su papel consistiría en ejecutar las indicaciones seguiría las indicaciones. Pero la pregunta que surge entonces es: ¿es creíble que los 27 estados puedan organizarse a sí mismos de forma eficiente, haciéndolo además, bajo un procedimiento como el de la unanimidad?
Si no lo es, la alternativa sería el directorio, un directorio de los grandes, en principio un E-3 (Francia, Reino Unido, Alemania) o incluso, si estos tres fueran generosos o pensaran que necesitan ampliarlo para ganar fuerza y legitimidad un E-6 (ampliado con Italia, España y Polonia). ¿Pero qué Unión Europea sería esa? ¿Qué legitimidad tendría dejar de la política exterior a 21 países? En la práctica, sería como aceptar que la UE se habría convertido en la ONU, una gran asamblea inoperante con un Consejo dirigido por unos miembros, algunos de los cuales tienen poder de veto. En el fondo un E-3 sería un Consejo de Seguridad a la europea: con el acuerdo de los tres, prácticamente casi todo sería posible; sin ese acuerdo nada lo sería. ¿Pero es esa la UE en la que queremos vivir?
El Debate B se cierra también con tres alternativas.
Primera, los 27 siguen haciendo la política exterior de forma colectiva, con un alto representante débil y con pocos resultados.
Segunda, los 27 confieren un verdadero poder al alto representante y se dejan liderar por ellos.
Tercera, los 27 aceptan ser dirigidos por un grupo reducido de miembros (E-3 o E-6).