Hoy lunes se espera una intensa visita a Washington del primer ministro israelí, Bejamín Netanyahu. Si alguien ha representado un dolor de muelas para Obama durante su primera mandato este ha sido precisamente "Bibi". Netanyahu no sólo ha desafiado vez tras vez a Obama en las cuestiones relacionadas con el proceso de paz y los asentamientos ilegales en Cisjordania, sino que ahora, encima, amenaza con arrastrar a EEUU a una guerra de imprevisibles consecuencias.
Lógicamente, EEUU está en contra de este ataque, y quiere hacer todo lo posible por evitarlo. Ayer mismo, en su discurso ante la influyente asociación americano-israelí (AIPAC), Obama dejó claro que no apoya una acción militar de Israel contra Irán. Sus argumentos (ver texto de su intervención) son impecables. Tras recordar su compromiso con la seguridad de Israel ("La seguridad de Israel es sacrosanta y no es negociable", ha afirmado con vehemencia), recordó todas las instancias en las que Washington ha dado la cara por Israel (incluso con su veto en el Consejo de Seguridad) y el increíble nivel de cooperación militar entre los dos países, que se mantendrá incólume.
Respecto a Irán, Obama dijo compartir que "ningún gobierno israelí puede tolerar que un régimen que niega el Holocausto, amenaza con borrar a Israel del mapa y patrocina las actividades terroristas de grupos que quieren destruir a Israel". Cierto que Washington prefiere las sanciones, por el momento, y que cree que están funcionando así que pidió que se de tiempo al proceso diplomático. No obstante, afirmó: "un Irán nuclear es completamente contrario a los intereses de Isreal, pero también de EEUU". Y concluyó: "Irán debe entender que no tenemos una política de contención, sino una política de prevención destinada a evitar que Teherán adquiera armas nucleares".
Un mensaje claro, ¿pero suficiente? ¿o efectivo? No está muy claro. Según este interesantísimo artículo ( Descargar 02_iran_israel_strike_pollack), en las simulaciones realizadas en Washington sobre cómo se desarrollaría un eventual ataque a Irán, tanto los equipos que representaban a Israel como a EEUU coincidieron en que era mucho mejor para los dos que Washington no supiera nada de antemano.
¿Por qué? Porque si EEUU lograba convencer a Irán (y al resto del mundo) de que no sabía de antemano que se iba a producir el ataque sería más fácil mantener la crisis posterior controlada y dar paso a la vía diplomática. Por el contrario, si EEUU fuera avisado de antemano y no lograra para el ataque antes de que se realizara, se le endosaría la responsabilidad completa, haciendo muy difícil evitar una escalada posterior. Desde este punto de vista, el que Obama se muestre muy firme en contra de un ataque unilateral de Israel a Irán no significa ni mucho menos que ese ataque no se vaya a producir. Más bien al contrario: cuanto más visible sea la oposición de Obama al ataque, más cerca podría estar este.
O si no lean este artículo publicado en New York Times por uno de los pilotos que bombardearon en 1981 el reactor iraquí de Osirek. Israel lo ha hecho ya dos veces, y con éxito, toménnos en serio, dice. Hagámoslo, porque los juegos de guerra siguen.