Pocos libros contienen tantas claves para entender lo que está pasando hoy en el interior del Partido Comunista Chino. En mi columna en la edición impresa de EL PAIS el viernes pasado mencionaba el libro "Prisionero del Estado", que recoge las memorias de Zhao Ziyang, secretario general del Partido Comunista Chino en 1989, coincidiendo con los trágicos sucesos de Tiananmen. El libro, cuya versión en castellano está publicada por Algón editores, se presentó en Madrid el 5 de abril de 2011, corriendo su presentación a cargo de Enrique Barón y de la periodista de este diario, Georgina Higueras. El libro, publicado originalmente en Hong Kong en 2009 (ver crónica de José Reinoso), se basa en las cintas que secretamente grabó y consiguió sacer del país Zhao Ziyang.
A mi juicio, se trata de un libro imprescindible. Es tan revelador como profundamente inquietante. Constituye un testimonio tan raro como valioso no sólo para los sinólogos sino en general para los politólogos pues pocas veces disponemos de documentos que expongan tan bien las tripas del funcionamiento de un régimen autoritario y las dinámicas de poder que enfrentan a las personas situadas en su cúpula.
Observados desde el punto de vista de Zhao Ziyang, los sucesos de Tiananmen adquieren una dimensión completamente distinta. Lo que vemos no es un enfrentamiento entre los estudiantes y el Partido, sino un enfrentamiento tan sucio como feroz dentro del partido. Para el resto del mundo, Tiananmen fue una revolución fallida, pero desde la perspectiva de Zhao Ziyang, a veces sin que él lo perciba con toda claridad, lo que observamos es un golpe de estado de los "duros" del régimen que se imponen, por la fuerza e ilegalmente, a los "reformistas" y le desplazan del poder de una forma totalmente arbitraria y sin justificación ni procedimiento legal alguno. Sin duda, lo más relevante es que pone de manifiesto cómo, a pesar de no tener cargo oficial alguno, Deng Xiaoping, era quien de verdad manejaba las riendas del país.
Del libro, me quedo con un momento sumamente dramático: cuando Zhao Ziyang regresa a Pekín después de un viaje a Corea del Norte y lee un editorial del Diario del Pueblo donde se califica a los estudiantes de contrarevolucionarios y agitadores: ahí se da cuenta de que, en su ausencia, se ha tomado una decisión que no se le ha comunicado; la de enviar a los tanques a disolver a los manifestantes. Zhao Ziyang, sabiendo que la suerte de los estudiantes está echada, intenta convencerles de que se marchen a casa, pero para su desesperación, no lo consigue. El dramático desenlace final, que mostraría al mundo la verdadera naturaleza de ese régimen, estaba a la vuelta de la esquina.
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