José Ignacio Torreblanca

Sobre el autor

es Profesor de Ciencia Política en la UNED, director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations y columnista de EL PAIS desde junio de 2008. Su último libro “Asaltar los cielos: Podemos o la política después de la crisis” (Debate) se publico en abril de 2015. Ha publicado también "¿Quién Gobierna en Europa?" (Catarata, 2014) y "La fragmentación del poder europeo" (Madrid / Icaria-Política Exterior, 2011). En 2014 fue galardonado con el Premio Salvador de Madariaga de periodismo.

¿Debería Rajoy boicotear la final de la Eurocopa?

Por: | 29 de junio de 2012

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Para una alegría que tenemos
, que es poder prescindir de la crisis y de Europa durante al menos algunos días, vamos y nos metemos en el jardín político de decidir si debemos sumarnos al boicot contra Ucrania que muchos líderes europeos han anunciado en razón del pésimo récord de derechos humanos de ese país. 

No sólo se trata del viraje autoritario del régimen de Víktor Yanukóvich, empeñado en deshacer las esperanzas abiertas por la revolución naranja en 2004, ni tampoco de la corrupción rampante que gangrena el país, sino del encarcelamiento y ensañamiento practicado contra la que fuera primera ministra de Ucrania, Yulia Timoshenko y que obtuvo el 45.7% de los votos en la elecciones de 2010. Esa persecución no sólo tiene motivaciones políticas sino que además se lleva a cabo sin asomo de pudor alguno en lo referido a la independencia del poder judicial ucraniano.

Pongo en antecedentes sobre la cuestión a los lectores del blog enlazando este artículo de Timothy  Garton Ash del 2 de junio preguntándose, y respondiendo afirmativamente, sobre si los líderes políticos deben boicotear los partidos. También este artículo de mi colega Andrew Wilson donde recomienda una serie de medidas muy concretas para hacer ver a los 11.6 millones de ucranianos que votaron por Timoshenko que los líderes e instituciones europeas no convalidan las prácticas matonas del régimen de Yanukóvich contra la líder de la oposición de Ucrania.

Barroso, Van Rompuy y otros líderes europeos  anunciaron hace tiempo que no estarían presentes en los palcos de los partidos que se celebraran en territorio ucraniano. Pero el gobierno español se ha negado a sumarse a este boicot con un curioso argumento que nos ha ofrecido el Ministro de Exteriores. Dice García-Margallo que una final es un “acontecimiento cualitativamente diferente, es una final europea que coincide que se celebra en territorio ucraniano”. Se trata de una declaración algo confusa y bastante contradictoria: parece que se cree en el boicot pero no si es la final, cuando es precisamente en la final en la que el boicot tendría más visibilidad.  Y se atribuye a una coincidencia desafortunada que la final sea en Ucrania.

García-Margallo despeja el balón, nunca mejor dicho, con un argumento sumamente endeblecuando tenía a mano una oportunidad de mostrar que, precisamente porque se trata una final europea que se celebra en un país europeo no podemos dejar de lado nuestros valores (europeos). Recuérdese que no se trata de pedir a los aficionados que apaguen la tele o que no vayan al campo, sino de pedirle aRajoy y a los Príncipes que se quede en casa como gesto de solidaridad con una colega suya, Timoshenko, encarcelada, y los once millones de ucranianos que la votaron. ¿Cuándo dará España ejemplo en materia de derechos humanos? ¿No es esto también "marca España"?

Democracia intervenida

Por: | 27 de junio de 2012

Democracia intervenida

Hoy miércoles participaré en la presentación del libro de José Fernández-Albertos, Democracia intervenida: políticas económicas en la gran recesión. En la línea del libro de Krugman que he discutido en la entrada anterior (¡Acabad ya con esta crisis!), Fernández-Albertos plantea una explicación muy completa de cómo hemos llegado hasta aquí y, a la vez, una crítica sumamente incisiva de las políticas que están adoptado para salir de esta crisis.

En cuanto a lo primero (cómo hemos llegado hasta aquí), Fernández-Albertos disecciona con exactitud hasta qué punto la primera década del euro creó una sensación engañosa de prosperidad  y convergencia económica cuando en realidad, los desequilibrios comerciales y los bajos tipos de interés alimentaban la bomba de relojería de deuda pública, privada y pérdida de competitividad que terminó estallando y que estamos sufriendo ahora.

En cuanto a lo segundo (qué políticas hemos adoptado para salir de la crisis), Fernández-Albertos, desmonta con acierto las recetas de austeridad seguidas por los gobernantes europeos, que nos han llevado a una doble recesión de muy inciertas consecuencias. El caso de España es paradigmático del llamado “cuento del hada de la confianza”, que supone que los mercados premiarán al que con más fe practique los recortes fiscales. ¿Cómo puede alguien extrañarse de que tu economía decrezca si paras todos los motores de la economía (el gasto público, el gasto privado y la demanda exterior) y, además, careces de posibilidad de financiar tu deuda a tipos de interés reducidos ya que no tienes una moneda que devaluar ni un banco central que te respalde?

Pero al contrario que otros libros sobre la crisis, el de Fernández-Albertos no se detiene en la explicación económica, sino que se adentra en dos tipos de consecuencias de la crisis que son particularmente relevantes. El primer ámbito tiene que ver con las consecuencias sociales: los estragos sobre la igualdad de oportunidades y sobre la empleabilidad de las personas que esta crisis esta produciendo van a provocar una sociedad más desigual y más injusta. El problema no es por tanto perder una década de crecimiento pues el crecimiento se puede recuperar, sino los daños en el tejido social y de bienestar que se están produciendo y que en muchos casos son irreversibles y mucho más costosos de corregir.

El segundo ámbito tiene que ver con las consecuencias políticas: dado que la aplicación de estas políticas no benefician a la mayoría, y por tanto, esta mayoría no apoya dichas políticas, los gobernantes tienen dos opciones: o bien convencer a la gente de que apoye políticas que le perjudiquen, o bien aplicar dichas políticas sin su consentimiento. El resultado es fácil de prever: al igual que se produce un círculo vicioso entre el endeudamiento y la capacidad de pago, en el ámbito político ocurre algo parecido. Como estas políticas no funcionan, los ciudadanos se rebelarán contra los partidos y gobiernos que las implantan, lo que lleva a estos a ignorar aún más a los ciudadanos y a los ciudadanos a castigar a los gobiernos. El resultado es una democracia intervenida, con grandes desigualdades sociales y unas políticas económicas que no funcionan.

Tomarse en serio las preferencias de los ciudadanos y los valores democráticos es el primer paso para romper este círculo vicioso, nos propone Fernández-Albertos. Todo esto en un libro extremadamente fácil de leer y muy ágil en el planteamiento que se puede leer prácticamente de un tirón y que recomiendo encarecidamente. Es un libro de economía, pero no sobre economía, sino sobre política, sobre democracia, sobre ciudadanía, sobre la cohesión de nuestras sociedades, en definitiva, sobre nuestro futuro

 

¿Cómo pudimos ser tan estúpidos?

Por: | 25 de junio de 2012

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Una crisis suele incluir la aparición de algún elemento inesperado que desbarata la visión establecida sobre un hecho, acontecimiento o problema. Dicho de otra forma: lo que suele definir una crisis es nuestro desconcierto, nuestra dificultad de entender qué es exactamente lo que está pasando. En una crisis, la tarea más urgente consiste en averiguar qué ha ocurrido: sin ese conocimiento, las medidas que tenemos serán, en el mejor de los casos, inútiles, o en el peor de los casos, directamente contraproducentes. Con algo de suerte, de cada crisis aprendemos cosas nuevas que no sabíamos, cosas que serán útiles para la siguiente crisis.

Nada de eso está ocurriendo en esta crisis. Si algo le sobra al paciente europeo es un diagnóstico. Desde luego, el euro podrá sobrevivir o desaparecer. Pero si desaparece, en modo alguno podremos decir que no pudimos hacer nada para evitarlo. Desde el principio de la crisis, sabemos con suficiente exactitud qué ha ocurrido y qué medidas salvarían al euro. No estamos pues ante un déficit de conocimiento, sino ante un déficit de actuación política. Claramente, el paciente europeo está sobrediagnosticado.

Ese es quizá el elemento más inquietante de esta crisis y, a la vez, lo que explica la perplejidad y sensación de frustración que deja la lectura del libro de Paul Krugman (¡Acabad ya con esta crisis!), que es el motivo de la entrada de este post. El libro de Krugman es víctima de una contradicción insuperable: está excelentemente escrito, en un lenguaje ágil y deliberadamente accesible para el gran público, incluso en ocasiones sumamente irónico y mordaz. Pero no es un libro de opinión, ni un ensayo: está impecablemente documentado de tal manera que los datos y gráficos encajan perfectamente con el argumento. De hecho, tiene tanto ritmo y está tan bien hecho que hace el efecto de un taladro que horada una pared. Pero leerlo es una experiencia que conduce directamente a la frustración.

Esa pared son las políticas de austeridad que no sólo no están solucionando esta crisis sino que están agravándola. Krugman se desespera con la falta de rigor de los políticos y gestores de esta crisis, empeñados en aplicar recetas equivocadas pese a la evidencia empírica indiscutible que se acumula en su contra. Y no precisamente de economistas sospechosos de tener sensibilidad social, ideas progresistas o fantasías marxistas, sino del propio FMI, que en un estudio sobre 173 políticas de austeridad puestas en marcha entre 1978 y 2009 confirma que a las políticas de austeridad siguieron recesiones, no despegues económicos, y desempleo, no incremento de la ocupación.

Una y otra vez, especialmente en el capítulo dedicado a Europa (reveladoramente titulado, Eurodämnerung: el crepúsculo del euro), Krugman insiste: si empresas, gobiernos, familias, bancos, individuos reducen todos a la vez su deuda, el resultado es inevitablemente más pobreza. Y también ofrece gráficos muy sencillos donde se muestra que no estamos donde estamos debido a un exceso de gasto y endeudamiento (ya que de hecho, el sur de Europa redujo su deuda desde 1996) sino debido a los desequilibrios comerciales y financieros que siguieron a la introducción del euro.

 El resultado es un libro urgente, necesario pero sobre todo, exasperante. Si el euro cae, este libro seguramente será reeditado con el título: "¿Cómo pudimos ser tan estúpidos?”

 

Lo que la crisis del euro no nos deja ver

Por: | 22 de junio de 2012

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¿Cuántas cosas interesantes están ocurriendo a nuestro alrededor que nos estamos perdiendo o sobre las que no estamos actuando por culpa de la crisis?

Se ha dicho ya que la crisis del euro ha distraído, primero, y disminuido, después la capacidad de actuación internacional de Europa. Peor aún, para todos aquellos que luchaban por lograr que Europa fuera relevante en las nuevas instituciones, que como el G-20, reflejan la nueva distribución de poder y temáticas imperante en las relaciones internacionales, se han encontrado con una desagradable sorpresa: en lugar de ser el G-20 el foro donde Europa puede forjar una relación constructiva con los países emergentes (emergidos, más bien) y hablar de las agendas que importan en el siglo XXI (pobreza global, cambio climático, seguridad humana etc.), la UE se ha convertido en inesperado objeto de atención, cuando no de reproche unánime. Brasil, India, China, Estados Unidos, todos notan ya la ralentización económica derivada de la lentitud con la que Europa está manejando esta crisis y preguntan, antes en voz baja y entre bambalinas, ahora en voz alta y en público: “¿Por qué no paráis este sinsentido de una vez por todas antes de que nos arrastre a todos?”

Pensemos ahora por un momento en las cosas sobre las que, por culpa de la crisis, no tenemos mucho tiempo de pensar, ni de actuar, un ranking, en el que les invito a participar, sobre las cosas que están pasando a nuestro alrededor y que son importantes. Me quedo, a la espera de sus comentarios, con tres fenómenos que están tan cerca de nosotros que no deberían estar pasando desapercibidos y sobre los que, en teoría, deberíamos poder influir positivamente.

Uno. El carnicero Asad sigue matando a su gente sin que la comunidad internacional haga nada por impedirlo. Estados Unidos ni se plantea intervenir,  Europa ni quiere ni podría, la ONU ha vuelto a sus peores tiempos de ineficacia y tampoco parece que la Liga Árabe, sean los gobiernos o los árabes normales y corrientes, estén muy preocupados por evitar que Siria se meta de lleno en la guerra civil que Asad está empeñado en generar.

Dos. Los demócratas rusos han salido a la calle para decir “basta” al autoritarismo de Putin ante nuestra total indiferencia. Decenas de miles de rusos que se han hartado de la corrupción, prepotencia, arbitrariedad y autoritarismo del régimen de Putin está desafiando desde hace semanas al Kremlin en las calles, pero también de la forma más eficiente: asociándose, creando un tejido civil vital para sostener una democracia sana. Sabemos que cuando la gente pierde el miedo, el cambio es imparable. Sin embargo, pese a que la transformación democrática de Rusia tendría un impacto tremendo sobre decenas de asuntos que son cruciales para la UE, no estamos prestando nada de atención a ese fenómeno.

Tres. La primavera árabe está embarrancando. Desde Egipto, hasta Libia, pasando por Túnez, los reformistas son cada vez más marginales. Los actores del pasado, militares e islamistas, dominan el juego, y sofocan a la sociedad civil que impulsó las revoluciones el año pasado. Por tanto, no se trata tanto de que ganen unos u otros sino que, como demuestra el caso de Egipto, que la gente no pueda elegir un futuro nuevo y distinto que represente mejor sus aspiraciones, un futuro democrático y sin corrupción (lo que excluye al establishment militar y laico del pasado) y de libertad individual y realización personal (lo que excluye a los islamistas). 

¿Sugerencias?

 

Dos burbujas, el euro y el ladrillo, y un destino

Por: | 20 de junio de 2012

Glaciacion
Vengo de participar en una interesante discusión organizada por el Aspen Institute España que preside Javier Solana y dirige José M. de Areilza. La discusión ha tenido como excusa la presentación del libro de Andrés Ortega y Angel Pascual-Ramsey “¿Qué nos ha pasado: el fallo de un país”, un interesante libro escrito por dos “fontaneros” (como se llama en el argot a los que trabajan en las oficinas del Presidente del Gobierno). Ya reseñé el libro en una entrada anterior así que no volveré sobre el argumento sustancial del libro que es el análisis de cómo se desencadenó y a la vez encadenó la crisis en la que vivimos inmersos.

 Me quedo, como punto de arranque para esta entrada, con una reflexión de los autores cuando planteaban que la crisis actual no es una tormenta, ni siquiera un tsunami, sino algo más parecido al cambio climático, es decir, un fenómeno que cambia todos los parámetros de nuestra convivencia, todas las estructuras de oportunidades e incentivos, todos los cálculos de costes y beneficios, todos nuestros horizonte temporales y existenciales.

Eso es válido respecto a España, que se tendrá que reinventar casi por completo desde el punto de vista económico para superar el shock derivado del estallido de la burbuja inmobiliaria y del agotamiento de un modelo productivo basado en la construcción, bajas cualificaciones y escasa capacidad de innovación. Como ha demostrado la reunión organizada por Aspen, en España hace falta un debate de fondo sobre el modelo productivo, también sobre el modelo político, sobre los problemas que tenemos para generar innovación y conocimiento, sobre los desincentivos que pesan sobre los emprendendores, los educadores, los productores de conocimiento etc. Sin ese debate sobre lo que hay después de la burbuja inmobiliaria, los gobiernos, este u otros, darán bandazos sin mucho sentido quedando al pairo y, por tanto, a merced de lo que otros deciden por ellos.

Al tiempo, esta necesidad de reinvención es también válida en lo que concierne a Europa, que tendrá que rehacerse de arriba abajo, pues esta crisis ha expuesto todas las inconsistencias de un diseño incompleto, en el mejor de los casos, o defectuoso y, también, fallido, en el peor de ellos. Como ha señalado recientemente George Soros, la construcción europea también puede verse como una burbuja: sólo unas expectativas crecientes y, en parte, erróneas, pueden explicar que los mercados se creyeran que la unión monetaria era realmente una unión monetaria. Como señala el diplomático español Enrique Mora, jefe de la unidad de análisis y prospectiva del MAEC, en su respuesta a Soros, publicada en Opendemocracy, que los mercados asignaran una prima de riesgo idéntica, igual a cero,  a la deuda griega y a la deuda alemana no deja de validar esta idea del efecto burbuja creado por el euro.  Europa se ha construido paso a paso, pero ya no hay mucho incrementalismo disponible para hacer pequeños pasos: la unión bancaria y la unión fiscal significan la mutualización de las deudas privadas y públicas, respectivamente, lo que significa, inevitablemente, la unión política.

 Dos burbujas, el euro y el ladrillo, que se han retroalimentado mutuamente, han estallado. El silencio posterior es revelador: quizá vamos a la glaciación más que al calentamiento.

 

 

La democracia no es un accidente

Por: | 18 de junio de 2012

Focus
Hace poco más de dos semanas, en una reunión a puerta cerrada celebrada en Berlín, un cargo muy importante de la Unión Europea cuyo nombre no puedo facilitar dado que se manifestaba bajo la regla de Chatham House (que es como se llama el off-the-record de las discusiones en los think-tanks), se refirió a una probable victoria de Syriza como un “accidente”.  “Estamos tomando las medidas necesarias en caso de que en Grecia se produzca un accidente”, dijo.  Este es el estado al que han llegado las cosas en la Unión Europea de hoy en día; la incompatibilidad entre la democracia nacional y el proceso de integración europeo produce cada día chirridos más estridentes.

Vistas las presiones y amenazas a las que han sometidos los griegos estos días, no sorprende que se hayan dividido entre entregarse a las promesas de Syriza, en las cuales seguramente les gustaría creer pero no se lo pueden permitir, y las de Nueva Democracia de Samaras, en las que seguramente no creen pero sí se pueden permitir. Por usar un símil futbolístico, el pueblo griego se ha sacado la pelota de encima de cualquier manera, sin pensar mucho en qué ocurrirá a continuación: ha comprado tiempo, y eso es lo que cuenta.

 Puede resultar algo temerario decir esto, pero una de las ventajas de la victoria de Syriza es que hubiera puesto por fin sobre la mesa todas las contradicciones y errores de la política europea hacia Grecia. Por el contrario, a no ser que Hollande obre el milagro de logar una relajación de la austeridad y la intervención del BCE,  la victoria (parcial) de Nueva Democracia prolongará la agonía del pueblo griego, atrapado en lo que seguramente pasará a la posteridad como uno de los ajustes fiscales más insensatos de la historia.

Sin embargo, el resultado final, la no victoria de Syriza, aunque sólo aplaza los problemas de los griegos, es mejor para Grecia: aleja el foco mundial de Atenas, evitando el recurso fácil de concentrar toda la culpa, todos los problemas y, eventualmente, todas las soluciones en una eventual salida de Grecia y lo traslada a Alemania. Este lunes, en Los Cabos, México, Merkel no podrá señalar a los irresponsables griegos como culpables de la inestabilidad ni podrá refugiarse tras ellos. Con la victoria de Hollande en Francia comienza el asalto a Berlín: no se trata ya de una coalición de los pobres y desharrapados perdedores del Sur, sino de una coalición que incluye a Estados Unidos, Reino Unido, Francia e Italia, cuatro miembros del G-7, también al Presidente de la Comisión Europea, Barroso.  Contra lo inicialmente previsto, esta no será la semana de Tsipras, sino la de Merkel. La democracia no es el accidente, sino el método. 

PD. La foto es del semanario Focus, número 18, de mayo de 2010. En ella se ve a una Venus de Milo envuelta en una bandera griega, haciendo un gesto soez bajo un titular que decía "Tramposos en la familia europea"  y avisando de que si se ayudaba a Grecia lo siguientes sería España, Portugal e Italia.

 

Espanacrisisok
Hoy traigo a los lectores de Café Steiner un trabajo que he escrito con José M. de Areilza, Profesor de Derecho de la UE, Secretario General del Aspen Institute en España, columnista habitual en la sección internacional del Diario ABC y editor de Blogeuropa.eu. Hace unos años nos juntamos para hacer "Un diagnóstico diferencial de la política exterior española" en la revista Foreign Policy en español y ahora hemos querido volver a hacer el ejercicio de ver hasta qué punto podíamos escribir un diagnóstico común sobre la crisis del euro e identificar sus posibles soluciones.

 El trabajo se llama: “¿Cómo salir de la crisis?: una perspectiva desde España” y se puede descargar al final de esta entrada en su versión completa, 3800 palabras o en una versión reducida de 1000 palabras en la revista Foreign Policy en Español. También hemos puesto un vínculo en el Blog de ECFR Madrid.

En nuestro análisis consideramos que uno de los problemas principales que enfrentamos es que tenemos dos diagnósticos contrapuestos sobre la crisis del euro  y sus orígenes:

  • Por un lado están los que consideran que la crisis se origina en el incumplimiento de unas normas respecto a la deuda y el déficit público. De acuerdo con esta visión, la crisis no es una crisis del euro, sino una crisis de deuda. Por tanto, para salir de la crisis, lo que tenemos que hacer es reducir la deuda, no aumentarla, y menos mutualizarla con mecanismos como los eurobonos, la unión bancaria etc., que sólo contribuirían a agravar el problema. Y en paralelo, tenemos que adoptar normas más estrictas que eviten que los Estados vuelvan a endeudarse.
  • Al otro lado se encuentran los que atribuyen la crisis a un diseño defectuoso de la unión monetaria, considerando secundaria la cuestión del grado de cumplimiento de dichas normas. Según esta visión, la crisis se origina en los desequilibrios comerciales y de competitividad introducidos por el euro, agravados por una política monetaria excesivamente laxa. Con  el shock desencadenado en 2008 en Estados Unidos se ha puesto de manifiesto, además, que la unión monetaria es incompleta, pues carece de un mecanismos de respaldo de la deuda de sus miembros y de sus sistemas bancarios. En consecuencia, mientras que la moneda sea común pero no haya un respaldo europeo, la deuda seguirá saltando de lo público a lo privado en el ámbito nacional. De ahí que los problemas actuales no tengan solución si no es cambiando el diseño de la unión monetaria para crear una unión bancaria, una unión fiscal y un banco central de verdad, que pueda respaldar a los estados.

A continuación, analizamos cuatro escenarios posibles:

  •  Salida del euro. Podría darse tras una intervención exterior que a su vez fracasara, política o económicamente. Es lo que llamamos la senda griega.
  •  Intervención completa (más allá del rescate financiero del 9 de junio). Una eventual intervención se originaría en la persistencia de los malos datos de empleo, crecimiento, deuda y déficit y la incapacidad del Ejecutivo de restaurar la confianza de los mercados, que someterían a la deuda española a tipos prohibitivos forzando una intervención (senda portuguesa) o si la salida de Grecia provocara un efecto contagio sobre los países más débiles de la eurozona.
  •  Chapotear en el lodazal (un préstamo del “muddling through” que utilizan los anglosajones) No hay salida del euro ni intervención exterior pero tampoco grandes cambios en el escenario europeo: no hay crecimiento ni eurobonos o grandes avances en la integración europea.
  •  Pasos hacia una federación económica (la tierra prometida)Estaríamos ante un vuelco en la conducción de la crisis, con un giro centralizador en torno al euro, bien fuera por la salida de Angela Merkel del gobierno de Berlín o por la presión combinada sobre Alemania de los líderes europeos de países grandes en dificultades y del presidente de EE UU. 

 Finalmente, identificamos tres déficit que impiden el avance y proponemos atajarlos.

  •  El déficit de confianza. Se trataría de intercambiar reformas estructurales (que hagan ganar credibilidad al sur) por apoyos financieros (que expresen solidaridad del norte), con un BCE más ambicioso o más flexible, la activación del Banco Europeo de Inversiones (BEI) o la puesta en marcha de programas de eurobonos que fueran aceptables para Alemania y otros países.
  • El déficit de convergencia. Se trataría de intercambiar la austeridad (cumplimiento de objetivos de déficit y deuda) por medidas de crecimiento (fondos estructurales) o flexibilidad (desgajar del déficit determinadas partidas consideradas cruciales para el éxito de las reformas estructurales, como educación e investigación, innovación y desarrollo), poniendo fin al desacoplamiento económico y pasando de una dinámica de suma positiva entre norte y sur de Europa.
  • El déficit político e institucional. Aquí se trataría de intercambiar la cesión de soberanía, transparencia y control por un reforzamiento democrático y político de las instituciones comunitarias (mecanismos para que un gobierno europeo ponga en práctica un programa salido de las elecciones europeas y pueda ser obligado a irse a su casa).

En la conclusión destacamos la necesidad de que España se comprometa a fondo en la reparación de esta Europa dañada, que promueva medidas que hagan compatible sus intereses nacionales con los de Europa, que juegue en dos planos simultáneamente: el europeo y el nacional de tal manera que el salvamento de uno y de la otra sean dos caras de la misma moneda.

  Descargar Torreblanca - Areilza - 2012 junio salir de la crisis del euro

Pensar en paralelo

Por: | 13 de junio de 2012

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El pseudo-rescate del sábado pasado echó a perder la continuidad de la serie que había comenzado con “Pensar en tanques”, seguí con “Pensar en vertical” y continué con “Una Europa sin ideas”. Aquí va la pieza que falta, “pensar en paralelo”, que también está inspirada en la reunión de think-tanks a la que asistí en la ciudad de Filadelfia la pasada semana.

La idea de que pensamos en paralelo, y por eso nuestros pensamientos no se cruzan, vino de un debate que tuvimos lugar en ese foro. El debate surgió a raíz de la identificación de prioridades por parte de los think-tanks típicamente occidentales (europeos y estadounidenses) frente a los think-tanks de las nuevas potencias, llamémosles “emergentes” o, más justamente “emergidas” (Brasil, China, Turquía, Sudáfrica, México, Indonesia, etc).

El caso es que si preguntas a los think-tanks de Washington, Bruselas, Londres o París, cuáles son las principales prioridades de sus países en materia de seguridad, es bastante probable que entre los cinco primeros estén: la proliferación nuclear (Corea del Norte e Irán); el auge de China; el terrorismo; o la inmigración ilegal.

Pero si te vas a Brasilia, Pekín, Ankara, México, Yakarta, Pretoria, Seúl o Delhi, entre sus principales prioridades esté el resistirse a la injerencia occidental en cuestiones relacionadas con la soberanía y los derechos humanos (véase Libia); el desarrollo económico, social; las desigualdades económicas (expresadas en pobreza pero también en la hegemonía occidental en las instituciones multilaterales como la Organización Mundial del Comercio); el problema palestino y la degradación medioambiental (a la que unen lo que conciben como una presión injusta por parte de un Occidente que ya lo ha contaminado todo para distribuir los costes del cambio climático entre aquellos que no lo han provocado).

Aunque en realidad, estas dos agendas son dos caras de la misma moneda, tienen pocas intersecciones que explotar. Si uno dice “Irán”, el otro escucha “Palestina”; si uno dice “derechos humanos”, el otro escucha “injerencia”; si uno dice “cambio climático”, el otro piensa en “desarrollo”, si uno dice “parar la masacre de Siria” otro entiende “me engañaste en Libia”. Y así sucesivamente.

Los occidentales suelen referirse con cierta perplejidad al hecho de que los países emergentes (sea en el G-20 o en otros foros) hagan “piña” contra ellos. No entienden por qué países que son, además de democracias, economías abiertas, tienen una visión del mundo más similar a la que mantienen China y Rusia (que no son democráticos) que a la que se tiene en Washington, Londres o Madrid. Es cierto que a pesar de ser bastante iguales en muchas cosas, piensan diferente en algunas cuestiones clave. Si quieren entender por qué, tienen que empezar por escuchar. De lo contrario, seguiremos pensando en paralelo.

La condicionalidad que viene

Por: | 11 de junio de 2012

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La versión del gobierno sobre el rescate, dada el domingo por el Presidente del Gobierno en rueda de prensa, es que ha sido él que presionó al eurogrupo para que concediera a España una línea de crédito de 100.000 millones de euros y, a la vez, que dicho préstamo no implica "macrocondicionalidad política". Cierto que España no va ser gobernada por la Troika, pero es igualmente ilusorio pensar que la condicionalidad se va a limitar solamente al sector financiero.

Por si acaso, reproduzco aquí el párrafo del comunicado del eurogrupo (Descargar Comunicado_eurogrupo) en el que se avisa a España de que se vigilará estrechamente que respete los "compromisos adquiridos de acuerdo con el procedimiento de déficit excesivo con vistas a corregir  sus desequilibrios estructurales". "El progreso en estas áreas" dice el comunicado "será estrecha y regularmente vigilado en paralelo a la asistencia financiera".

Es lógico y no merece la pena darle más vueltas: España tiene un problema de crecimiento y empleo y ha demostrado incapacidad para controlar el gasto público y un sector financiero cuyas cifras han estado bailando constantemente, luego el eurogrupo tiene la obligación de vigilar estrechamente que España se mantenga en la senda prefijada. Dado que esos 100.000 millones va a ir al FROB, una quiebra del sistema bancario implicaría que los contribuyentes alemanes u holandeses perderían el dinero que han puesto en los fondos de rescate de los que se detraerá ese dinero (el EFSF y el ESM, en sus siglas en inglés).

Respecto al sector bancario, la condicionalidad está descrita en el documento del IMF (Spain: Financial Stability Asessment, 12/137 de Junio de 2012 (hipervínculo que el eurogrupo ha dado por bueno. Se trata de un programa impuesto por el FMI, que no ha negociado con España las reformas que esta deberá adoptar, sino que simple y llanamente se ha limitado a enumerarlas divididéndolas en varias categorías en cuanto al contenido y el plazo de ejecución. El documento (Descargar IMF FASP SPAIN 2012 cr12137) deja muy clara la profundidad de la reforma que se espera y apunta muy claramente a la división del trabajo entre el Banco de España y el Ministerio de Economía como uno de los problemas que urge resolver.

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Véase cómo el FMI pide a España que conceda la exclusividad de la supervisión del sector financiero al Banco de España con total independencia del Ministerio de Economía, permitiéndole establecer un régimen de reglas y sanciones para el sector. También concede al Banco España que obligue a los bancos a valorar más frecuentemente sus activos inmobiliarios para que ajusten las provisiones de forma mucho más rápida. De igual manera, con el fin de introducir transparencia en el sector inmobiliario, el FMI quiere que el Banco de España establezca una base de datos pública donde conste todo lo relacionado con los precios del suelo y la vivienda. 

El eurogrupo ha "invitado al FMI a que apoye la ejecución y supervisión de estas medidas con informes periódicos" y determinado que "la Comisión, en estrecha coordinación con el FMI, el BCE y la EBA preparará la propuesta donde se detalle la condicionalidad (policy conditionality) necesaria para el sector financiero que acompañará el paquete de asistencia". No deja de resultar curioso, y revelador de cómo están las cosas hoy en día que el Parlamento Español no sólo no haga una Comisión de Investigación, sino que se ahorre hacerla ya que el FMI ya ha establecido los errores de supervisión cometidos y sugerido las reformas legales que habrá que hacer. Como, además, resulta que  resulta que "los hombres de negro" del FMI vendrá y harán las reformas que nuestras Cortes se han negado ni siquiera estudiar. ¡Chapeau!

 

Pensar en vertical

Por: | 08 de junio de 2012

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En mi entrada anterior sobre centros de pensamiento (“Pensar en tanques: notas desde la feria de las ideas”) prometía traer un ejemplo de una investigación relevante que cambia nuestra manera de enfocar un problema. Ahí va.

Cuando pensamos sobre África lo solemos hacer en horizontal. Por un lado, pensamos en el Norte de África: desde Marruecos a Líbano vemos una franja de países ribereños del Mediterráneo que tienen problemas y tensiones bastante comunes y, en general, aunque difíciles de resolver, bastante comprensibles y, si se quiere, previsibles.  La región entera está sumida en una “crisis de desarrollo”: el desarrollo económico ha desembocado en una crisis de desarrollo político; en unos países ha habido rupturas, en otros reformas y en otros tensiones irresueltas, pero en general encajan bajo un mismo patrón.

A continuación, solemos pensar en el Sahel, la franja paralela de territorio que va desde Mauritania en el Atlántico a Somalia en el Índico, pesando por Chad, Níger, Mali y Etiopía. Aquí los problemas son distintos, pues tienen menos que ver con crisis de desarrollo típicas de los países del Norte de África y más con la crisis de estatalidad, por un lado, y por otro, con una enorme crisis medioambiental, que supone sequía, desnutrición y desplazamientos internos  de población: estados que ya eran enormemente frágiles y sociedades que ya estaban sumamente fragmentadas se ven sometidos a presiones desintegradoras. El caso de Mali es bastante evidente, partido en tres, gobierno, tuaregs y fuerzas radicales islámicas, pero no muy distintos de las tensiones que atenazan a Mauritania, también sumamente frágil ante el empuje islamistas, y a los demás estados de la región, desde Chada hasta Somalia.

La tercera franja es el África Occidental, con experiencias democráticas y de desarrollo económico muy variadas, una zona dominada por el gigante nigeriano y sus problemas étnicos, pero también sembrada de pequeños estados frágiles, algunos de los cuales han caído en manos de redes criminales internacionales, sean aquellas dedicadas a la droga, como Guinea Bissau o al tráfico de personas.

 Normalmente solemos pensar en estos problemas horizontalmente, de forma separada, franja por franja. Sin embargo, he aquí un magnífico trabajo realizado conjuntamente por el think tank estadounidense Center for American Progress (de orientación demócrata) y la Fundación del partido verde alemán (Fundación Heinrich Böll) llamado "Cambio climático, migraciones y conflicto en África noroccidental" . Nada como combinar la mirada de los verdes alemanes con la de los demócratas estadounidenses: el resultado es una manera distinta de pensar sobre la seguridad. En lugar de pensar sobre la seguridad exclusivamente desde el punto de vista militar, centrándose en el terrorismo, se piensa en cómo interactúan los problemas étnicos, las debilidades de los estados, los problemas medioambientales y los flujos migratorios para producir un “arco de inestabilidad”.

Tenemos pues una visión completamente distinta, vertical geográficamente y a la vez transversal en lo temático,  la que como se observa en el mapa adjunto traza y superpone las rutas de toda la inmigración subsahariana, que transitan por Níger, con los conflictos de seguridad de la región (desde el conflicto del Sáhara, el desafío de Al Qaeda a los estados argelinos, de Malí y Níger, la desertificación, la presión sobre los recursos hídricos y la complejidad del mapa étnico y religioso. Voilá! De repente un problema y un concepto, la seguridad, aparece bajo una perspectiva completamente distinta.

 

El País

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