José Ignacio Torreblanca

Sobre el autor

es Profesor de Ciencia Política en la UNED, director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations y columnista de EL PAIS desde junio de 2008. Su último libro “Asaltar los cielos: Podemos o la política después de la crisis” (Debate) se publico en abril de 2015. Ha publicado también "¿Quién Gobierna en Europa?" (Catarata, 2014) y "La fragmentación del poder europeo" (Madrid / Icaria-Política Exterior, 2011). En 2014 fue galardonado con el Premio Salvador de Madariaga de periodismo.

Mejor subirse a la red que emigrar: llegan los CHIIPS

Por: | 06 de julio de 2012

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Los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) han capturado nuestra imaginación durante prácticamente una década. Jim O’Neill, el economista jefe de Goldman Sachs, inventó ese acrónimo para que nos fijáramos en las potencias emergentes que iban a dominar el Siglo XXI. Cierto que los BRIC nunca han sido un bloque político. De hecho, los intentos de institucionalizar la cooperación entre ellos y darle más contenido y vocación política a su trabajo no han resultado muy exitosos. En cualquier caso,  pese a las limitaciones del término, se trató de un acrónimo doblemente afortunado ya que además de agrupar a los países más pujantes del momento, lo hacía con un término “BRIC”, que se resonaba con la palabra “ladrillo”. El acróstico servía para poner el énfasis en el hecho de que el crecimiento de estos países estaba muy vinculado a las materias primas, a las grandes infraestructuras, a la construcción de megaciudades y de grandes proyectos. 

En la estela de Jim O’Neill, y sobre todo, viendo el enorme negocio y la reputación que podía generar entre los analistas económicos y financieros el dar con un acrónimo o acróstico exitoso, hemos asistido a una proliferación, más o menos afortunada, de intentos similares. Entre ellas, hay que señalar la creación del servicio de estudios del BBVA “EAGLES”, (Emerging and Growth Leading Economies) que agrupan a una serie de países de gran potencial de crecimiento (Corea, México, Turquía, Indonesia, Egipto, Taiwan) que los BRICS no nos dejaban ver.

Ahora llega CHIIPS, otro acrónimo con juego de palabras que pretende enfatizar el peso que Internet y los aspectos digitales tienen en el potencial de crecimiento de un país. El acróstico es obra de Mary Meeker y Liang Wu, dos analistas de Kleiner Perkins, una empresa de capital-riesgo asentado en Silicon Valley. Meeker y Wu nos llaman la atención sobre el hecho de que los usuarios de Internet del mundo hayan crecido un 40% desde 2008. Eso significa más de 600 millones de nuevos consumidores digitales en apenas unos años, lo que eleva el número de internautas del mundo a 2.300 millones. Sólo China aportó 200 millones de nuevos usuarios, e India, Indonesia y  Filipinas 150 millones. Los cuatro hacen el acrónimo CHIIPS.

¿Alguien quiere saber donde está el futuro económico? España no tiene petróleo ni otras materias primas, y ya ha agotado sobradamente el modelo de BRIC (ladrillo). Por eso, Internet es una fuente ideal de crecimiento para un país como el nuestro. La India tiene una tasa de penetración de Internet del 10%, EEUU del 80%. Nigeria ha añadido 20 millones de usuarios de Internet desde 2008, México lo mismo. Eso se llama “mercado”. Y no hace falta emigrar pues en la red los movimientos no son de personas entre países sino de “carga” y “descarga” de bites (upload y download): ya son 44 millones de aplicaciones las que diariamente se bajan de Itunes. Es mejor subirse a la red que emigrar.

 

From lost to the river: Cameron se pierde en la traducción de Europa

Por: | 04 de julio de 2012

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De perdidos al río
, from lost to the river. Al igual que las frases hechas y refranes del castellano común no funcionan cuando se traducen al inglés [véase catálogo], cada intento que hace el primer ministro británico, David Cameron, de traducir el actual debate europeo al lenguaje de la política interna británica resulta en expresiones sin sentido.

Todo esto a cuenta del revuelo provocado por la carta abierta que el primer ministro británico firmó este domingo en el Sunday Telegraph donde se manifiesta partidario de “aclarar nuestra relación con Europa”. En ella, no sólo no se muestra contrario a un referéndum sobre la relación del Reino Unido con Europa sino que critica al anterior gobierno por no haberlo celebrado y promete que hará esa consulta si hay cualquier nueva cesión de soberanía a la UE.

El caso, dice Cameron, es que “el pueblo británico no está contento con la relación que tiene con Europa” y, añade, “yo tampoco lo estoy”. Por eso, aunque descarta un referéndum en el corto plazo no se opone en absoluto a él e incluso cree que puede ser la mejor manera de fijar la relación entre Reino Unido y la UE.

La contradicción en la posición de Cameron es evidente. Por un lado, quiere obtener la máxima flexibilidad y beneficios de la relación con la UE, lo que exige una posición negociadora abierta y pragmática, al estilo de lo que ha sido siempre la posición británica en relación a la UE. Pero por otro lado, juguetea a la vez que se ata las manos con el instrumento del referéndum.

El resultado es curioso: ve un referéndum en el horizonte pero quiere evitar que dicha consulta gire en torno a la permanencia o salida de la UE, articulada en una pregunta clara e inteligible. Justo exactamente lo contrario de lo que ha defendido en el caso de Escocia. Su mensaje a los independentistas escoceses ha sido meridiano: no aceptaremos un referéndum con tres preguntas (“quedarse”, “marcharse” o “construir una relación con el Reino Unido más beneficiosa para Escocia”) puesto que entiende que esa tercera opción es una manipulación del instrumento del referéndum para lograr una mejora de la posición negociadora.

Exactamente lo mismo ocurre ahora en el Reino Unido. Cameron está cada  vez más acorralado. Sea por parte de los diputados euroescépticos de su partido, que totalizan un centenar, o por pesos pesados dentro de su gobierno, como los ministros de exteriores, Hague, de Hacienda, Osborne, o el que fuera de Defensa, Fox, el plan inicial de mantenerse firme frente a la UE y utilizar las batallas contra Bruselas para reforzarse internamente ha fracasado. Con la economía en recesión por un exceso de austeridad, el partido eurófobo radical UKIP en auge y los laboralistas comenzándose a recuperar, Cameron ve cómo el agua de la bañera europea comienza a vaciarse debajo suyo.

Ridículamente, Cameron arguye en su favor tres victorias: el veto ficticio en el Consejo Europeo en diciembre pasado, pues no pudo impedir que 25 estados miembros siguieran adelante con sus planes de integración; el nombramiento de un británico para dirigir el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo; y la concesión a Londres de una parte de la sede del Tribunal de Patentes europeo. Todo ello mientras la UE avanza hacia una unión bancaria que tendrá un profundísimo impacto sobre la principal industria del Reino Unido (la financiera) y sobre la que Londres no tendrá nada que decir. ¿Cómo se dice en inglés “dime de qué presumes y te diré de qué careces

 

Entre Casandra y Mary Poppins

Por: | 02 de julio de 2012

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Es lunes y la gravedad de la crisis en la que vivimos inmersos pronto hará la victoria de La Roja parezca que ocurrió hace un siglo. En fútbol está claro que somos invencibles, pero económicamente seguimos siendo un país devastado por la crisis y con una instituciones anquilosadas. Nadie sabe por dónde crecerá este país, ni de dónde saldrán los millones de empleos que necesitamos.  Si el acuerdo del Consejo Europeo en la madrugada del viernes se sostiene en los mercados, será la hora de dejar de hablar de la prima de riesgo y comenzar a hablar de algo sobre lo que ni siquiera hemos empezado a hablar: tan agobiados estamos por el día a día que hemos olvidado lo importante que es pensar sobre el futuro de este país, es decir, sobre qué modelo político, económico y social nos sostendremos en las próximas dos décadas.

Los acuerdos del Consejo Europeo del pasado jueves-madrugada del viernes podrían ofrecer esa estabilidad que tanto necesitamos para hacer las reformas estructurales que necesitamos y que todavía ni siquiera hemos comenzado a diseñar. Por eso es tan importante saber hasta qué punto la euforia que han generado está justificada.

A un lado los Casandras, empeñados en decir que sólo hemos comprado tiempo y que la cita con el colapso del euro sigue ahí, al final del camino. Al otro lado, los Mary Poppins, que nos presentan una visión beatífica de Europa a la cual deberíamos dar las gracias con reverencias y genuflexiones por habernos salvado definitivamente. En medio, la tozuda realidad: cuatro años en los que se han celebrado 24 Consejos Europeos llenos de medias tintas, torpezas, dudas y oportunidades perdidas, pero también cuatro años en los que la UE ha ido desplegando, poco a poco, un increíble arsenal de instrumentos de los que carecía anteriormente.

Más allá de las valoraciones personales, es el propio Consejo el que se describe a sí mismo, en un acuerdo con un frase rotunda (“es imperativo romper el círculo vicioso entre bancos y emisores soberanos") pero lleno de condicionales en su aplicación [véase texto original en pdf pinchando aquí]:

 “La Comisión presentará en breve propuestas relativas a un mecanismo único de supervisión [..] Pedimos al Consejo que estudie estas propuestas con carácter urgente antes del final de 2012. Cuando se establezca un mecanismo único y efectivo de supervisión, [nunca antes]  en el que participe el BCE, para los bancos de la zona del euro, el MEDE podría, tras la adopción de una decisión regular [es decir, por unanimidad], tener la posibilidad de recapitalizar directamente los bancos [sin ningún automatismo]. Ello se basaría en la condicionalidad adecuada [es decir, la que decidan los miembros del MEDE, que es un mecanismo intergubernamental que actúa por unanimidad], incluido el cumplimiento de las normas sobre ayudas públicas, que debería ser específica de cada entidad, específica de cada sector o a escala de toda la economía y se formalizaría en un Memorando de Acuerdo”.

Que el acuerdo esté llenos de hipotéticos, supuestos, condicionales y garantías no es una crítica, es una descripción. Lógicamente, antes de permitir que el dinero de los contribuyentes alemanes, los 216.000 millones de euros con los que Alemania contribuye al Mecanismo de Estabilidad Financiera MEDE (ESM en inglés), el gobierno alemán (pero también los demás, incluido el español o el italiano, que también contribuyen al fondo) quiere asegurarse de que el BCE y no el Banco de España o Italia el que supervisa los bancos y decide cuánto dinero necesitan y cómo lo van emplear. ¿Es el fin del Banco de España? Es pronto para decirlo. Veremos cómo se integran los bancos centrales nacionales en el sistema de supervisión del BCE y de qué manera justifican su existencia una vez que exista un supervisor europeo único con plenos poderes.

Por tanto, es un acuerdo histórico, sí, ¿pero entenderán su calado, que es de largo plazo, los mercados, cuya visión es a corto plazo? ¿Podemos estirar la calma que hemos comprado hasta fin de año, cuando tengamos encima de la mesa un mecanismo “efectivo” de supervisión bancaria dirigido por el BCE? Esa es la incertidumbre. No nos sorprendamos por tanto si las turbulencias comienzan otra vez: ni las Casandras ni las Mary Poppins son buenas compañeras para esta crisis. 

El País

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