José Ignacio Torreblanca

Sobre el autor

es Profesor de Ciencia Política en la UNED, director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations y columnista de EL PAIS desde junio de 2008. Su último libro “Asaltar los cielos: Podemos o la política después de la crisis” (Debate) se publico en abril de 2015. Ha publicado también "¿Quién Gobierna en Europa?" (Catarata, 2014) y "La fragmentación del poder europeo" (Madrid / Icaria-Política Exterior, 2011). En 2014 fue galardonado con el Premio Salvador de Madariaga de periodismo.

Una vez fuimos como Polonia

Por: | 28 de septiembre de 2012

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Regreso de Sopot (Polonia), donde se celebraba algo así como la feria de las ideas sobre Europa (European Forum for New Ideas). Tres días de debates con expertos de toda Europa, y también de fuera, sobre el futuro de Europa, de su estado del bienestar, de su proyecto de integración, incluso de sus ciudades.

¡Qué sana envidia, con un punto de añoranza, provoca Polonia estos días! Una sociedad en pleno despegue, que funciona y tiene confianza en sí misma, una élite política que ha superado sus divisiones iniciales, una clase empresarial volcada en la construcción de un país abierto. Es un país que goza de estabilidad, con un gobierno que no sólo tiene el mérito de ser el primero que gana una reelección desde la restauración de la democracia sino, también, de ser el único gobierno europeo que se ha mantenido indemne a través de la crisis.

Por supuesto que quedan enormes problemas por resolver, entre ellos, quizá el más importante, mantener la cohesión social y construir un Estado de bienestar moderno y eficiente, algo que resulta complicado porque para muchos polacos, el estado del bienestar está todavía asociado en gran parte a un pasado comunista e identificado con un Estado pesado y burocrático y unos servicios de mala calidad.

Pero lo más importante es que los polacos creen en sí mismos y en su futuro. Véase si no el activísimo papel diplomático que está desempeñando su ministro de Exteriores, Radek Sikorski, un ministro sin formación diplomática pero que tiene una visión de Europa forjada en sus tiempos de corresponsal de guerra en la antigua Yugoslavia. Como ha contado esta semana Jordi Vaquer en su columna, Sikorski y sus embajadores se han situado en el centro del debate de ideas, promoviendo encuentros, incentivando la generación de propuestas, haciendo valer sus argumentos, organizando todo tipo de foros de debate.

Esta Polonia recuerda a la España de los noventa, la que salió al mundo en tiempos del Quinto Centenario, la Expo, los Juegos Olímpicos, y que además cosechó numerosísimos éxitos diplomáticos, desde la Conferencia de Paz de Oriente Medio a la Presidencia española de la UE en 1995. Fueron los tiempos en los que se logró el máximo de integración europea, con el Tratado de Maastricht, pero también de cohesión social, con las propuestas de ciudadanía europea, que permitieron a los europeos en las elecciones municipales, también de los fondos de cohesión. En un momento en el que España duda sobre sí misma y su futuro, Polonia nos recuerda hasta qué punto los intereses nacionales y los intereses europeos de un país pueden estar tan profusamente entremezclados que sean imposibles de separar. 

Termino con nota amarga. Esta crisis no sólo nos está empobreciendo materialmente, sino intelectualmente, privándonos de la capacidad de debatir, de entender el entorno, de identificar las tendencias que definirán, para bien o para mal, nuestro futuro. Cada vez más, los países promueven este tipo de encuentros: Davos en Suiza, Porto Alegre en Brasil, Arrabida en Portugal. En España hemos tenido iniciativas similares, como Saviálogos, pero la crisis ha puesto todo en entredicho. Y sin embargo, necesitamos más ideas, compartir experiencias, hablar con los demás, escuchar, hacer llegar nuestra voz, pues son las ideas las que nos sacarán de esta crisis.

 

Lo que todavía une a Europa

Por: | 26 de septiembre de 2012

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¿Tiene Europa futuro? ¿Qué es lo que nos une? ¿Cómo será Europa dentro de diez años?
Esta es la pregunta con la que ha abierto el debate el presidente de la Fundación Heinrich Böll, Ralf Fuchs, en un seminario sobre el futuro de Europa inaugurado ayer por tarde en Berlín y al que Café Steiner ha sido invitado a participar.

Poder reflexionar sobre el futuro de Europa es un lujo que quizá solo los alemanes se pueden plantear estos días. Para el común de los mortales europeo, el “futuro” ha pasado a ser aquello que ocurrirá en los próximos tres meses, no en los próximos diez años. Y ni siquiera para eso tenemos tiempo: incluso tres semanas ya parece un horizonte demasiado generoso cuando en realidad lo que solemos tener es unos tres días (a veces ni siquiera eso).

¿Qué nos une? Aquí van tres cosas. Nos une, en primer lugar, la historia. Se dice que el relato europeo está agotado, que la vieja historia de la segunda guerra mundial y la reconciliación alemana ya no funcionan, que es necesario cambiar de relato. Discrepo. No sólo del mismo concepto de relato (ver mi columna de la semana pasada sobre el tema), sino del hecho que el pasado ya no explique nada. El pasado explica mucho, casi todo, y lo seguirá explicando. Tenemos una historia que nos lo enseña todo y de la que, afortunadamente, hemos aprendido, cosa que no todos pueden decir.

Piensen por un momento en cómo gestionan sus diferencias Francia y Alemania, dos países que todavía hoy mantienen profundísimas diferencias en cuestiones básicas de política económica y, también, de política de seguridad y defensa, y a continuación piensen en China y Japón, cuyos antecedentes de conflicto y rivalidad son también muy intensos. Claramente, la historia y el pasado común siguen ejerciendo un poder moderador de primera magnitud. Nos quejamos de Alemania en esta crisis, de su papel hegemónico, pero la realidad es que la hegemonía de Alemania no es tal, ni por realidad ni por vocación y que tanto Alemania como todos los demás estados han mostrado una enorme contención a lo largo de la crisis y se han andado con mucho cuidado durante la crisis de no desencadenar rivalidades ni tensiones geopolíticas.

Ese pasado común que nos impone la contención nos lleva a un método. Los europeos nos tomamos tiempo para decidir. Queremos ser gobernados por reglas, no por un poder despótico, aunque eficaz, que no cuente con la aceptación de la ciudadanía. Ese método es consensual y deliberativo y está basado en la compartición de soberanía, la toma colectiva de decisiones y el sometimiento de las discrepancias a una autoridad supranacional de orden superior como el Tribunal de Justicia Europeo. El derecho europeo, recuérdese, tiene primacía sobre el nacional, lo que supone una excepción fundamental que limita el poder de los Estados y que muy pocos países en el mundo están dispuestos a aceptar. 

Y lo tercero que nos une son los valores. De forma mayoritaria, los europeos quieren una Europa abierta y solidaria, tanto hacia dentro como hacia fuera, que sea sostenible económica y energéticamente, que constituya una fuente oportunidades hacia dentro y de equidad hacia fuera. 

Un pasado común, un método compartido y una visión de futuro. No parece poco. De hecho, debería más que sobrar a la hora de encontrar las voluntades con las que reparar Europa. ¿Por qué no está funcionando? Porque tenemos un déficit de confianza. Superar ese déficit de confianza entre Norte y Sur, acreedores y deudores, es posible si se hace con los mecanismos adecuados que equilibren la solidaridad que unos demandan con la responsabilidad que otros reclaman. Desde el inicio, el proyecto europeo ha avanzado cuando se han puesto en marcha las políticas y se han diseñado las instituciones que permitieran superar la desconfianza. Esta ocasión no es diferente. En eso estamos.

Suecia rompe filas con Alemania

Por: | 24 de septiembre de 2012

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El gobierno sueco se convirtió el lunes pasado en el primer gobierno europeo con calificación crediticia triple A en romper filas con Alemania y lanzar un plan de estímulo económico. Hartos del estancamiento de la economía sueca y de las débiles perspectivas de crecimiento, el gobierno del conservador Fredrik Reinfeldt aprobó una expansión del gasto de 3.500 millones de euros para 2012, la reducción del impuesto de sociedades de 26.3 al 22% y, en paralelo, un plan de inversiones en infraestructuras de 13.000 millones de euros hasta el año 2025 [Detalle importante: Suecia no es miembro del euro y por tanto puede hacer lo que le venga en gana con su déficit, no tiene que ir al Eurogrupo ni pasar por la Comisión Europea para ver sus planes presupuestarios aprobados].

Ignorando el compromiso anteriormente adquirido por los conservadores suecos de mantener un superávit anual del 1%, Reinfeldt acepta ahora situar su déficit de 2013 en el 0.5% en el 1% en el 2014 a la vez que promete continuar bajando el impuesto sobre la renta (ya lo ha hecho en cinco ocasiones desde 2004) con el fin de estimular el consumo privado y la inversión. “El dinero es barato y tenemos los recursos disponibles. Es el momento de hacer las inversiones que nos harán competitivos mañana”, dijo Reinfeldt.

Esa noticia me permite traer a colación un muy interesante artículo publicado por el Profesor Adam Tooze en el último número de Foreign Affairs (Vol. 91, No. 5 Septiembre-Octubre). En "El insostenible crecimiento de Alemania" Tooze pinta una Alemania inconsciente del futuro que se le avecina y con una política económica míope. Su increíble superávit comercial, que frecuentemente se cita como una prueba del éxito del modelo económico alemán no le estaría generando más que problemas, ahora y en el futuro.

Por un lado, ha generado un desequilibrio estructural de primera magnitud en sus vecinos europeos, que se han encontrado con unos déficits comerciales que les han llevado a una profunda crisis a resultas de la cual se encuentran al borde de la quiebra, requieren asistencia financiera de Alemania y han dejado de comprar productos alemanes. Por otro lado, al haber invertido las empresas alemanas la mayoría de sus beneficios fuera, no dentro de Alemania, y, en paralelo, haberse embarcado el Estado en un serie de recortes de gastos en inversiones con el fin de cumplir las normas de austeridad que se han autoimpuesto, la inversión pública y privada dentro de la propia Alemania ha caído hasta niveles insólitos. Los salarios reales se han mantenido estables durante una década, las infraestructuras han envejecido y ni el Estado ni los gobiernos federales (Länder) tienen recursos suficientes para invertir en educación, investigación y desarrollo o políticas verdes.

 ¿El resultado? Pese a su poderío económico global, Alemania sólo tiene seis universidades entre las primeras 100 del mundo y la primera aparece en el puesto 47, invierte menos en educación que la media de la OCDE y enfrente un problema demográfico de primer orden debido a la combinación del envejecimiento de la población con una tasa de natalidad de entre las más bajas de la OECD y unas políticas muy restrictivas hacia la inmigración. También tiene un problema energético de primer orden, pues a su elevada dependencia energética exterior (los alemanes pagan por su energía tres veces más que los estadounidenses) ha sumado la decisión de cerrar todas sus centrales nucleares en 2022 y lograr que el 35% de su consumo de electricidad en 2020 provenga de fuentes no-renovables (Energiewende)

 ¿Conclusión? Alemania necesitaría una inversión masiva en políticas de natalidad (guarderías), educación y energías limpias del orden de 200.000 millones de euros. El problema es que, por razones internas, decidió solventar los desequilibrios fiscales entre sus regiones (Länder) con una ley de freno a la deuda (la misma que luego ha exportado al resto de Europa) que le impide el endeudarse. Dejando a un lado si tiene sentido que los países del Sur se aprieten el cinturón y paguen sus deudas mediante unas políticas de austeridad que se están demostrando contraproducente, lo que claramente no tiene sentido, argumenta Tooze, es que Alemania, que gracias a sus esfuerzos se podría beneficiar de tipos de intereses negativos, no aproveche esta oportunidad para hacer inversiones sostenibles que le garanticen su futuro. Lo contrario no es sólo arruinar a Europa, sino arruinarse a sí misma. Suecia lo está haciendo. ¿Por qué Alemania no?

 

 

Sueño con un presidente blanco: las tres derechas de Romney

Por: | 19 de septiembre de 2012

 

A estas alturas, todos ustedes habrán visto el vídeo donde Romney desprecia al 47% de los estadounidenses que votarán por Obama porque se creen que tienen derecho a recibir servicios sociales, pensiones, asistencia médica y educación de su gobierno (Romney arruina su campaña con un video incendiario). No abundaré en las valoraciones de estas declaraciones y de lo que muestran porque son evidentes en sí mismas.

Sólo quería recomendarles la lectura del último número de The New Yorker (aunque de pago, su web tiene muchos contenidos en abierto) donde encontrarán una serie de artículos muy interesantes sobre la campaña. Algunos de estos artículos, junto con entrevistas con autores pueden descargarse como podcasts o suscripciones gratuitas en Itunes. Les recomiendo los dos de Hendrik Hertzberg de los días 31 de agosto y 8 de septiembre en los que se analiza la Convención republicana y los problemas de Romney pues en ellos se ofrece una tesis muy interesante.

Más allá de las torpezas de Romney, que no sólo es incapaz de librarse de la imagen de frialdad y distancia que transmite sino que ha logrado convertir ser rico en una desventaja en un país donde todo el mundo adora el triunfo y lo mide en dinero, el problema es que el Partido Republicano está atrapado entre tres derechas. 

La primera derecha es la religiosa, y sólo le importan los valores morales: el aborto, el matrimonio homosexual, el papel de la mujer, la educación de los jóvenes, el rezo en las escuelas etc. 

La segunda derecha es la económica, y sólo le importan los temas económicos: menos impuestos, menos subsidios, menos regulaciones para las empresas, menos redistribución social, en definitiva un estado mínimo y sin interferencias.

La tercera derecha es la neocon, que cree en una América fuerte en el mundo, lo que exige unas fuerzas armadas potentes, una política exterior muscular, especialmente contra el terrorismo, China y Rusia. 

Las tres derechas odian a Obama, porque defiende valores morales contrarios a los suyos, redistribuye impuestos, regula la economía y es un apaciguador (el peor insulto) que dialoga con los musulmanes, chinos y rusos en lugar de plantarles cara. El problema es que esas tres derechas forman una coalición muy débil y muy circunstancial que no es capaz de lanzar un mensaje único que aglutine al electorado.

El resultado es evidente. Hasta ahora, Romney había alienado al voto afroamericano, que masivamente votará por Obama. También al voto hispano, al que ha alienado con su nula sensibilidad hacia la inmigración y los derechos civiles. Lo mismo con las mujeres, que prefieren a Obama. Y para colmo, ahora aliena al 47% de los americanos que no pagan impuestos sobre la renta (aunque mueran en Irak y paguen otro tipo de impuestos al consumo etc). Así que, en lugar de articular la derecha republicana, Romney ha logrado algo sin igual, quedarse como el candidato favorito de un puñado de hombres blancos ricos, misóginos, ultra-religiosos o xenófobos y como el candidato de la resignación para todos los demás republicanos de bien.

De ahí este video irónico de Randy Newman que utiliza la famosa canción, "Dreaming with a White Christmas" para cantar un "Sueño con un presidente blanco".... No se lo pierdan

 

 

Lo que el Embajador Stevens hubiera querido

Por: | 17 de septiembre de 2012

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La entrada anterior, “Atrapados en la blasfemia”, intentaba ir más allá del debate sobre la libertad de expresión. Y no porque no sea un debate que no merezca la pena, sino porque es un debate que, por zanjado, no nos conduce a ninguna parte. Está zanjado porque ya lo hemos dicho todo: lo dijimos cuando Rushdie, lo repetimos cuando las caricaturas danesas (véase mi artículo de entonces “Para morirse de la risa”), el asesinato de Van Gogh y lo repetiremos a cada ocasión.

Recomiendo, en ese sentido, el artículo de Aryeh Neier, presidente de Open Society Institute y fundador de Human Rights Watch, “Libertad, Blasfemia y Violencia”, donde explica la diferencia entre, por un lado, “incitación al odio” (hate speech), un delito punible en la mayoría de los países occidentales ya que incita a la discriminación y violencia contra comunidades o individuos y la blasfemia, donde como es el caso estos días, la situación es casi la inversa pues es el que recibe el mensaje, no el que lo emite, el que incita a la rebelión, protesta o violencia. La blasfemia puede ser condenable moralmente, pero no punible legalmente, como es el caso.

Pero este debate es un debate que no lleva a ninguna parte. ¿Por qué? Porque al otro lado no está quien debiera estar. El interlocutor del otro lado tiene otro entendimiento sobre la libertad de expresión, sobre el papel de la religión, sobre Occidente y, especialmente, sobre el poder del gobierno de Estados Unidos. De ahí que Como hemos visto estos días, a lo más que han llegado algunos líderes, como el propio presidente de Egipto, Morsi, es a lamentar la perdida de vidas humanas y a preservar la seguridad de los diplomáticos de EEUU y sus sedes. ¡Faltaría más!  Pero también ha descrito el video como “crímenes contra la humanidad, lo que nos deja atónitos.

 Por tanto, aunque Hillary Clinton tiene razón cuando dice que el vídeo le disgusta y que comprende que pueda ser ofensivo para mucha gente pero que no puede hacer nada al respecto, primero, porque su gobierno no el autor y, segundo, porque ese video no constituye delito en su país, hay poco que añadir. Pero como muestra esta crisis, tener razón es muy  importante, pero a veces es irrelevante a efectos prácticos.

Recomiendo el artículo del canadiense Michael Ignatieff, un icono del pensamiento liberal, bajo el título “Todavía tenemos mucho que aprender de los años de la fatua a Rushdie”, donde reflexiona sobre cómo estos incidentes hacen la convivencia cada vez más difícil, entre países occidentales y musulmanes y peor, aún, dentro de nuestras sociedades, donde la cuerda de la convivencia y el multiculturalismo se tensa de forma insoportable. A un lado, lleva a los laicos a reafirmarse en la incompatibilidad del islam con la democracia y a amenazar con presionar sobre el multiculturalismo (prohibición de velos etc.); al otro, refuerza los sentimientos entre las comunidades musulmanes de que sus creencias no son respetadas y que cuando de su dignidad se trata, no hay ningún tipo de límite a la libertad de expresión.

 Es esto también lo que preocupa a Paul Salem, director de la sede en Líbano de la Fundación Carnegie, que reflexiona sobre el impacto que estos incidentes tendrán en la campaña presidencial americana, especialmente si debilitan a Obama y dan paso a una presidencia de Romney, que se verá muy presionado para cambiar el rumbo impuesto por Obama y dar portazo a la puerta que este ha dejado abierta a los gobiernos surgidos de la Primavera Árabe (“Las relaciones de EEUU con el mundo árabe se definirán por la respuesta al ataque”).

Concluyo con un artículo de Jason Pack en Foreign Policy ("Honrando a Chris Stevens") que contiene un mensaje muy claro. La mejor manera de honrar a Stevens, un brillante diplomático que hablaba árabe desde que de joven se fuera Marruecos de voluntario con el Peace Corps, es redoblar los esfuerzos para construir una Libia democrática. Pese al asalto al Consulado, la imagen de EEUU en Libia es excelente, ambos países están trabajando codo con codo y, para colmo, un libio con pasaporte [corregido] estadounidense ha sido elegido el día 12 como candidato a primer ministro después de las elecciones del 7 de julio, las primeras libres en la historia de Libia que, además, no fueron ganadas por los islamistas. Debatamos, sí, pero también actuemos. 

 

 

Atrapados en la blasfemia

Por: | 14 de septiembre de 2012

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No deja de ser una casualidad pero es revelador que la película “La vida de Brian”, una sátira sumamente irreverente sobre la vida de Jesús dirigida por Terry Jones, se estrenara en 1979, exactamente el mismo año en el que el Ayatollah Jomeini tomaba el poder en Irán y ponía en marcha una teocracia islámica.
 
Los caminos recorridos en estos 34 años no pueden ser más marcadamente diferentes pues mientras que Terry Jones fue acusado de blasfemo y fuertemente criticado por herir la sensibilidad de millones de cristianos pero pudo proseguir su carrera artística con éxito y sin temor, Salman Rushdie, recibió una condena a muerte del mismo Jomeini por su libro “Los versos satánicos” (1988), obligándole a vivir recluido y protegido el resto de su vida. La sima se abrió aún más con el asesinato del cineasta holandés, Theo Van Gogh (2004), por su película “Sumisión”, las viñetas danesas publicadas por el Jyllands Posten (2006), los incidentes en torno a la quema del Corán protagonizados por el Pastor Terry Jones (2011), curiosamente, homónimo del director de Monthy Python, y la violencia generada estos días en torno a la película “Inocencia de los musulmanes”.
 
La muerte del Embajador Stevens y otros tres diplomáticos estadounidenses, junto con los incidentes a los que asistimos en otras partes del mundo, demuestran que el debate sobre la tolerancia religiosa, la blasfemia y la libertad de expresión ha dejado de ser posible ya que se ha convertido en un elemento más en una estrategia de confrontación compartida por los extremistas a ambos lados.
 
Para los que se han marcado como objetivo demostrar la naturaleza violenta y fanática del Islam, las reacciones que vemos en el mundo musulmán no sólo son una confirmación de sus tesis, sino un acicate para seguir por una senda de conflicto que se está demostrando increíblemente fácil y enormemente fructífera. Por su parte, para muchos en el mundo árabe y musulmán, estos hechos tienden a confirmar que Occidente utiliza su marco de libertades para amparar ataques continuados contra sus principios y valores más sagrados.
 
Por esa razón, mientras que en tiempos de Theo Van Gogh y las viñetas danesas tuvo sentido hablar de tolerancia, defender firmemente la libertad de expresión y recordar que el Tribunal Supremo de Estados Unidos considera que la Primera Enmienda de su Constitución ampara la quema de la bandera como una forma de libertad de expresión, ese debate ha dejado ahora de tener el mismo sentido.
 
Eso no quiere decir que debamos renunciar a nuestros principios ni valores. Limitar la libertad de expresión sería un tremendo error. Pero el hecho de que una sencilla cámara de video, una conexión a Internet y una cuenta en Youtube pueda provocar una crisis internacional de tal calibre significa que nuestras relaciones con el mundo musulmán están a merced de los fanáticos y los provocadores. Ellos actúan, tienen la iniciativa, marcan la agenda. Nosotros sufrimos las consecuencias, contenemos daños, somos arrastrados al conflicto. La frustración de EEUU, que se vio involucrado en Libia en un conflicto en el que no quería participar, lo dice todo: vidas, esfuerzos diplomáticos, recursos económicos, todo dilapidado a cambio de nada.
 
¿Qué hacer a partir de ahora? ¿Cómo tejer las relaciones diplomáticas que permitan romper esta espiral? Eso sólo sería posible si los desgraciados incidentes de Bengasi sirvieran para tejer una complicidad entre todos los que en unos y otros países se muestran asqueados por este nivel de violencia e intolerancia y, en paralelo, entre los gobiernos que tienen que gestionar esta crisis a un lado y a otro si fueran capaces de  entender cuán frágiles son y qué inermes están si no se unen y actúan en consecuencia para sofocar conjuntamente estas crisis y blindarse contra otras futuras. Hoy por hoy, encontrar ese camino parece enormemente difícil. Sin embargo, es el único posible.

Europa pone las armas, Estados Unidos los muertos

Por: | 12 de septiembre de 2012

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Estamos acostumbrados a manejar con toda la naturalidad la dicotomía entre una Europa pacífica y un Estados Unidos belicoso. Y no andamos muy errados pues EEUU no sólo suma el 50% del gasto mundial en armamento sino que, como sabemos, la pasión de los estadounidenses por las armas es tan intensa que su país tiene la mayor tasa de propiedad de armas de fuego por habitante del mundo: 88,8 por cada 100 habitantes. ¿Saben cuál es el siguiente país en la lista? Yemen, con 54,8. Luego siguen Suiza (45,7) y Finlandia (45,3). Después de ellos no hay ningún otro país que pase de 40 armas de fuego por cada diez personas así que el resultado es simétrico: EEUU también tiene el 50% de las armas cortas que hay en el mundo.

Armas para afuera, armas para adentro. ¿El resultado de que los ciudadanos tengan, según las fuentes, entre 260 y 300 millones de armas a su disposición? Que los muertos por armas de fuego en EEUU, unas 57.000 personas al año, son ocho veces superiores a las registradas en países europeos. Pero tan sorprendente resultan estos datos como el hecho, generalmente desconocido, de que un gran número de las armas cortas que se venden en Estados Unidos son europeas. Según los datos que facilita el Informe Semanal de Política Exterior número 806, una fuente imprescindible, del que extraigo estos datos, los países miembros de la UE vendieron en 2010 nada menos que un millón de armas cortas a EEUU. De entre ellos destacan, adivinen, Austria y Alemania, que fabrican una pistolas (Glock, Walther y Sig Sauer) que parecen tener fascinados a los americanos.

Nos quejamos de la “Marca España” y lo difícil que es promocionarla, pero la “Marca Austria” da que pensar. Resulta que, además de adorar a Arnold Scharwzenagger (otro austríaco), los americanos adoran las pistolas Glock, de origen austríaco. Curiosamente, las pistolas Glock se ha convertido por igual en un icono para policías, criminales y desequilibrados hasta el punto de que un buen número de las matanzas más significadas que han tenido lugar en los últimos años se han llevado a cabo con una Glock: Aurora, 20 muertos en 2012; Tucson, seis muertos en 2012; Virginia, 32 muertos en 2007; Honolulu, 7 muertos en 1999…).

El reciente libro de Paul Barret sobre Gaston Glock y sus pistolas (Glock: The rise of America’s gun) ha puesto de relieve algo que pocos conocían: que un ingeniero austríaco nacido en 1929 ha logrado que el 80% de los fuerzas de seguridad y cuerpos policiales de EEUU adopten su pistola, desbancando el clásico revólver del 38 de Smith & Wesson. ¿Su secreto? Un polímero (plástico) reforzado que logra una pistola muy ligera y fácil de usar y una mecánica infalible que permite disparar diecisiete balas de forma rápida y segura, frente a las cinco del revólver tradicional de Smith & Wesson. En un país donde criminales y traficantes están armados hasta los dientes, la rapidez y ligereza de las pistolas Glock las ha convertido en indispensables para la policía.

¿Lo mejor? La historia de propio Gastón Glock, uno de los 25 hombres más ricos de Austria. En 1999, un socio de Glock, Charles Ewert, que había desviado cuantiosas sumas de dinero de la empresa, contrató a un mercenario francés, Jacques Pecheur, para asesinarle. El intento resultó fallido, Glock sobrevivio y el mercenario y Ewert acabaron en la cárcel. Curiosamente, para matar a Glock, Pecheurt no eligió una pistola sino una maza con la asestó siete golpes a Glock, pero este se pudo defender arrebatando la maza y poniendo en fuga al asesino. La razón por la que Pecheur eligió una maza en lugar de un Glock es desconocida. ¿Quizá se debía a que el intento de asesinato tuvo lugar en Luxemburgo, donde no es tan fácil comprar pistolas Glock? Lo desconocemos.

Lo que sí sabemos es que Glock envía todos los años a EEUU cerca de 250.000 pistolas. Las pistolas se fabrican por 75$ y se venden por 300-500$, dependiendo el modelo, así que el negocio es redondo. Así pues, Europa pone las armas y EEUU el dinero y los muertos. Para que digan que los europeos son unos pardillos: mientras en Estados Unidos se matan nosotros investigamos cómo hacer pistolas más ligeras y más rápidas.

Cuento de verano: la Troika, el Presidente A y el Pais B

Por: | 10 de septiembre de 2012

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El Presidente A. gobernaba el país B. Al país B. no le iba nada bien. Ahogado por el déficit, la falta de crecimiento y el desempleo, tuvo que pedir ayuda y ponerse en manos de una serie de organismos internacionales para que le ayudaran. Esos organismos eran el Banco Central X., el Fondo Monetario Y. y la Comisión Z. Juntos formaban lo que popularmente se conoció como la “Troika”, pues se coordinaban entre sí para elaborar las recomendaciones que los países debían adoptar si querían recabar la ayuda financiera internacional.

Un tema recurrente en las recomendaciones de esta Troika tenía que ver con los mercados de trabajo, que nunca parecían ser lo suficientemente flexibles como para satisfacer las demandas de estos organismos. Representando el consenso establecido entre acreedores y otros operadores económicos, estas organizaciones tendían a establecer una correlación prácticamente directa entre la flexibilidad laboral y el nivel de empleo. Con ello ignoraban, no se sabe bien muy bien por qué, cuestiones cruciales como la calidad del sistema educativo, las barreras a la competencia o la ausencia de una política industrial. También, curiosamente, dejaban al margen la relación entre productividad y estabilidad en el empleo. Extrañamente, además, la ayuda financiera nunca quedaba condicionada a la elevación del gasto en educación o en investigación, ni se fijaban objetivos cuantitativos ni cualitativos de obligado cumplimiento en estas materias.

Así pues, un día, intrigado por la obsesión con la flexibilidad laboral de estos asesores, que machaconamente insistían en la necesidad de trabajar más, cobrar menos, jubilarse después, abaratar el despido y debilitar el papel de sindicatos, el Presidente del Gobierno del país B. pidió a un asesor que leyera con detenimiento los estatutos de personal que regulaban las relaciones laborales de los empleados del Banco Central X, el Fondo Y y la Comisión Z.

Así lo hizo el asesor.  El Banco Central X, descubrió, era un empleador modélico. La indemnización por despido procedente (es decir, en caso, de un “desempeño insatisfactorio continuado”) era de 30 días por año trabajado hasta un máximo de doce anualidades, se pagaban 20 semanas de permiso de maternidad y se concedían 30 días y medio de vacaciones anuales. Además, como empleador responsable, el Banco complementaba mensualmente los salarios de los empleados con apoyos a los gastos de vivienda (251 euros), número de hijos (319 euros por hijo), gastos educativos (285 euros) o gastos de expatriación (hasta 562 euros) para residentes de Estados miembros de la UE distintos de aquel donde estaba situado el Banco.

En el Fondo Y. las cosas no eran muy distintas: una carrera profesional estable y bien regulada, salarios libres de impuestos, 30 días de vacaciones al año, una edad de jubilación fijada en los 62 años, apoyo para los gastos de mudanza e instalación, apoyo a la educación de los hijos,  dos viajes anuales a casa para todos los miembros de la familia y una pensión indemnizatoria al terminar los contratos temporales con el objetivo de facilitar la reentrada en el mercado de trabajo.

Y, para terminar, comprobó que la Comisión Z. también se tomaba muy en serio su trabajo, regulando en un detalladísimo manual de 163 páginas las condiciones laborales de sus 34.000 trabajadores, siempre con el objetivo de asegurarles el máximo bienestar posible: jubilación obligatoria a los 65 años, opcional a los 63; un mes por año trabajado en caso de despido disciplinario (el único posible); garantías de promoción equitativas para hombres y mujeres; 20 semanas de permiso de maternidad; y una compensación por gastos de desplazamiento e instalación (pese a existir libre circulación de trabajadores y un mercado laboral en teoría unificado).

Visto el informe de su asesor y reunido con la Troika, el Presidente del país B. no pudo menos que felicitar a sus representantes por ser tan buenos y responsables empleadores y les anunció que, en reconocimiento de su labor, estaba dispuesto a adoptar como obligatorias para su país las mismas normas laborales que regían en sus organizaciones. La estabilidad y la seguridad en el empleo, les aseguró, estarían siempre en lugar prioritario pues sólo con unos trabajadores que identificaran su futuro con el de las empresas y organizaciones para las que trabajaban podrían salir juntos de la crisis con éxito.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

Descargar ECB conditions_of_employment

Descargar Toc100_en

Descargar Oecd staff regulations

Descargar Coe_annex_1_salary_structure

Descargar Coe_annex_3a_staff_joining_from_1_june_2009

Descargar Coe_annex_4_disability_benefits

 

No es Angela todo lo que reluce

Por: | 06 de septiembre de 2012

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Si Maquiavelo acompañara a Angela Merkel a su llegada a Madrid seguramente le susurraría al oído: “Hacen que la aman, pero la verdad es que la temen”. Y añadiría: “pero no se preocupe la Canciller ni se moleste en desmentir ese sentimiento pues ese doble juego es útil tanto para sus intereses como para los de su país”. Poco parece que haya avanzado la política desde que en 1513 Maquiavelo escribiera su “Príncipe” para llenar los ratos de ocio que disfrutaba a costa de su confinamiento por conspirar contra los Médici.

Avanzando algo en el reloj, es probable que desde la visita de Eisenhower a España el 21 de diciembre de 1959 ninguna visita de un jefe de gobierno haya tenido lugar en una situación de tantísima vulnerabilidad y dependencia exterior de España. Aunque a una escala distinta, igual que el abrazo de Eisenhower y Franco supuso un enorme balón de oxígeno para el régimen franquista, es indudable que el futuro de Rajoy depende crucialmente de hasta qué punto Angela Merkel apruebe o rechace el plan de compra de deuda pública que el gobernador del BCE, Mario Draghi, está preparando.

Sin ese plan, el Reino de España se deslizaría por una peligrosa pendiente de insolvencia, intervención y fragmentación. Con el plan, España pasaría a ser aún más estrechamente tutelada desde el exterior. No es de extrañar que, a decir de muchos, más que la visita rutinaria de un jefe de gobierno de un país socio y amigo en ese proyecto de soberanía compartida e integración supranacional que representa la UE, lo que tenemos en Madrid hoy sería la visita del César romano a esa provincia periférica del imperio llamada Hispania.

Pero, ¿es la Canciller tan omnipotente como parece?  Según Tim Garton-Ash (Foreign Affairs, Septiember/Octubre 2012), Merkel vive atrapada bajo cuatro “B”:

Primero está el Bundestag o Parlamento Federal, donde unos partidos y representantes que se creen su papel de depositarios de la soberanía nacional y representan realmente a la ciudadanía, no a las cúpulas de los partidos, están siempre ojo avizor para que no haya concesiones irrevocables o ilegales en materias fiscales y políticas. Al contrario de lo que ocurre en España, la Canciller tiene que ganar cada votación, no teniendo garantizado a priori que la totalidad de su grupo le apoye. Los socios liberales de Gobierno, los bávaros, los diputados más radicales, todos ellos pueden darle un disgusto al Gobierno en cualquier momento, obligando a Merkel a tomarse en serio qué firma y qué concesiones otorga a sus socios europeos.

Luego viene, el Bundesbank, una institución que es todo un poder fáctico. Su presidente, Jens Weidmann, fue jefe de gabinete de Merkel, que lo catapultó a ese puesto pero, una vez más, al contrario que en España, la lealtad institucional está por encima de la partidista y el joven Weidmann, en lugar de ser un gatito agradecido y ronroneante en las manos de Merkel ha demostrado ser un hueso duro de roer y anda todo el día dando disgustos al Gobierno de Merkel acusando al BCE de querer monetizar la deuda de los países del sur inflando el sistema de liquidez y generando inflación. En España, seguramente que Weidmann sería acusado de ser un ingrato y un desleal y sería marginado, pero en Alemania estas cosas se toman muy en serio y cualquier político que fuera pillado presionando al presidente del Bundesbank lo pasaría muy mal.

A continuación viene el Tribunal Constitucional alemán o Bundesverfassungsgericht, otra institución que al contrario que el Tribunal Constitucional español, también se toma en serio su trabajo y su prestigio y aprovecha, siempre que puede, para recordar que aunque la integración europea está en el ADN de la Alemania democrática, la construcción europea no puede suponer una merma de los derechos constitucionales de los alemanes, especialmente en lo que se refiere a al poder del Parlamento para fijar impuestos y hacer responsable al gobierno por su gestión. Como prueba el hecho de que más de 35.000 ciudadanos alemanes hayan secundado la demanda de inconstitucionalidad presentado contra el fondo de rescate creado para ayudar, entre otros, a España (MEDE, ESM en inglés). Para colmo, el TC alemán tiene la ocurrencia de dictaminar en meses, no en años, lo que hace imposible que los políticos puedan poner en marcha sus leyes y obviar sus sentencias hasta que estas se produzcan.

Y para terminar, está la cuarta B, el Bild. Bild no sólo refleja la importancia de la prensa sensacionalista, que en lugar de tomarla con los famosos, como en España, se dedica a denigrar a griegos y demás sureños por vagos y aprovechados. También inculca a los alemanes un sentimiento de victimismo ante Europa que resulta perjudicial para toda Europa, pues lleva a una mayoría a pensar que Alemania ha perdido con el marco y a no creerse que su disolución sería un desastre para ella.

Lo grave no es que sea el Bild y la prensa sensacionalista los que manejen este discurso sino políticos, empresarios e intelectuales de gran reputación los que logran que, cada vez que Merkel intenta ejercer un poco de liderazgo europeo, todo el mundo se le eche en contra acusándola de ceder a los chantajes del Sur y de estar construyendo un super-Estado europeo en el que la voz de Alemania sería irrelevante pero su dinero sostendría todo el edifico. Son gente como el consejero del Bundesbank Thilo Sarrazin, que dice estar harto de que Europa exprima a los alemanes a costa del sentimiento de culpa provocado por el nazismo y el holocausto; el expresidente de la confederación de empresarios, Olaf Henkel, que pide que Alemania se salga del euro; o el influyente director del periódico Die Zeit, Josef Joffe, que dice que Merkel ha dejado Europa en manos de un italiano, Draghi, que se apresta a salvar a otro italiano, Monti, dándole a la máquina de imprimir billetes.

Por tanto, aunque en sus corazones persista el temor hacia Merkel, guarden, aunque sea en un esquinita, algo de espacio para la compasión. Merkel nunca ha querido liderar Europa, y si lo hace, será contra su voluntad. Y si ocurre, será mejor que sea así. Sin duda que el gran éxito de Alemania es que todo el mundo pida a gritos su liderazgo y ellos se resistan a ejercerlo. Sin duda que no es Angela todo lo que reluce.

Europa rescatará a las mujeres

Por: | 05 de septiembre de 2012

Consejo competividad

A decir de las filtraciones que nos llegan de Bruselas, la Comisaria Viviane Reding, responsable de derechos y libertades en la Comisión Europea, estaría preparando un paquete "agresivo" de medidas para garantizar la equidad de género en las grandes empresas. Redding dice estar cansada de las promesas incumplidas pues, pese a que las empresas llevan años diciendo que elevarían voluntariamente la presencia de mujeres en sus Consejos de Administración, las cifras no engañan: a fecha de hoy, en los Consejos de Administración de las grandes empresas sólo hay un 14% de mujeres mientras que en el caso de las grandes empresas, el 97% están presididas por un varón (la foto que ilustra este post, que recoge la reciente reunión del Rey con el llamado “Consejo de Competitividad”, que agrupa a las grandes empresas españolas, no puede ser más representativa del problema que estamos tratando).

También en este campo, es evidente que la auto-regulación ha fracasado. Así pues, comoquiera que al ritmo de incremento que las empresas están avanzado harían falta 40 años para lograr un 40% de mujeres en los Consejos de Administración, la Comisaria Reding va a proponer que esa cuota del 40% se fije para el año 2020. Las empresas que lo incumplan podrán ser sancionadas con multas o, alternativamente, ser excluidas de las licitaciones públicas, lo que constituiría una multa igualmente importante. Con ello, la legislación de los 27 Estados miembros de la Unión se armonizaría y se alinearía con la de países como Italia, Holanda, Francia y Bélgica que ya han fijado cuotas y plazos para cumplirlos (30% en 2015 en el caso de Italia, 30% en 2016 en el caso de Holanda, 40% en 2017 en el caso de Francia y 30% para el 2017 en el caso de Bélgica).

Este impulso hacia la europeización de las cuotas empresariales se basa en varios estudios de una de las consultoras más prestigiosas del mundo (McKinsey) que no sólo diagnostican el problema con multitud de datos, sino que afirman que las empresas más equitativas en cuestiones de género son también más eficientes y, por tanto, más rentables. El informe que está disponible en el siguiente vínculo (pinchar aquí) o que se puede descargar de Internet ( Descargar Women_Matter_2012 ) incluye algunos datos y gráficos interesantes que reproduzco aquí.

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En el primero, se ve cómo las mujeres comienzan en una situación de desventaja que se va agravando según se sube en el nivel directivo de una empresa. Las mujeres son menos (como proporción de la población activa) y trabajan menos horas, lo que hace que, como media, sólo sean el 37% de la fuerza laboral de las empresas (de ahí que se piense en imponer cuotas del 40%, no del 50%). Pero ese 37% se convierte en un 22% cuando subimos a los puestos de gestión directiva, un 14% cuando hablamos de puestos de alta dirección y un 2% cuando hablamos de consejeros delegados. Los datos se refieren a las 130 empresas europeas que tienen más de 10.000 empleados o facturan más de 1000 millones euros y muestran que en todas las promociones, un hombre tiene prácticamente el doble de posibilidades que una mujer de ser elegido. ¡Y todo ello ocurre en países de la OCDE, en muchos de los cuales hay más mujeres universitarias que hombres!

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El segundo conjunto de datos del informe de McKinsey que merece la pena resaltar tiene que ver con la llamada de atención que hace sobre hasta qué punto la exclusión de las mujeres de las cúpulas empresariales no es un problema cuya solución afecte exclusivamente a las empresas. Las estadísticas demuestran que los países que han impuesto cuotas, y lo han hecho con éxito (como Noruega o Suecia), son también los países que no sólo protegen a las mujeres en el trabajo, sino que adoptan políticas integrales que favorecen la conciliación de la vida familiar, incentivan a los hombres a compartir permisos de paternidad, invierten en guarderías, lo que significa, uno, que hay más mujeres que entran a formar parte de la población activa y, dos, que el porcentaje de ellas que trabajan a tiempo parcial se aproxima progresivamente al de los hombres.

Este diagnóstico es equilibrado, y útil, pero constituye un arma de doble filo porque permite a muchas empresas zafarse de la presión con el argumento de que ellas son sólo reflejo de la sociedad y que hasta que la sociedad cambie ellas no lo harán o fracasarán si lo intentan. Pero también puede funcionar el argumento contrario: dado el poder de las empresas, especialmente de las grandes, las cuotas obligatorias les obligarán a presionar a favor de legislación más favorable a las mujeres, no en su contra. La Comisaria Reding ha abierto pues un debate interesante, y valiente.

En los tiempos que corren, con una Europa tan desprestigiada ante los ciudadanos, es bueno que todos veamos que la Comisión Europea no sólo defiende la austeridad a toda costa, sino también la equidad. Rescatar a las mujeres parece un buen comienzo. 

El País

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