José Ignacio Torreblanca

Sobre el autor

es Profesor de Ciencia Política en la UNED, director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations y columnista de EL PAIS desde junio de 2008. Su último libro “Asaltar los cielos: Podemos o la política después de la crisis” (Debate) se publico en abril de 2015. Ha publicado también "¿Quién Gobierna en Europa?" (Catarata, 2014) y "La fragmentación del poder europeo" (Madrid / Icaria-Política Exterior, 2011). En 2014 fue galardonado con el Premio Salvador de Madariaga de periodismo.

El morsímetro: un buen comienzo para Egipto

Por: | 30 de noviembre de 2012

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Otra crisis en Egipto, esta vez provocada por el “decretazo” de Mohamed Morsi, que el 22 de noviembre firmó cuatro decretos tan polémicos que, según los expertos, le sitúan por encima de la ley, con poderes incluso mayores a los que disfrutó Mubarak. Las protestas han vuelto a Tahrir, en paralelo a la redacción de la Constitución por una Asamblea Constituyente dominada por Hermanos Musulmanes y Salafistas.

 Para muchos, todo esto confirma lo que venían advirtiendo sobre los Hermanos Musulmanes: lobos con piel de cordero que nos llevan (según los gustos) a un pasado dictatorial o a un futuro teocrático. Sin embargo, la inmediata reacción de la sociedad ante el decretazo, movilizándose en su contra, muestra que el pasado no está tan cerca como muchos piensan y que el futuro podría ser muy distinto, y mejor, de lo que comúnmente se cree.

El activismo no está sólo en la calle, no es sólo físico, sino también virtual, está en la red, que se ha convertido en el espacio político por antonomasia, el nuevo “ágora” donde transcurre la política contemporánea.

El “Morsímetro” es un buen ejemplo de lo que el nuevo Egipto puede emprender y eventualmente lograr. Se trata de una evaluación del desempeño del Presidente Egipcio, Mohamed Morsi, tras sus primeros 100 días en el Gobierno. En lugar de construir un gran índice político, como Freedom House u otros, se recogen cinco categorías concretas relacionadas con la calidad de vida de la gente en el día a día: tráfico, seguridad, combustible, pan y contaminación. Para cada una de esas dimensiones se recogen las opiniones de los ciudadanos y se elabora el “Morsímetro”.

Los resultados nos ayudan a comprender el malestar de los egipcios pues sólo 10 de las 64 promesas detectadas en estos ámbitos se han hecho realidad, mientras que 24 van camino de materializarse y las demás ni siquiera están en marcha. No es de extrañar que la satisfacción de la gente sea baja: después de la revolución, las cosas no mejoran tan rápido como deberían, incluso se deterioran.

Pero más allá de ello, la importancia del “Morsímetro” no es técnica (pues los datos están basados en 3.092 cuestionarios respondidos por Internet, lo que  seguramente introduce un sesgo urbano y laico en la muestra), sino política y social pues muestra lo que, gracias a la combinación de nuevas tecnologías y apertura o liberalización política se puede lograr.  Una sociedad civil, vibrante, capaz de adoptar iniciativas como esta y otras, es una sociedad que logrará consensuar un sistema político y una Constitución que funcione e introduzca el consenso necesario. El decretazo de Morsi es reversible , la movilización social y la creación de redes sociales y políticas, no.

 

 

El descendimiento de Siria en una fotografía

Por: | 28 de noviembre de 2012

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Seguro que esta imagen también les ha provocado una enorme inquietud y desasosiego. Y no necesariamente porque refleje con exactitud la violencia y brutalidad del régimen de Asad o el inmenso e imparable sufrimiento de la población siria. Sin duda que hay fotografías mucho más gráficas y que reflejen más ajustadamente la degeneración de un régimen dispuesto a todo con tal de perpetuarse.

Lo impactante de esta fotografía es cómo nos conecta de una forma tan automática con toda la iconografía cristiana relativa al martirio de Jesús. Se trata directamente, sin más, de un “Descendimiento”, como el que hemos vistos miles de veces representado. Véase, por ejemplo, un clásico descendimiento, el de Roger Van der Weyden que está en el Museo del Prado.

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La fotografía en cuestión, publicada por Spiegel este año (véase páginas de edición impresa) era tan directamente evocadora que algunos lectores se dirigieron al periódico denunciando lo que consideraban bien un fotomontaje o una escena planificada para conmover a la opinión pública y movilizarla a favor de una política más dura contra Asad. Esa fotografía, y la anterior, que también tiene indudables connotaciones religiosas y que evoca también el martirio de Jesús (el pañuelo blanco ensangrentado) pareció “demasiado perfecta” a algunos lectores, lo que forzó a Spiegel a verificar la historia con el fotógrafo y otras fuentes.

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Los lectores opinaron que la composición de la foto era "demasiado estudiada", "demasiado perfecta", "demasiado barroca", con una composición "demasiado forzada". Pero la conclusión de la investigación fue que, sin género de dudas, la fotografía es real, encontrándose incluso un vídeo (de extrema dureza, advierto a los lectores) donde se ve la escena en su totalidad.  Es curioso como estamos tan acostumbrados a que nos manipulen que hemos perdido la inocencia y rechazamos imágenes que nos obligan a no ser indiferentes. Se dice que la vida imita al arte. En este caso es la muerte la que imita al arte.

Que nunca un dato estropee una campaña electoral

Por: | 26 de noviembre de 2012

 Traigo a los lectores estas dos web, factcheck.org y flackcheck.org,  que desconocía, dedicadas a hacer un trabajo impagable: comprobar si los políticos dicen la verdad. Las dos son el resultado de un proyecto financiado por el Centro Annenberg para las Políticas Públicas de la Universidad de Pennsylvania. Su trabajo es desmentir rumores, avergonzar a los mentirosos, sonrojar a los manipuladores de la opinión pública, todo ello mediante un sencillísimo e infalible método: comprobar las cifras que dan los políticos y denunciar sus triquiñuelas argumentativas. ¿Por qué a nadie se la ocurrido antes? ¿Y por qué estas cosas sólo ocurren en Estados Unidos y nunca en Europa?

La primera (factcheck.org), se dedica a analizar los datos que dan los políticos y confirmarlos o rebatirlos. La segunda (flackcheck.org) recopila videos de políticos haciendo discursos, mítines o declaraciones y los clasifica en cuanto a sus modos de engañar. La lista es inmensa: “dramatizaciones falsas”, “declaraciones sacadas de contexto o manipuladas”, “fotografías denigrantes”. También hay secciones sobre “falsas inferencias causales”, “teorías conspirativas”, “insinuaciones”, “argumentos ad hominen”, “uso sesgado de la evidencia empírica”,  “ataques hipócritas” (como el vídeo que abre esta entrada donde a Obama le oscurecen el color de la piel para que parezca más negro de lo que es).

Las encuestas nos muestran una y otra vez la importancia de los indecisos. De ahí que los partidos pongan en marcha inmensas y costosísimas maquinarias electorales. En el caso estadounidense, el coste de la última campaña presidencial, 6.000 millones de dólares, supera con creces cualquier límite conocido de obscenidad política (democrática). Todo ese dinero de campaña estaba en gran parte destinado a construir una imagen estereotipada del contrario y, en muchas deliberadamente falsa.

Un ejemplo: las mentiras más canallas de la campaña de Obama, por ejemplo, se centró en denunciar las intenciones de Romney de bajar los impuestos a los ricos. Según dijo Obama el 3 de octubre en un discurso, Romney iba a recortar 5 billones de dólares en impuestos. En otro discurso del día 17 dijo que Romney subiría los impuestos 2.000 dólares por año a cada familia de clase media. ¿Qué decía Romney? Que era Obama quien iba a subir los impuestos a las clases medias, pero por valor de 4.000 dólares. ¿Quién tenía razón? Según demostró factcheck.org, ninguno de los dos. El plan de Romney significaría 480.000 dólares de recorte al año, los 5 billones suponían una década de recortes. Por su parte, los datos de Romney, según demostró factcheck.org estaban extraídos del estudio publicado en el blog de un investigador afiliado con un think tank próximo al Partido Republicano (American Enterprise Institute) y no representaban más que un escenario hipotético sobre la base de unos supuestos altamente improbables. Organizaciones como factcheck.org prestan un gran servicio a la democracia, y no son caras, de hecho se financian con pequeñas donaciones. Seguro que el gobierno de Estados Unidos, como el de cualquier país democrático, financia cosas mucho más absurdas y menos necesarias. 

Israel gana la guerra, pero pierde la paz

Por: | 23 de noviembre de 2012

El resultado de las operaciones militares no deja lugar a dudas sobre quién ha ganado: 156 muertos por parte palestina, 5 por parte israelí. Además, Hamás parece haber perdido la mayor parte de sus lanzaderas e, incluso, las joyas de la corona de su arsenal, los cohetes Fajr de fabricación iraní. Mientras, los israelíes han demostrado la efectividad de su sistema antimisiles “Cúpula de Hierro”.

Y sin embargo, las calles de Gaza se han llenado de manifestantes que celebran el triunfo palestino (incluso se ha visto, en una rara demostración de unidad, a los jefes de Hamás y de Fatah juntos celebrando la victoria). Al otro lado, mientras tanto, muchos israelíes, que simplemente ven a Hamás como un grupo terrorista que se ha hecho con un territorio desde el que hostigar a Israel simplemente no entienden que un gobierno de halcones cono el de Netanyahu y Lieberman acuerde un alto fuego con una organización terrorista.

Muchos observadores habían venido avisando de que el contexto regional había cambiado tras la Primavera Árabe, que los cuatro años transcurridos desde la operación “Plomo Fundido” había sido desperdiciados. Parapetado detrás de su superioridad militar y con un Obama que se negaba a hablar con Hamás y a presionar al gobierno de Netanhayu para que al menos negociara con los palestinos moderados, Israel ha vivido bajo una falsa seguridad militar, política y diplomática. La realidad, sin embargo, es bien distinta: Hamás no sólo no ha sido debilitado sino elevado de categoría diplomática gracias al apoyo recibido por parte de Egipto, Turquía y Catar. La prueba vendrá el día 29 de noviembre cuando la Autoridad Nacional Palestina presente su candidatura al estatuto de estado observador en Naciones Unidas.

Como señala Mark Leonard en el análisis que hoy publica este diario ("Un mundo nuevo y el Israel de siempre"), Israel enfrenta una serie de pesadillas encadenadas. Primero, que los palestinos estén ocupando el lugar de las víctimas los palestinos, arrebatando a Israel el terreno de superioridad moral que el Holocausto inspira. Segundo, que Israel esté dejando de ser la única democracia de la región, algo de lo que también ha extraído en el pasado una fuerza moral adicional. De hecho, aunque Israel siga siendo una democracia para los israelíes, su comportamiento como ocupante en Cisjordania no lo es. Y tercero, desde el punto de vista militar, aunque los palestinos no sean un rival digno para sus Fuerzas Armadas, el desafío nuclear que plantea Irán, sumado al “desenganche” estadounidense, que mira cada vez más a Asia y menos a Oriente Próximo, sí que lo son. Así las cosas, parece evidente que hoy por hoy, el principal desafío estratégico de Israel es que esa falsa seguridad no le lleve a despreciar la oportunidad de lograr una paz duradera con los palestinos, al menos con los moderados.

P.D. Se me ha había olvidado hablar del papel de la Unión Europea. Ya lo he hecho.

 

La soberanía vista por Michael Ignatieff

Por: | 21 de noviembre de 2012

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De paso por Madrid para recoger el Premio Cerecedo de periodismo, Café Steiner ha tenido la oportunidad de tener una larga conversación sobre Europa, la democracia y la soberanía con Michael Ignatieff, alguien que tiene una pasión por los temas difíciles, aquellos de los que nunca puedes salir bien librado, pero en los que por honestidad intelectual debes intentar profundizar.

Lo ha hecho con las “guerras justas”,  intentando dilucidar cuándo está justificado que una democracia vaya a la guerra, con el terrorismo, planteando el debate de hasta dónde puede o debe llegar un Estado democrático a la hora de combatir a los terroristas; también con los nacionalismos, poniendo sobre la mesa la cuestión del “derecho a decidir” y los procedimientos que deberían regular el camino a la independencia de Quebec. Y también se ha metido en un jardín tan complicado como los límites de la libertad de expresión, en relación a la difamación, la blasfemia y los debates en torno a caricaturas, viñetas y videos sobre Mahoma.

De todo ellos, y de la fascinación intelectual que ejerce este hombre sencillo en los ademanes y sumamente abierto y dialogante, encontrarán múltiples referencias en la hemerotecas de este periódico: Javier Pradera, Lluís Bassets, Jose María Ridao o José Manuel Calvo, todos los que se han acercado al personaje lo han hecho con fascinación.

Anda ahora Ignatieff dándole vueltas al problema de cómo construir una democracia supranacional, que es el tema del que hemos hablado largo y tendido, pues aunque ve claramente la necesidad de que Europa se integre más estrechamente desde el punto de vista político, no atisba a vislumbrar qué instituciones o procedimientos lograrán dotar de legitimidad política a esa unión económica, fiscal y bancaria que se configura ante nosotros. Su experiencia política dice haberle enseñado que toda la política es local, que las identificaciones, pero también las políticas funcionan y son legitimadas o deslegitimadas a escala local, que el cosmopolitismo liberal no funciona, no es suficiente para aglutinar a la gente

 Esa misma experiencia le lleva a sospechar que la democracia europea no funcionará si lo hace a costa de vaciar las democracias nacionales, pero está abierto al intercambio de ideas y le gustaría que los europeos le convenciéramos de lo contrario. Las democracias, dice, pierden su sentido una vez que renuncian a la política fiscal y monetaria porque ello les impide tomar decisiones cruciales como quién cobrará una pensión, se beneficiará de un servicio público o podrá abrir un negocio. Por eso, dice, está obsesionado con la “soberanía”, pero no desde el punto de vista legal-formal, sino desde el punto de vista de la capacidad de decisión democrática de una colectividad sobre su futuro. Entre los mercados, la dinámica de la globalización y las políticas impuestas por la Unión Europea, me plantea la pregunta de qué margen queda en España y en Europa para el ejercicio de la democracia. Se la traslado a ustedes.

Una guerra a medida de Netanyahu y Hamás

Por: | 19 de noviembre de 2012

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Como en el dicho “se necesitan dos para un tango” (it takes two to tango), es evidente que no hay un conflicto si dos no quieren. Y más en este caso, cuando los motivos “objetivos” que justificarían esta escalada entre el ejército israelí y Hamás son más que dudosos. Sí, los activistas de Hamás lanzan cohetes regularmente sobre Israel pero las cifras de lanzamiento de cohetes (700 en lo que iba de 2012) demuestran que el gobierno de Netanyahu podía perfectamente vivir con esos lanzamientos. En el fondo, esos cohetes son como la “dosis de recuerdo”: sirven, por un lado, para que el enemigo no se olvide de que tiene un enemigo, un enemigo al que, por cierto, tienes sitiado por tierra, mar y aire en una especie de gigantesca prisión y, dos, para que los amigos y vecinos del mundo árabe y musulmán tampoco se olviden de la dramática situación de los palestinos de Gaza.

La inefectividad de esos cohetes, debido tanto a su tecnología de lanzamiento “ciega” como al hecho de que los israelíes hayan logrado desarrollar un sistema anti-misiles bastante efectivo (“Cúpula de Hierro”), no ha parecido nunca resultar un problema para Hamás que, con esos lanzamientos más bien parece querer mantener la tensión con Israel. Porque en esto de la disuasión y las represalias los israelíes son bastante previsibles, lo que facilita bastante las cosas a Hamás, que sabe más o menos con bastante exactitud cuándo y cómo provocar a Israel. Por tanto, si Hamás quiere una escalada en el conflicto sabe que lo puede lograr atentando contra objetivos dentro de Israel o bien hostigando a las fuerzas israelíes en la frontera mediante incursiones de comandos. Porque a estas alturas del conflicto, ambas partes se conocen muy bien, y dentro del odio y la sinrazón que domina todo conflicto, los dos han desarrollado un lenguaje mínimamente racional con el que se comunican.

De ahí que la decisión de Netanyahu de asesinar al jefe militar de Hamás provocara extrañeza, pues no parecía proporcional a un fenómeno rutinario como el lanzamiento de cohetes (si matas al jefe militar de Hamás cada vez que se lanza un cohete sobre Israel, ¿qué harás cuándo hay una incursión o un atentado en Tel Aviv?). Así que los analistas se han puesto a especular sobre los motivos que han impulsado a Netanyahu y, además de una posible venganza por el caso del cabo Gilad Shilat, sólo han encontrado dos posibles motivos: uno, las próximas elecciones israelíes, que Netanyahu necesita llevarse a un terreno más cómodo para él como es de la seguridad, y, dos, la inminente reunión de la Asamblea General de la ONU el 29 de noviembre, donde la Autoridad Palestina estaría a punto de obtener un reconocimiento internacional masivo como estado observador, lo que supondría un duro varapalo para el gobierno israelí, que ha esgrimido todo tipo de amenazas contra los que se presten a este reconocimiento y contra los propios palestinos.

Por parte de Hamás, el conflicto, una vez desatado, tiene algunos beneficios evidentes pues permite verificar hasta dónde llega el realineamiento en política exterior de turcos, egipcios y otros vecinos (especialmente en el Golfo Pérsico) después de la primavera árabe.  Por tanto, la muerte de su jefe militar queda de sobra compensada con las muestras de solidaridad árabe y el nuevo deterioro de la imagen de Israel, cuyos bombardeos nada “selectivos” acaban inevitablemente llenando las televisiones mundiales de imágenes de civiles inocentes.

Para algunos analistas, como Daniel Levy, colega en el European Council on Foreign Relations, el conflicto no va a escalar mucho más ya que los objetivos de ambas partes no son maximalistas y están a punto de lograrse (Netanyahu obtendrá su rédito electoral y los palestinos se verán debilitados en Naciones Unidas mientras que Hamás logrará que, una vez, los palestinos bajo su control aparezcan como víctimas de un Israel implacable). Por tanto, más que hacia una escalada, ambas partes se encaminarán pronto hacia un alto el fuego que deje las cosas donde estaban, hasta la siguiente oportunidad. Es una dinámica brutal, pero racional y hasta cierto punto, rutinaria. Esperemos que no se equivoque.

[Nota posterior a la publicación de la entrada: ha habido lectores que han criticado la afirmación que hace el artículo de que "el Gobierno israelí podía perfectamente vivir con esos lanzamientos", interpretándola en el sentido de que los ciudadanos israelíes se tendrían que conformar, resignar o aceptar ser sometidos al terror que provoca el lanzamiento de cohetes. Aunque entiendo que la formulación pueda lugar a equivoco, especialmente en un tema tan sensible, desde luego que no es esa la intención. El artículo habla del "Gobierno" y de las estrategias del Gobierno y de Hamás y en absoluto justifica o hace apología de la violencia sino de hasta qué punto unos y otros han alcanzado una especie de "equilibrio estratégico" en el cual se intercambian acciones de hostigamiento y represalias, como el alcanzado durante la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Recomiendo en cualquier caso el artículo de Daniel Levy que cito al final y cuyo vínculo se ofrece porque es donde se detalla la idea con algo más de precisión]. 

Obama 2.0: un Nobel con petróleo y gas

Por: | 14 de noviembre de 2012

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En una entrada escrita hace ahora una semana (“La próxima revolución americana”), señalaba que el próximo Presidente de Estados Unidos tendría delante de sí el regalo inesperado del “boom” energético generado por el aumento de la producción de petróleo y gas no-convencional. La entrada desató un intenso debate entre los lectores.

Ahora (ayer) hemos conocido el último informe de la Agencia Internacional de la Energía donde se anuncia que Estados Unidos se convertirá en 2015 en el primer productor mundial de gas y en 2017 en el mayor productor mundial de petróleo. Como resultado de las nuevas técnicas de exploración y explotación, Norteamérica, esto es Canadá, EEUU y México [corregido] se convertiría en 2030 en un exportador de petróleo y en prácticamente autosuficiente en términos energéticos en 2035.  El informe ha sido portada de los principales periódicos del mundo.

Detrás de anécdotas como que Dakota del Norte, con sus casi 700.000 barriles de petróleo diarios se ha convertido en un pequeño emirato árabe (más o menos con la producción de Omán, o Malaisia),  lo cierto es que, como señalé en mi entrada anterior, dada la importancia central de la energía, y su íntima relación con la política exterior, este cambio tendrá profundísimas consecuencias sobre la configuración de las relaciones internacionales en el siglo XXI y nos obliga a contemplar de otra manera la transición de poder entre Estados Unidos y China, que antes dábamos por hecho y ahora debemos examinar con algo más de cuidado.

[Facilito aquí el resumen ejecutivo en castellano del informe (15 páginas), Descargar IEA 2012 Resumen ejecutivo y la nota-resumen con los principales datos en los que se basa el informe (6 páginas) Descargar IEA 2012 factsheets].

Que las cosas le vayan a ir bien a Estados Unidos no significa sin embargo que la cuestión energética global esté resuelta. A corto plazo, dice el informe, si Irak consigue mantener su producción estable y Estados Unidos sigue aumentándolahabrá petróleo para todo el mundo. Pero de aquí a 2035, la demanda mundial de energía será un tercio mayor, con casi el 60% de esa demanda localizada en China, India y Oriente Medio, lo que añadirá nuevas tensiones políticas y presiones medioambientales. Con medidas de eficiencia energética, dice la IEA, se podría ahorrar 13 millones de barriles de petróleo en 2035, más que toda la producción actual de Arabia Saudí o Rusia. Pero si no se adoptan, especialmente en el sector del transporte, que llegará a los 1.700 millones de vehículos, el objetivo de mantener el calentamiento en el 2% será imposible de cumplir, alcanzándose en 2017 el techo de emisiones globales de CO2 comprometidas para 2035.

Europa está en el reverso de la noticia. Este boom, que ya esta significando nuevos empleos e inversiones en Estados Unidos, está convirtiéndose, paradójicamente, en un problema para Europa ya que la industria estadounidense está ganando productividad a pasos acelerados (el gas en EEUU cuesta un tercio de lo que cuesta en Europa) mientras que las industrias europeas están cada vez más atrapadas en una crisis que impide llevar a cabo las grandes inversiones y subsidios que las energías renovables requieren para ser rentables en los momentos iniciales. A la par que, como en Alemania, se proyecta el fin de la energía nuclear para 2022, falta un marco regulatorio único en Europa que permita acometer estas inversiones de manera rentable y con seguridad jurídica. Por eso, aunque Alemania ya obtiene el 25% de su energía de fuentes renovables, el panorama es sumamente incierto (véase “High energy costs could hurt energy German industry”, Reuters, 8/11/2012 y “Eon warns on conventional power, Financial Times 13/11/2012”). ¿Una razón más para más Europa?

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Tanto Alex Salmon, líder del Partido Nacional Escocés (SNP) como Artur Mas parecen haberse enredado en el mismo asunto: la eventual adhesión de una Escocia o Cataluña independiente a la UE. Pese al descrédito que pueda sufrir la UE a causa de la crisis económica, nadie quiere quedarse fuera de ella, y menos en un contexto de crisis. De ahí que la cuestión de la pertenencia en la UE se haya convertido en un asunto central en las campañas tanto de Salmon como de Mas en pro de la independencia. Eso explica que ambos líderes hayan prometido a sus electorados un camino fácil hacia la UE, incluso sin ni siquiera tener que solicitar la adhesión, lo que ha obligado a la UE a tomar partido (en contra).

Los fundamentos legales y políticos de esa pretensión son, sin embargo, más que discutibles. Alex Salmond ya ha sido pillado en falso al engañar a sus electores acerca de la existencia de informes jurídicos que avalarían una adhesión automática a la UE de una Escocia independiente. Presionado por la prensa para que mostrara esos informes, este se negó en un primer momento a revelarlos, reconociendo posteriormente que dichos informes no eran concluyentes y que sólo reflejaban el estado de la discusión doctrinal, lo que se ha traducido en una merma considerable de su credibilidad (véase este artículo de The Economist “Breaking up is hard to do” con los detalles del caso).

 Pero no parece que Salmond este sólo a la hora de comenzar el camino de la independencia apoyándose en medias verdades. En Cataluña, Artur Mas ha puesto en circulación el concepto de la “ampliación interna”, cuyo supuesto central es el de que Cataluña, al ser ya parte de la UE, lo sería automáticamente al ganar la independencia (véase, por ejemplo, esta referencia a la “ampliación interna” en El PAIS del 5 de noviembre, también esta iniciativa popular patrocinada por el Ayuntamiento de Girona). 

Indagando, Café Steiner ha descubierto que el responsable de la elaboración de este concepto “ampliación interna” es Antoni Abat Ninet, Profesor de Derecho Público en ESADE en Barcelona y autor de un proyecto de Constitución para Cataluña hecho por encargo de la asociación independentista Reagrupement (véase esta entrevista con el autor). El trabajo en cuestión, un documento de trabajo de 30 páginas publicado por “El Cercle d’Estudis Sobiranistes” ( Descargar CES ampliacio_interna) está construido sobre el siguiente supuesto (completamente irreal, a mi juicio):

 “que España sin Cataluña no sería la sucesora automática del Reino de España” (“partim de la premissa fonamental que Espanya sense Catalunya no és la successora automàtica de l’actual Regne d’Espanya a nivell internacional, p.22),

 es decir, sobre la idea de que la independencia de Cataluña daría lugar a dos entidades iguales y que, por tanto, ambas serían sucesores y herederas de las obligaciones internacionales del Reino de España, incluyendo la pertenencia a organizaciones internacionales como la UE. De ahí la idea de “ampliación interna”.

Sobre el papel, una “ampliación interna” podría ser jurídica y políticamente posible si todas las partes (España, Cataluña y la UE, en nombre de los otros 26 miembros) así lo aceptaran aunque, en la práctica, su sentido sería, como se hizo en el caso de la unificación alemana, como solución para el supuesto exactamente inverso: el de la adhesión de un territorio a un estado que ya es miembro de la UE, es decir, para prever un reingreso de Cataluña en la UE vía su incorporación al Reino de España.

Así pues, es muy difícil pensar que la “ampliación interna” sería la solución, y no sólo por razones jurídicas, pues una secesión de Cataluña difícilmente podría considerarse jurídicamente una sucesión sino más fundamentalmente por razones políticas. ¿Por qué? Porque como el propio Mas ha anunciado, su proyecto consiste en construir las estructuras propias de un Estado. Y en tanto en cuanto Estado con unas instituciones y estructuras propias, estas deberían ser “visadas” por la Unión Europea para que, como ocurre en todos los procesos de ampliación, se verificara que cumplen con las normas europeas de derechos humanos establecidas en el artículo 2 del Tratado de la UE.

 “La Unión se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres”.

¿Qué estructuras jurídico-políticas tendría ese Estado? ¿Cuáles serían los derechos de las minorías? ¿Qué régimen lingüístico debería adoptarse? Todas esas cuestiones serían objeto de escrutinio por parte de la Comisión Europea caso de una eventual solicitud de adhesión. De ahí que, como concluyera en mi columna del antepasado viernes (1960 escalones), el proceso de adhesión a la UE, incluso suponiendo la máxima voluntad de consenso por todas las partes sea un proceso largo y complicado.

Tiene razón Artur Mas en reclamar la legitimidad democrática de su propuesta soberanista. Nada hay que reprochar a la defensa de un objetivo independentista, que puede y deber caber en un marco democrático. Por esa misma razón, sembrar un eventual camino hacia la adhesión de la UE de vetos y amenazas carece de justificación. Pero comenzar una andadura tan importante con medias verdades y ocultaciones tampoco resulta muy democrático. La adhesión a la UE es el resultado de un proceso jurídico-político objetivable, y por esa misma razón insoslayable.

 

Medir la incertidumbre

Por: | 09 de noviembre de 2012

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Traigo a los lectores de Café Steiner una interesante web muy utilizada por los consultores de riesgo-país. Se trata de la web http://policyuncertainty.com, cuyo objetivo es ofrecer a los inversores mediciones de la incertidumbre que sean útiles y acertadas. Esas mediciones están basadas en dos elementos principales: por un lado, el análisis de las noticias económicas que presentan los diez principales periódicos europeos, que da una medida objetiva de las percepciones subjetivas; por otro, de las predicciones que instituciones especializadas hacen sobre cómo se van a comportar variables macroeconómicas clave, precios, demanda, crecimiento etc, que están íntimamente relacionadas con decisiones políticas relativas a política fiscal o monetaria (más información metodológica en la web en cuestión).

De acuerdo con estos indicadores, en el gráfico que abre esta entrada se observa cómo, al menos según este índice, lo peor de la crisis del euro, al menos en términos de incertidumbre acerca del futuro del euro, ya habría pasado. Resulta interesante señalar, por inesperado y sorprendente, que la crisis del euro ha tenido un efecto de incertidumbre sobre los mercados mayor que acontecimientos como el 11 de septiembre (punto C), la segunda guerra del Golfo (punto E) y que, desde luego, la crisis política europea que sucedió a la negativa de franceses y holandeses a ratificar en 2005 el Tratado Constitucional (punto E).

Como se observa, la decisión en Octubre de 2011 (Punto M) del entonces Primer Ministro griego, Papandreou, de convocar un referéndum sobre las medidas de austeridad, a la que inmediatamente se sucedió su dimisión, generó un shock de incertidumbre en los mercados respecto a Europa mayor que ningún otro acontecimiento vivido desde 1997, superando incluso la quiebra de Lehman Brothers (punto I). Desde entonces, la incertidumbre ha tenido algunos picos importantes, en abril y septiembre de 2012, pero sin ni de lejos acercarse a los momentos críticos. ¿Significa esto que estamos entrando en zona de seguridad? No, puesto que los índices de incertidumbre siguen estando por las nubes comparando lo que fue la década pasada. Es simplemente que nos estamos alejando de la zona de colapso o catástrofe, pero todavía queda un inmenso camino por recorrer hasta llegar a zonas de incertidumbre aceptable.

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Es más, como se ha dicho en alguna ocasión, y como prueba este segundo gráfico, las medidas tomadas por Mario Draghi, el presidente del BCE en el mes de septiembre han tenido como efecto separar la estrechísima asociación que había entre el riesgo y la incertidumbre en Europa (línea azul) y la prima de riesgo española (línea roja). Ahora, aunque el diferencial entre el bono español y el alemán siga alto, el riesgo global que genera Europa se separa de España. ¿Bueno para Europa, malo para España? No, España no debería jugar a ser un problema sistémico para la UE: es demasiado arriesgado para ella y para la propia UE. 

La próxima revolución americana

Por: | 07 de noviembre de 2012

Tarsand_glovesAunque desde Alexis de Tocqueville (“La democracia en Amércia”) admiramos los logros democráticos de los estadounidenses, en muchos sentidos su sistema político es sumamente disfuncional. Véase como ejemplo las tensiones que genera la separación radical de poderes entre ejecutivo y legislativo, que a punto están de llevar al país a una crisis fiscal sin precedentes al imponer el Congreso al Presidente un recorte drástico de gastos caso de no lograr reducir el déficit en virtud del aumento de la recaudación derivada de la mejora de la economía. Por no hablar de un sistema electoral sumamente ineficiente y arcaico, donde se elige a un sólo presidente bajo cincuenta normativas electorales distintas y un sistema de votos electorales que no sólo carece de cualquier sentido práctico hoy en día sino que puede generar un problema de legitimidad de enormes magnitudes al posibilitar, como en el año 2000, que salga elegido Presidente el candidato que tuvo menos votos pero más “votos electorales”. ¿Y qué decir de la posibilidad de que los votantes por correo enmienden su voto el día de la votación, lo que obliga a un laborioso cotejo de las firmas para evitar que se vote dos veces? No es una anécdota, pues al menos 300.000 personas en Florida y 250.000 en Ohio, dos estados clave, parece que se podrían acoger a esta posibilidad, generando una incertidumbre tremenda en caso de empate técnico entre los candidatos.

Pero detrás de esas miles de anécdotas y el, en ocasiones, mísero día a día del politiqueo capitolino en Washington, hay una revolución americana que está pasando inadvertida y que va a transformar el papel y poder de Estados Unidos en lo que queda de siglo. Se trata de la revolución energética, una revolución que va a permitir al próximo presidente contemplar el futuro con un inmenso optimismo, dejando atrás el “declinismo” que invadió el ánimo estadounidense en los días álgidos del empantanamiento en Irak y Afganistán y el resurgir de China.  

Esa revolución hunde sus raíces en la combinación de una capacidad tecnológica de primera fila, que ha permitido a los estadounidenses desarrollar tecnologías que les permiten recuperar gas y petróleo en lugares donde antes se considerable impracticable técnicamente e inviable económicamente, con una industria financiera capaz de encontrar las tecnologías financieras que permitan acometer esas enormes inversiones en infraestructuras energéticas combinando adecuadamente capital riesgo y seguridad a largo plazo para los inversores.

El resultado es que, según las estimaciones, la “reindustrialización” de Estados Unidos podría suponer sólo en esta década hasta 3.5 millones de nuevos puestos de trabajo y un 3% del PIB. Pero esta revolución no sólo supondrá nuevos puestos y más riqueza para Estados Unidos sino que tendrá consecuencias geopolíticas de primera magnitud. Primero porque permitirá contemplar con mucha más tranquilidad el auge de China. Segundo, porque significará que Estados Unidos estará en condiciones de cortar el ponzoñoso cordón umbilical que desde hace décadas le une con Oriente Próximo (del cual las relaciones con la cada de Saud son seguramente la mejor muestra).

En un mundo donde la dependencia energética explica una gran parte de la política exterior de los estados, resulta que Estados Unidos se encamina hacia la suficiencia energética, habiendo ya reducido sus importaciones de petróleo del 60 al 45% y aumentado la producción de gas de esquisto autóctono hasta suponer el 22% de la producción de gas. Sí, aunque el dinamismo de Asia sea impresionante, el hecho de que Estados Unidos y Canadá hayan descubierto estar sentados encima del equivalente de uno y dos billones de barriles de petróleo en gas de esquisto y arenas bituminosas, respectivamente, tendrá repercusiones geopolíticas de primer orden ya que, de repente, Norteamérica se configura como el nuevo Golfo Pérsico del Siglo XXI en términos energéticos.

 Desconozco a la hora de cerrar y subir a la web esta entrada quién ganará las elecciones en Estados Unidos. Pero lo que es indudable es que el próximo presidente de los Estados Unidos presidirá un país en auge, no uno en declive. Una vez más, gracias a su capacidad de innovación, pero también a los extraordinarios recursos naturales de los que dispone, Estados Unidos se aleja de la decadencia y vuelve a reinventarse a sí mismo. Sería desde luego sumamente injusto para Obama no conseguir la reelección y no poder disfrutar de ese porvenir de prosperidad, pero la política no se rige por criterios de justicia sino por las cábalas de última hora de unos pocos cientos miles de votantes indecisos.

 

 

El País

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