Seguramente que los seguidores de este blog han notado que
la tecnocracia y los tecnócratas constituyen una de las obsesiones favoritas de
Café Steiner. En entradas anteriores, he tratado las discrepancias entre las
recomendaciones que la Troika (Comisión, BCE y FMI) hace llegar a los países
intervenidos respecto a los mercados laborales y las que aplican a su personal
(“Cuento
de Verano ”) o la contradicción de que los representantes de instituciones que
asesoran a los Gobiernos ganen más que los Presidentes del Gobierno que
les pagan para que les asesoren (“La
tecnocracia se exime de las medidas que recomienda”).
Pero parece que estos lamentos no han tenido mucho éxito. Hace dos semanas escribí al jefe de prensa de la OCDE, Mr. Dan Morrison, para averiguar el salario de su Secretario General, D. Ángel Gurría. Supuse, inocentemente, que al ser un funcionario público cuyo salario se cubre con contribuciones públicas, su sueldo debería ser público. Sin embargo, el Sr. Morrison no me ha contestado, lo que me deja un poco confuso (si quieren probar suerte, su correo es [email protected]).
Ahora, la tecnocracia vuelve a la carga con una sorprendente carta del gobernador del Banco Central Europeo, Mario Draghi, al Gobierno español mostrando su preocupación porque los recortes que la Ley de Presupuestos va a aplicar al personal del Banco de España (un recorte de apenas un 2% en el capítulo de personal, que significa 217 millones de euros al año) puedan afectar negativamente a su correcto funcionamiento.
Dice Draghi textualmente: “Una combinación de medidas de reducción de gastos de personal con prohibición de contratar personal nuevo menoscabaría directamente la capacidad del Banco de España de contratar e incluso de conservar en su plantilla a personal competente, lo que puede equivaler de iure a despojar a sus órganos rectores de sus facultades de organización interna y de control sobre su personal, o al menos a limitarlas notablemente”. (ver noticia completa, ELPAIS 26/12/2012).
Es decir, que el sagaz Draghi, el hombre del año, el salvador del euro, establece una relación directa entre los recortes de personal y recursos de una institución y su capacidad de cumplir las funciones que estatutariamente tiene asignadas. ¡Vaya! Hay que felicitar a Draghi por este descubrimiento. Eso sí, un hombre de tan amplias miras y experiencia internacional podría también preguntarse si ese no será también el caso de la sanidad, la educación, la justicia o la investigación y ciencia.
Los ciudadanos españoles se merecen pues una aclaración sobre si los recortes menoscaban la calidad de todos los servicios públicos o solo de los que presta el Banco de España. Porque lo que es seguro es que Draghi no habrá querido ofender la inteligencia de los funcionarios del Banco de España con la insinuación de que aunque todos los funcionarios pueden hacerlo mejor con menos recursos, ellos no.
Otra aclaración que no estaría de más recabar es si la propuesta que hace Draghi de que los Bancos Centrales fijen autónomamente sus presupuestos, salarios y régimen de personal (“ La autonomía en esos asuntos abarca las cuestiones relativas a los salarios y pensiones de los empleados”), es algo que el BCE pretender extender a otras agencias y administraciones o un privilegio que quiere guardar sólo para sí. Definitivamente, los banqueros centrales no están hechos de la misma pasta que el resto de los mortales (“¿Con qué sueñan los banqueros centrales?)
En el caso del Banco de España, esta pretensión de sus funcionarios de eximirse de los recortes y de fijar sus salarios y pensiones de forma autónoma choca con dos obstáculos insalvables.
Primero, los funcionarios del Banco de España están sujetos a la Ley Presupuestaria que elabora un Parlamento que representa a unos sujetos que pagan sus salarios con impuestos y que gustan de pensar en sí mismo como ciudadanos de una democracia donde nadie está exento de rendir cuentas. Ninguna institución pública puede pensar en los Presupuestos como una barra libre de donde servirse.
Segundo, como institución, digámoslo suavemente, el Banco de España ha demostrado dejar mucho que desear a lo largo de esta crisis. Quizá los ciudadanos pudieran compartir esa pretensión de Draghi si el Banco de España hubiera mostrado algo más de eficacia ex ante y/o algo más de capacidad de autocrítica ex post. Pero la realidad es que si muchos ciudadanos españoles sufren hoy recortes en sus salarios y, a la vez, disfrutan de servicios públicos más caros y de inferior calidad, es también en parte por los errores de una institución como el Banco de España, que ha permitido que una parte del sector financiero español arrastre a nuestra economía a una intervención exterior que pone nuestra soberanía y nuestro Estado del Bienestar en entredicho.
Una vez más la tecnocracia nos muestra hasta qué punto se considera por encima de la democracia y los ciudadanos habiéndose convertido en una esfera autónoma de poder. Gobernadores de los bancos centrales, bajen a la tierra.