El nombre de este blog es un homenaje a George Steiner (París, 1929), profesor, escrito, crítico y teórico de la cultura y la literatura. “Europa”, ha escrito George Steiner en su imprescindible “La idea de Europa” (Siruela),“está compuesta de cafés. Estos se extienden desde el café favorito de Pessoa en Lisboa hasta los cafés de Odessa frecuentados por los gangsters de Isaak Bábel. Si trazamos el mapa de los cafés, tendremos uno de los indicadores esenciales de la idea de Europa. El café es un lugar para la cita y la conspiración, para el debate intelectual y para el cotilleo, para el flâneur y para el poeta o el metafísico con su cuaderno. Está abierto a todos”.
Por: José Ignacio Torreblanca| 27 de
febrero de
2013
Corrupción política,
sí, y parece que la suficiente para desestabilizar una democracia vía la
desafección ciudadana. Lo vemos en España, en Italia y tantos otros lugares. Si
esta crisis nos va a dejar algo bueno es que, presumiblemente, los estándares
de exigencia ética que la ciudadanía
está desarrollando están aquí para quedarse. Se acabó, crucemos los dedos, el
evadir responsabilidades con las excusa de que “todos lo hacían así” o el “¡tú
más!” Los ciudadanos han, hemos aprendido, que el daño que la corrupción hace a
la democracia, a la igualdad y al futuro común es tan importante que no puede ser tolerado, disculpado ni
contextualizado.
Por: José Ignacio Torreblanca| 22 de
febrero de
2013
Toda disciplina científica busca el máximo de unidad en el
estudio del objeto que le ocupa. La ciencia política no es diferente. Pero toda
norma tiene una excepción que la confirma. Ahí es donde entran nuestros vecinos
italianos que, como premio por su empeño en sorprender todo el rato a todo el
mundo y hacer incomprensible para los extranjeros lo que ocurre en su país, han
logrado algo único: desgajar el estudio del sistema político italiano del
estudio de los sistemas políticos comparados para convertirse en una disciplina
propia: “Política Italiana” o, en su versión anglosajona “Italian Politics”. No hace falta mucho sentido común para darse
cuenta de que esta distinción no es motivo de envidia, sino de preocupación.
Las elecciones italianas de este domingo confirman de nuevo
la procedencia de esta etiqueta. ¿Cómo digerir si no el magma de sensaciones
que supone ver, a la vez, el contra todo pronóstico más que exitoso retorno de
Silvio Berlusconi, los problemas del tecnócrata Monti para ganarse al
electorado, la marea de apoyo popular y callejero del cómico Beppo Grillo y las
dificultadas del centro-izquierda de Bersani para hacerse con una victoria
electoral que, después de años fuera del poder, debería ser más que obvia?
Es una opinión de parte y, por tanto, puede suponerse
interesada, pero no por eso menos interesante. Al contrario, su interés es
triple. Primero, porque es el primer documento oficial que trata de una forma
seria y rigurosa las consecuencias de la independencia de Escocia,
tanto desde el punto de vista interno como el internacional. Segundo, porque en
ausencia de un documento alternativo elaborado por los independentistas
escoceses, se trata del elemento de juicio más sólido que tenemos entre
nuestras manos. Tercero, porque, en ausencia de un documento de igual sentido y
alcance producido por el Gobierno español y salvando las diferencias, prefigura con bastante exactitud lo que ocurriría
en el caso español, al menos en lo referente a la eventual adhesión a la UE de
una Escocia o Cataluña independientes.
Por: José Ignacio Torreblanca| 18 de
febrero de
2013
Vivimos
un vendaval de corrupción y degradación de lo público. Todos los
días nos sacuden noticias que muestran la falta
de ética de aquellos que nos representan, pero también de muchas personas
privadas que incumplen las leyes o muestran una clamorosa falta de integridad personal. ¿Han
desaparecido los referentes éticos? ¿Dónde encontrarlos?
He
aquí una pista. “Si vivimos una ‘buena
vida’, convertiremos nuestras vidas en pequeños diamantes en las arenas del
cosmos”. Es la reflexión de Ronald
Dworkin (What
Is a Good Life) el filósofo que
dedicó toda su vida a intentar poner los derechos
de las personas en el centro de todo pensamiento y que falleció el pasado
14 de febrero (véase obituario en The Guardian
o en New
York Times).
Por: José Ignacio Torreblanca| 13 de
febrero de
2013
Es la hora de los emprendedores sociales, concluía en mi
última entrada. Un simple vistazo a nuestro alrededor y veremos que lo mejor de
esta crisis está en la multitud de iniciativas que han surgido en estos últimos
años.
Por: José Ignacio Torreblanca| 11 de
febrero de
2013
Desde Tocqueville, sabemos que una democracia necesita una
sociedad civil fuerte. Y que sin una
sociedad civil fuerte las instituciones políticas serán frágiles. En España
siempre hemos dado por hecho que teníamos una sociedad civil débil y, en
consecuencia, aceptado de forma fatalista que nuestra democracia tenía que ser
forzosamente de baja calidad.
¿Qué mejor prueba de todo ello, podría argüirse, que la
actual crisis? Según las encuestas, a los ojos de la ciudadanía, la mayoría de
las instituciones políticas de este país (los partidos políticos, el
Parlamento, la judicatura o la Monarquía), se encuentran totalmente desprestigiadas.
Durante los años ochenta, España acometió una increíble
tarea. Pocos países desarrollados han hecho tantas cosas tan importantes a la
vez: democratizar un sistema político, descentralizar la estructura del Estado
y de sus Administraciones Públicas, liberalizar la economía, construir un
Estado del Bienestar, abrirse al exterior y acceder a las principales
organizaciones internacionales.
Todo ello en un contexto político y económico sumamente
adverso marcado por la violencia política terrorista, las amenazas de golpe de
Estado, la crisis económica, las tensiones sociales e, incluso, un entorno
internacional marcado por el auge de las tensiones entre las (entonces) dos
superpotencias.
Por: José Ignacio Torreblanca| 04 de
febrero de
2013
Hillary Clinton deja la Secretaría de Estado en manos de
John Kerry y lo hará entre muy merecidos parabienes. Sus comienzos no fueron
nada prometedores: lastrada por ser la “mujer de” (nada menos que) Bill Clinton,
la perdedora de las primarias ante Obama y con escasísima experiencia en
política exterior, muchos interpretaron su designación en clave de política
interna (“mejor tener al enemigo dentro que fuera”) y auguraron lo peor para la
política exterior de Estados Unidos justo cuando el legado de los ocho años de
Bush más necesario hacía poner en marcha una política exterior novedosa y
valiente.
Pues se equivocaron. Hillary Clinton ha sido una magnífica
Secretaria de Estado, integrándose muy eficazmente y con toda lealtad en el
equipo de Obama y a sus órdenes, algo no muy frecuente a este lado del
Atlántico y que habla, una vez más, de las virtudes de la cultura política
estadounidense. Como Hillary ha demostrado, ser una buena perdedora y una
triunfadora son dos caras de la misma moneda. Su secreto ha estado en el
trabajo constante, en el carácter abierto y dialogante y en la capacidad de
construir equipos de primera calidad y dejarse asesorar. Hillary no ha querido
imprimir un toque personal a su mandato sino hacerlo bien y con
profesionalidad, y lo ha conseguido.