
En mi columna de hoy en la edición impresa del Diario El
PAIS (“Sin política exterior”) hago referencia a la “burbuja armamentística”
que tiene hipotecada la operatividad y el presupuesto de las Fuerzas Armadas.
Creo importante, más bien de referencia obligada, la lectura del trabajo de
Bernardo Navazo “El impacto de la crisis económica en la defensa: autónoma
irrelevancia o acción combinada” (OPEX 72/2013 de la Fundación Alternativas).
En ese trabajo se detalla el proceso por el cual el presupuesto de Defensa está
creciendo en la práctica mientras que, paradójicamente, la operatividad de las
Fuerzas Armadas se reduce peligrosamente.
También lamenta el autor la opacidad del Ministerio, que “lleva a que se produzcan afirmaciones que, una vez estudiado con detenimiento el presupuesto y tenidas en cuenta las partidas ampliadas a lo largo del año, se revelan inexactas”. Cita el autor como ejemplo que se afirme que el 75 % de nuestro presupuesto se dedica a gasto en personal, que ha sufrido el Ministerio un recorte del 28 % desde 2008, cuando este es sólo del 45-50% o que el gasto en defensa en España es del 0,59 % del PIB cuando en realidad es del 1.3 – 1.5%.
A mi juicio, lo más interesante del trabajo tiene que ver
con la descripción que hace, primero, de cómo en España los programas de
armamento se han puesto en marcha independientemente de cualquier estrategia de
seguridad nacional; y segundo, de hasta qué punto cada arma (Tierra, Armada y
Ejército del Aire) ha sido autónoma para fijar sus propias prioridades de gasto
y adquisición de material sin tener en cuenta su integración con las demás ni
la doctrina para su utilización.
A lo que apunta el autor de la publicación es a la
supeditación de los procesos de planificación del Ministerio de Defensa a las
necesidades de política industrial y, especialmente, a la decisión de
proporcionar una cartera de pedidos estable a empresas como Navantia (astilleros),
Santa Bárbara (fabricantes de los tanques Leopard) o EADS-Military ( la división militar del
consorcio que fabrica el Airbus).
“En la segunda mitad de la década
de los noventa el Ministerio de Defensa decidió modernizar equipamientos y Ejércitos
adquiriendo 19 nuevos sistemas de armamento, los PEA. Como su adquisición, con
alto contenido tecnológico y largo desarrollo, tenía precios inasumibles por el
departamento, se decidió que el Ministerio de Industria otorgaría préstamos con
interés cero por valor de 14.000 M€ en el periodo 1998-2012 a las empresas
contratistas que llevarían a cabo su producción. Dichas empresas fueron, con
casi total exclusividad, General Dynamics-Santa Bárbara Sistemas para el Ejército
de Tierra, Navantia para la Armada y EADS y sus consorcios ad hoc para el Ejército del Aire” (&64).
Estamos pues ante otra burbuja. Pero lo más grave es que
esos contratos no pueden ser cancelados, lo que supone que los impuestos de los
ciudadanos van a seguir dedicándose a pagar unos compromisos absurdos. Y, por
supuesto, como es habitual en España, no hay nadie que responda políticamente
ni un Parlamento que se plantee hacer una comisión de investigación para
depurar responsabilidad o, por lo menos, aprender de los errores cometidos.
P.D. En la foto, un Tanque Leopard, una reliquia de la guerra fría que España no desplegará nunca en ningún escenario posible de conflicto. Las batallas de tanques se han acabado pero como España los fabrica y quiere vendérselos a, entre otros, los saudíes, es necesario tenerlos en nuestro arsenal . ¿Cómo íbamos a vender algo que nosotros no tenemos? Un ejemplo de cómo la política de defensa se supedita a la industrial. [Comentario-respuesta a algunos lectores que protesta por el término "reliquia de la guerra fría]: no me refiero a que el tanque se antiguo, aunque su diseño sí que empezó en tiempos de la guerra fría, sino que la idea de tener grandes tanques pesados es típica de la guerra fría. ¿Cuándo tuvo lugar la última guerra en la que la victoria se decidió en una batalla de tanques? El tanque es tan moderno y eficaz como inútil para las necesidades de España].