José Ignacio Torreblanca

Sobre el autor

es Profesor de Ciencia Política en la UNED, director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations y columnista de EL PAIS desde junio de 2008. Su último libro “Asaltar los cielos: Podemos o la política después de la crisis” (Debate) se publico en abril de 2015. Ha publicado también "¿Quién Gobierna en Europa?" (Catarata, 2014) y "La fragmentación del poder europeo" (Madrid / Icaria-Política Exterior, 2011). En 2014 fue galardonado con el Premio Salvador de Madariaga de periodismo.

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Cuando la voluntad de cambio es suficiente para provocar el cambio

Por: | 30 de septiembre de 2013

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Regreso de participar en el European Forum for New Ideas (EFNI) organizado por la Fundación polaca Lewiatan en la ciudad de Sopot.  Una vez más, como el año pasado, la calidad de los participantes y de los debates fue impresionante, destacando también en esta edición los polacos, entusiastas promotores de la idea de Europa en estos tiempos de retirada general.

La estrella invitada fue Lech Walesa que habló de la solidaridad en tiempos de crisis y, rememorando su lucha en los astilleros de Gdansk, a unos pocos kilómetros de donde estábamos, hizo un fantástico discurso sobre cómo la simple voluntad de cambio puede ser el arma más poderosa del mundo. Mirando atrás parece irreal lo que Walesa puso en marcha basándose simplemente en la certeza de que el régimen comunista, a pesar de su fortaleza aparente, era inferior moralmente. Walesa no era un hombre con una gran cultura, ni tampoco con grandes conexiones, ni tenía muchos medios a su alcance (veáse esta breve biografía preparada por el CIDOB). Todavía hoy, el bigote amplio y los mofletes inflados le dan una aire simpático, nada amenazador. Pero detrás de esa cara afable se escondía una increíble determinación.

Escuchándole, uno se pregunta de dónde salen estas personas. Los Mandelas, Walesas, Luther Kings, Gandhis, etc son personas que están hechas de carne y hueso, como nosotros, y que tampoco se distinguen mucho de nosotros. Son sencillos y accesibles, pero a la vez extraordinarios y a su paso dejan tras de sí una increíble estela de preguntas sin responder: de dónde obtienen las fuerzas, qué genera una visión tan poderosa, en qué se basa ese convencimiento tan íntimo no ya de tener razón, sino de estar en condiciones de cambiar algo que parece inamovible.

En demasiadas ocasiones no actuamos ante situaciones que sabemos que son manifiestamente injustas. Pensamos que nuestros esfuerzos son inútiles, que no darán fruto, que el sistema es demasiado grande y que siempre ganará. Puede que lo hagamos por comodidad, pero también por sentido común, por pragmatismo. Sin embargo, tenemos ejemplos sobrados de que las cosas se pueden cambiar. El comunismo, el apartheid, la esclavitud, ninguno de estos fenómenos cayó por la ley de la gravedad, sino por la acción de las personas. Y aún así seguimos pensando que cambiar las cosas es imposible. ¿Por qué?

Sobre la ambigüedad estratégica y la complacencia de la politica exterior alemana

Por: | 26 de septiembre de 2013

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Hasta ahora, los expertos en integración europea daban por hecho que la política exterior y de seguridad representaba la guinda del pastel, la coronación de la unión política. Fase a fase, desde el carbón al acero, pasando por la unión aduanera, el euro, todo iría conduciendo sigilosamente a la política exterior común. Esa política, se decía, era muy sensible y sólo podría venir al final, cuando las llamadas “solidaridades de hecho” se hubieran establecido.

¿Pero y si fuera exactamente al revés? ¿Y si la integración europea desembocará en una Europa indiferente hacia el exterior? No es un debate teórico. Observando la trayectoria de la Alemania de Merkel, más preocupada por las exportaciones y la competitividad que por hacer valer los principios y valores de la UE en el mundo, podemos pensar en que, finalmente, no estemos acercando a ese modelo suizo que tanto hemos criticado. ¿Suizo? ¿O chino? Los chinos acusan frecuentemente a los europeos y a los estadounidenses de ser unos moralistas empeñados en difundir y/o imponer sus valores a los demás, mientras que se describen a ellos mismos como pragmáticos respetuosos con los valores de los demás. ¿Es que, dice, no pueden simplemente comerciar e invertir, como todo el mundo, y dejar de lado los valores? ¿Acabará Europa pareciéndose a esa China, potente económicamente, pero totalmente entregada al viejo principio de la soberanía y la no injerencia?

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El contrapeso de Merkel será Merkel

Por: | 23 de septiembre de 2013

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Viñeta de Patrick Chappate

Teoría del desequilibrio general. Ese sería quizá el mejor título para un libro, guiño a Keynes, todavía por escribir, que explicara lo que le ha pasado a Europa durante los últimos años. La construcción europea descansó siempre sobre una serie de equilibrios, implícitos o explícitos: grandes y pequeños, Francia y Alemania, Norte y Sur, centro y periferia, ricos y pobres, fundadores y recién llegados, atlantistas y europeístas. Esos equilibrios han saltado por los aires y es difícil que vuelvan. Debemos pensar Europa de otra manera, una Europa con una Alemania (a su pesar) preponderante y sin contrapesos es una Europa distinta. Puede, tiene, que seguir mereciendo la pena, pero no puede estar hecha de los mismos argumentos ni dar por hecho las mismas instituciones y políticas. ¿Qué hay más allá de la niebla?

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Elecciones alemanes: una gotita de Keynes en un Martini muy seco

Por: | 19 de septiembre de 2013

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Tarde de debate sobre las elecciones alemanas. Primero en el Goethe Institut, en un acto moderado por el periodista Hans-Günter Kellner y que contó con la participación de Barbara Lippert, directora de investigación del Instituto SWP y el Director del Real Instituto Elcano, Charles Powell, (véase link con el programa detallado). Me quedo con (perdón por la calidad del gráfico) con esta diapositiva que nos ofreció el Profesor Diether Roth de la Facultad de Ciencias Políticas de Heidelberg que ilustra hasta qué punto los votantes alemanes han convergido hacia el centro del espectro político en los últimos años. Como mostró Dieter Roth, antes que de izquierdas, centro o derechas, los votantes alemanes son, ante todo y haciendo honor al estereotipo, alemanes: prefieren la estabilidad y la moderación a cualquier otra opción, especialmente las radicales. Y Merkel representa perfectamente esos valores: de ahí que sea la líder más valorada por los alemanes, independientemente del partido al que voten. Incluso, se dijo ayer, el 75% de los votantes de los Verdes, aunque vayan a votar por su candidato Jürgen Trittin, prefieren que Merkel sea la Canciller.

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Elecciones alemanas: ¿qué esperar?

Por: | 16 de septiembre de 2013

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Regreso de Berlín de la presentación pública y posterior discusión entre expertos del provocador trabajo de mi colega en el European Council on Foreign Relations, Ulrike Guérot, “Las elecciones alemanas, lo que Europa espera – y lo que Alemania no hará” (The German elections: what Europe expects and what Germany will not do). La discusión, que tuvo lugar en la magnífica sede del Instituto Cervantes en Berlín, giró en torno a las expectativas que las elecciones alemanas han generado en el resto de Europa. 

Muy a su pesar, Ulrike Guérot, una decidida europeísta, autora del manifiesto “Por una República Europea”, echó un jarro de agua fría sobre las expectativas que muchos tienen de que estas elecciones sean cruciales para el futuro de Europa. Fuera de Alemania no se es consciente de hasta qué punto las grandes cuestiones que preocupan a muchos europeos están totalmente ausentes del debate electoral alemán. Son tres los ejes de la decepción con Alemania:

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¿Qué firmó Rajoy en San Petersburgo sobre el ataque a Siria?

Por: | 11 de septiembre de 2013

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El Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, José Manuel García-Margallo, intervendrá hoy en el Congreso para aclarar la posición de España sobre Siria, una posición que fue dada a conocer  por la Casa Blanca al colgar en su página web el viernes 6 de septiembre una nota de prensa en la que se anunciaba que 10 países (Australia, Arabia Saudí, Canadá, Corea del Sur, España, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Turquía) se habían sumado a EEUU y habían firmado un comunicado conjunto sobre Siria (acceso a texto original aquí).

El texto fue negociado y firmado en los márgenes de la reunión del G-20 en San Petersburgo.  Los 11 firmantes se convirtieron en 25 el pasado lunes 9, al sumarse una nueva tanda de países, entre los que se encontraba Alemania. Y se han convertido en 33 al firmarlo otros ocho países, entre ellos dos miembros más de la Unión Europea, Polonia y Portugal (véase comunicado de la Casa Blanca de ayer 10).

Alemania, que no había firmado el texto en primera instancia, lo firmó con posterioridad. El argumento de la Cancillería, que se escuda en que Merkel quería consultar a escala europea (¿con Ashton?) antes de firmar, no se sostiene, pues cuatro grandes (Reino Unido, Francia, Italia y España) habían firmado ya. La realidad es que, según todos los indicios (véase este artículo de Spiegel), Merkel no quiso firmar en primera instancia un texto que le pareció que dejaba una puerta entreabierta a un ataque de EEUU sin autorización del Consejo de Seguridad. Posteriormente, sin embargo, reconsideró su posición, temiendo ser acusada, una vez más (con en Libia o Mali) de dejar tirados otra vez a sus aliados en un momento clave.

La pregunta es: ¿qué había en ese texto que pudiera haber preocupado a Merkel hasta el punto de no firmarlo?

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Los españoles apoyan mayoritariamente una intervención militar auspiciada por la ONU

Por: | 09 de septiembre de 2013

Una mayoría de los españoles (55%) piensan que el empleo de armas químicas por parte del régimen de Asad justifica una intervención militar a cargo de terceros países (CUADRO 1). Esa mayoría es transversal, es decir, es tan amplia a la izquierda (votantes del PSOE) como a la derecha (votantes del PP). Al otro lado del argumento, sólo una minoría (27%) piensa que el conflicto es un asunto interno que afecte solamente a los sirios.

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¿Por quién doblan las campanas en Siria?

Por: | 04 de septiembre de 2013

Donne2_1Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; [..] La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”. John Donne, Meditación XVII (1624)

En mi entrada anterior en este blog (“Las lógicas de la intervención en Siria”) planteaba la existencia de dos lógicas posibles bajo las cuales entender una eventual intervención militar en Siria.

La primera nos hablaba de la disuasión, del poder y de la fuerza: resumiendo mucho, si un país (en este caso, EEUU) no cumple sus amenazas y se echa atrás cuando es desafiado, su poder se debilitará y su influencia disminuirá. Obama advirtió muy claramente a Asad de que las armas químicas eran una línea roja y que si usaba armas químicas, “la ecuación cambiaría”.

Pero esa lógica no agota todas las posibilidades de pensar en una intervención.  Las armas químicas y las líneas rojas son un ángulo posible, pero no el único. Con más de 100.000 muertos y más de 2 millones de refugiados, sobre un total de 23 millones de personas, el conflicto sirio es, por el momento, la mayor catástrofe humanitaria de nuestro siglo. Esos muertos y esos desplazados no son producto de un desastre natural, sino el producto de un régimen criminal dirigido por Asad.

Si a alguien le quedaba alguna duda sobre el carácter genocida y criminal de ese régimen, el uso de armas químicas contra su propia población debería ser suficiente. Nuestra inacción en Siria, sigue el argumento, es una vergüenza moral comparable a Rwanda, Darfur o Srbenica. Toda la gente muerta en esos conflictos habla de lo patético de nuestro pacifismo, incapaces de tomar partido en situaciones donde con tanta evidencia sólo hay victimas y victimarios.

 

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Las lógicas de la intervención en Siria

Por: | 02 de septiembre de 2013

 

[Vídeo: "Lo que sabemos sobre el empleo de armas químicas en Siria. Una excelente recopilación de la BBC de la evidencia disponible sobre lo ocurrido el día 21 de agosto].

Son dos las lógicas que pueden justificar una intervención militar en Siria*.

La primera es una lógica de poder y se atiene a la razón de Estado. Es fundamentalmente la empleada por EEUU. Hace un año, ante las primeras informaciones de que el régimen de Asad había empleado armas químicas, Obama formuló una advertencia muy clara: las armas químicas, dijo, constituían una “línea roja” y su uso, advirtió, “cambiaría la ecuación”, es decir, conduciría a EEUU a reconsiderar su política de no-intervención (véase declaración literal). Cierto que ha surgido un debate sobre cuán tajante o automática se dijo que sería esa respuesta, pero es un debate semántico. Obama no formuló un ultimátum del estilo de “si usan armas químicas lanzaré misiles de cruce en 48 horas” pero el mensaje quedó claro.

A partir de ahí, hay quienes dicen, véase por ejemplo al ex consejero de seguridad nacional de Carter, Brzezinski, también por cierto Henry Kissinger, que el interés nacional de EEUU aconseja que Obama se trague su orgullo y sus palabras y no intervenga a menos que sepa cómo derrocar a Asar, esté dispuesto a hacerlo y sepa qué hace después. Pero hay quienes recuerdan el desgraciado pasado de apaciguamiento, a Hitler y a otros, como Sadam Hussein, que interpretaron la sensatez de sus enemigos como cobardía y, en lugar de ser disuadidos por la mano ancha, se tomaron el brazo entero.

 

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