José Ignacio Torreblanca

Revisando la teoría de la clase política española de César Molinas

Por: | 07 de octubre de 2013

Espana-ladrilloRecientemente he tenido la oportunidad de leer con bastante detenimiento el libro de César Molinas, “¿Qué hacer con España: del capitalismo castizo a la refundación de España”? Y lo he hecho, cosa que recomiendo, en paralelo a la lectura del magnífico libro de Acemoglu y Robinson “¿Por qué fracasan las naciones”?, del que César Molinas toma y adapta el concepto de “elite extractiva” para, a continuación, aplicarlo al caso español.

Desconozco las ventas del libro de Molinas pero es innegable lo populares y bien acogidos que han sido sus artículos en el Diario EL PAIS. Pocos artículos de opinión han sido tan citados y reenviados; 40.000 me gusta en Facebook y 14.000 retuiteos son un hito por el cual hay que felicitar al autor. Al volcar sobre los políticos españoles la responsabilidad de la crisis y, como consecuencia, vincular la salida de ella a la reforma de los partidos políticos, Molinas no sólo ha sintonizado a la perfección con la visión dominante en la sociedad (seguramente los partidos políticos sean la institución más odiada por los españoles) sino que le ha dado forma.

Que en contraste con el éxito periodístico y mediático, en el mundo académico, especialmente en el de la ciencia política, el fracaso del libro haya sido total, pues la mayoría de las críticas han sido negativas, requiere una explicación. Para el autor, y parece que para muchos de sus fans, la explicación estaría en el rancio corporativismo de los politólogos que se sentirían amenazados por un advenedizo exitoso (aunque tampoco ha sido muy bien recibido por los economistas: véase esta crítica de José Moisés Martín en "Economistas frente a la crisis", o de Jonás Fernández, nada positivas).  

En mi opinión, el problema se resolvería, al menos en parte, si juzgáramos el libro de Molinas como un ensayo. Más que ante un libro académico estamos ante un “panfleto” en el sentido anglosajón del término, que no es peyorativo sino simplemente descriptivo, un manifiesto para la acción política que podrá gustar a unos más que a otros. Pero, por alguna extraña razón Molinas quiere imbuir su análisis de ropaje científico, lo que a la postre resulta desastroso ya que es un terreno en el que no se maneja.

Que Molinas haya reaccionado mal ante las críticas a su texto por parte de personas de reconocido prestigio provenientes del mundo académico, como la formulada José María Maravall (Premio Nacional de Ciencia Política y Sociología y seguramente uno de los académicos españoles más reconocidos fuera de nuestras fronteras: Doctor en Oxford, profesor visitante en Harvard  etc…), es revelador. El plano que Molinas utiliza para rechazar las críticas, reivindicando su activismo transformador y sus propuestas de cambio frente a la inacción de los demás revela la confusión del autor, lo dice todo. 

En el mundo de la economía, del que proviene Molinas, existe una tendencia generalizada a creer que todo problema tiene una única solución técnica, y que por tanto los políticos deben hacer lo que los técnicos les dicen. Y así parece presentarse Molinas a la tarea de reformar España: como el técnico que tiene una solución eficiente. Pero las cosas no son así: detrás de un modelo político o constitucional, un sistema educativo o un modelo sanitario, hay decisiones políticas, conflictos de intereses, elecciones entre principios contrapuestos etc. Los politólogos, más que corporativos, somos algo más humildes. Intentamos entender cómo funcionan las cosas, lo que requiere tanto una labor teórica (construir teorías) como empírica (recopilar datos). En el mundo académico se suele intentar separar el “ser” del “deber ser” , es decir mantener en planos distintos el análisis de cómo funcionan las cosas del de cómo deberían funcionar, ya que en este último plano entran preferencias ideológicas, legítimas, sí, pero que distorsionan el análisis.

Es precisamente en ese doble plano teórico y empírico en el que el libro de Molinas fracasa: (véase comentario de Ferrán Martínez sobre los 300.000 políticos que Molinas afirma, sin ninguna base, que hay en España).  El capítulo 8, donde explicita su supuesta teoría de la clase política española, carece de rigor, comenzando por su propio planteamiento, pues una teoría no puede tener como fin explicar un hecho singular: si ese fuera el caso, necesitaríamos una teoría para cada clase política (la española, la británica, la italiana, la griega). No, una teoría sobre la clase política debería comenzar por  establecer la estructura de incentivos y motivaciones de los políticos de tal manera que entendiéramos sus comportamientos. Lo podría hacer de forma deductiva, con una serie de supuestos sencillos, como hace la teoría económica de la política cuando parte del supuesto de que “todo político desea ser reelegido”, o de forma inductiva, estudiando a los políticos españoles y viendo qué les mueve. Pero Molinas no hace ni una cosa ni la otra: no sólo no nos ofrece un modelo de comportamiento sino que se blinda ante la evidencia empírica diciendo que su teoría “no admite interpretaciones en términos de comportamientos individuales”, es decir, está blindada ante los datos. Es una manera “elegante” de resolver el problema: todos los políticos son colectivamente iguales independientemente de que todos sean individualmente distintos. ¿Lo mismo da que haya un 1% que un 99% corrupto?

Peor aún desde el punto de vista teórico son las cuatro preguntas que quiere resolver: una, “por qué ningún partido tiene un diagnóstico coherente de lo que le está pasando a España”; dos, “cómo es posible que la clase política española parezca genéticamente incapaz de planificar”; tres, “cómo es posible que la clase política sea incapaz de ser ejemplar”; cuatro, “cómo es posible que los partidos masacren con recortes las políticas de futuro (educación etc.)”. Son cuatro perplejidades, que muchos ciudadanos compartirán, aunque están formuladas más bien como juicios de valor que como hechos empíricos, pero no son preguntas que requieran una teoría específica de la clase política para ser respondidas.

En último extremo, el problema de toda esta supuesta teorización es que los resultados están predeterminados. Molinas tiene una explicación: la clase política está por encima del interés de la nación y forma una “elite extractiva”, en el sentido de Acemoglu y Robinson. No discutiré aquí las razones de la improcedencia académica del término “elite extractiva” pues es tarea de otra entrada, simplemente diré que no es necesario ni útil a los efectos del argumento de Molinas. En Italia,  Beppo Grillo ha descrito a la clase política como una “casta”; lo cual es útil políticamente sin necesidad de que sea cierto académicamente, con eso vale.

Tampoco quiero alargarme mucho con la solución mágica de Molinas: una reforma política que implantase un sistema electoral mayoritario (se entiende a la británica, con circunscripciones uninominales, porque un sistema mayoritario ya tenemos, sorprende aquí la imprecisión de la propuesta central) para provocar que los cargos electos fueran responsables ante sus votantes antes que ante la cúpula de su partido. Sólo diré que no existe evidencia de que los sistemas mayoritarios produzcan menos corrupción y más eficacia que los proporcionales: Dinamarca tiene unos de los sistemas más proporcionales y tiene una clase política mucho más controlada y EEUU, con un sistema electoral mayoritario, tiene un Congreso lleno de ultras y locos (como se puede ver estos días). Por tanto, lo que sabemos es que el cambio en sistema electoral en sí no es suficiente

Todos queremos cambiar a mejor el sistema político español, pero bajo la excusa de “peor es no hacer nada” podemos causar graves destrozos. El caso italiano nos da un ejemplo claro: dinamitar el viejo sistema de partidos llevó a un sistema todavía peor en el que un delincuente como Berlusconi, con la ayuda de un sistema mayoritario, pudo hundir aún más al país en la corrupción. Los politólogos sabemos cuatro cosas, no mucho más, pero podemos ser útiles.  Lean por ejemplo este artículo del Profesor Penadés sobre sistemas electorales y, asústense: los sistemas electorales mayoritarios tienden a producir burbujas financieras y desigualdad.... No escuchar al que te previene de un error no es un buen comienzo si lo que queremos es tener una discusión útil sobre cómo mejorar este país.

Hay 18 Comentarios

Que habrían dicho de Lutero, (por criticar a la Iglesia) quienes hoy critican a quien propone algo que ya aplican otros paises y que no es mas malo que lo que ya hay?
Al fin y al cabo, lo de ahora no va a durar. Empezando por el echo de que cataluña antes de 10 años es independiente. Ilegal como el golpe de Franco en el 36 si quieren, pero el barco se hunde, y quien propone arreglar algo le pasa como a Borrell. España sera el burdel de Europa gracias entre otros a expertos muy expertos aqui pero que lo son muy poco en paises como Alemania, donde aun se tronchan con la ultima: la del equipo paralimpico de baloncesto español, que resulta que no eran tan paralimpicos...se sorprende alguien? fuera de España no.

El sistema actual tiene errores de forma tan clamorosos como que un Presidente de Estado puede seguir siendo el presidente de su partido. Es un sistema esencialmente pensado para ser estable, pero no posee contrapesos de poder eficaces: el Ejecutivo y el Legislativo tienen más peso del debido en el poder Judicial, nombrando a los altos órganos del antedicho.
Luego están los errores conscientes e insconcientes de praxis política, es decir, la pequeña corrupción, que rebosa poco a poco los límites para abrir paso a lo que luego deriva en los grandes casos de corrupción: se trata de las dádivas, favores y sobornos, así como el uso indebido de los recursos dados a los representantes políticos, por ejemplo, estipendios, transportes y telefonía y gadgets varios. De esto ultimo hay muchos casos que no trascienden. Deberíamos prestar atención a cómo, por ejemplo en los países nórdicos, el simple hecho de comprar una chocolatina con erario público es punible. Eso es, porque trasciende, y además, porque son muy conscientes del valor del dinero que pagan todos los ciudadanos para mantener el Estado.
Se trata quizás, de que tienen otra percepción del Estado, y de que sus atribuciones no son gratuitas. Eso es todo.

Comencé a leer un poco tarde el libro de Acemoglu y Robinson. Y en las dos primeras páginas encuentro dos graves errores de apreciación: dar por democratizado Egipto tras el golpe contra Mubarak y suponer que la lucha contra El Asad en Siria es motivada por razones de desigualdad económica.
¿Por qué los economistas no se quedan quietecitos en su riguroso análisis del pasado y dejan de predecir el futuro?

No existen soluciones mágicas ni únicas para los problemas del sistema político español. Ni para su economía. Desconfiad de los magos que prometen milagros.

Sr. Torreblanca, le felicito y le doy las gracias por un artículo tan serio y bien argumentado. Me gustaría añadir una sola cosa: A la insoportable confusión entre los niveles discursivos del ser y del deber ser que suele aquejar a muchos, se añade que esos mismos suelen incurrir también en lo que alguien (creo que fue Demsetz) llamó la falacia del Nirvana: es decir el error lógico de comparar lo real con alternativas irreales idealizadas. Lo malo es que esta gente tan sabia que sabe no solo qué es lo mejor para todos sino también cómo alcanzarlo de una forma simple y perfecta domina el discurso intelectual en este país. Ya se sabe, en España hay tantos pícaros dispuestos a llenarse los bolsillos como inquisidores dispuestos a denunciar las llagas y pecados de nuestra sociedad e iluminar nuestro camino hacia la verdad. En fin.

Desde cuándo los economistas pensamos que el sistema social tiene una solución única y determinada? Creo que desconoces nuestro campo. Deberías profundizar mas nuestro disciplina. Amartia Sen y Buchanan te pueden servir de guía. Buen articulo. un abrazo

Tenemos en España a una clase politica que incluye gente tipo Casimiro Curbelo, Barcenas, Feijo...y un sin fin mas de honorables personalidades, como las que fichan en Bruselas los viernes y salen pitando al aeropuerto rumbo a España a cuenta del erario publico. Lo que todo el mundo sabe aparte de Bankias, fines caribeños... La pregunta es; alguien tiene cara a defender en Europa, o aqui, lo que aqui tenemos, lo que aqui hay?? a pedir dinero, ayuda o lo que sea en Bruselas o Berlin?? quizas para modernizar los baños del util Senado español? esto se rompe, la gente esta callada. La paz social es ya solo una espera. Solo queda emigrar, mientras los budeles de españa levantan muros mas altos.

Podemos decir entonces que el mentir "o decir lo que quieren los demás oír" es parte del tactismo propio de la política, pero eso; es nada con, por ejemplo, construir un Estado.
Lo terrible, es constatar que como se decía antaño, "La política es el arte de manejar a los hombres". Frase un tanto sesgada, pero certera.
La pregunta es: ¿Cómo se nos maneja? ¿Hay consentimiento informado de ello o no?
Lo cierto es que al final, tanto Confucio como Benjamin Franklin coincidían que para ser verdaderamente autónomo y no ser manipulado había que educarse, formarse y abandonar el estadio de ignorancia y credulidad. Cosa que también, probablemente, Platón o Aristóteles habrían suscrito.

Hace un par de días, un autobús de Madrid, llegando a plaza Colón (esa plaza donde Carrillo decía a los suyos que los colores de una bandera no valían la vida de un solo español) se vió demorado por una manifestación. Una persona, que en la época de la transición no tendría más de 10 años, se puso en pié, empezó a vociferar yendo y viniendo como un fiera enjaulada con frases que pueden resumirse: si fuera él les atizaba y, si no les gusta España, que se vayan (los improperios no los pongo porque no soy capaz de citarlos con gracia y precisión). El dueño de este blog se mostraba perplejo hace unos días por la venta de tejeritos en el paseo del Prado. Una alcaldesa hace una exposición cultural de símbolos nazis, los cachorros del PP salen en youtube con el brazo en alto, La 2 pasa una selección "Los tiempos del NODO" como unos tiempos de pánfila inocencia... en fin, se multiplican los signos que provocan, como decía PIO XI, una ardiente preocupación. Vemos que el muerto era, en realidad, un zombie que viene a por nosotros.
Frente a ellos el campo demócrático sigue hundido en el desaliento. No es ajeno a esto que no sepamos ni tengamos medios de saber cuántos de los más de 200 mil afiliados del PSOE son funcionarios, cargos internos, cargos de libre designación o electos. La reforma del sistema político (ley de partidos/ley electoral - al menos) es urgente y los partidos que prefieren tener a los ciudadanos lejos no las van a cambiar. El artículo de Maravall de hace unos días nos decía que nada se podía cambiar. No creo que haya renunciado al carnet.
Entiendo que al académico Torreblanca le resulte de máximo interés un estudio sobre la aplicación, ventajas y desventajas de tal o cual sistema. Pero al ciudadano Torreblanca le debería interesar ¿qué hacer?. Ya existen plataformas de creación política y conformación de decisiones online bastante a prueba de trolls. Nobleza obliga (y cierto poder mediático, también). También puede, simplemente, dirigirse a los miembros de la plataforma en que participa Molinas (pidien el cambio de la ley de partidos) y hablar con ellos. Son gente preparada, incluyen abogados del estado entre otras profesiones y son gente abierta (no tienen fueros que defender).

El tema es interesante, como todo lo que toca a Cesar Molinas, pero no entiendo bien el articulo. Necesitaria estar mejor argumentado y explicado; como dice David, peca de los mismo vicios que se achacan. Me hace pensar en Ulrich Beck con su critica a la infabilidad del experto y la incertidumbre del conocimiento. Y a Alain Touraine con su libro Critica a la Modernidad.
-"La verdadera transgresion condena al artista a la marginacion, convirtiendolo en una suerte de apestado social. Aspira a remover los cimientos de acatamiento sobre los que se asienta cualquier forma de dominacion"

La imperfección de la democracia española comienza con la forma de elegir a los representantes políticos, a los diputados, favoreciendo que Gobierno y Congreso de los Diputados sean una misma cosa, es decir anulando la separación de poderes, uniendo en el partido que gobierna el Poder Ejecutivo y el Legislativo. La democracia americana es mucho más perfecta, gracias a la forma de elección, con separadas votaciones para la elección del Presidente y la composición del Congreso, hay, como estamos comprobando en este momento, una total separación entre el Ejecutivo y el Legislativo. Puede ser que el Congreso americano este lleno de ultras y locos, pero son los ultras y locos que eligen los ciudadanos, son unos ultras y locos que defienden los intereses locales de aquellos que les han votado. En España los diputados ni quieren ni pueden defender los intereses de sus electores, de unos electores que se ven obligados a votarles, en la gran mayoría de los casos sin conocerlos, para que así gobierne España un determinado líder, un determinado partido.
En mi modesta opinión, de alguien no experto en sistemas electorales, creo que sería conveniente separar la elección del presidente del Gobierno de la de los diputados, favoreciendo una mayor identificación del diputado con la circunscripción a la que representa y por consiguiente con su electorado.

Vaya por delante que no he leído el libro de Molinas, con lo cual no dispongo de todos los datos, pero sí que leí en su día el artículo que publicó en El País.
Reconozco que en su momento me impactó tanto que enseguida lo comenté con muchas otras personas. Al leerlo, tuve la sensación de que ponía por escrito lo que muchos estábamos pensando o comentábamos entre nosotros. De modo que me surgen algunas reflexiones:
1. ¿Por qué tuvo tan clamoroso éxito el artículo entre, digamos, la gente común, siendo, al parecer, tal cúmulo de despropósitos académicos? ¿Tantos somos los que parece que nos dejamos manejar por la demagogia?
2. El sr. Torreblanca dice que el sr. Molinas "se blinda ante la evidencia empírica diciendo que (...) todos los políticos son colectivamente iguales independientemente de que todos sean individualmente distintos. ¿Lo mismo da que haya un 1% que un 99% corrupto?" Lo que muchos pensamos no es que "todos" los políticos sean corruptos, sino que un porcentaje muy importante de ellos lo es, y que ello crea un sistema corrupto: si un político ve a un colega robando, puede optar por denunciarle, con lo que pierde su puesto, o callarse, con lo que se hace cómplice del robo. Es fácil suponer qué opción elige, ya que si no los casos de corrupción no habrían tardado tanto en salir a la luz. Además (y ahora hablo por experiencia propia), quien quiera medrar en un partido político debe aprender a hacer la vista gorda enseguida. Y luego es muy difícil no caer en la tentación del "todos lo hacen", "si tú lo te llevas algo otro lo hará en tu lugar", etc.
3. Si bien se argumenta todo lo que se afirma, no puedo quitarme de encima la sensación de que el comentario pretende descalificar al sr. Molinas, más que a rebatir sus ideas.
Dicho esto, en cuanto pueda voy a leer el libro, porque los comentarios que se enlazan de Economistas Sin Fronteras me han llamado la atención. Si realmente el libro es un ataque frontal a lo público aprovechando la mala praxis de algunos de sus servidores, entonces el artículo consiguió engañarme, a mí y a muchos.

A veces el mundo académico es precisamente eso: académico.

A veces funciona muy bien, sobre todo en el tema de las ciencias puras. Pero por otro lado, en el terreno humanístico, por ejemplo, la filosofía es de las pocas que escapan, debido sobre todo a su larga tradición de metodologías y de debates.
Podríamos decir que Aristóteles es de los primeros, junto a Platón, en proponer sistemas políticos (desde un razonamiento deliberado) o al menos intentar desglosarlo y analizarlo, al menos en el marco de la polis.
Pero el funcionamiento de la clase política actual, al menos en España, está condicionado, al menos como dice Torreblanca, por el conflicto de intereses (no necesariamente los pertinentes al ciudadano, sino también a los de los lobbys empresariales y los propios practicantes de la política). Pero aún hay más: un fenómeno exportado de fuera, la mercadotecnia: el marketing, el cómo atraer a la gran mayoría del electorado (segmentado en grupos de edad y poder adquisitivo) mediante imagen, posicionamiento y mensaje, llegando incluso a ser claramente deshonestos en ese proceder.

No era George Steiner el que hablaba de eunucos y creadores refiriendose al mundo academico y al de los autores literarios?

Afortunadamente, Antigona, no era Doctora en Oxford ni profesora visitante en Harvard. Sofocles no era tonto.

En Italia, precisamente por no cambiar a tiempo, el viejo sistema de partidos llevo a lo que vino despues. En España ya hay un desastre, y desde hace 20 años. La crisis solo lo ha hecho demasiado evidente; que hacian los medios de comunicacion y los expertos en todo este tiempo? mientras era vox populi lo que ahora es vox medii?

No me ha gustado este artículo. Algunos de los argumentos que Torreblanca exhibe contra Molinas (y no digo que no estén justificados, ni lo contrario) pecan de los mismos vicios que él achaca a su obra. Hay argumentos que nacen de una conclusión previa, y no al revés. Por tanto, torticero. Pelín.

-Dinamarca no es España ni los daneses son los españoles, sino no haria falta cambiar nada; existen distintos sistemas porque hay diferentes sociedades.
-Los politologos, como la mayoria de los expertos en algo, suelen ser mejores acompañando al sistema que criticandolo; en el aula, que fuera del aula.
-Los expertos tambien forman lobby, casta o elite extractiva?

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Sobre el autor

es Profesor de Ciencia Política en la UNED, director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations y columnista de EL PAIS desde junio de 2008. Su último libro “Asaltar los cielos: Podemos o la política después de la crisis” (Debate) se publico en abril de 2015. Ha publicado también "¿Quién Gobierna en Europa?" (Catarata, 2014) y "La fragmentación del poder europeo" (Madrid / Icaria-Política Exterior, 2011). En 2014 fue galardonado con el Premio Salvador de Madariaga de periodismo.

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