
Aunque verde por la primavera, Andalucía se ha teñido de líneas rojas: las que tanto Podemos como Ciudadanos quieren fijar a Susana Díaz. Destaca entre ellas la exigencia de la renuncia de Manuel Chaves y José Antonio Griñán, expresidentes de la Junta de Andalucía, de sus escaños en el Congreso de los Diputados y en el Senado, respectivamente. ¿Es una exigencia justificada? ¿Razonable? Unos defienden esta exigencia como la única prueba de que las cosas van a cambiar; otros consideran que es una exigencia que Susana Díaz no podría aceptar. i Que cada uno lo juzgue por sí mismo.
Mi opinión personal es que sería una pena que tanto Podemos como Ciudadanos se centraran exclusivamente en esa cuestión y perdieran así una oportunidad de oro para forzar a un cambio en profundidad en Andalucía, que entiendo que es la motivación principal de sus votantes.
Entiendo que Pablo Iglesias y Albert Rivera sea vean como rivales. ¿Pero no sería una gran noticia que los dos se reunieran y pactaran las líneas rojas que de verdad van a exigir a Susana Díaz y a todos los cargos y gobiernos que desde aquí a las generales sean la lista más votada y quieran contar, como mínimo, con su abstención? Sin duda sería un mensaje importante para todo el electorado, y para el resto de los políticos que se presenten a elecciones.
El escándalo de los ERE, como el de los cursos de formación, ha demostrado que Andalucía necesita una ley de transparencia de verdad, un Parlamento que sea capaz de fiscalizar al Gobierno, un Tribunal de Cuentas independiente y una televisión pública de calidad que no esté controlada por el Gobierno.
Todo lo que le falla a nuestra democracia, en Andalucía y en otros sitios, se resume en un problema de controles: las mayorías se controlan a sí mismas, capturan las instancias independientes que tienen que controlarlas y ningunean a las minorías.
Pero imaginemos por un momento que Iglesias y Rivera, Podemos y Ciudadanos, pactaran un paquete de medidas en favor de la transparencia, anti-corrupción, de regeneración democrática, que impidiera utilizar el empleo público para premiar a los amigos y las instituciones para mantenerse en el poder en lugar de servir a los ciudadanos. ¿No sería ese un triunfo de la nueva política y una señal de que los nuevos partidos han sabido conectar con las demandas mayoritarias de los electores?
Llámenme ingenuo y soñador, pero una reunión entre Iglesias y Rivera sería una buena idea. Puede que a largo plazo, sea lo que el PSOE y el PP necesiten: que alguien les ponga las líneas rojas (esta vez sí), que ellos mismos no han sabido ponerse.
* José Ignacio Torreblanca es autor de "Asaltar los cielos: Podemos o la Política después de la crisis" (Ediotrial Debate, 2015)