¿Qué explica que Alexis Tsipras disfrute de una popularidad del 61% pese a haber firmado el acuerdo con el Eurogrupo que el pueblo griego había rechazado en referéndum?
Pocos habrán olvidado que el PSOE ganó las elecciones de 1982 tras una campaña en contra de la entrada de España en la Alianza Atlántica. De entrada, no, proclamaba el eslogan pergeñado por el publicitario Gabriel Giménez Inchaurrandieta, que en una tribuna publicada en este diario el 8 de mayo de 1982 (De entrada, no) exigía al entonces presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo, que España no entrara en la OTAN “mientras no se nos devuelva Gibraltar”. Nada menos.
Pero una vez en el Gobierno, Helmut Kohl y Margaret Thatcher convencieron a González de que una cosa era no entrar en la OTAN y otra muy distinta salirse de ella en un momento de extrema tensión con la URSS debido a la concatenación de la invasión de Afganistán, la proclamación de la ley marcial en Polonia y el despliegue de los llamados euromisiles por parte de la Alianza. En contra del criterio de su ministro de Exteriores, Fernando Morán, González decidió que no tenía sentido que el primer acto internacional de su mandato fuera debilitar a los aliados europeos con los que tantas ganas tenía de compartir mesa comunitaria.