José Ignacio Torreblanca

Sobre el autor

es Profesor de Ciencia Política en la UNED, director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations y columnista de EL PAIS desde junio de 2008. Su último libro “Asaltar los cielos: Podemos o la política después de la crisis” (Debate) se publico en abril de 2015. Ha publicado también "¿Quién Gobierna en Europa?" (Catarata, 2014) y "La fragmentación del poder europeo" (Madrid / Icaria-Política Exterior, 2011). En 2014 fue galardonado con el Premio Salvador de Madariaga de periodismo.

Cara de Irak

Por: | 30 de noviembre de 2015

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Al presidente Rajoy se le ha puesto cara de Irak. Mala conciencia tendrá. Pero en Irak no había terroristas ni armas de destrucción masiva. Tampoco una resolución de Naciones Unidas que amparara el uso de la fuerza. Lo que sí hubo fue una desnuda y brutal voluntad de poder por parte de los neocons. En Irak, sostenían, se iba a fraguar un nuevo siglo americano. De ahí el nombre que adoptaron: los Vulcanos. Está todo documentado en los excelentes Plan de ataque de Bob Woodward (2004) y Hubris (arrogancia) de Michael Isikoff y David Corn (2007).

Pero la situación de hoy (aunque hereditaria de aquella) es diferente. En Siria e Irak sí que hay terroristas, por cierto, se han usado armas químicas y hay una (en realidad varias) resoluciones de Naciones Unidas amparando el uso de la fuerza. Una de ellas, la 2170 de 15 de agosto de 2014, a la vista de la escalada de terror y atrocidades sin fin puesta en marcha por el Estado Islámico (ISIS) contra civiles, minorías, mujeres y niños, exhorta a los Estados miembros de la ONU, bajo la cobertura del Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas, a que tomen “todas las medidas necesarias” para combatir al ISIS.

Bajo esa cobertura legal y con el apoyo de 314 diputados y sólo 11 votos en contra, en octubre de 2014 el Gobierno envió a Irak 300 soldados para apoyar a las fuerzas armadas iraquíes contra el Estado islámico. Como lo hicieron otros 62 países con distinto grado de implicación (unos con medios aéreos, otros con ayuda humanitaria, y otros, como Alemania como asesores militares para ayudar a entrenar a los kurdos).

 En aquel entonces, PP, PSOE y los demás grupos parlamentarios se pusieron de acuerdo para participar en el esfuerzo, en la medida de nuestras posibilidades. Ahora, tras los atentados de París, la resolución 2249 de 20 de noviembre ha reiterado que el Estado Islámico “constituye una amenaza global y sin precedentes a la paz y seguridad internacional” y ha autorizado, de nuevo, el empleo de “todos los medios necesarios”. ¿Qué ha cambiado desde entonces a ahora? Nada. Bueno sí, las elecciones (de 2004). 
 

Las causas últimas del terrorismo

Por: | 26 de noviembre de 2015

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Se habla de las “causas últimas” del terrorismo yihadista, un confuso magma en el que se mezcla la marginación que sufren los jóvenes de origen norteafricano con los distintos modelos de integración de minorías. Algunos se alarman cuando la conversación se desliza por esos derroteros pues temen que haya una delgada línea entre intentar explicar el fenómeno de la radicalización de esos jóvenes, en gran número europeos, que se han venido sumando al Estado Islámico, y una eventual justificación de la barbarie terrorista.

Es esta, sin embargo, una crítica injusta e infundada: si queremos ser eficaces en la lucha contra el terrorismo debemos entender el fenómeno en toda su complejidad. Pero ese es precisamente el problema: que la complejidad del fenómeno hace imposible reducirlo a una sola causa que nos permita erradicar el problema de forma certera, rápida y definitiva. Porque en el terrorismo yihadista, además de los elementos mencionados, influyen muchos otros: desde los legados coloniales hasta las divisiones entre chiíes y suníes, la invasión soviética de Afganistán, la guerra de Irak, el papel de Irán y Turquía o el patrocinio por parte de las monarquías del Golfo Pérsico de una visión intransigente del islam, entre otras. La violencia tiene, además, elementos epidémicos pues genera dinámicas que se autoalimentan.

Por tanto, aunque dediquemos mucho esfuerzo a entender y atajar esas causas, los resultados, de lograrse, tardarán décadas en verse. Pensemos que han sido necesarios casi 40 años de democracia para que la violencia terrorista de ETA llegara a su fin, y aun así la organización no se ha disuelto todavía formalmente. Y la magnitud del desafío yihadista supera en cientos de órdenes al terrorismo de ETA en cuanto a fanatismo, perversión ideológica, ambiciones y nivel de violencia. Con el Estado Islámico no va a haber una negociación ni un proceso de paz. Pero si la presión exterior lo debilita lo suficiente para que pierda atractivo y con ello capacidad de reclutamiento, entonces en las comunidades donde está asentado podrán surgir alternativas que lo desplacen o expulsen. Por eso, tan importante como luchar contra las causas es luchar eficazmente contra las consecuencias.

Publicado en la edición impresa del Diario ELPAIS el miércoles 25 de noviembre de 2015

La seguridad es indivisible

Por: | 23 de noviembre de 2015

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La seguridad es indivisible, escuchamos estos días. ¿Qué quiere decir esto? Que no podemos estar seguros si los demás alrededor nuestro no lo están. Mientras los franceses no estén seguros, los españoles tampoco lo estaremos. Y mientras los sirios, kurdos, turcos, libaneses o yazidíes (por mencionar algunas de las víctimas más recientes de la barbarie del autodenominado Estado Islámico) no lo estén, los europeos tampoco lo estaremos.

Nuestra seguridad es tanto una malla que une los diferentes puntos de una red como una cadena formada por eslabones que se van entrelazando desde nuestro entorno más inmediato hasta el exterior. Todos los nodos de esa red, estén en Bruselas, París o Madrid, y todos los eslabones de esa cadena, desde España hasta Siria e Irak, pasando por Turquía, son esenciales: si uno falla, la red se deshace y la cadena se rompe. Por desgracia, esa es la fotografía que estamos viendo emerger de los ataques en París, con varios de los autores y organizadores moviéndose con toda comodidad durante todo el año entre Bélgica, Francia y Siria con el fin de organizar estos y otros atentados pese a tenerse constancia, incluso pública, vía las redes sociales, de su afiliación yihadista.

Después de los ataques del 11-S contra las Torres Gemelas, el Congreso estadounidense encargó a un prestigioso académico y diplomático, Philip Zelikov, la elaboración de un informe en el que se examinaran los eventuales fallos de seguridad previos a los ataques. Apoyado por un nutrido grupo de trabajo, Zelikov despachó un informe de 585 páginas en el que dio cuenta exhaustiva de los importantes fallos de coordinación entre agencias que impidieron evitar los atentados del 11-S. La sacudida provocada por ese informe desencadenó un profundo cambio en la manera de trabajar y de cooperar en materia antiterrorista. Vistos los fallos y agujeros de seguridad habidos en este caso es evidente que si queremos evitar que los yihadistas se lleven por delante esa gran conquista que es la libre circulación de personas dentro de las fronteras europeas, necesitamos una aproximación enteramente nueva a la seguridad, tanto exterior como interior. Y solo puede ser a escala europea, es decir, indivisible. O no será.

* Global Terrorism Index 2014

Publicado en la página 2 de la edición impresa del Diario ELPAIS el sábado 21 de noviembre de 2015

Intervenir

Por: | 22 de noviembre de 2015

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En Irak se intervino con tropas terrestres y fue un desastre. En Libia se intervino solo con medios aéreos y también fue un desastre. Y en Siria no se intervino ni con tropas ni desde el aire, prefiriendo armar a los opositores, y el desastre ha sido aún mayor. Los iraquíes se libraron de un dictador, sí, pero a costa de la destrucción del Estado, la violencia sectaria y fragmentación del país en tres comunidades (suníes, chiíes y kurdos). En Libia cayó otro dictador, aún más sanguinario, pero el país también se ha desintegrado. Y en Siria, el dictador no solo no ha caído sino que ha perpetrado una gigantesca matanza, dejando tras de sí un éxodo sin precedentes y un brutal vacío de poder.

¿Podíamos no haber intervenido de ninguna manera en ninguno de los tres escenarios? No lo parece ¿Podíamos haber hecho algo distinto, o mejor? Seguramente. Pero ya es demasiado tarde. En los tres casos, los vacíos de poder han sido aprovechados por el terrorismo yihadista para hacerse con el control de territorios, recursos económicos y armas con los que imponer su régimen de terror a los propios iraquíes, libios o sirios, para luego extenderlo a Europa y a otros países del Norte de África vía la captación, entrenamiento y devolución de jóvenes radicalizados.

La inmensa ola de inestabilidad generada en la región ha confluido sobre Europa en dos formas: por un lado, como una crisis de asilo y refugio de una magnitud desconocida hasta ahora, y, por otro, como una amenaza terrorista sin precedentes. Como demuestran los ataques en París, diagnosticar acertadamente los errores cometidos no nos libra de tener que lidiar con sus consecuencias. Al contrario, nos señala la ausencia de soluciones fáciles. La tarea ahora es ir recogiendo los restos de nuestros fracasos y errores e intentar construir una respuesta efectiva: dar asilo y refugio, reforzar los medios policiales y judiciales, mejorar la captación de inteligencia, activar la diplomacia para forzar una negociación, hostigar al Estado Islámico en sus bases, cortar sus finanzas y suministros y apoyar a los que luchan contra él. No parece que haya muchas más opciones. 

* La fotografía corresponde con el explosivo con el que según el Estado islámico se atentó contra el Airbus 321 ruso en el Sinaí el pasado 31 de octubre. Está extraída del número 12, página 3, de la revista Dabiq (Solo Terror) del DAESH. 

Publicado en la página 2 de la edición impresa del Diario ELPAIS el miércoles 18 de noviembre

Cierre

Por: | 16 de noviembre de 2015

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Fugazmente, durante unas pocas semanas, la UE brilló con luz propia en la crisis de asilo y refugio. Grecia, consumida por la crisis, acogiendo a miles de personas diarias a pesar del más que evidente desbordamiento de sus puertos y costas. Merkel, por fin, mostrando una Alemania con rostro humano y un hondo sentido del momento y responsabilidad histórica. Atenas y Berlín se sumaban así a Italia, que durante meses había ignorado las críticas al supuesto efecto llamada de su operación de rescate y salvamento en el Mediterráneo para anteponer la necesidad de salvar vidas a cualquier otra consideración. E incluso el presidente Juncker, la Comisión y el Parlamento estuvieron a la altura, exigiendo una respuesta a la vez europea y basada en los principios y valores que nos identifican como europeos. Atrás quedaron los insensatos discursos sobre atacar a las mafias y los planes de hundir sus barcos en los puertos libios.

Pero todo eso se ha acabado. La cumbre de La Valeta ha consumado la política de cierre de fronteras. El problema ya no es cómo ayudar a los refugiados sino cómo evitar que lleguen más. Ya no se trata de su seguridad, sino de la nuestra. Ya no se trata de su derecho a la vida o al asilo, sino de nuestro derecho a tener unas fronteras seguras. Ya no se trata de cómo integrarlos sino de cómo devolverlos a sus países de origen. Ya no se trata de parar la guerra en Siria sino de pagar a Turquía para que los retenga y a los países africanos para que acepten que se los devolvamos. En lugar de poner la política exterior y la política de desarrollo al servicio de los fines que les son propios (construir un mundo más justo, seguro y próspero para todos), pedimos a los ministros de Interior que tapen los agujeros por donde pretenden colarse los refugiados. Europa quiere resolver el problema construyendo una valla, más bien decenas, y arrojando dinero por encima de ella. Y parapetados tras ella y con la boca llena de conceptos como soberanía y seguridad decimos sin sonrojarnos que estamos defendiendo nuestros valores. Tiene mérito

Publicado en la página 2 del Diario ELPAIS el sábado 14 de noviembre de 2015

Pobre Kosovo

Por: | 13 de noviembre de 2015

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Sorprende que alguien en Cataluña piense en Kosovo como un precedente. Porque cualquiera que haya estado allí y conozca el indecible sufrimiento de sus gentes sabe que la Cataluña dibujada por la Constitución de 1978 representa todo aquello a lo que los kosovares aspiraban en 1986 antes de que el nacionalismo serbio se cruzara en su camino. Y más hoy en día, cuando ante la falta de futuro los kosovares se marchan de su país (según una reciente encuesta, un 37% querría emigrar) es indudable que la Cataluña constitucional es el modelo para Kosovo, no al revés.

Kosovo representa un inmenso y triple fracaso. El de la comunidad internacional, que antes que ponerse de acuerdo en lo esencial, que era dar un futuro a los kosovares, ha preferido enredarse en juegos geopolíticos y de soberanía. El de los serbios, que olvidando un pasado marcado por las guerras civiles y los conflictos étnicos se arrojaron en brazos de unos genocidas que tras prometerles una Gran Serbia les dejaron una Serbia amputada y marginada en Europa. Y el de las élites kosovares, que aprovecharon la independencia para instaurar una estructura de gobierno basada en los clanes, la corrupción y las mafias, dilapidando así miles de millones de ayuda de la comunidad internacional.

Si algo nos muestra Kosovo es que las secesiones unilaterales acaban mal. Porque en ausencia de una base legal clara en el derecho constitucional del Estado matriz y sin un apoyo claro y rotundo de la comunidad internacional, serán muchos los que se empeñen en que la secesión fracase. Ese ha sido el caso de Kosovo, no reconocido por una heterogénea coalición de países que incluye a España, China, Rusia, Grecia o Eslovaquia, todos ellos empeñados en convertir Kosovo en una cuestión de principio en sus países. En 2008, una década después de comenzar la guerra, Kosovo declaró la independencia. Hoy no es miembro de la ONU a pesar del reconocimiento de 111 países y ni siquiera ha logrado ser miembro de la UNESCO, que como todo el mundo sabe es un vibrante centro de poder mundial. Todo un modelo. Que se lo expliquen a los pobres kosovares.

Publicado en la edición impresa del Diario ELPAIS el 11 de noviembre de 2015

Lo sabíamos

Por: | 09 de noviembre de 2015

Captura de pantalla 2015-11-08 22.00.08Si quieres esconder algo, bromean los diputados, ponlo en el Diario de Sesiones del Congreso. Total, nadie lo lee. Pues algo así parece que pasa en Bruselas: si quieres encubrir un fraude industrial de colosales proporciones ponlo en un discurso de un comisario y cuélgalo en la página web de la Comisión.

Si no me creen, les animo a leer el Discurso 11/203 pronunciado el 22 de marzo de 2011 por el comisario entonces responsable de Medio Ambiente, el esloveno Janez Potocnik, donde tras lamentarse por el poco progreso en la calidad de aire de nuestras ciudades apunta a la existencia de discrepancias de hasta el 500% entre las emisiones declaradas por los fabricantes y las reales. El comisario señala tres razones: una, que las pruebas no reflejan las condiciones reales de conducción; dos, que las emisiones empeoran con el envejecimiento del vehículo; y, tres, agárrense, el posible “trucaje” (su énfasis) de los motores. La Comisión, asegura, conoce estos problemas desde hace tiempo y por eso viene proponiendo medidas que atajen el problema, entre ellas, pruebas más realistas y en condiciones de circulación reales así como “sistemas que impidan la manipulación”. Hasta hoy.

Captura de pantalla 2015-11-08 21.59.48¿Saben lo mejor? Que ese discurso lo pronunció nada menos que en la propia sede del Parlamento Europeo, nada menos que en un evento organizado conjuntamente por la federación europea de organizaciones ecologistas (EEB), que reúne a 140 organizaciones que presumen de tener 15 millones de afiliados, y la ONG alemana BUND (Amigos de la Tierra), irónicamente, originaria del mismo país donde se estaba perpetrando una de las estafas medioambientales más grandes de la historia. Sabemos ahora que menos la ministra danesa de medioambiente, todo el mundo dentro y fuera de la Comisión, incluido el vicepresidente encargado de Industria, el italiano Tajani, el Consejo y el Parlamento se conjuraron para que las propuestas legislativas de Potocnik fueran diluidas o retrasadas todo el tiempo que fuera necesario. Eso sí, todos pudieron ponerse rápidamente de acuerdo en designar el año 2013 como Año Europeo del Aire y así poder seguir pronunciando discursos sobre lo que nos importa la calidad del aire de nuestras ciudades. Brutal.

Nos nos enteramos

Por: | 05 de noviembre de 2015

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El 18 de agosto de 2006, las playas de Canarias batieron el récord de llegadas de inmigrantes irregulares: 512. Y ese fin de semana, las autoridades contabilizaron 1.268 indocumentados. El Gobierno sacó la calculadora: si ese ritmo se mantenía, podíamos esperar unas 175.000 llegadas al año. Estos sucesos, seguro que lo recuerdan, desataron una especie de histeria colectiva. Con los telediarios retransmitiendo en directo las llegadas, los medios comenzaron a hablar de “crisis de los cayucos”, el Gobierno convocó al gabinete de crisis y la diplomacia española se desplegó por todo el África subsahariana para lograr acuerdos de repatriación.

Más recientemente, el 6 de febrero de 2014, en lo que la prensa describió como un “asalto masivo”, entre 250 y 450 inmigrantes intentaron entrar en Ceuta. Y un mes después, 500 inmigrantes lo lograron en Melilla en un solo salto. Cuando ese mes un polémico informe del CNI avisó de que 30.000 inmigrantes esperaban para saltar a España toda medida fue poca: se reforzaron las vallas, se instalaron concertinas y se abrió el paso a las “devoluciones en caliente” y al uso de balas de goma, con funestas consecuencias.

Comparemos cifras. En el punto álgido de la crisis de los cayucos, en 2006, se registraron 39.180 llegadas. Y en 2014, 14.000 personas intentaron saltar la valla en Melilla pero sólo 2.000 tuvieron éxito. Ahora imaginen la situación en Grecia, con 9.000 personas llegando cada día a sus costas, es decir, todas las llegadas a Canarias de 2006 cada cinco días. O piensen en Eslovenia, un país de dos millones de habitantes con un ejército de 7.300 soldados que en solo una semana ha visto deambular por su país a 50.000 personas. ¿Se imaginan de qué estaríamos hablando si 9.000 personas estuvieran llegando diariamente a las playas de Almería? ¿O qué diríamos si un millón de sirios atravesara España en una semana? Tan inmersos que estamos en los contorsionismos políticos y jurídicos de Artur Mas, ERC y la CUP que no nos enteramos de lo que está pasando ahí fuera. Y lo que está pasando ahí fuera es de una magnitud descomunal. Como lo serán sus consecuencias. Pero preferimos no enterarnos. 

Publicado en la edición impresa del Diario ELPAIS el miércoles 4 de noviembre de 2015

* El gráfico, elaborado por la Agencia AFP nos habla de 600.000 entradas a través de Grecia en lo que va de año, 218.000 sólo en el mes de octubre. Vean historia original aquí

Descubrirse ante la CUP

Por: | 02 de noviembre de 2015

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Hay que descubrirse ante la CUP (Candidatura de Unidad Popular), revelación en las elecciones catalanas. Mérito propio o demérito de Junts pel Sí, que un movimiento antisistema haya logrado convertirse en la bisagra política de una sociedad culta, rica, educada y exportadora situada en el corazón de Europa no deja de ser reseñable.

La CUP tiene dos cosas fascinantes. La primera, un posicionamiento radical a favor de la independencia y, a la vez, en contra del nacionalismo. Su cabeza de lista, Antonio Baños, ha dicho que desprecia “a quien hace de las tradiciones catalanas el centro de la discusión política”. Fuera pues todos los tótems sagrados de la construcción nacional catalana, desde Guifré el Pilós a 1714 pasando por la cultura o la lengua. El rollo étnico esencialista, vienen a decir, es de derechas y por tanto no nos interesa. Si la CUP es independentista es porque quiere romper con el Estado neoliberal y opresor español y crear una nación política republicana, una economía socialista y una sociedad igualitaria. Conseguir la independencia para luego recrear una sociedad burguesa y desigual, una democracia liberal y una economía de mercado anclada en la Unión Europa y la OTAN idéntica a la existente es un sinsentido, sostienen (no sin razón).

El segundo elemento rompedor es su posición respecto a la Unión Europea. Mientras Más, Romeva y Junqueras se desgañitan asegurando que una Cataluña independiente en modo alguno saldría de la Unión Europea, la CUP insiste, con toda coherencia, en la retirada voluntaria de una Cataluña independiente de la UE. Porque, ¿en qué cabeza cabe pensar que se puede hacer una república socialista y autogestionaria siendo miembros de la UE y compartiendo deuda y moneda con Merkel? Que no se preocupe pues nuestro Ministro de Exteriores. Con la CUP no hacen falta digresiones sobre los Tratados de la UE y las cláusulas de adhesión. Debate zanjado.

 Sí, la Cataluña a la que aspira la CUP es un Objeto Político No-Identificado, algo tan radical como huérfano de modelo de referencia en el mundo occidental. Que en sus manos esté la llave de la Generalitat y de la independencia es para descubrirse.
 

El País

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