José Ignacio Torreblanca

Pedir perdón

Por: | 30 de mayo de 2016

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Los perdedores no solo pierden sino que tienen que disculparse. Y lo tienen que hacer con sinceridad y estilo. Ahí tienen al canciller Willy Brandt un frío 7 de diciembre de 1970 hincando las dos rodillas ante el monumento conmemorativo del levantamiento del gueto de Varsovia. El gesto no estaba preparado: el plan era que Brandt, que combatió a los nazis, primero dentro de Alemania y luego desde el exilio, depositara una corona de flores. Pero la fotografía dio la vuelta al mundo, convirtiendo la “genuflexión de Varsovia” (Kniefall von Warschau)en categoría para describir este tipo de gestos.

Si el gesto de Brandt funcionó no fue solo por la sinceridad, sino porque reflejaba un cambio profundo en la política alemana: en esa visita, Brandt firmaba el tratado que reconocía la frontera de ambos países en la línea Oder-Neisse, poniendo fin a siglos de irredentismo y revanchismo. Hacia el oeste, otra fotografía, esta vez de François Mitterrand y Helmut Kohl de la mano el 22 de septiembre de 1984 en el aniversario de la batalla de Verdún, donde murieron casi 700.000 franceses y alemanes, cerró la reconciliación entre Francia y Alemania. Pero aquí también, si el gesto funcionó fue porque Alemania había emprendido una política de integración económica y política (la Comunidad Europea) y militar (la Alianza Atlántica) con sus antiguos enemigos.

En Asia las cosas han sido diferentes. EE UU y Japón se han reconciliado, qué duda cabe, hasta convertirse en socios y aliados. Pero ni el emperador Hirohito se disculpó públicamente con EE UU de un modo comparable al de Brandt (dicen los historiadores que MacArthur despreció un intento de hacerlo) ni EE UU ha pedido perdón por el lanzamiento de dos bombas atómicas. También se discute mucho sobre si las disculpas de Japón hacia China y Corea han sido sinceras o suficientes y quién es el responsable de que no funcionen: un soterrado nacionalismo japonés que emerge de tanto en cuando, o el nacionalismo de chinos y surcoreanos, interesados en mantener la hostilidad hacia Japón como elemento conformador de la identidad nacional. En Europa se ha pedido perdón y se ha perdonado. En Asia no se perdona. Perdonar es cosa de dos.

Publicado en la edición impresa del Diario ELPAIS el sábado 28 de mayo de 2016

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En estos últimos días y a raíz de la visita del Presidente Barack Obama a Hiroshima, se ha hablado mucho en los medios acerca del enorme sufrimiento infligido al pueblo japonés por el lanzamiento de aquellas dos bombas atómicas en agosto de 1945, así como de la supuesta necesidad de aquel acto militar. En primer lugar, debo decir que me siento defraudado por la fría opinión de muchos comentaristas conocidos y de muchos participantes en los foros digitales, que vienen a justificar sin grandes problemas morales la utilización de las armas atómicas para doblegar a Japón y conseguir un rápido fin de la II GM. Intentan convencernos de que Truman tomó entonces la mejor decisión posible, "ahorró" muchas vidas humanas (de soldados norteamericanos, por supuesto), dio término a la guerra del Pacífico de una manera drástica, y mostró al mundo entero (URSS incluida) su incontestable poderío militar. Ni una palabra sobre el horror desatado sobre la población civil nipona, ni sobre las trágicas consecuencias que se prolongarían durante décadas tras aquellos ignominiosos hechos. Con franqueza, me entristece y me preocupa la total carencia de sensibilidad mostrada por tantos tertulianos, algunos de ellos con clara responsabilidad pública (los de La Noche 24 H de TVE, por ejemplo).
En segundo lugar, y aunque el gesto del Presidente Obama le honra, me habría gustado que aprovechase la ocasión para pedir perdón por aquellos innecesarios y terribles golpes asestados a Japón hace ahora casi 71 años, cuando el país asiático estaba ya claramente vencido y suficientemente castigado (parecen haberse olvidado los masivos bombardeos sobre Tokyo con bombas incendiarias).
Y ya en tercer lugar, también quiero decir, por supuesto, que japón debería pedir perdón con toda humildad a China y Corea del Sur por sus incalificables actos imperialistas perpetrados durante los años 30 y durante la II GM.
La reconciliación y el perdón nunca están de más.

En España los franquistas no se disculpan, acusan.

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Sobre el autor

es Profesor de Ciencia Política en la UNED, director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations y columnista de EL PAIS desde junio de 2008. Su último libro “Asaltar los cielos: Podemos o la política después de la crisis” (Debate) se publico en abril de 2015. Ha publicado también "¿Quién Gobierna en Europa?" (Catarata, 2014) y "La fragmentación del poder europeo" (Madrid / Icaria-Política Exterior, 2011). En 2014 fue galardonado con el Premio Salvador de Madariaga de periodismo.

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