Noche agitada para el viajero errante. Obligaciones ineludibles de mi álter ego -es periodista- han hecho saltar a este blog de pueblo a pueblo y a ciudad, de autocar al tren y luego al autoestop para llegar a Valls ya casi de noche, en menos de dos horas y con una ligera trampa - la explicaremos más adelante. Con tanto trasiego nos olvidamos de hablar de Pedro Achim, un tipo con cara de pillo que emigró de Rumania a Horta de Sant Joan hace ya siete años. La relación ha sido magnética a primera vista: Achim tenía ganas de hablar, este blog le ha proporcionado conversación y resulta que el hombre, mecánico de profesión, se ha ofrecido a prestar su ayuda vinculada con la reparación de nuestro coche. Hombre amable, pero se ha equivocado de blog.
Pedro Achim, mecánico, se ofrece a reparar el coche inexistente de este blog.
Achim, de 45 años y originario de Transilvania, cumplirá una década viviendo en Cataluña cuando se acerquen las próximas elecciones. Cuenta que ya tiene la nacionalidad española por asuntos familiares pero todavía no se ha decidido a votar. "No creo que sirva de nada", concede. "Las cosas siempre van a ir igual". El inmovilismo catalán no es negativo de por sí: Achim asegura admirar el sistema democrático que se concretará en estas inminentes elecciones. Le parece mucho más saludable que el de su país. "Si no, seguiría allí", dice. Pero vive aquí, en Cataluña, con su mujer y sus dos hijos. Un chaval de 13 años y otro de 20 que hablan catalán como cualquiera.
Entre tanta adulación a la democracia del país cuesta entender qué molestia tiene en que las cosas siguen igual. ¿Hay motivo? "Nada, no entiendo de política, me paso todo el tiempo trabajando", cuenta Achim. Lo explica su compañero de trabajo: se trata de los discursos racistas, xenófobos y en contra de los inmigrantes, la tendencia de algunos políticos a ocultar el polvo siempre bajo la alfombra del que viene de fuera. Pero Achim no se molesta por él: sus hijos, que vinieron con 13 y 6 años, han tenido una educación mayoritariamente española y catalana, se han integrado con normalidad. Pero allí adonde van suelen seguir considerándoles inmigrantes. Pasarán aquí toda su vida, teme el padre, y nunca dejarán de ser 'los inmigrantes'. "¿Qué pasa?", lamenta el compañero de empleo. "¿Es que la condición de inmigrante no caduca nunca?".
Yo creo que es algo propio de todas las sociedades. En Francia siguen refiriéndose a los hijos de la segunda generación como inmigrantes - a menos de que jueguen al fútbol como los ángeles y se llamen Zidane-.
Publicado por: Aldrich | 17/11/2010 18:11:14
No creo que sea así. Yo soy de Cáceres y llevo 20 años viviendo en Barcelona. Me encuentro muy cómodo a pesar de no hablar catalán. Ningún barcelonés me lo ha afedo nunca, aunque mi mujer suele repetirme que es porque demasiados comparten la reflexión de Sostres: http://inconformista.wordpress.com/2008/02/04/parlar-espanyol-es-de-pobres/
Publicado por: Saúl | 17/11/2010 12:46:04
Llegué a Barcelona en mayo de 1977, con 19 años de edad. Estudié toda la carrera aquí, en la Universidad de Barcelona. He trabajado en el departament de salut (cuando se llamaba consellería). Trabajo en un hospital público, hablo y escribo perfectamente en catalán. Mis dos hijos han nacido aquí y están escolarizados, por lo tanto también hablan y escriben en catalán. Sin embargo, para mi jefe sigo siendo "la argentina" y a mis hijos los llaman "negros" porque su padre es mulato y ellos son color café con leche clarito. Para los catalanes, mucho más racistas y xenófobos de lo que ellos mismos quieren admitir, la condición de inmigrante no caduca nunca, es evidente!
Publicado por: Adriana | 17/11/2010 11:30:34