La cita es a las 6.30 horas de la mañana en el desangelado bar del hotel de Gandesa (Terra Alta). La recepcionista nos advirtió la noche anterior de que, a falta de transporte público, el mejor plan posible para recorrer los 20 kilómetros que nos separan de Horta de Sant Joan consiste en intentar seducir a los trabajadores que a primera hora de la mañana se arremolinan entre cigarrillos en el comedor del establecimiento. Hay una veintena. Todos hombres. Café, tostadas y algún vino excesivamente mañanero. Rostros ensombrecidos por el sueño. Conversaciones banales para romper el hielo: fútbol, mujeres, la dureza del madrugón laboral. Hasta que este forastero lanza la propuesta: ¿Alguien puede acercarnos hasta Horta de Sant Joan?
El autoestop es un medio de transporte complejo para una campaña electoral.
Los animados contertulios miran bruscamente al suelo. Otros giran el rostro hasta darle la nuca al interlocutor. Es la forma que tenemos de decir: “No, gracias, no apetece intimar más con usted”. Pero nadie lo dice. Hasta que a la segunda, el catalán se expresa más claro: hace frío, no son horas, nadie nos va a acercar a ningún lado. El consenso de los parroquianos es que el forastero contrate un servicio de taxi, lo que no entra en los planes de este blog.
Ni en campaña, supuesto periodo de reflexión y cierto hermanamiento colectivo, podríamos recomendar hacer autoestop en Cataluña. Menos aún en una campaña otoñal. Entre las frías sombras de las siete de la mañana, un barbudo poco agraciado –pueden comprobarlo en la fotografía que aparece en este blog- cargado con mochila, maleta para el ordenador portátil y un bloc de notas en el que garabatea frenéticamente, tiene más posibilidades de ser tomado por un huido que no un periodista en apuros.
En ocasiones requerimos ser forzados al extremo para que emerja la solidaridad. Ese es el plan: desplazarse al extremo del pueblo hasta la vía cuyo único destino es Horta de Sant Joan. Desde allí, atracar a los vehículos a mano armada. Para entendernos, sopla un viento helado de levante que congela las extremidades y otras partes del cuerpo. Lo suyo sería encontrar un medio de transporte en un lapso de tiempo relativamente breve, vamos. La primera furgoneta se para y se presta a la discusión. No nos llevarán pero acceden a revelarnos la mejor ruta a pie: “Hay que subir la montaña y volverla a bajar”, dicen. El itinerario propuesto tarda cuatro horas y media en recorrerse. ¿Hay que agradecer el consejo? Se agradece.
Una veintena de vehículos después, el pulgar congelándose en la nada, el único coche que se detiene exhibe la sirena centelleante de los Mossos d’Esquadra. Interrogatorio incómodo. Identificación. “¿Sabe que está prohibido hacer autoestop?”, intimida el agente. “Deberíamos sancionarte con una multa”. Cuesta que un barbudo dé lástima pero tampoco es imposible. Minutos más tarde, después de que los agentes nos desearan suerte sin multas de por medio, después de que nos advirtieran que nadie d ela comarca osará subir a su coche a un desconocido, aparece nuestro salvador.
Didac, electricista de 22 años que vive en Mora d'Ebre y recorre cada día 4o kilómetros -unos 45 minutos- para ir a trabajar a Horta, es un fornido rubio de ojos azules y aspecto atractivo. Hubiera hecho pellizcarse a más de una joven periodista en nuestro lugar. Todo un príncipe azul que acude al rescate en el desierto: hemos tardado unos 90 minutos -todo un partido de fútbol- y 57 vehículos en encontrarle. En época electoral surge la curiosidad de saber a qué formación política pertenece esta clase de hombres buenos. Los que se remontan a la posibilidad de que los Mossos podrían multarle por subirnos al vehículo. "Te he visto en apuros y cómo no me iba a parar", resume el joven.
Didac, el conductor que nos ha trasladado a Horta de Sant Joan, no confía en los políticos.
Didac es un mileurista cuyos recursos le obligan a convivir con sus padres, no votó en las autonómicas de 2006, las primeras en las que tuvo derecho a sufragio. Tampoco votará en las del próximo día 28. “Los jóvenes ya no nos creemos nada ni a nadie. Los políticos no incitan al voto, solo miran por su bolsillo y pasan de los ciudadanos”, razona. Didac se despide en la plaza principal de Horta de Sant Joan con una última queja. “¿A algún político le importa que pueda independizarme de casa de mis padres? ¿Mejorar los sueldos de la gente y nuestra calidad de vida? Aquí estamos solos. Nadie defenderá nuestros intereses”. Lo dice un buen hombre.
Hay que enseñar el dedo a 57 coches para que alguien se digne a llevarte? Joder, como está el percal...
Publicado por: Aldrich | 16/11/2010 15:20:42