Anécdotas para generar noticias son las que leemos estos días sobre el comercio electrónico de productos frescos en China. Yihaodian, el portal del que WalMart tiene una parte significativa del capital, batió el récord del mundo en velocidad de venta de leche hace poco. Los productores de carne estadounidenses están vendiendo sus productos online en China. En el mismo portal, TMall, en la sección de frescos ahora están promoviendo una promoción con New Zealand Trade and Enterprise (NZTE) permite comprar marisco de Nueva Zelanda y tenerlo en casa, en China, en 3 días.
El proceso obvio y lógico, no por ello menos es menos impactante. La llegada del comercio electrónico a los perecederos es aún anecdótica y un aviso sobre cómo las cadenas de valor y distribución podrían cambiar y con ello los roles de los actores en las mismas. El importador normalmente ha venido siendo un agregador de demanda (y oferta) y financiador de toda la cadena. Acordeón del sistema y amortiguador de riesgos. Sigue siendo poderoso. Cuidar y mimar al importador aún es una de las tareas más importantes del exportador.
A medida que el consumidor puede decidir directamente qué comprar, cuándo, de qué procedencia y a qué precio, y puede financiar la compra, está asumiendo adiciones de valor que antes procedían del importador. El distribuidor, el que conectaba con los clientes finales, se encuentra aquí con una oportunidad pues puede arbitrar y ayudar a que los consumidores ahorren desintermediando. Al menos, a nivel teórico. En la práctica el importador sigue teniendo un rol clave a nivel legal, fiscal y sanitario. Un rol más operativo y burocrático, menos estratégico. Un rol que solo sería cuestión de tiempo que desaparezca. Pero los importadores también pueden integrase verticalmente como distribuidores, aunque parece más complicado porque por naturaleza están especializados en una categoría de productos, en general.
Es es la transformación que se está produciendo. Lo impresionante de que el consumidor chino compre el marisco de Nueva Zelanda para tenerlo en tres días en su cazuela, es cómo podría cambiar la cadena de valor, y con ello la concepción actual del mundo a muchos niveles. Un escenario más que plausible y que debería caer casi por la fuerza de la gravedad. Pero no lo hará de manera tan rápida ni natural porque los intereses políticos, de grupos de presión, sanitarios, logísticos, las inercias... hacen verdaderamente difícil que el proceso pueda ir más deprisa.