La contaminación del transporte público se podría reducir drásticamente a corto plazo con tecnologías ya disponibles.
El anuncio de la Comisión Europea de prohibir los coches de combustión (gasolina y diésel) en las grandes ciudades a partir de 2050 cuenta con muchas posibilidades de pasar a la historia como otro ejemplo de propaganda política ‘low cost’. No tiene valor legislativo, ni mucho menos dotación presupuestaria para llevarlo a cabo y es más bien un intento de tirar la pelota hacia delante para que parezca que se hace algo. Si hace apenas cinco años, el coche eléctrico dormía en el trastero de los proyectos fallidos y ahora empieza a ser una realidad, marcar objetivos a tan largo plazo cuando es imposible saber como serán las tecnologías del transporte en 2050 es solo ciencia ficción. Y confirma esa costumbre tan habitual en los políticos que consiste en poner deberes a los demás sin hacer primero los suyos.
La realidad es que aparte de los peajes y restricciones al uso del vehículo privado que ha liderado Londres, hay también otras soluciones fáciles y viables a corto plazo para mejorar la calidad del aire en las ciudades y reducir la dependencia del petróleo. Bastaría con que se hicieran obligatorias en los modelos nuevos, porque la industria del automóvil tiene una buena paleta de tecnologías que pueden reducir las emisiones de forma inmediata. Y sería una solución de transición mientras el coche eléctrico y en general la electrificación del transporte en superficie alcanza su madurez comercial, es decir hasta que estos vehículos tengan precios competitivos y haya redes de recarga masivas y operativas.
Autobuses urbanos menos contaminantes
El primer objetivo de la Comisión debería ser dar ejemplo promoviendo un transporte público sostenible, tanto individual (taxis) como colectivo (autobuses): sus emisiones conjuntas pueden suponer más del 30% del total de las que produce el transporte en las grandes ciudades. Además, al tratarse de flotas muy concretas, la implantación de mejoras es mucho más fácil y económica que en los vehículos particulares. Solo en 2010, los 2.100 autobuses de la EMT (Empresa Muncipal de Transporte de Madrid) recorrieron más de 100 millones de kilómetros. Y los 1.610 con motores diésel recorren siete millones de kilómetros al mes y suponen el 84% del total. El cambio, aunque fuera sólo hacia autobuses de GNC (gas natural comprimido) como las 465 unidades que ya circulan, permitiría reducir al menos un 20% sus emisiones de CO2, y también los óxidos de nitrógeno y sobre todo las partículas, los contaminantes más nocivos para la salud y principales responsables de la ‘boina negra’ que nos cubre en los días de inmersión térmica.
Start&stop para los taxis
Otras solución disponible para reducir hasta un 10% las emisiones de los taxis es tan fácil y barata que cuesta entender a que se espera para aplicarla. Bastaría con hacer obligatorio el sistema Start&stop, que para el motor mientras el coche está detenido en los semáforos y atascos. Esta tecnología puede rebajar hasta un 12% el consumo en ciudad, sobre todo cuando se circula a menudo en horas punta y en días con mucho tráfico. El coste real es muy asequible y fácilmente amortizable, unos 300 euros, y bajaría a menos de la mitad si la UE exigiera que todos los coches nuevos lo llevaran de serie. Hay incluso fabricantes de componentes que podrían ofrecer el dispositivo en un kit para montarlo en los taxis y autobuses actuales.
Taxis híbridos enchufables
Tras estos dos primeros pasos que se podrían empezar a implantar de forma inmediata, los taxis actuales deberían sustituirse a partir de 2013 por modelos con mecánicas híbridas enchufables (plug-in) a medida que vayan cumpliendo su ciclo de vida. Esta tecnología sería la solución de transición hasta que los eléctricos ofrezcan autonomías viables para dar este servicio, como proponen prototipos como el Milano Taxi desarrollado por VW, que anuncia 300 kilómetros de radio de acción entre recarga y recarga. Los taxis de las grandes ciudades como Madrid y Barcelona recorren entre 250 y 300 kilómetros diarios —de 500 a 600 en doble turno— y las baterías de los modelos ‘plug-in’ apenas sirven de momento para los 30 o 40 primeros: después el coche sigue circulando con su motor, de gasolina o diésel. Sin embargo, una red de postes de recarga en las paradas de taxi podría reducir a la mitad el uso del motor convencional y las emisiones bajarían en la misma proporción.
Autobuses urbanos híbridos
Las mecánicas híbridas -motor de combustión y motor eléctrico- mejorarían de forma importante la eficiencia de los autobuses urbanos, que se pasan la jornada acelerando y frenando entre parada y parada. Podrían utilizar un motor de combustión adaptado para gas natural comprimido (GNC) y apoyado por el Start&stop, que evitaría contaminar cada vez que se detienen a recoger pasajeros. Además, los sistemas de recuperación de la energía de los frenos serían muy eficaces para recargar las baterías y el motor eléctrico de la mecánica híbrida aportaría impulso al de combustión cada vez que se arranca desde parado, que es cuando más se gasta y contamina.
Estas soluciones son las más sencillas, baratas y viables para reducir de forma rápida las emisiones del transporte público en superficie y permitirían cubrir el período que va desde ahora hasta 2013-2015, que es para cuando se espera una llegada masiva de coches eléctricos con 200 o más kilómetros de autonomía y precios de verdad competitivos. Entonces sería el momento de fomentar el cambio intensivo del automóvil privado hacia la movilidad eléctrica, siempre que las administraciones públicas hayan desarrollado una red de recarga completa y viable. Entretanto, habría que seguir avanzando también en la promoción de la bicicleta para trayectos cortos, la ampliación de las zonas peatonales, las limitaciones de acceso a los modelos más contaminantes, y otras como el tranvía en las zonas que lo permitan -ocupa mucho espacio y sólo es válido para avenidas amplias- y sobre todo el metro. Y es que salvo que aparezca algún avance tecnológico sorprendente, el camino más rápido para reducir las emisiones contaminantes pasa por actuaciones puntuales que ayuden a lograr la máxima eficiencia energética en todos los sujetos que las producen.