Con arte y sonante

Sobre el blog

En un mundo de liquidez casi ilimitada, en el que los bancos centrales dan al botón de imprimir billetes a la misma velocidad que Billy el Niño desenfundaba su revolver, los ahorradores (que hoy en día somos todos) han redescubierto el valor de los activos tangibles y limitados.
O sea, que empiezan y acaban. Metales preciosos, arte contemporáneo, antigüedades, vinos, coches de colección, diamantes. Bienes que a su escasez y potencial económico aportan su carácter material. Bienes con arte y sonantes.

Sobre el autor

Miguel Ángel García Vega

Periodista y modesto coleccionista de arte contemporáneo, Miguel Ángel García Vega lleva más de 15 años escribiendo en EL PAÍS. A veces de finanzas, a veces de sociedad, a veces de arte, pero siempre conectando la vida y los números. Este blog quiere ser una piedra de Rosetta con el que entender el universo de los bienes tangibles, que en ocasiones parece, como el mundo, ancho y ajeno.

China tumba a Picasso

Por: | 27 de febrero de 2012

CHINA

China lo quiere todo. El gigante asiático, que ya controla muchas facetas del mundo económico, ahora, por segunda vez en su historia, lidera el mercado del arte moderno y contemporáneo. Los efectos combinados de una pujante oligarquía de multimillonarios, que se lanza a coleccionar frenéticamente, apoyados en fondos de inversión especializados están produciendo situaciones inimaginables hace pocos años.

El mercado del arte en China creció nada menos que un 49% en 2011, según explica la consultora Artprice en su estudio Art Market Trends 2011. Pero esto solo es el principio del comienzo. El 41% de todos los ingresos generados en subasta en el mundo proceden del coloso asiático y además ha conseguido colocar a seis artistas chinos entre los diez más caros en subastas el año pasado. ¿Quiénes? Apunten. Zhang Daqian, Qi Baishi, Xu Beihong, Wu Guanzhong, Fu Baoshi y Li Keran. ¿Le suenan? No. Es normal. Son artistas de renombre, pero sobre todo localmente. Sigamos.

Lo singular del mercado del arte chino (en el que hay que separar, al igual que en el occidental, precio y calidad de la obra, pues no siempre coinciden) es que ha logrado desbancar a Pablo Picasso. Desde 1989, nos recuerda la consultora Artprice, el genio malagueño ha ocupado 17 veces el primer puesto del pódium del artista más caro vendido en subasta. De hecho, lo ha sido trece veces en los últimos catorce años. Pero ahora resulta que no solo fue superado por dos creadores chinos semidesconocidos para la mirada occidental, como Qi Baishi o Zhang Daqian, sino que, por cotización, está incluso por detrás de Andy Warhol. Por primera vez en 21 años Picasso no se sitúa entre los tres primeros dentro de este ranking económico.

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Esto tiene una lectura muy interesante. Nos cuenta el enorme empuje del mundo oriental y de los famosos BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), y también evidencia la gran velocidad a la que está cambiando el mapamundi de la prosperidad económica.

Y ahora una pregunta que muchos se harán. ¿Quién paga 550 millones de dólares el año pasado por las obras de Zhang Daquian (1899-1983)? ¿Quién desembolsa 510 millones por Qi Baishi (1864-1957)? Casi todos son coleccionistas chinos (y algún fondo de inversión). Por lo tanto, es la propia demanda del país –tal fuerza tiene– la que está disparatando los precios. No es extraño que la feria de Basilea abra sucursal este año en Hong Kong. Saben dónde está en nuestros días el dinero.

 

Foto superior: Lotos (detalle). Pintura del pintor tracionalista Zhang Daqian vendida en Sotheby's Hong Kong por 21,8 millones de dólares. Récord del artista.

Foto inferior: Langostinos, de Qi Baishi. Tinta sobre papel.

Los diamantes viven un 'boom'. ¿Hay que preocuparse?

Por: | 24 de febrero de 2012

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Iluminados por una luz blanca y fría, los diamantes brillan como si sus enlaces de carbono estuvieran formados por millones de destellos. Esta es la idílica imagen que el Consejo de Administración de De Beers –el mayor productor de esta gema en bruto del mundo– tiene en mente cada vez que habla de sus piedras preciosas. Le sobran los motivos para su particular alegría. La demanda de diamantes sin tallar fue “excepcional”, aseguran, el año pasado. El grupo vendió piedras por valor de 7.400 millones de dólares (5.500 millones de euros). Y su división de trading (Diamond Trading Company), que se ocupa de comercializar las gemas en bruto, logró la segunda cifra de ventas más alta de su historia: 6.500 millones de dólares (4.800 millones de euros). Un 27% más.

En una nota remitida por la compañía, De Beers señala que se ha beneficiado de unos niveles de producción inusualmente bajos y de “un tirón excepcional de la demanda”. Así, los beneficios antes de impuestos del grupo se fueron a los 1.422 millones de dólares, un 37% superior al año pasado. De hecho, los precios de los diamantes subieron el 29% y la demanda entre un 11% y el 13%.

Lo interesante de estos números es que cuentan mucho más de lo que parece. Avanzan, por ejemplo, que los meridianos económicos del planeta se han desplazado irremisiblemente al este. La demanda de la joyería china, que está siendo, según De Beers, “particularmente fuerte”, y el boom de la India explican buena parte de esas ventas y de esos beneficios. Pero también son un indicador social. El hecho de que crezcan las ventas de estas piedras en naciones emergentes evidencia, no solo una fuerte fragmentación entre una casta rica y otra pobre, como sugiere la discutible lógica económica de esos países, sino también la aparición de una creciente clase media que puede acceder a las gemas e impulsar la demanda. No es que pocos compren mucho (como sucede con otros bienes de lujo) sino que bastantes están comprando dentro de sus posibilidades. Hay que recordar que en gran parte de los países del sudeste asiático el oro y los diamantes son parte inherente de su identidad cultural.

Junto a estas compras por razones socioculturales, también hay una demanda puramente especulativa, que en 2011 ha sido muy fuerte pero que se atemperará en 2012 por las malas perspectivas globales de crecimiento de la economía mundial. Aun así, “a medio y largo plazo los fundamentales de la industria serán positivos en términos de consumo y demanda, impulsada por los mercados emergentes chino e indio”, apunta una fuente de De Beers recogida por The Wall Street Journal.

Mugabe entra en escena
Sin embargo, los diamantes, como activos, nunca han sido neutrales. A pesar del Proceso de Kimberley (PK), un organismo creado en 2003 que intentaba poner fin al tráfico de los diamantes de sangre –aquellos que se utilizaban para financiar conflictos y guerras–, muchos de ellos siguen despertando dudas. Una mala imagen y una preocupación real que ha aumentado al saberse que Robert Mugabe, presidente de Zimbabue, volvía a tener permiso –desde 2009 no podía hacerlo– para vender estas gemas en el extranjero. En principio, podría comercializar en los próximos meses cuatro millones de quilates procedentes de sus minas de Marange (consideradas unas de las más productivas), que están situadas al este del país.

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Si De Beers no lo remedia –ostenta una especie de monopolio de facto del mercado a escala planetaria, al controlar el 40% de la producción– habrá más piedras en las vitrinas de los comercios y bastantes, aunque no sean responsabilidad del grupo diamantífero, procedentes de Zimbabue, lo que ha puesto en tensión a diversas ONGs y expertos ante la llegada de esos, para muchos, aún sospechosos diamantes africanos. Así que si tiene la suerte de comprar un diamante (o que se lo regalen), extreme los controles sobre su origen y los certificados acreditativos. No sea que, sin quererlo, en vez de un símbolo de amor y compromiso pueda estar regalando uno de dolor y sufrimiento.

El tesoro del Odyssey valdría 142 millones de euros

Por: | 22 de febrero de 2012

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El cargamento de monedas de oro y plata que albergaba Nuestra Señora de las Mercedes tiene un valor numismático que oscilaría entre 102,1 y 142,5 millones de euros. Al margen, claro está, de su valor más intangible y valioso: ser parte del patrimonio y de la identidad de un país.

Esa horquilla es la primera estimación –bien es cierto que algo a vuela pluma– que han podido establecer los expertos, pues aún subyace la duda del número exacto de monedas recuperadas por la empresa de cazatesoros Odyssey así como su estado de conservación. “No se sabe lo que se llevaron, por lo tanto es muy difícil saber lo que van a devolver”, apunta con ironía Jesús Vico, uno de los pesos pesados de la numismática española. 

Pese a estas dudas, sí se pueden plantear unos números aproximados que nos guían através del tesoro y su importancia económica. Las monedas que transportaba La Mercedes, por lo que se conoce, eran de dos tipos. Escudos de a 8 de oro de Carlos III y reales de a 8 en plata, también de Carlos III. En principio, y haciendo una proyección bastante generosa, solo el 10% de las monedas que transportaba eran de oro (ver fotografía), ya que la mayoría estaban acuñadas en plata. Y este metal y la mar se llevan bastante mal.

Hasta conocer más detalles, los cálculos que maneja el sector están construidos teniendo en cuenta 594.000 monedas (cifra aportada por El PAÍS), distribuidas según el porcentaje anterior entre oro y plata. Pero no nos despistemos. Estábamos en el mar. Después de más de 200 años sumergidas, las monedas de plata podrían haber perdido por acción del agua salada más de un 20% de su peso, calcula Jesús Vico. O sea que de sus 27 gramos iniciales por pieza habrían pasado, de media, a 21,6 gramos.

Más de 11 toneladas de plata
Muy bien. Este es el paisaje de partida. Ahora las cifras llegan a la mar. En su estado de conservación “normal”, los reales de plata tienen un valor en el mercado que oscila entre 80 y 100 euros. Para el primer precio, y aplicado a 534.600 monedas (90% del total), nos darían 42,7 millones de euros y para el segundo obtendríamos 53,46 millones. Y si transformamos la plata en kilos y descontamos ese adelgazamiento del peso en las monedas, entonces tendríamos que el pecio contenía 11.547 kilos de plata (11,54 toneladas), que trasladados a dólares (la divisa de referencia con la que cotiza este metal) suponen que la plata por sí vale 13,96 millones de dólares (10,50 millones de euros). Y si no le atribuimos ninguna pérdida de material (lo cual es mucho suponer) nos daría 16,75 millones de dólares (12,64 millones de euros).

¿Y los escudos de oro? Si partimos de ese 10% –en los tesoros siempre hay que dejar un mínimo margen al optimismo– trabajaríamos con 59.400 monedas, con un valor en el mercado numismático (según su estado de conservación y acuñación) de entre 1.000 y 1.500 euros por pieza. Para la horquilla inferior hablaríamos de 59,4 millones de euros y para la superior nos colocaríamos en 89,1 millones. Aplicando nuestra particular piedra filosofal y sumadas las partidas de oro y plata en su margen superior e inferior tendríamos esos números iniciales de 102,1 y 142,5 millones de euros.

Estas son las cifras más aproximadas que se pueden establecer. Ahora hay que esperar a la llegada de las monedas, en principio prevista para la próxima semana. Entonces veremos sí de verdad es oro todo lo que reluce.

Los millonarios huyen del dinero

Por: | 20 de febrero de 2012

AFPA veces, el pasado es una noticia que impacta en el presente. Se supo hace pocos días a través de un despacho de Reuters. Irán está utilizando oro para comprar trigo. Acorde con las fuentes que cita la agencia habría adquirido unas 200.000 toneladas de este cereal –otras voces hablan incluso de 400.000, una cantidad muy elevada– procedente de proveedores privados estadounidenses y australianos.

Es la forma que el régimen de Teherán ha encontrado para evitar las sanciones que le ha impuesto parte de la comunidad internacional y que le complican mucho la vida a la hora de obtener divisas (euros y dólares) para pagar las importaciones. No es fácil saber exactamente la cuantía ni los montantes, ni siquiera la moneda concreta utilizada, puesto que este tipo de operaciones suelen pasar por intermediarios suizos y en el país helvético la discreción es una forma de vida.

Sin embargo, el sector maneja la hipótesis de que Irán se enfrenta a unas cosechas inferiores a las previstas, lo cual complica su autoabastecimiento. Por lo tanto, en las próximas semanas estará obligado a adquirir otros cereales y productos, y para ello mirará sobre todo a Canadá, Australia y Kazajistán (con quien mantiene buenas relaciones). Irán podría pagar unas veces con oro y otras con petróleo.

El papel vale menos
Una de las muchas lecturas que nos deja esta noticia es la confirmación (si hacía falta) de esa especie de esperanto planetario en el que se ha convertido este metal precioso. Pero lo interesante es que su influencia abarca desde los valles iraníes a las tiendas de lujo del barrio de Salamanca de Madrid. En las últimas semanas ha sido un mensaje recurrente en la prensa lo bien que se está comportando el mercado del lujo en España. Algunos expertos lo atribuyen a las compras de turistas, sobre todo rusos y asiáticos. Pero no todo el mundo lo ve así.

“Aunque estos compradores extranjeros seguro que han contribuido al aumento del consumo, creo que la gente con dinero lo está gastando por que es consciente de la pérdida del poder adquisitivo del papel moneda”, analiza Emilio Álvarez, fundador del fondo de capital riesgo especializado en metales preciosos Vortex Capital, que tiene sede en Hong Kong. Y se explica. “Sucede algo similar a como cuando Argentina o Brasil sufren hiperinflación. Las personas cobran el sueldo y lo gastan inmediatamente. Quizá no porque necesiten leche, azúcar, café o arroz, por ejemplo, para consumir en el mismo día, pero sí porque saben que si tardan uno o dos días les costará un 20% más. Entonces constituyen stocks de comida y bienes de primera necesidad. A otra escala, los ricos están haciendo lo mismo”.

Y es que de fondo surge, otra vez, el riesgo de inflación. Es verdad que en los países occidentales las políticas tan férreas del control del gasto están empezando a producir presiones deflacionista, pero “existen movimientos inflacionistas muy serios en China, India o Brasil”, advierte Emilio Álvarez. ¿La causa? “Están importando la inflación de activos debido a la paridad fija de sus divisas con el dólar”. Y, además, tienen que subir los salarios a su población para mantener el poder adquisitivo. ¿Resultado? La globalización y los países emergentes han sido en las últimas décadas una fuente de contención de la inflación, sin embargo, a partir de ahora, la exportarán a Occidente. Y en este escenario el oro es el gran ganador.

Foto: AFP.

¿Alguien ha visto un 'barceló'?

Por: | 17 de febrero de 2012

Giorgione_Felanitx_Giorgione_FelanitxLos mitos de nuestro tiempo gozan de las prebendas de su estatus. Desde muy joven, Miquel Barceló (Felanitx, Mallorca, 1957) ha vivido entre el aplauso más incondicional y la crítica más férrea. No así sus precios, que siempre han sido muy elevados; “salvajes”, como reconocía a EL PAÍS en una entrevista María de Corral, exdirectora del Museo Reina Sofía. De hecho son tan altos que resultan prohibitivos hasta para el propio artista.

Muy pocos saben que mientras pudo Barceló fue adquiriendo en subastas algunas de sus propias obras. Como el imponente Giorgione a Felanitx, una pintura pintada sobre la arena de Cala Marçal (Mallorca) de gran formato (300 x 200 cm), muy querida para él pues es una pieza de juventud (la pintó con 27 años) que nos habla de uno de sus pintores fetiche. La tela se encontraba a la venta en la primera exposición individual que la galerista Juana de Aizpuru le dedicó en su espacio madrileño de la calle Barquillo en 1984. Pero sus precios han subido tanto en los últimos años que resultaban inabordables hasta para el propio artista. Y tuvo que dejar esta estrategia de recomprar algunos cuadros que para él tenían un significado artístico especial.

Celoso de sus cerámicas
Barceló siempre ha tenido, como la mayoría de los creadores (Damien Hirst bien pudiera ser una excepción), una relación distante con el mercado del arte. Muy celoso de sus obras y de su trabajo, él mismo ha reconocido que a veces escondía sus piezas a los galeristas cuando le visitaban en el estudio para evitar venderlas. Esto le sigue ocurriendo con sus soberbias cerámicas. Le cuesta muchísimo desprenderse de ellas. Por eso son tan buscadas por sus coleccionistas. Trabajador incansable (puede estar más de 10 horas frente a la tela), produce bastante pero cede poca obra a sus galerías.

Esa escasa producción y la elevada apetencia por su trabajo (apoyado también en una especie de mito alrededor de su persona) son algunas de las razones (además de la calidad de la obra) que explican que un comprador anónimo pagara en la sala de subastas Christie’s de Londres unos 4,4 millones de euros por el lienzo Faena de multa (160 x 196 cm). Así se convirtió en el artista vivo más cotizado de nuestro país. Y uno de los pocos, junto a Antonio López, por el que se pagan cifras muy fuertes. Pero ¿por qué hay tan pocos españoles que tengan esos precios? La explicación estriba en que los grandes coleccionistas son extranjeros y son ellos quienes imponen el ranking. Si hubiera pesos pesados españoles no duden de que hablaríamos de otro escalafón artístico (en términos de cotización).

Por esta razón, los artistas chinos –muchos de ellos desconocidos fuera de su país– tienen algunas de las cotizaciones más elevadas del planeta. Aunque solo sean localmente famosos y no tengan presencia en instituciones o museos de primer nivel. Ni, desde luego, refrendo crítico. Da igual. No hay mayor coleccionista estos días que el gigante asiático. (Pero esto es otro post).

Giorgione a Felanitx (Miquel Barceló). Fotografía: Bernardo Pérez/El País.

 

Cómo comprar talento en Arco

Por: | 15 de febrero de 2012

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Solo un 0,1% de todos los artistas activos en el mundo llega a las salas de subasta, dicen los expertos. Es decir, tienen demanda en ese mercado secundario. Lo cual no significa que no haya excelentes creadores fuera del circuito que une galerías y subastas. Al contrario. Ahora bien, tampoco se puede hacer la reflexión inversa. El mercado, las cotizaciones y un trabajo de calidad van a veces de la mano. Tan equivocado es mirar el toro solo desde un lado de la barrera como desde el otro.

Si uno de los indicativos (podríamos discutirlo, claro) que avalan la calidad de un artista es su presencia en los grandes centros mundiales del arte, por ejemplo, MoMA, Tate, Guggenheim, Reina Sofía, Pompidou, nos damos cuenta de que la gran mayoría de los creadores allí programados tienen presencia en galerías comerciales y en salas de subastas. Hagan la prueba y analicen sus programas de unos años a esta parte. ¿Esto es bueno o malo? No hay dogmas de fe. Una vez más, cada uno debe hallar su respuesta. Para algunos puede ser una prueba añadida de que estamos en una economía de mercado que lo fagocita todo y para otros todo lo contrario.

Pero lo interesante de ese 0,1% es que aún se hace más pequeño si intentamos averiguar qué artistas pasarán el filtro del tiempo y aparecerán en los libros de textos de nuestros hijos o nietos. Entonces, la operación se complica de forma maltusiana. ¿Cómo descubrir ese 2 x 2 del talento?

A cualquier coleccionista y experto que se le pregunte dará su particular lista de creadores. Y la mayoría reconocerá que en una década no surgen más de diez nombres de verdadero peso mundial. Y si es Charles Saatchi –quizá el coleccionista que menos simpatías despierta en el creciente mundo del arte contemporáneo– aún será más tajante. “Los libros generales de arte de 2015 procederán con la misma brutalidad con la edición del siglo XX como lo hacen con casi todos los demás siglos. Los artistas, excepto Jackson Pollock, Andy Warhol, Donald Judd y Damien Hirst, no serán más que una nota a pie de página”. ¿Tendrá razón?

Un puñado de consejos
Todas estas reflexiones surgen cuando hoy se inaugura para los coleccionistas Arco. Y ya se sabe que la calidad de una feria comercial (que es un espacio, sobre todo, de compra y venta) la definen las galerías que participan. En la propuesta madrileña falta gran parte de esa aristocracia mundial (Marian Goodman, Gagosian, Barbara Gladstone, Hauser & Wirth, Metro Pictures) pero esto no quiere decir, ni mucho menos, que no haya artistas o trabajos muy interesantes. Simplemente hay que pasar más veces el cedazo de la selección para distinguir el grano de la paja. Y para eso valga un puñado de consejos:

1º Compre obras, no firmas. Un gran artista tiene piezas de mayor o menor interés. Al igual que un novelista nunca escribe la misma novela.

2º Busque asesoramiento de confianza. Un galerista, un crítico o bien otro coleccionista pueden serle de gran ayuda.

3º A veces una obra que puede parecer cara sale barata. Muchos coleccionistas recuerdan sus mejores piezas como aquellas en las que hicieron un gran esfuerzo económico.

4º No compre de oído —a ese artista que está en boca de todos¬—, sino a quien le convenza por su trabajo.

5º Hable, pregunte, pida precios. Las galerías están deseosas de atender al cliente e incorporar savia nueva.

6º Si tiene paciencia, no compre durante el primer año que quiera entrar en este mundo. Dedique ese tiempo a ver exposiciones, museos, leer revistas especializadas. O sea, a formarse.

7º Aprenda a distinguir entre una propuesta de un artista sólido y lo que bien podríamos llamar creadores de ocurrencias; estos últimos en demasiadas ocasiones copan la atención de los medios.

Y si tiene aún dudas de cómo reconocer a un gran creador, recuerde la brillante definición de María de Corral, quiera fuera directora del Museo Reina Sofía: “Un gran artista es aquel que entendiendo su propio tiempo es capaz de adelantarse a él”. Chapeau.

Un veinteañero con cotización velazqueña

Por: | 13 de febrero de 2012

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 Jacob Kassay. Untitled (2011). Foto: Fabrice Gousset/Cortesía: Art: concept (París).

Para mucha gente, el arte contemporáneo, parafraseando a Winston Churchill, es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma. ¿Por qué un pintor de menos de 30 años, poco conocido para la mayoría, que se llama Jacob Kassay tiene una obra proporcionalmente más cara que le de, por ejemplo, el taller de Velázquez?

¿Por qué un óleo de un artista que forma parte del canon de la historia universal del arte como Giambattista Tiepolo acaba de alcanzar su precio máximo en subasta en casi seis millones de dólares y Damien Hirst, cuyas obras se cuentan por miles (como sus célebres pinturas de puntos), y que todavía no ha pasado el filtro del tiempo, vende un cráneo humano recubierto de 8.601 diamantes por 99 millones de dólares? Y, claro, ni que decir tiene que Damien Hirst no crea personalmente sus obras, para eso tiene a más de cien trabajadores distribuidos por diversos talleres de Inglaterra.

La respuesta tal vez sea porque el arte trata de la vida y el mercado del arte, de dinero. Damien Hirst dixit. Sin embargo, entre tanto ruido, el arte contemporáneo, y en menor medida el antiguo, ofrece excelentes oportunidades para combinar las posibilidades de inversión con lo que podríamos llamar el dividendo del disfrute. Es un negocio, como dicen los anglosajones, win-win.

Récord de ventas para 12.400 artistas
El mercado del arte evidencia una fortaleza que ya la quisieran para sí otros sectores. El año pasado las casas de subasta hicieron la mayor caja de su historia: 11.500 millones de dólares (8.670 millones de euros), según la consultora Artprice. ¿Dónde está la crisis? A ciertos niveles y para determinados artistas no se ve por ningún lado. Más de 12.400 creadores lograron en 2011 su récord de precios en subasta. Esto evidencia la voracidad del mercado y la llegada continua de firmas. Eso sí, muchas veces al mismo tiempo que llegan desaparecen. Lo cual es una muestra de la volatilidad de este mundo, aunque si se sabe manejar también es una oportunidad.

La gestora Castlestone cuenta que si a una cartera le incorporas (manteniendo el mismo nivel de riesgo) un 20% de activos de arte los beneficios suben el 10%. Es más, aseguran que el arte bien gestionado tiene un comportamiento similar al oro, y ya sabemos los niveles de revalorización que disfruta este metal precioso desde hace casi tres años.

Pero volvamos a Velázquez y a Jacob Kassay. Del primero nada hay que explicar. Del segundo, mucho. Americano, de 28 años, su trabajo se basa en óleos pintados con sedimentos de plata que confieren a la pintura un aspecto de espejo opaco. Obras, según la crítica, muy atractivas y conceptualmente interesantes. Sigamos. Su galería principal es la neoyorkina Eleven Rivington, cada vez más pujante en el circuito de galerías emergentes. Pues bien, sus óleos (tienen un tamaño medio de 122 x 94 cm) que hace a penas dos años se podrían comprar por unos 8.000 dólares (6.000 euros) en Eleven Rivington han llegado a alcanzar en subasta en diciembre de 2011 los 240.000 dólares (181.000 euros). Hablamos de una rentabilidad en ese lapso de tiempo tan corto del 3.000%. ¿Se les ocurre algún activo clásico que de tanto? Su apreciación es tan elevada en el mercado que siete de sus telas –acorde con Artprice– están entre los diez lotes más caros vendidos en subasta en 2011 por un artista de menos de 30 años.

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Taller de Diego Velázquez, Retrato de Don Diego de Acedo, El Primo. Foto: cortesía Christie's.

Y el genio de Velázquez, ¿qué pinta en todo esto? Pues en términos de mercado menos de lo que se podría esperar. El 25 de enero un óleo (Retrato de Don Diego de Acedo, El Primo; de 105,7 x 85,1 cm) del maestro español se subastó en la sala Christie’s de Nueva York por 578.500 dólares (436.000 euros), por debajo del mínimo estimado (600.000 dólares). Aunque no sea una obra de primer nivel dentro de su producción, y se atribuya a su taller, ¿qué tiene más lógica: pagar 600.000 dólares por un Velázquez menor o 240.000 por un buen Kassay? Cada uno tiene que encontrar su propia respuesta. Dependerá de los objetivos y de los fines de la colección y del coleccionista. Se podrá argumentar, claro, que al proceder del taller le quita bastante valoración, desde luego es así, pero hay más ejemplos que nos dejan dudas.

En diciembre de 2011 se vendió en la casa de subastas londinense Bonhams una pintura recientemente descubierta de Velázquez (Retrato de un caballero, de 47 x 39 centímetros) por 3,46 millones de euros. El comprador, Otto Naumanann, de la galería Alfred Bader Fine Arts (Milwaukee, Estados Unidos), declaró que estaba sorprendido de haber podido comprar la tela a “un precio tan barato”. 

El mercado tiene estas, por decirlo así, asimetrías. Artistas contemporáneos como Basquiat, Jeff Koons, Damien Hirst, Gerhard Richter, David Hockney, Peter Doig, Richard Prince o John Currin tienen una mayor cotización que muchos maestros antiguos. ¿Cuál es la lógica? La del mercado, la demanda, la especulación y la volatilidad. Justo los cuatro ingredientes que dibujan en nuestros días los beneficios de cualquier activo.

El País

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