Con arte y sonante

Sobre el blog

En un mundo de liquidez casi ilimitada, en el que los bancos centrales dan al botón de imprimir billetes a la misma velocidad que Billy el Niño desenfundaba su revolver, los ahorradores (que hoy en día somos todos) han redescubierto el valor de los activos tangibles y limitados.
O sea, que empiezan y acaban. Metales preciosos, arte contemporáneo, antigüedades, vinos, coches de colección, diamantes. Bienes que a su escasez y potencial económico aportan su carácter material. Bienes con arte y sonantes.

Sobre el autor

Miguel Ángel García Vega

Periodista y modesto coleccionista de arte contemporáneo, Miguel Ángel García Vega lleva más de 15 años escribiendo en EL PAÍS. A veces de finanzas, a veces de sociedad, a veces de arte, pero siempre conectando la vida y los números. Este blog quiere ser una piedra de Rosetta con el que entender el universo de los bienes tangibles, que en ocasiones parece, como el mundo, ancho y ajeno.

A la tierra le duele el capitalismo

Por: | 06 de agosto de 2012

Apertura campo_trigo

Se necesitan siete kilos de cereal para “producir” un kilo de ternera. Hacen falta cuatro para lograr uno de cerdo y se precisan dos kilos si queremos conseguir otros tantos de ave (ver cuadro). Estos son los números que revelan la verdadera topografía que forma el triángulo –nada equilátero, por cierto– que une los vértices creados por precios desorbitados de las materias primas, reducción de las tierras de labor y una población mundial creciente.

Carnecereales

Nunca en la historia moderna, el precio de las materias primas, desde el oro al maíz pasando por el petróleo, el trigo o la carne, había tenido durante tanto tiempo de forma consecutiva niveles tan elevados. Nunca. Tan solo en la crisis financiera planetaria que vivimos entre 2008 y 2009 estas materias se tomaron un respiro. En concreto, el petróleo ha bajado la tensión. En aquellos días cotizaba a unos 147 dólares el barril y hoy lo hace a 100 dólares. Eso sí, en los noventa –algunos lo recordarán– andaba en 19 dólares el barril. Así que el consuelo es muy limitado, y ya saben aquello de que un grano no hace granero. Y, claro, la preocupación se extiende.

“Las materias primas han experimentado una fuerte tendencia alcista en los últimos cuatro años. Tanto es así que el repunte del maíz y del trigo ha llevado a comentar a algunos analistas que puede suponer el principio del fin para la proteína animal como producto de consumo cercano, y se ha empezado a considerar que el pollo y el cerdo pasen a ser considerados artículos en otro rango de precios”, advierte José Antonio Martín Quiroga, analista de IG Markets.

Agricultura Miguel

Pollo a precio de caviar
O sea, alimentar a los animales cada vez es más caro y esto repercute en el precio de la carne. Y a la vez, la mayor demanda de proteínas (sobre todo por la mejora de la dieta en los países emergentes) tira de los precios de los productos derivados de los animales y de las materias primas con las que se les alimenta. Así que no es extraño que pronto dejemos de ver al pollo o al cerdo como alimentos “baratos” o, al menos, “asequibles”. Lo que faltaba, pensarán muchos.

Esta escalada de los precios de la carne, por lo tanto, hay que buscarla en la de los cereales y estos –además de trabas coyunturales, como la peor sequía que vive Estados Unidos en los últimos 50 años– tienen problemas de base en el “diseño del edificio”. Por ejemplo, el país americano garantiza por ley en primer lugar el sustento a la industria de los biocombustibles y deja en un segundo término a la alimentación. Un dato. “El decreto Renewable Fuel Standard obligará a destinar más de 13.000 millones de libras de aceite de maíz a combustibles para el transporte en 2012”, afirma un reciente informe de la gestora Fidelity. El efecto de desviar cereales en época de escasez hacia los biocombustibles es fácilmente imaginable. Nuestro pollo o cerdo cada vez tienen más aspecto de caviar.

SOJA

China es un 33% alimentación

Todo esto sucede en un escenario de crecimiento constante de la población mundial, cambios en la dieta de los países en vías de desarrollo y descenso de las tierras cultivables, que es constante desde los años cincuenta (ver cuadro). Y si hay menos tierras, pero hace falta que rindan más –no hay que olvidar en toda esta narración que los especuladores siguen estando presentes, y que la demanda de alimentos según el Banco Mundial se incrementará un 50% hasta 2030–, una de las opciones es utilizar más fertilizantes. “El aumento de la demanda planetaria de alimentos, especialmente en los mercados emergentes, está animando a los agricultores a emplear más fertilizantes, como los fosfatos y la potasa, para incrementar los rendimientos”, describe Aris Vatis, gestor de cartera de renta variable estadounidense. Y de esto se benefician empresas como Industries Qatar que, entre otras cosas, fabrica amoníaco para fertilizantes de bajo coste gracias a las abundantes reservas de gas que posé Catar. De esta forma un país que no es precisamente un "granero" consigue entrar en el ciclo (léase negocio) de la alimentación mundial.

Bocastierra

Y como en la economía los efectos nunca vienen solos, las subidas de los precios también generan tensiones inflacionistas. Lo cuenta Fidelity: “En Estados Unidos, la alimentación supone el 14% de la cesta del IPC. En China, esa cifra es un tremendo 33%”. Así que la repercusión del cereal en nuestro pollo y el pollo en nuestra inflación es fácilmente trazable.

Desde luego, a la tierra le duele el capitalismo. Al menos esta versión.

El País

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