Con arte y sonante

Sobre el blog

En un mundo de liquidez casi ilimitada, en el que los bancos centrales dan al botón de imprimir billetes a la misma velocidad que Billy el Niño desenfundaba su revolver, los ahorradores (que hoy en día somos todos) han redescubierto el valor de los activos tangibles y limitados.
O sea, que empiezan y acaban. Metales preciosos, arte contemporáneo, antigüedades, vinos, coches de colección, diamantes. Bienes que a su escasez y potencial económico aportan su carácter material. Bienes con arte y sonantes.

Sobre el autor

Miguel Ángel García Vega

Periodista y modesto coleccionista de arte contemporáneo, Miguel Ángel García Vega lleva más de 15 años escribiendo en EL PAÍS. A veces de finanzas, a veces de sociedad, a veces de arte, pero siempre conectando la vida y los números. Este blog quiere ser una piedra de Rosetta con el que entender el universo de los bienes tangibles, que en ocasiones parece, como el mundo, ancho y ajeno.

Recomendamos

¿Cómo llega el 'oro de sangre' a Europa?

Por: | 26 de octubre de 2012

Mano oro
"Soy huérfano. Quiero ir a la escuela, pero ahora no tengo otra opción. Debo excavar la tierra en busca de oro".

Esta es la voz de Robert, un niño de 11 años que trabaja en una explotación de este metal en el Congo, en concreto en la región de Kivu. Esas tres frases resumen su historia y también anuncian un drama: el del oro y el del Congo. Un drama que tiene como protagonistas a viejos conocidos de nuestro tiempo: la avaricia, la violencia y la desesperación.

¿Puede un país con la riqueza aurífera del Congo haber exportado 23 kilos, han leído bien, de este metal en los seis primeros meses del año? Aunque hablemos solo de la zona noreste del territorio. ¿Imposible? Estas son las cifras oficiales. La verdad es que se estima que más de 600 millones de dólares (463 millones de euros) en oro salen del país todos los años. Así lo narra un excelente trabajo de la ONG estadounidense Enough Project, que denuncia como grupos armados congoleños están ejerciendo la mayor de las presiones para controlar el metal y sus minas, que, en la mayoría de las ocasiones, son simples agujeros en la tierra de decenas de metros de profundidad sin las más elementales condiciones de trabajo. De hecho, el colapso de los túneles mata a cientos de trabajadores todos los años. Solo en agosto, cita Enough Project, a partir de una información de la BBC, murieron diez mineros. En la realidad, menos del 5% están registrados por las autoridades, y se estima que el 40% son niños.

Oro nueva

Secuestros y asesinatos
Por si fuera poco, la presencia de esos grupos armados, que intentan controlar la producción y el comercio del metal, aumenta cada día. Esto se deja sentir con nitidez en Kivu, una zona en el noreste del país. Allí la producción estimada oscila entre cinco y siete toneladas de oro al año, lo que supone un valor que va de 285 a 400 millones de dólares. Pues bien, un porcentaje grande de esta cantidad –acorde con la organización americana– se encuentra en manos de grupos violentos que amenazan a los civiles con secuestros y asesinatos, entre otros abusos.

Hasta no hace mucho, la situación no era tan dramática, pero a medida que Estados Unidos, y las empresas tecnológicas, han ido aumentado sus exigencias en la compra de tres metales básicos para ese sector –que también produce el Congo–, como son el titanio, el tungsteno y el estaño, los rebeldes y los contrabandistas han vuelto sus ojos sobre el oro.

Venta a contrabandistas
Pero para que el drama, en su desenlace más fatal, o sea, la pérdida de vidas humanas, se consume, resulta necesario leer una serie de capítulos, que nos llevan desde el Congo a Suiza pasando por Dubai. 

El oro es vendido, sobre todo en áreas como Kivu, directamente a los contrabandistas, que lo transportan, explica Enough Project, en maletines a algunos países vecinos, como Uganda, Burundi o Tanzania, y de allí viajan por avión a Dubai. Donde, por lo que parece, los controles fronterizos no son particularmente exhaustivos. De hecho, si a los aduaneros se les ocurre preguntar, para evitar problemas, se justifican argumentando que el oro procede del sur de Sudán. Pero esto es una excepción. "Generalmente vuelo con el metal en mi equipaje de mano. Realmente nadie lo comprueba", cuenta Jacques, uno de estos contrabandistas, a Enough Project.

ORO Apertura FMI

Fundir el metal
Una vez en Dubai, el metal se vende a comerciantes locales, que se encargarán de refinarlo o bien de transformarlo en joyas. Pero ¿por qué escogen este país? Básicamente debido a su localización geográfica, la escasa intromisión gubernamental –se estila el laissez-faire– y por la ínfima fiscalidad de las operaciones. Con estas credenciales, no extraña que un 25% de todo el oro del planeta se trate en ese emirato. Pero el viaje no termina aquí.

La mayor parte del oro refinado en Dubai llega a Suiza, en concreto a bancos como UBS o Credit Suisse, con el fin de ser vendido físicamente a inversores de todo el mundo, o para que sirva de contraparte a infinidad de productos financieros. De hecho, Dubai exportó en 2009 unos 10.500 millones de dólares (8.100 millones de euros) en lingotes, y la mayoría fueron –asegura Enough Project– al país helvético. Por lo tanto, la duda es: ¿cuántos de estos lingotes tienen sangre o abusos detrás? Habrá que empezar a preguntarlo con insistencia, porque uno solo ya es demasiado.

 
El viaje del 'oro turbio' en seis paradas
1º Minas de oro: niños mineros y soldados
2º Contrabandistas congoleños: pago a los señores de la guerra
3º Contrabandistas regionales: transporte de oro en maletines procedentes de Uganda, Burundi y Tanzania
4º a. Dinero en metálico para los comerciantes y refinadores de oro: centros de fundición en Dubai
4º b. Joyeros en Oriente Medio e India
5º Bancos: acumulan en Suiza oro para inversores de todo el mundo
6º Joyerías: compra directa de los consumidores
Fuente: Enough Project

 

No hay obra para tanta feria

Por: | 22 de octubre de 2012

Frieze Apertura
Imagen de Frieze New York en su edición de este año. Fotografía: Linda Nylind. Cortesía de Linda Nylind/Frieze.

Es una verdadera locura. Pero desde que el arte contemporáneo ha sido empaquetado como un activo financiero más y lanzado a los mercados, la demanda no ha dejado de fluir. El año pasado fue el mejor de su historia para las casas de subasta, que ingresaron nada menos que 11.800 millones de dólares (9.042 millones de euros) por la venta de obras. Una cifra que explica la capacidad de crecimiento –fuera de nuestro país, eso sí– de esta industria. Y como consecuencia de ello se ha producido una avalancha de ferias de arte contemporáneo en el mundo. Si en 2005 había 68, seis años después ya se contabilizan 189. Un dato. En 1970 únicamente existían tres (Colonia, Basilea y Bruselas).

De hecho, si fuéramos un galerista de los considerados potentes (pensemos en Larry Gagosian, Marian Goodman o David Zwirner) en solo seis semanas deberíamos emprender, como bien explica The Art Newspaper, un "maratón feriante" que empieza en Frieze New York (4-7 mayo), seguido, dos semanas después, por Hong Kong y su emergente ArtHK (17-20 de mayo), para saltar a Suiza y la ineludible Art Basel (14-17 de junio). Entre medias, un billete de avión a Sao Paulo y a vender arte en su Sp-Arte (9-13 de mayo).  Bueno, y todo ello sin olvidar que este año Frieze se ha desdoblado en dos nuevas ferias: Frieze Art New York y Master Fair (Londres, del 11 al 14 de octubre).

Art Basel Miami Thomas Struth
Visitantes delante de dos fotografías de gran formato de Thomas Struth, pertenecientes a su serie sobre el Museo del Prado, en la feria Art Basel Miami Beach.

En esta vorágine, varias preguntas surgen rápidamente. ¿Hay suficiente obra de calidad para tal volumen de ferias? ¿Hay, incluso, suficientes artistas con un trabajo sólido? ¿Existen compradores para este nivel de oferta? ¿Están muchos artistas produciendo en vez de creando? ¿Contribuyen las galerías a forzar esa producción en serie?

Además, al margen, o más bien de forma paralela, hay que considerar, recuerda The Art Newspaper, que existen más de cien bienales en el mundo, que, aunque no venden obra, sí, por escribirlo de esta forma, la consumen. ¿De dónde salen tantas piezas?

Miami Beach Art Basel
Imagen de un stand en la feria Art Basel Miami Beach.

‘Piezas para ferias’

Esta evidente sobredosis ferial está produciendo que algunos artistas estén produciendo "obras para ferias". ¿Y qué son? Pues piezas de tamaño medio, ni muy grandes ni muy pequeñas, que sean fácilmente instalables en la casa del coleccionista y que los portes, seguros y montaje le salgan a cuenta a la galería. ¿Y el precio? Pues medio. Ni muy elevado ni muy barato. Pensemos en 40.000 dólares (30.600 euros), que es mucho para la vida real pero poco para la torre de marfil del arte contemporáneo. Producción en vez de creación. Precio en vez de valor.

Esta sumisión al mercado está poniendo en alerta a los coleccionistas, que empiezan a desconfiar de una espiral tan poco virtuosa. "El exceso de ferias de arte es palmario y abrumador y ello conlleva que el artista se vea obligado a producir, para atender tanta demanda, en vez de crear, que es algo que, salvo excepciones, necesita sosiego, espacio y tranquilidad", reflexiona el coleccionista Paco Cantos.

Frieze Nueva York
A la izquierda, 'Sin título' (2010), de Anish Kapoor, y a la derecha 'Moon Chest' (2008), de Ai Weiwei, exhibidos en la feria Frieze de Nueva York. Dos de los artistas de más reconocimiento internacional./Linda Nylind (Frieze).

No muy lejos de estas ideas camina otra coleccionista, Estefanía Meana: "Hay demasiadas ferias y el hecho de que las galerías tengan que ir a tantas para poder abarcar el mayor número posible de coleccionistas hace que se ponga presión en los precios de los artistas, porque es necesario que estos tengan un determinado valor que compense pagar el stand", advierte.

Y es que estar tanto tiempo fuera de casa, incluso para emporios como Gagosian, que tiene 11 galerías abiertas por el mundo y un equipo de más cien personas, tiene un riesgo evidente: descuidar la programación. Al fin y al cabo, es esta la que abre las puertas para entrar en Art Basel, FIAC, Frieze o nuestro más cercano ARCOmadrid.

Arco Ivorypress
Pieza de Los Carpinteros en el stand de la galería Ivorypress durante la última edición de Arco./Pabo Mesegar

"La existencia de muchas ferias" –comenta Carlos Urroz, director de ARCO– "indica que son un elemento muy importante del mercado, de ahí su proliferación". Y añade: "Lo importante es que cada feria tenga su propio carácter y rasgos diferenciadores, y sepa no solo atraer coleccionistas locales sino generar una demanda internacional y crear nuevo coleccionismo".

"La presión es real"
Esta sería, sin duda, la Arcadia, el escenario idílico, pero lo cierto es que "la presión es real", reconoce uno de los artistas españoles con más presencia internacional de nuestro país, que pide no ser citado. "Hay que atender exposiciones, ferias, encargos y cuando eres pintor, como yo, no puedes hacer ediciones, más o menos largas, como si fueras un fotógrafo o un videoartista, para satisfacer la demanda. Creo al ritmo que creo. No puedo ir a otro distinto".

Frieze Londres Reuters Esto nos lleva a una última derivada. ¿Están las galerías, hablamos de las grandes, esas que acuden a casi todas las grandes ferias del mundo, presionando consciente o inconscientemente a los artistas para que produzcan más o de otra forma? Por ejemplo, si es fotógrafo editando una misma imagen en diferentes tamaños. Algo, por cierto, que suele disgustar bastante a los coleccionistas, que se encuentran con que las ediciones se multiplican exponencialmente, al tiempo que se devalúan. No hay una sola respuesta. Para cubrir el problema del exceso de demanda esas grandes galerías suelen recurrir a los artistas con taller o "fábrica", que pueden producir obra rápidamente. Por esos vemos algunos nombres repetidos en infinidad de ferias. Esto es así pero también se ha dado un cambio de paradigma. "Ahora el coleccionista va antes a las ferias que a las galerías", puntualiza el galerista Pedro Maisterra. ¿Consecuencia? "Se produce más obra pensando en las ferias, que es donde se concentran las ventas", sentencia Maisterra.

Más artistas, más ferias, más demanda, más obras... ¿Más calidad? Cada cual debe encontrar su respuesta a la pregunta.

 

 

El precio de fotografiar a doña Letizia

Por: | 17 de octubre de 2012

Apertura Buena Letizia
Doña Letizia retratada por Cristina García Rodero en su 40º cumpleaños. Cristina García Rodero.

Cristina García Rodero (Puertollano, 1949) tal vez sea la fotógrafa española con más reconocimiento internacional. Lo es por tiempo, desde hace cuatro décadas lleva mostrando su extensa obra, y también por currículo, desde 2005 es miembro de pleno derecho de la agencia Magnum, ha ganado tres veces el World Press Photo y tiene el Premio Nacional de Fotografía. Además su libro España oculta (Barcelona, Lunwerg, 1989), prologado en su día por Julio Caro Baroja, se ha convertido en uno de los mejores retratos de esta vieja piel de toro. Todo un catálogo de seres y estares. A veces molestos, a veces incómodos pero siempre sinceros.

Panel de foto Cristina García
Un operario monta diversas obras de Cristina García Rodero. Fotografía: Anxo Iglesias.

Sirva este arranque como forma de introducir a una creadora que ha ganado gran presencia en los medios de comunicación desde que hace unas semanas retratara a los Príncipes y sus hijos con motivo del 40º cumpleaños de doña Letizia. Este hecho nos da la excusa perfecta para dos cosas: analizar el mercado de esta fotógrafa, y reflexionar sobre la conveniencia, o no, de que los creadores acepten determinados trabajos.

De 5.500 a 11.000 euros
Aunque ya se sabe que no hay que confundir valor y precio, las fotografías de Cristina García Rodero, como le ocurre a gran parte de los artistas españoles (ver Por qué no vende el arte español), tienen poco mercado, si por tal entendemos apreciación económica, fuera de nuestras fronteras. Si en galería los precios de sus imágenes oscilan, explica por correo electrónico su marchante, Juana de Aizpuru, entre los 5.500 y 11.000 euros, dependiendo del tamaño y la tirada, por ahora, en el segundo mercado, los remates son muy limitados.


Caminos de Lluvia
Caminos de lluvia, de Cristina García Rodero. Cristina García Rodero.

El precio más alto pagado en subasta por una de sus fotografías -según la información facilitada por una casa de pujas madrileña- es 3.800 euros, que desembolsó un coleccionista privado el pasado 19 de junio por Alas de mariposa (85 x 128 cm) en la venta (aunque por los precios tan bajos que se dieron casi habría que decir "desguace") de la colección de la firma de filatelia Afinsa. Esta imagen (si aún estuviera disponible) en galería llega a los 11.000 euros. Por hacerse una idea, en 2006 estaba en 9.000 euros. Otros remates, también cortos, para la calidad de su trabajo, son Pequeño Hollywood, Tabernas, Almería (1997), adjudicado en 2010 en Soler y Llach por 1.500 euros, y En el mar, Haiti (1999) vendida en 2010 por 850 euros en la misma sala. Ambas imágenes, eso sí, son de pequeño tamaño.

Alas de Mariposa

Alas de mariposa, de Cristina García Rodero, rematada en subasta en junio pasado por 3.800 euros. Cristina García Rodero.

Estos son los números, ahora llegan las interpretaciones. Quizá el trabajo más contundente de esta artista sea su serie Rituales en Haití. En ella habita todo lo que es, a mi juicio, Cristina García Rodero. Cercanía, implicación, erotismo, riesgo, un blanco y negro descarnado, sin concesiones, que dan forma a un marco visual de una gran potencia. "La fotografía es salvar de la muerte momentos importantes para esas personas y para mí", ha comentado alguna vez García Rodero.

Haiti.Ojos Blancos
Haití.Cara de niño

Dos instantáneas pertenecientes a la serie Rituales en Haití. Fotografías en blanco y negro (80 x 119 cm). Cristina García Rodero.

Imágenes 'lavadas'
Por eso choca su trabajo para la Casa Real. Son imágenes carentes de esa fuerza y de esa proximidad que forman parte de la esencia de su trabajo. Uno tiene la sensación de estar frente a fotografías lavadas, como si sobre ellas hubiera caído una lluvia fina, pero constante, un orvallo, que se ha llevado por delante la garra, la tensión, el drama. O sea, la vida. A mi entender, se echa de menos a la "verdadera" Cristina García Rodero. Y habría que recordar lo importante que es para los artistas, y sus frágiles carreras, incluso en estos tiempos, aprender a rechazar encargos.

 


Otros ejemplos de fotografías de familia:

AnnieLeibovitz
La familia Obama fotografiada por Annie Leibovitz.

RitcherThomas Struth
La familia del pintor Gerhard Richter retratada por Thomas Struth. Cortesía: Galería Marian Goodman.

Catar prueba su voraz apetito por el arte

Por: | 04 de octubre de 2012

_Richard Serra "Vengo de una isla que quiso construir un paraíso". Este es el arranque de la novela La nada cotidiana, de la escritora Zoé Valdés. En su caso aludía a Cuba, pero esa misma frase es trasladable a Catar, aunque con alguna modificación pensando en esta bitácora. "Vengo de un país que quiso comprar el arte del mundo".

El reino catarí es una de esas naciones que demuestra que los meridianos económicos del mundo hace tiempo que se trasladaron hacia otras latitudes, dejando a Europa cada vez más alejada de la prosperidad.

Desde hace unos años, pocos, el reino catarí ha entendido que para construir una identidad de país moderno el arte contemporáneo es un vehículo muy útil. Al menos esta es la estrategia –bastante discutible– que ha diseñado la familia real, responsable, en último término, del desarrollo cultural de Catar.

‘Máquina de guerra’
En este escenario es en el que la consultora Artprice ha hecho un descubrimiento bastante asombroso. Catar se va a convertir en el líder mundial de lo que esta firma denomina "la industria de los museos". ¿A qué se refiere?

Borgeuis
'Araña' de Louise Bourgeois. Exposición Memorias y Arquitecturas,  en el MNCARS / Ricardo Gutíerrez.

En la práctica, Artprice es un gran buscador de información económica y arte a través de Internet. Enlaza precios y artistas, estudia tendencias, crea gráficos de evolución de demanda y cotización, analiza las subastas. O sea, trata el arte como si fuera un activo financiero más. Pues bien, el ratio, afirman, de búsqueda de los cataríes (1,8 millones de personas) es casi 45 veces superior al de Alemania. Y eso que Catar apenas tiene el tamaño de un länder germano. Tal es la pulsión compradora del reino. De hecho, la consultora afirma que se ha convertido en una verdadera "máquina de guerra" responsable, en gran parte, de la creación de los precios en el mercado del arte mundial a partir de la compra masiva de obras para su "industria museística". Esto es, sus cada vez más numerosos museos.

Lo quieren, lo compran
Resulta evidente que la voracidad es enorme. Si pensamos en subastas, los cataríes suelen pujar por piezas que superan el millón de dólares. Y lo hacen, asegura Artprice, pagando entre un 40% o 45% por encima de su precio de mercado. Lo quieren, lo compran. Ya intentaron en su día hacerse con la sala de subastas Christie’s. ¿Y qué les gusta? Richard Serra, Murakami, Jeff Koons, Damien Hirst, Louis Bourgeois, Rothko y Paul Cézanne, entre otros. Y no piezas menores, quieren las mejores o más representativas del artista. Tanto es así que los Jugadores de cartas, de Cézanne, la pintura más cara de la historia (250 millones de dólares), la adquirió la familia real catarí.

Cezanne-Card-Players
Los jugadores de cartas (Paul Cézanne) fue comprada por la familia real catarí por 250 millones de dólares.

Eso sí, no va a estar sola en esta pelea, China y Abu Dabi también reclaman el cetro del mercado del arte. Dos países, por cierto, que hasta hace poco tenían nula presencia en esta industria. El mundo, y con él el arte, está cambiando. 

“Vengo de un país que quiso construir un paraíso”. Este es el arranque de la novela La nada cotidiana, de la escritora Zoé Valdés. En su caso aludía a Cuba, pero esa misma frase es trasladable a Catar, aunque con alguna modificación pensando en esta bitácora. “Vengo de un país que quiso comprar el arte del mundo”.

El reino catarí es una de esas naciones que demuestra que los meridianos económicos del mundo hace tiempo que se trasladaron hacia otras latitudes, dejando a Europa cada vez más alejada de la prosperidad.

Desde hace unos años, pocos, el reino catarí ha entendido que para construir una identidad de país moderno puede utilizar el arte contemporáneo. Al menos esta es la estrategia –bastante discutible– que ha diseñado la familia real, responsable, en último término, del desarrollo cultural de Catar.

‘Máquina de guerra’

En este escenario es en el que la consultora Artprice ha hecho un descubrimiento bastante asombroso. Catar se va a convertir en el líder mundial de lo que esta firma denomina “la industria de los museos”. ¿A qué se refiere?

En la práctica, Artprice es un gran buscador de información económica y arte a través de Internet. Enlaza precios y artistas, estudia tendencias, crea gráficos de evolución de demanda y cotización, analiza las subastas. O sea, trata el arte como si fuera un activo más. Pues bien, el ratio, afirman, de búsqueda de los cataríes (1,8 millones) es casi 45 veces superior al de Alemania. Y eso que Catar apenas tiene el tamaño de un länder germano. Tal es la pulsión compradora del reino. De hecho, la consultora afirma que se ha convertido en una verdadera “máquina de guerra” responsable, en buena parte, de la creación de los precios en el mercado del arte mundial.

Lo quieren, lo compran

Resulta evidente que la voracidad es enorme. Si pensamos en subastas, los cataríes suelen pujar por obras que superan el millón de dólares. Y lo hacen, asegura Artprice, pagando entre un 40% o 45% por encima de su precio de mercado. Lo quieren, lo compran. Ya intentaron en su día hacerse con la sala de subastas Christie’s. ¿Y qué les gusta? Richard Serra, Murakami, Jeff Koons, Damien Hirst, Louis Bourgeois, Rothko y Paul Cézanne, entre otros. Y no piezas menores, sino las mejores o más representativas del artista. Tanto es así que los Jugadores de cartas, de Cézanne, la pintura más cara de la historia (250 millones de dólares), la adquirió la familia real catarí.

Eso sí, no va a estar sola en esta pelea, China y Abu Dabi también reclaman el cetro del mercado del arte. Pero Catar no lo va a poner fácil.

El País

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