Con arte y sonante

Sobre el blog

En un mundo de liquidez casi ilimitada, en el que los bancos centrales dan al botón de imprimir billetes a la misma velocidad que Billy el Niño desenfundaba su revolver, los ahorradores (que hoy en día somos todos) han redescubierto el valor de los activos tangibles y limitados.
O sea, que empiezan y acaban. Metales preciosos, arte contemporáneo, antigüedades, vinos, coches de colección, diamantes. Bienes que a su escasez y potencial económico aportan su carácter material. Bienes con arte y sonantes.

Sobre el autor

Miguel Ángel García Vega

Periodista y modesto coleccionista de arte contemporáneo, Miguel Ángel García Vega lleva más de 15 años escribiendo en EL PAÍS. A veces de finanzas, a veces de sociedad, a veces de arte, pero siempre conectando la vida y los números. Este blog quiere ser una piedra de Rosetta con el que entender el universo de los bienes tangibles, que en ocasiones parece, como el mundo, ancho y ajeno.

Mirar a los ojos del horror

Por: | 26 de diciembre de 2012

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La artista Suzzane Opton fotografía con esta sensación de vulnerabilidad a militares jóvenes estadounidenses destinados a Irak o Afganistán. Algunos fallcerán tras ser tomadas estas imágenes. Soldado: Mickelson. Duración de destino sin determinar. Cortesía: Suzzane Opton.

“El Horror. El Horror”. El escritor Joseph Conrad tardó cuatro palabras en describir uno de los sentimientos por el que cualquier experiencia humana evita pasar. Lo hizo en El Corazón de las Tinieblas, y estos días ha regresado a la memoria de muchos tras la matanza en el colegio estadounidense de Connecticut. La aritmética del dolor deja estos números: 27 muertos, un herido y decenas de familias cuyas vidas serán casi imposible de rehacer. Y de fondo, una vez más, el debate sobre la posesión de armas, en una sociedad que parece solo sentirse segura si tiene la posibilidad de proteger su vida o acabar con la del otro. Tal es la paradoja.

Sirva este párrafo para llevar la lectura a nuestro terreno, al arte contemporáneo, y hacernos varias preguntas. ¿Miran los creadores estadounidenses de hoy en día a los ojos de este problema? ¿Lo reflejan en sus obras? ¿O le dan la espalda y lo asumen con normalidad, como si estuvieran anestesiados?

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Soldado: Díez. Duración del destino sin determinar. Cortesía: Suzzane Opton.

En principio, la respuesta nos lleva más cerca de esto último. Estados Unidos ha protagonizado en las pasadas décadas multitud de conflictos, desde Vietnam a la guerra de Irak, y en mayor o menor medida (como veremos) han tenido su refrendo en el arte; sin embargo, esa violencia interior, nada soterrada, producto de la posesión de armas al alcance de casi todo el mundo, no ha sido casi contestada por los estadounidenses. No, desde luego, por creadores con una fortaleza argumental potente. Parece que los artistas asumieran esa violencia como algo normal e inherente a la singularidad del país y a su célebre Segunda Enmienda.

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Soldado: Claxto. 120 días en Afganistán. Cortesía: Suzzane Opton.

En los últimos años quizá una de las piezas que mejor ha sabido captar ese dolor en el sentido más universal haya sido Observance 2002, un vídeo del californiano Bill Viola que se pudo ver en la galería estadounidense James Cohan en la edición de 2003 de Arco. El precio, por si lo preguntan, 150.000 euros en una edición de cinco copias y solo a la venta para museos (nadie lo compró). La obra (que hoy triplicaría ese valor) respondía al mejor Bill Viola, el más contenido, y el menos, por escribirlo así, manierista (algo de lo que pecan sus últimos trabajos, en los que a veces cae en un batiburrillo místico).

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El vídeo en alta definición Observance 2002 de Bill Viola es una visión del artista sobre el dolor generado el 11-S.

Observance 2002 es la filmación a cámara lenta y en alta definición –al más puro estilo Viola– de un grupo de personas que situadas en fila se turnan para mirar algo que no se ve, pero que les produce un profundo dolor. Sus rostros son muestra de ello. Es un vídeo que da respuesta a los atentados de las Torres Gemelas de 2001. Por lo tanto, habla del dolor que viene de fuera, no del generado por la violencia que se crea en el interior del país.

El camión fantasma
Otro artista que mira con intensidad crítica a Estados Unidos es Íñigo Manglano-Ovalle, estadounidense, aunque, desde hace unos años, con pasaporte español. Suya es, quizá, la mejor pieza de la Documenta 12 de Kassel, Phantom Truck. Una réplica del presunto laboratorio móvil iraquí que en febrero de 2003 el entonces secretario de Estado de Estados Unidos, Colin Powel, presentó para probar la idea (falsa) de que Irak tenía armas de destrucción masiva, y justificar así los ataques. El camión se mostraba en una habitación cerrada, con escasa luz, “como un testigo fantasma de algo inexistente”, explica Íñigo Manglano-Ovalle.

Phanton TruckPhantom Truck, de Íñigo Manglano-Ovalle, en su exhibición durante la Documenta 12 de Kassel.


Otra obra interesante, dentro de esta visión de Irak, es la que plantea Jeremy Deller (aunque es un artista británico) en su instalación It Is What it Is. Conversations About Iraq. También hay que prestar atención a las fotografías de Suzanne Opton, que muestran retratos de soldados americanos desplazados a Irak y Afganistán y que reproduce a gran escala en vallas publicitarias. Varias de esas fotografías se exponen a pesar de que algunos mueren después de ser tomadas. Esto provoca un fuerte debate.


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It Is What It Is. Conversations About Iraq, instalación del artista británico Jeremy Deller.

Pero una vez más es una reflexión sobre la violencia generada por el país en el exterior. Al igual que los famosos neones rojos de Dan Flavin, que el artista creó como respuesta a la guerra de Vietnam. Por lo tanto, ¿dónde está el análisis crítico a esa superpoblación de armas? Sin duda, falta en esos creadores de referencia. Una muestra más que refleja cómo lo extraordinario se confunde con la normalidad. Y hasta qué punto las armas se han transformado en un elemento terriblemente cotidiano en la sociedad estadounidense, a pesar del horror que conllevan.

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Damien Hirst planta a Gagosian

Por: | 17 de diciembre de 2012

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Damien Hirst ha decidido dejar la galería Gagosian tras 17 años de relación.

Larry Gagosian, el galerista más poderoso del mundo, tiene un serio problema. Algunos artistas empiezan a dejarle. Algo insólito en su carrera. Siempre ha tenido lista de espera para entrar y exponer en algunas de sus 12 galerías distribuidas por medio mundo. Pero ahora le están dejando. Su estrella viva más rutilante, Damien Hirst, se va. El creador más rico del mundo (se le estima una fortuna personal de 215 millones de libras, unos 262 millones de euros), y autor del célebre tiburón sumergido en formaldehído (La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo) ha cogido las de Villadiego y tras 17 años de relación rompe con Gagosian. El marchante californiano, por si acaso, ha mandado una conciliadora misiva a la prensa. Será que no conviene llevarse mal entre los poderosos. “Ha sido un gran honor trabajar con Damien durante los últimos 17 años […] Le deseamos los mayores éxitos en el futuro”, dice la nota. Pero es un duro golpe en los ingresos de Gagosian que, de acuerdo con la revista Forbes, son de unos 925 millones de dólares (702 millones de euros) al año. Otro golpe, este no cuantificable, es el que recibe su ego.

Larry y Jeff
Larry Gagosian junto a Jeff Koons, otro artista, como Hirst, que le está siendo infiel. Foto: Revista Forbes. Andrew H. Walker/Getty Images.

El problema añadido es que otra megaestrella del mainstream artístico, como es Jeff Koons, ha decidido exponer en David Zwirner, una galería rival de Gagosian, durante el mes de mayo y con obra nueva. Nada de recurrir al “almacén”. Y no está muy claro sino será el primer paso antes de dejar la galería. Y para rematar las despedidas, Yayoi Kusama –la artista de los “puntos coloreados”– también se va. A Kusama –que vive en un institución siquiátrica de Japón por voluntad propia desde los años setenta– la hemos visto en el Reina Sofía en 2011 y este año ha tenido retrospectivas en el Whitney Museum de Nueva York y en la Tate Modern de Londres. O sea, deja Gagosian en el momento de mayor reconocimiento internacional... y de ventas.

Yayoi buena Luciérnagas en el agua (2002), de Yayoi Kusama. Espejo, plexiglás, 150 luces y agua (281,9 × 367 × 367 cm). Whitney Museum, Nueva York © Yayoi Kusama. Fotografía: Jason Schmidt.

¿Quién se queda con el tiburón?
Esto plantea dos derivadas. Una, a corto plazo. ¿Quién fichara en Nueva York a Hirst? A pesar de que su mercado se sostiene gracias, sobre todo, a las ventas en Asia, especialmente en Hong Kong, aún sigue siendo una máquina de hacer dinero. A otro nivel, pero igual de apetecible, es fichar a Kusama. A largo plazo, hay una evidencia de que los artistas se han vuelto cada vez más infieles con sus galerías. Pues casos similares los hemos visto este año con Sterling Ruby y Anselm Kiefer. Así que ese sentimiento de pertenencia a una galería de por vida de un creador, que ha imperado durante años, se ha roto. Es la dinámica de los tiempos; perdón... del mercado.

Koons et al Fabricado en el cielo (1989). Jeff Koons. Litografía sobre cartel de anuncio. 317,5 x 690,0 cm.


Yayoi Kusama trabajando en su muestra de la londinense Tate Modern.

Manuel Borja-Villel: "Comprar obra puede ser contraproducente"

Por: | 05 de diciembre de 2012

 

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Conversar con el director del Museo Reina Sofía es como hacerlo con un filósofo kantiano. Tiene una estructura de pensamiento lógica, precisa y ordenada. Sabe el museo (y la colección) que quiere y cómo construirlo. Y habrá quien comulgue con su visión, o no. Pero nadie le puede negar seriedad y rigor. Dos términos en nuestros días tan livianos como la madera de balsa.  Y es que en un tiempo en el que el mercado se ha impuesto a la academia, y en el que “el arte español no está porque no hay grandes coleccionistas nacionales ni influyentes ni poderosos galeristas”, describe Manuel Borja-Villel, son más las preguntas que las respuestas. Sin embargo, precisamente por la dificultad del momento, “la inacción” resultaría casi “reaccionaria”, asegura. Así que es tiempo de moverse. De ahí la puesta en marcha de la fundación del museo (incluye a 16 coleccionistas latinoamericanos y a la imprescindible Helga de Alvear), y de una mirada diferente a lo que se ha entendido canónicamente por coleccionar.

Pregunta. Uno de sus grandes empeños es coleccionar en red. Básicamente se basa en un sistema de préstamos con museos internacionales y coleccionistas de peso. Pero ¿es posible construir una colección cuando no tienes la propiedad de las obras?
Respuesta.
La idea no es que no tengas las obras, sino cambiar la prioridad. Normalmente la prioridad de los museos desde el siglo XVIII era la propiedad. Tener cosas básicamente para mostrarlas. Enseñar los tesoros de la humanidad. Ahí están los museos enciclopédicos que están ligados a los grandes imperios (Louvre, Pompidou, Metropolitan, British Museum). Este sistema basado en la posesión ha evolucionado. La mayoría de los grandes museos del mundo mostramos con un poco de suerte el 10% de nuestra colección. Entonces sucede que muchos compran obra para almacenarla, sobre todo cuando tienen una colección muy potente.

La venta indiscreta dos

"Hitchcock fue el primero que lo entendió todo", dice Borja-Villel. Quien ha mostrado La ventana indiscreta (en la imagen) junto a un rothko en el Reina Sofía. Una verdadera declaración de principios.

P. Esto genera sus riesgos.
R.
Cierto. Tú eres un artista más o menos joven, o de mediana edad; un creador que no estás en la cima de cierto discurso o del mercado, o, evidentemente, de cierto coleccionismo, y el que un gran museo te compre puede ser lo que los americanos llaman un kiss of death (beso de la muerte). Puede ser que te saquen de la historia. Esto ha sucedido con algunos artistas que nos sorprenderían, como Tàpies. Es un creador que sus mejores obras suelen estar en los museos americanos porque en los años 60 había una gran coleccionista suya que era Martha Jackson. Pues bien, el MoMA tiene dos o tres Tàpies muy buenos, pero están guardados y lo estarán por un tiempo. Así que es un tipo de colección que va en contra del propio principio del museo, que es mostrar exhibir, exponer.

P. Habla de redefinir el concepto de museo.
R.
Lo importante en un museo es generar conocimiento, visiones distintas del mundo, incluso comunidad de afectos; hablamos de crear nuevas formas de relación. Y en este sentido, el museo potencialmente es un lugar privilegiado en una sociedad en la que el espacio público se ha transformado en un espacio de publicidad. Los museos funcionan con esta contradicción basada en un sistema económico que se sustenta en la escasez. Con lo cual, comprar o adquirir obra termina siendo contraproducente.


James Coleman

El trabajo del artista James Coleman ha sido una de las muestras más sólidas del Museo Reina Sofía en los últimos años. Cortesía del artista y Marian Goodman Gallery, Nueva York / París; Simon Lee Gallery, Londres; Galerie Micheline Szwajcer, Amberes. © James Coleman

P. A lo que se suma el problema del enfoque…
R.
Estábamos acostumbrados a pensar que hay una visión más o menos única de la historia, que en el siglo XVIII y XIX era la occidental, la europeo-americana y que, de algún modo, todo lo que no estaba ahí se situaba, digámoslo así, un paso por detrás. Hoy sabemos que no es cierto. Existe una pluralidad de visiones del mundo. Si seguimos con un sistema de adquisiciones donde básicamente existen diez grandes museos que lo están acaparando, esto quiere decir que el sistema se empobrece.

P. Denos un ejemplo.
R.
MoMa, Tate, Pompidou están comprado mucho arte latinoamericano y asiático, pero es una apertura muy limitada porque siempre es la visión del norte. Luego hay otro aspecto, que es la idea del museo enciclopédico, como el Metropolitan. Pero esta idea de que haya un museo que lo vea todo es imposible. Solo puedes aproximarte a fragmentos. Cuando aplicas una metodología generalista no funciona. Por estas razones decidimos cambiar el enfoque hacia la estructura de red. Por su puesto no renunciamos a tener obra, pero no pretendemos tenerla toda. Es una clase de “posesión” donde no necesariamente lo tienes todo aquí, sino en esta especie de comunidad.

P. Y aquí encaja la recién creada fundación.
R.
Sí. La fundación del museo tiene tres objetivos: potenciar la red, garantizar la estabilidad y ayudar a que la gestión sea dinámica y sostenible en una época donde el dinero público va a escasear durante un tiempo. Aun así, este museo y el Prado son lugares privilegiados por todas las administraciones. La idea de la fundación es que fuera latinoamericana y española.


Fundación

Presentación de la fundación del Museo Reina Sofía y su patronato. En la imagen, Borja-Villel, Helga de Alvear, José María Lassalle, Patricia Phelps de Cisneros, Guillermo de la Dehesa y Juan Carlos Verme. Una mezcla de arte y economía. /Claudio Álvarez.

P. Y esto nos lleva a la división entre lo público y lo privado.
R.
La separación público-privada ha dejado de tener sentido. Lo público a menudo se comporta ya como privado. Cuando lo público de hecho es lo estatal, y lo estatal lo que hace es administrar lo de todos con una visión economicista, está haciendo que lo colectivo sea una empresa; estás utilizando la educación, la cultura, la sanidad como si fuera algo privado. Pero tampoco es el sistema privado anglosajón tradicional. Por ejemplo en Estados Unidos tienes unos patronos que son muy generosos. Con esa idea de devolver a la sociedad. Pero básicamente, de algún modo, lo que acaban es determinando la colección. Cuando solo puedes hacer lo que te ofrece lo privado, tu línea está condicionada porque hay un tipo de artistas que no va a estar. De hecho, no estaría si no hubiera un museo con sentido público. La fundación es otra cosa. Crea este espacio común donde se están investigando archivos. Aquí el grupo de fundadores posee la misión de impulsar la red, que tiene su propia voz.

P. Un cambio de paradigma.
R.
Poco a poco ha habido una fuga de lo público. En España se ha dado de golpe y de una forma extrema, pero en Alemania, con la unificación, ya se empezó a ver. Hubo una crisis y económicamente el país ya se ha recuperado, pero en términos de museos continúa igual. Los coleccionistas alemanes dejan la colección y el museo acaba siendo un cementerio de colecciones, que luego se quedan o se van. El coleccionista te da su colección utilizando un lugar público para una idea privada.

Hombres movimientos

Al igual que Elena Asíns, la pintora María Blanchard (imagen de su exposición en el Reina Sofía) es una artista que Manuel Borja-Villel ha recuperado para el expectador actual./Juan Carlos Hidalgo (EFE).

P. Ahora que habla de crisis económica, ¿qué ha fallado para que muchos museos en nuestro país sean un contingente sin contenido –o con un contenido muy menor–: las instituciones, quienes estaban al frente?
R.
En el caso de los museos ha habido una relación directa con la burbuja cultural, igual que la ha habido inmobiliaria. Y como la inmobiliaria está basada en la construcción. Durante bastante tiempo nos ha dado la impresión de que lo importante en cultura eran los edificios, que además regeneraban barrios y atraían turistas. En algunos casos ha funcionado; en otros, obviamente, no. Dicho esto habría que evitar algo que está ocurriendo, que es a veces esa perversidad de la política de demonizar la cultura. Parece que nosotros, que somos las víctimas, seamos los culpables. Cuando los culpables fueron los mismos que hicieron un aeropuerto en cada comunidad autónoma. Ahora bien, hay que recodar que hace 40 años en este país no había nada, pero nada. No teníamos obras de Picasso. Nada. Y de repente este museo es uno de los cinco mejores de arte moderno del mundo. La colección del Reina Sofía no es peor que la de la Tate, aunque todavía estemos lejos del Pompidou y del MoMA.

P. Pero algo de autocrítica siempre es saludable.
R.
Ha habido un cierto problema de querer ser, digamos, un alumno aplicado. Las colecciones de las empresas han sido muy mainstream. Es el momento de cambiar. Pero creo que viendo esta nueva generación de galeristas y artistas que llega hay esperanza. Y también hay una obligación ética, dado que los museos y las instituciones culturales de algún modo garantizan un espacio de libertad intelectual que está desapareciendo en la sociedad de consumo. Es el momento de las personas y de replantear ideas nuevas.


Juan Muñoz

Vista de la exposición de Juan Muñoz en el Museo Reina Sofía.

P. Las subastas van de récord en récord. En una época de crisis casi mundial, ¿no es una muestra de una profunda fractura social? Es decir, una élite muy poderosa y rica frente a una clase media en franca desaparición.
R.
En el arte existe una burbuja enorme. No hay nada de vanguardia histórica que salga por menos de seis millones de dólares. Tenemos que ser conscientes de que la historia no solo se representa; es un lugar de poder, un espacio donde tú influyes. El problema es que podemos tener una cierta amnesia. Aquello que no compras, aquello que no adquieres, es algo que no tendrás. Y la crisis, justamente, nos ha cogido en ese momento. Tenemos que saber que el miró que no puedas tener ahora no lo vas a tener. Ahí es donde hay que cambiar de estrategia para ser capaces de poder contar tu propia historia. Hay que impedir esta amnesia. Sobre todo en este sistema en el que, como comenta, hay un élite muy amplia, pero global, que lo que está haciendo es almacenar obra en manos privadas. Un mundo amnésico da miedo. 


El País

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