La artista Suzzane Opton fotografía con esta sensación de vulnerabilidad a militares jóvenes estadounidenses destinados a Irak o Afganistán. Algunos fallcerán tras ser tomadas estas imágenes. Soldado: Mickelson. Duración de destino sin determinar. Cortesía: Suzzane Opton.
“El Horror. El Horror”. El escritor Joseph Conrad tardó cuatro palabras en describir uno de los sentimientos por el que cualquier experiencia humana evita pasar. Lo hizo en El Corazón de las Tinieblas, y estos días ha regresado a la memoria de muchos tras la matanza en el colegio estadounidense de Connecticut. La aritmética del dolor deja estos números: 27 muertos, un herido y decenas de familias cuyas vidas serán casi imposible de rehacer. Y de fondo, una vez más, el debate sobre la posesión de armas, en una sociedad que parece solo sentirse segura si tiene la posibilidad de proteger su vida o acabar con la del otro. Tal es la paradoja.
Sirva este párrafo para llevar la lectura a nuestro terreno, al arte contemporáneo, y hacernos varias preguntas. ¿Miran los creadores estadounidenses de hoy en día a los ojos de este problema? ¿Lo reflejan en sus obras? ¿O le dan la espalda y lo asumen con normalidad, como si estuvieran anestesiados?
Soldado: Díez. Duración del destino sin determinar. Cortesía: Suzzane Opton.
En principio, la respuesta nos lleva más cerca de esto último. Estados Unidos ha protagonizado en las pasadas décadas multitud de conflictos, desde Vietnam a la guerra de Irak, y en mayor o menor medida (como veremos) han tenido su refrendo en el arte; sin embargo, esa violencia interior, nada soterrada, producto de la posesión de armas al alcance de casi todo el mundo, no ha sido casi contestada por los estadounidenses. No, desde luego, por creadores con una fortaleza argumental potente. Parece que los artistas asumieran esa violencia como algo normal e inherente a la singularidad del país y a su célebre Segunda Enmienda.
Soldado: Claxto. 120 días en Afganistán. Cortesía: Suzzane Opton.
En los últimos años quizá una de las piezas que mejor ha sabido captar ese dolor en el sentido más universal haya sido Observance 2002, un vídeo del californiano Bill Viola que se pudo ver en la galería estadounidense James Cohan en la edición de 2003 de Arco. El precio, por si lo preguntan, 150.000 euros en una edición de cinco copias y solo a la venta para museos (nadie lo compró). La obra (que hoy triplicaría ese valor) respondía al mejor Bill Viola, el más contenido, y el menos, por escribirlo así, manierista (algo de lo que pecan sus últimos trabajos, en los que a veces cae en un batiburrillo místico).
El vídeo en alta definición Observance 2002 de Bill Viola es una visión del artista sobre el dolor generado el 11-S.
Observance 2002 es la filmación a cámara lenta y en alta definición –al más puro estilo Viola– de un grupo de personas que situadas en fila se turnan para mirar algo que no se ve, pero que les produce un profundo dolor. Sus rostros son muestra de ello. Es un vídeo que da respuesta a los atentados de las Torres Gemelas de 2001. Por lo tanto, habla del dolor que viene de fuera, no del generado por la violencia que se crea en el interior del país.
El camión fantasma
Otro artista que mira con intensidad crítica a Estados Unidos es Íñigo Manglano-Ovalle, estadounidense, aunque, desde hace unos años, con pasaporte español. Suya es, quizá, la mejor pieza de la Documenta 12 de Kassel, Phantom Truck. Una réplica del presunto laboratorio móvil iraquí que en febrero de 2003 el entonces secretario de Estado de Estados Unidos, Colin Powel, presentó para probar la idea (falsa) de que Irak tenía armas de destrucción masiva, y justificar así los ataques. El camión se mostraba en una habitación cerrada, con escasa luz, “como un testigo fantasma de algo inexistente”, explica Íñigo Manglano-Ovalle.
Phantom Truck, de Íñigo Manglano-Ovalle, en su exhibición durante la Documenta 12 de Kassel.
Otra obra interesante, dentro de esta visión de Irak, es la que plantea Jeremy Deller (aunque es un artista británico) en su instalación It Is What it Is. Conversations About Iraq. También hay que prestar atención a las fotografías de Suzanne Opton, que muestran retratos de soldados americanos desplazados a Irak y Afganistán y que reproduce a gran escala en vallas publicitarias. Varias de esas fotografías se exponen a pesar de que algunos mueren después de ser tomadas. Esto provoca un fuerte debate.
It Is What It Is. Conversations About Iraq, instalación del artista británico Jeremy Deller.
Pero una vez más es una reflexión sobre la violencia generada por el país en el exterior. Al igual que los famosos neones rojos de Dan Flavin, que el artista creó como respuesta a la guerra de Vietnam. Por lo tanto, ¿dónde está el análisis crítico a esa superpoblación de armas? Sin duda, falta en esos creadores de referencia. Una muestra más que refleja cómo lo extraordinario se confunde con la normalidad. Y hasta qué punto las armas se han transformado en un elemento terriblemente cotidiano en la sociedad estadounidense, a pesar del horror que conllevan.