El nuevo subdirector del Museo Reina Sofía dispara palabras. En español. En portuñol. En inglés. Es el pasado miércoles y estamos en su despacho. La luz inunda la sala como un bálsamo extendido por un dios diligente. “Es lo mejor que tiene”, concede. Sabedor que su artífice, el arquitecto francés Jean Nouvel, deja a Madrid una obra fallida. Pero João Fernandes (Braganza, 1964) ha decidido no hacer rehenes. Se enfrenta al mercado del arte, a los coleccionistas, al valor de las obras y al verdadero papel del museo en estos tiempos de crisis y espectáculo sin que le tiemble el pulso ni las frases. Tiene mérito. Es zorro viejo. Ha estado nueve años al frente del Museo Serralves de Oporto y entre otras participaciones codirigió, junto con su amigo Vicente Todolí, la 50º Bienal de Venecia (2003). De hecho, en Serralves mostró a Manoel de Oliveira, Alvaro Siza, Robert Rauschenberg, Paula Rego o Dara Birnbaum. Creadores tan diferentes que no admiten una clasificación común. Artistas cuyas propuestas hieren como balas. Como el arte y el mercado. Como la vida.
Pregunta. ¿Hasta qué punto el mercado del arte ha parasitado el museo?
Respuesta. El mercado es dominante en el mundo del arte contemporáneo. Y muchos museos empiezan a ser un eco directo. Antes los museos legitimaban las obras que después circulaban por el mercado. Pero ya no es así. Hoy el mercado, las ferias de arte y los coleccionistas privados (que muchas veces son quienes deciden las colecciones de los museos) están colocando al museo en una situación nueva. Los museos están admitiendo el “regreso de los príncipes”. O sea, el coleccionista privado, con sus gustos particulares, empieza a ser cada vez más visible en las colecciones.
Imagen nocturna del interior de la ampliación del Museo Reina Sofía firmada por el arquitecto francés Jean Nouvel.
P. Hablando de "príncipes". Acaban de incorporar a varios coleccionistas privados de enorme peso y presupuesto personal (Helga de Alvear, Patricia Phelps de Cisneros) al patronato. ¿No es una rendición al mercado?
R. Creo que es una fórmula mixta. No se puede ver la financiación y la gestión de los museos como una mera oposición entre dos modelos. Lo público frente a lo privado. Hoy es imposible que un museo sea gestionado solo de forma estatal. Lo que no es deseable porque lo convierte en un instrumento político. El museo es un espacio de confrontación de ideas. No deben ser lugares instrumentales de poder. Es un lugar donde se comparte una experiencia. Por esta razón es siempre un paso adelante hacia una mayor ciudadanía. Es un espacio para el reconocimiento de la diversidad humana en el mundo.
P. Suena muy bien, pero hoy, raramente, es así. Manda el espectáculo.
R. Bueno, el modelo económico y de financiación pasa mucho por la integración de los museos en el sistema del espectáculo, algo que ha cambiado el mundo de la cultura en nuestro tiempo. Muchas veces cuando la creación artística se ve apropiada por un circuito de difusión basado en la idea del espectáculo, el mercado y el consumo entonces se pierde la singularidad. Hoy los museos son para personas que no conocen ni buscan el arte. Buscan ir a los museos por estar ahí, pero no para saber lo que sucede. El gran problema del museo no es solo atraer al público sino saber qué hacer con él. Cómo a través de sus programas y exposiciones puede dirigirse a sus visitantes para que no solo sean turistas ocasionales.
P. Volvamos a usted. Sustituye en el cargo a Lynne Cook, alguien de quien el sector artístico madrileño se quejaba de su escasa cercanía. Nunca aprendió español y se dejaba ver más bien poco por las galerías.
R. Yo tengo una familiaridad y un conocimiento mayor del contexto. El Museo Reina Sofía ha sido para los portugueses una forma de conectarse con el mundo del arte que no llegaba a Portugal. El aislamiento era grande. Recuerdo esos viajes que se hacían para ver las exposiciones. Cuando empecé mi carrera como comisario uno de mis primeros proyectos fue Peninsulares. Hice viajar entre ambos países a más de 40 artistas de galerías de Portugal y España.
P. Parece un acto de contricción y propósito de enmienda. ¿Cuáles serán sus propuestas de exposiciones?
R. Lo primero que me ha pedido Manolo [Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía] es que monte la exposición, que ya estaba programada [por Lynne Cook], de Robert Adams (New Jersey, 1937). Uno de los artistas que más quiero. Siempre había soñado con hacer esta muestra. Pero ya estoy trabajando [se estrena en mayo próximo con una exposición del brasileño Cildo Meireles] en distintos proyectos de cara al futuro. Desde programas con artistas jóvenes a antológicas de creadores con una obra más desarrollada.
La obra del fotógrafo americano Robert Adams, con el montaje del nuevo subdirector del Reina Sofía, se muestra estos días en Madrid.
P. ¿Qué artistas españoles le interesan?
R. Estar aquí es una oportunidad muy grande para saber lo que pasa. Por ejemplo, lo que el Museo Reina Sofía está mostrando con sus colecciones es muy útil para mí. Porque más allá de los nombres conocidos (Miró, Dalí, Picasso) existen bastantes artistas por descubrir, que el aislamiento de la pintura española había impedido que tuvieran una mayor difusión internacional.
P. ¿La futura Ley de Mecenazgo será un punto de inflexión?
R. En todos los países ha sido muy importante. Sin ella sería imposible la existencia de instituciones culturales en Estados Unidos. Y todas las naciones europeas están desarrollando algún tipo de fórmula similar.
"El gran problema no es atraer público al museo, sino saber qué hacer con él", reflexiona João Fernandes. Colas en el exterior del Museo Reina Sofía.
P. Dentro de esta invasión del mundo privado, del dinero, en el museo, ¿es partidario de los préstamos? ¿Los aceptan?
R. Una colección es un punto de vista. Una colección institucional es diferente de la de un privado. Porque tiene un programa de actuación que no depende de un gusto personal ni de las circunstancias del mercado. Ahora bien, existen muchas obras de arte que son accesibles a los coleccionistas privados pero no a las colecciones de los museos. Por eso resulta impensable que un museo hoy no tenga que relacionarse también con préstamos de colecciones privadas y otras instituciones. El museo debe abrirse a los préstamos, pero siendo consciente de que una colección no se hace de préstamos. Los que de verdad nos interesan son los que nos gustaría que un día se quedaran en el museo. Como ocurre en el mundo anglosajón.
P. Sí, pero en Europa se supone que es el Estado, a través de las políticas culturales públicas, quien debe hacer ese papel. No la iniciativa privada.
R. A mí me encantaría que en cien años alguien mirara las colecciones que estamos haciendo aquí y pueda decir: “Aquella gente hizo lo que tenía que hacer para que nosotros podamos conocer el arte de ese tiempo”. La idea es estar muy atentos a lo que hacen los coleccionistas. Por ejemplo, pueden arriesgar más con los jóvenes artistas que nosotros. Pues un museo es un lugar ya muy filtrado.
"Una gran obra de arte es aquella que te cambia la vida", apunta João Fernandes.
P. Dada la proliferación casi ad infinitum de artistas y obras que vivimos estos días, ¿es el momento más difícil en la historia del arte para separar el grano de la paja?
R. Aunque a escalas diferentes, los problemas continúan siendo los mismos. En todas las épocas había una realidad dominante a la hora de elegir y otra minoritaria. Muchos de los artistas que más apreciamos hoy en día en su tiempo fueron minoritarios. Por esta razón, las ferias de arte, que actualmente son espacios de circulación de obras, no pueden sustituir a los puntos de vista que los museos pueden desarrollar con sus colecciones. Una gran obra de arte es la que te cambia la vida.
Las casas de subasta empiezan a asumir algunas funciones que antes eran patrimonio exclusivo de la crítica.
P. ¿Han sustituido los catálogos de Sotheby’s o Christie’s a la crítica?
R. Sí y no. Sí, por la investigación que permiten sobre las obras. Y no, porque la crítica siempre implica una visión que se alimenta de las circunstancias. Lo interesante es que la crítica supone un punto de vista y los catálogos jamás lo tienen. La cuestión no es homogeneizar el mundo, sino que todos seamos capaces de navegar en su increíble diversidad.
João Fernandes explica la exposición del fotógrafo alemán Thomas Struth en el Museo Serralves de Oporto.