Cristina Iglesias (San Sebastián, 1956) se desliza sobre las palabras con el equilibrio de un surfista. Hay momentos en la conversación en los que se enfrenta a las olas (“¡para nada es una exposición de obra menor!”) y otros en los que se deja llevar por ellas (“es el pensamiento sobre el espacio y en el espacio de otras obras. Son maneras de pensar”). Pero, sin duda, se mueve bien en los predios de la tormenta (“es una vergüenza lo que sucede en el MUSAC”, dice en relación a la dimisión de la anterior directora, Eva González-Sancho, por injerencias políticas), y lo hace con una voz cristalina y extrañamente ronca. Mirando a los ojos. Sin titubear. Trazando palabras de quien está considerada la artista viva más importante de España.
Ahora, después de su tour de force en el Museo Reina Sofía, que ya forma parte de la memoria más brillante de los últimos años de la institución, llega a la galería madrileña Elba Benítez. En sus paredes: dibujos, vídeos (su serie Guide Tour), fotografías; y, sobre el suelo, maquetas. Todo su universo creativo. Es como si, sentados en la mesa de trabajo de la artista, hubiéramos abierto cajones y rebuscado papeles y, en algunos momentos, encontrado tesoros.
Pregunta. ¿Qué va a encontrar en esta exposición el espectador?
Respuesta. Es una exposición más íntima. Sobre todo después de haber hecho la muestra del Reina Sofía. Porque nos habla de cómo pienso sobre el espacio. Cómo trato los diferentes sujetos que me preocupan. Es decir, las ideas y el pensamiento que residen detrás de muchas de las piezas que construyo. Todo está conectado. Hay dibujos que están en relación con la idea del pozo y de las aguas subterráneas, así como de algunos proyectos concretos que he realizado. La idea era mostrar los dibujos y maquetas que preceden. Es el pensamiento sobre el espacio y en el espacio de otras obras, o en sí mismo. Son maneras de pensar, que luego adoptan una presencia, por ejemplo, en forma de dibujos.
P. Por cierto, ¿esperaba un éxito tan grande como ha tenido su exposición en el Museo Reina Sofía?
R. Nunca espero nada a priori. Lo que sí puedo decir es que todo lo que enseñé tiene que ver con lo que hago. Ha sido una oportunidad fantástica, que agradezco, de poder trabajar en ese espacio –con una gente estupenda– y de ser parte también del discurso del museo.
P. Cuando un artista muestra algo alejado, en principio, al núcleo fundamental de su trabajo, en su caso la escultura, siempre existe la tentación de pensar que es una obra menor.
R. ¡Para nada! Primero porque es más complejo. El mundo a veces te exige simplificar y por eso digo que soy escultora. Pero me siento artista, sé que suena fatal y, sobre todo, en castellano no se termina de entender. Pero si digo que tiene que ver con el pensar, ¡cómo va a ser secundario! Es imposible. Precede. Son las ideas con las que viajo, en un avión o en el hotel. Muchas veces se trata de anotaciones que termino desarrollando en el estudio y en ocasiones pasan a ser esculturas. En esta exposición hay dibujos que tienen anotaciones sobre ideas. Es la manera como siempre he trabajado. Lo que sucede es que no he enseñado tanto esta parte de mi trabajo. Por eso digo que es íntima. Es importantísima. Fundamental.
P. Tras un tiempo de cierto ostracismo estamos viendo en los últimos años una reivindicación de la escultura y de los escultores.
R. Creo que se aprecia mejor. Es verdad que, por ejemplo, la pintura tiene connotaciones en bastantes ocasiones muy complacientes con el mercado. Es en ese aspecto en el que en muchos casos lo que llamamos escultura toma un protagonismo mayor porque resulta más libre, y está más cerca de lo que es una expresión artística con un pensamiento crítico y activo con el mundo.
P. Regresemos un momento a los terrenos de esta bitácora. El mercado del arte en España está casi muerto. ¿Necesita un artista que trabaja sobre todo fuera de España una galería aquí?
R. Desde el punto de vista económico no, pero Elba Benítez es alguien que apoya a los artistas y quiero formar parte de eso. Quiero estar en diálogo con otros creadores que trabajan con ella y que están planteando propuestas en Madrid. Es una necesidad de diálogo y de presencia. Pero también Elba trabaja fuera. Si no hiciera las ferias que hace no podría sobrevivir y, además, ahora, con un IVA tan alto…
P. ¿Lo del IVA es la puntilla del sector?
R. Un artista que trabaje en el mercado internacional resulta más barato comprarlo fuera que aquí. Y esto repercute negativamente en el país, lo mires por donde lo mires.
P. Vicente Todolí va a recrear en HangarBicocca de Milán la instalación (Double Bind) que Juan Muñoz (célebre escultor y marido de Cristina Iglesias, fallecido en 2001) llevó a la sala de Turbinas de la Tate Modern. A pesar de su fallecimiento, Juan Muñoz parece que sigue teniendo una enorme presencia.
R. Sin duda. Será la primera vez que se vuelva a montar esa magnífica obra. Fue el segundo artista, después de Louise Bourgois, que intervino en ese espacio y murió estando esa instalación presente. El memorial de Juan fue allí mismo, así que imagínese lo que significa volver a construirla. Además es una obra total suya en la que se incluye gran parte del vocabulario que desarrolló en su vida. Es maravilloso que Vicente quiera hacerlo. Por si fuera poco, Double Bind no será la única instalación.
P. Entrando en lo institucional, dada la deriva y los últimos acontecimientos que ha vivido el MUSAC (Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León), ¿piensa que puede correr la misma suerte de desprestigio que el IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno)?
R. Espero que no. Sinceramente me parece una vergüenza. Confío en que la fuerza de la gente pueda anular estas situaciones.
P. Desde la mirada del arte contemporáneo, parece que todo se pone en contra: el mercado, las instituciones, la injerencia política…
R. Sin duda vivimos un momento difícil, pero no soy fatalista. Todo lo contrario. Sé que hablo desde una situación de privilegio, porque tengo proyectos. Pero tengas las herramientas que tengas, la expresión nunca puede faltar. La gente aquí está muy viva y están ocurriendo cosas.
P. Trabaja mucho fuera y, además, con algunas de las galerías más potentes del mundo, ¿cómo nos ven desde lejos?
R. Hay una idea de que Europa está en crisis, y es real. Pero creo que las épocas de crisis han sido muy ricas y hay gente de fuera que piensa lo mismo y está muy atenta a lo que sucede aquí.
P. Unos mediante la cultura, y otros a través de la economía; ¿no nos están matando entre todos poco a poco?
R. Lo que tiene que estar muy viva es la voz, las manifestaciones y las expresiones de cualquier tipo. Lo que sería terrible es que la gente estuviera escondida. Pero esto no está ocurriendo. La cultura, al igual que la educación, hay que defenderla como producto absolutamente necesario. La gente tiene que estar cerca y sentir que puede a través de ella entender mejor el mundo o acercarse a él. Porque al final todo está más en hacerse preguntas y no tanto en encontrar respuestas.
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