Le cuesta un mundo a la colección del Instituto de Artes de Detroit (DIA, por sus siglas en inglés) disfrutar de un poco de tranquilidad. El acuerdo para salvar sus obras maestras se daba, más o menos, por cerrado. No iban a ser vendidas para afrontar la bancarrota de la ciudad gracias a un doble movimiento. Por un lado, el museo se segregaba económicamente de Detroit (en una operación que los financieros denominan spin-off). Y como contraparte, Míchigan, junto a la propia entidad cultural y varias organizaciones no gubernamentales, se comprometía a aportar 816 millones de dólares (590 millones de euros) durante los próximos 20 años para garantizar su viabilidad. El juez Steven Rhodes, quien se encarga del colapso financiero, respaldó este acuerdo con el argumento de que las obras no podían enajenarse ya que la colección no pertenecía ni al Estado ni a la ciudad, sino a sus ciudadanos.
Dos visitantes contemplan una pintura del DIA (Detroit Institute of Arts). Foto: Andrew Burton/Getty.
Sin embargo, de súbito, ha irrumpido en escena una oscura aseguradora llamada Syncora. Con domicilio en Bermudas —un paraíso fiscal— está presionando al límite, junto a varios bancos europeos, y a otra aseguradora, Financial Guaranty Insurance Company, para que el DIA venda sus cuadros. Evidentemente, la razón de este interés es el dinero. Syncora se juega más de 250 millones de dólares en la bancarrota, en buena parte debido a que respaldó, asumiendo un enorme riesgo, 1.400 millones en pensiones de los trabajadores de Detroit.
Mural del artista mexicano Diego Rivera, una de las obras más emblemáticas del DIA.
A principios de la semana, Stephen Hackney, abogado de Syncora, sostenía en el tribunal que una tasación completa de la colección de arte del DIA “podría representar una recuperación sustancial para todos los acreedores” e hizo un llamamiento —como relata el periódico Detroit Free Press— para que la evaluación de los activos fuera transparente, “con el fin de que la gente pudiera entender las razones de la decisión [de no vender las obras]”.
Detrás de esas palabras, que suenan moderadas, habita una guerra. Los abogados de Syncora acaban de conseguir que el magistrado Steven Rhodes les de acceso a las comunicaciones que durante dos meses mantuvieron el DIA y la oficina del fiscal general Bill Schuette. En ella se muestra la estrategia que utilizó el centro de arte para evitar la bancarrota y la liquidación de sus obras.