Miguel Zugaza: "Es un error hacer negocio con tu colección"

Por: | 27 de abril de 2014

Zugaza Álvaro García

Es mediodía en el despacho madrileño de Miguel Zugaza (Durango, Vizcaya, 1964). La luz, con un tono azulado, se filtra por las ventanas como en un cuadro de Patinir e incansable se refleja en los plásticos de infinidad de catálogos de arte extendidos sobre una imponente mesa de trabajo de color caoba. Un hombre alto, barba cuidada, indisimulables ojeras, y muy cordial, aunque reservado, entra por la puerta. Extiende, firme, la mano y sonríe.

—Gracias por venir, apunta con amabilidad. ¿Sabe que sigo el blog?

—Muchas gracias. Mezclar el mundo del arte y la economía es, a veces, parecido a opositar al misterio: uno nunca sabe qué puede pasar.

Este es el comienzo de la conversación con el director del Museo del Prado. Es una entrevista distinta. Como visitar la mejor pinacoteca del mundo y contemplar solo un único cuadro. Aunque con decenas de lecturas. El acuerdo es hablar de la geopolítica del arte. De cómo cada vez más países lo usan estos días para hacer negocios o mejorar las relaciones políticas. ¿Entrará el Prado en este peligroso terreno? Unos 20 minutos de conversación arrancados a una agenda sin huecos. Las voces y las palabras comienzan en Oriente Medio, pero a muy pocos pasos, por la ventana del despacho de Miguel Zugaza, junto a la luz, también se cuelan Goya y Velázquez. La maravilla del Prado.

Arte  coleccionistas
Los grandes maestros de la pintura antigua son un objetivo de los nuevos museos árabes.

Pregunta. ¿Le sorprende esta voracidad del mundo árabe por el arte occidental? ¿Por comprar obra a precios astronómicos y construir carísimos museos?
Respuesta. No es nada nuevo. Son países emergentes con un poderío económico muy notable que intentan incorporar los modelos culturales que ven como ejemplo del mundo occidental. Salvando las distancias históricas, lo que sucede en Abu Dabi, o en los Emiratos Árabes, semeja lo que pasó en Texas en la segunda mitad del siglo XX. Una gran riqueza procedente del gas y del petróleo que revierte en la cultura y en la creación de museos. Lo que ocurre ahora en esos países responde al mismo modelo de mímesis cultural con lo occidental. Otra cosa es que no se puedan comparar los Emiratos con Estados Unidos. Pero es normal que el triunfo de la democracia en el arte, representada por la creación de museos, sea algo que otras naciones quieran emular. Es un efecto de emulación frente al modelo de éxito de los museos, tal y como los concebimos ahora, que es la idea (algo que surge en las últimas décadas) del éxito social y político de los mismos.

Zugaza Vanesa Montero
"El arte siempre ha ido donde está el mejor postor", sostiene Miguel Zugaza. Foto: Vanessa Montero.

P. Lo increíble es que estos países árabes están coleccionando de forma decimonónica, como en Europa hace siglos. O sea, el museo es un mero contenedor de obras y cuantas más acumulen, y  más caras; mejor.
R. Así es. Ellos no cuentan prácticamente con tradición cultural. Tienen que construir sus colecciones a través de lo que ocurre en el mundo occidental. Con una visión más tradicional que actual del coleccionismo, buscando el valor icónico de las obras de arte y también el que tienen determinadas marcas culturales, que son museos muy relevantes, los cuales participan en el diseño de estas ciudades creadas recientemente a las que llamo “nuevas babilonias”. Pero el arte siempre ha ido donde está el mejor postor. Si tienen capacidad económica pueden adquirir ejemplos extraordinarios del arte occidental, del arte tradicional u objetos de la antigüedad. En la zona del Golfo, el único museo que ya existe es de Arte Islámico. Tiene piezas extraordinarias que abarca buena parte de la cultura islámica. Lo han completado en muy poco tiempo y a base de adquisiciones. Es algo que funciona y que responde a ese interés por emular. De hecho, el arquitecto que eligen para construir el museo de Doha es [Ieoh Ming] Pei, quien es el emblema del prestigio político-social en el mundo de los museos tras la ampliación del Louvre a finales de los años ochenta del siglo pasado.

P. Eso sí, parece que las compras de este mundo árabe se centran bastante en pintura antigua.
R. Bueno, y también contemporánea. Lo que pasa es que estas colecciones son tan opacas que no sabemos realmente lo que están comprando.

Sheikha al-Mayassa

Sheikha Al Mayassa, en el centro, la mujer más poderosa del mundo del arte, dirige la Autoridad de Museos de Catar, responsable de los Museo de Arte Islámico y de Arte Moderno de Doha. Foto: 'Doha News'.

P. ¿Le han pedido al Prado obras con el fin de usarlas como embajadores económicos, o sea, para abrir mercado, ya sea en China o en Oriente Medio?
R. En el proceso de macdonalización, en general, de la cultura, el único éxito evidente de todo este movimiento ha sido el Guggenheim de Bilbao. Y delata que es un movimiento en el que los museos de arte contemporáneo tienen más coartada, por decirlo de alguna manera. El hecho de que un museo de arte contemporáneo plantee un trabajo en red, en colaboración con otras entidades, parece que sea más su trabajo. En cambio, para los museos de arte de carácter histórico resulta difícil encontrar esa coartada e incluso chirría cuando ves que el Louvre abrirá una sede importantísima en Abu Dabi. Es más difícil de explicar, porque el museo es una marca y esa marca puede tener criaturitas.

El Prado Uly Martín
El Prado no está a favor de crear franquicias del museo. Una visitante contempla en la pinacoteca madrileña 'Mujer ante el espejo', de Giulio Romano, discípulo de Rafael. Foto: Uly Martín.

P. Entonces, ¿está a favor de estas franquicias del arte?
R. Yo desde el Prado no lo veo, no es una opción interesante. Si se produce es porque realmente hay el amparo de la diplomacia cultural de un país. En el caso de Louvre existe esa diplomacia pensando en mejorar una relación privilegiada con un determinado territorio. Pero, claramente, por detrás surgen intereses económicos. Existen muchas operaciones que responden a esos motivos. Hay que comprender la situación de debilidad económica que ahora tenemos los museos públicos europeos. Necesitamos cada vez más recursos para desarrollar nuestra actividad y la Administración cada vez puede completar menos los presupuestos. Puedo entender a quien lo tenga que hacer. Pero me parece que con esto demostramos, antes que la pujanza de nuestras instituciones, una cierta debilidad; y hay que evitarlo.

Louvre Adu Dhabi

Imagen generada por ordenador del Louvre Abu Dabi. Un edificio proyectado por el arquitecto francés Jean Nouvel. El coste supera los 80 millones de euros.

P. Pero precisamente por esa falta de dinero de la que habla, ¿no siente que determinados países usan cada vez más el arte como moneda para lograr fines económicos o políticos?
R. Desde que se constituyeron los Estados, el arte ha estado de alguna manera al servicio del poder. Siempre ha servido de embajador. Pero no he notado que se haya intensificado ese papel. Lo que ocurre es que ahora hablamos más de cosas como la marca-país y lo que significa un museo como El Prado desde ese punto de vista. Existe una apetencia de otras ciudades y países por recibir las colecciones de los grandes museos. Y hay una forma de financiación que hasta ahora no era tan visible. Sin embargo tenemos que tener la suficiente precaución para no convertir el intercambio de nuestras colecciones en puro negocio. Eso sería pan para hoy y hambre para mañana. Y cambiaría la identidad de nuestros museos. Es un camino equivocado pensar que haciendo negocios con tu colección puedes, al final, sostener el museo. Ahora bien, a nosotros tampoco nos han ofrecido grandes cantidades por hacer grandes historias.

Caravaggio
En la imagen, 'La resurrección de Lázaro', de Caravaggio. El cuadro pertenece a Sicilia y el Gobierno regional cobra, al menos, un 0,5% del valor del seguro para permitir su exportación. Foto: EFE.

P. Sera así, sin embargo cada vez se mercantilizan más las obras. Los museos sicilianos, por ejemplo, ya cobran un porcentaje por dejar salir sus caravaggios o antonellos da messina.
R. Sé que es una tendencia que existe. Nosotros también lo hacemos en ocasiones, pero no como fuente principal de ingresos. Vamos a inaugurar una exposición de arte italiano en Melbourne porque nos interesa presentar la identidad y la calidad del Prado en Australia. Y habrá una donación que harán las instituciones australianas al museo. Pero tiene que haber un objetivo más allá del simple intercambio comercial. El Prado no tiene que entrar en eso.

 

Nota: Algunos extractos de esta conversación forman parte de un próximo artículo que publicará EL PAÍS sobre la utilización en nuestros días del arte como instrumento político y económico.

 

 

Hay 1 Comentarios

Uyyyy lo de las ojeras, como que no le va a gustar mucho...
Es un gran gestor para los grandes proyectos, yo le reconozco el mérito. Pero también se desentiende de cuestiones de personal que ocurren dentro del museo y con sus piezas, qué tipo de empresas se contratan y bajo que condiciones, si el personal que entra está dado de alta..., si tiene experiencia para hacer ciertos movimientos... con ciertas obras.... Puede que mirar para otro lado haya sido una opción que ha funcionado, pero le aseguro que algún día ocurrirá algo y entonces se descubrirán las condiciones reales de muchas empresas que trabajan con las piezas del museo.
Por cierto es un señor que no da los buenos días a los que considera subalternos.

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En un mundo de liquidez casi ilimitada, en el que los bancos centrales dan al botón de imprimir billetes a la misma velocidad que Billy el Niño desenfundaba su revolver, los ahorradores (que hoy en día somos todos) han redescubierto el valor de los activos tangibles y limitados.
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Miguel Ángel García Vega

Periodista y modesto coleccionista de arte contemporáneo, Miguel Ángel García Vega lleva más de 15 años escribiendo en EL PAÍS. A veces de finanzas, a veces de sociedad, a veces de arte, pero siempre conectando la vida y los números. Este blog quiere ser una piedra de Rosetta con el que entender el universo de los bienes tangibles, que en ocasiones parece, como el mundo, ancho y ajeno.

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