A los islamistas radicales les gusta transformar la cultura en polvo o en pequeños fragmentos de piedras. No sienten miedo de las imágenes. Al contrario. Lo que les aterra son las ideas que representan, distintas a las que imponen. Es el pánico a la diferencia. Y la mejor forma de establecer una cultura nueva, piensan, es borrar las anteriores. En persecución de esa tabla rasa llevan desde hace unos años enfrascados en su particular cruzada contra el patrimonio artístico de la humanidad. O sea, contra la memoria de todos. Porque despojar a un país de sus obras de arte (esculturas, pinturas, mezquitas, templos) es robarle la memoria a las generaciones pasadas y futuras. Condenarlas a la tabula rasa. El escenario perfecto para imponer otras ideas; las suyas. “Tenemos el corazón roto porque nadie sabe exactamente lo que se ha destruido”. El lamento procede de Peter Pfalzer, un arqueólogo alemán que trabaja con la Autoridad Autónoma del Kurdistán irakí en la preservación de los sitios históricos. “Es la destrucción del patrimonio cultural pero también de su identidad, con el objetivo de crear una completamente nueva”.
Momento de la voladura de los budas del valle de Bamiyan (Afganistán) por los talibanes en 2001. Fotografía: CNN.
Sobre esas palabras, emprender un recorrido —a partir de un trabajo del periódico inglés Financial Times y usando también fuentes propias del blog— por esa topografía de la barbarie lleva a que se encoja el corazón. Pero todavía provoca más miedo analizar las ruinas, monumentos y sitios arqueológicos que están en peligro y lo que supondría su desaparición. Irak, Siria, Malí, Egipto, Afganistán y Libia son algunos de los muros maestros de los planos de esta demolición.
Un tuareg pasa junto a la mezquita de Tombuctú (marzo de 2004). La imagen está tomada ocho años antes de que se produjera el saqueo de la ciudad. Fotografía: Luc Gnago (Reuters).
En Irak, el Estado Islámico ha saqueado (está utilizando las piezas robadas para financiarse) y destruido con excavadoras los sitios arqueológicos a las orillas del Tigris de Hatra y Nimrud. Antes, en la ciudad de Mosul, destrozaba a martillazos las estatuas otomanas de su museo de historia antigua. Frente a la barbarie, el Gobierno iraquí ha reabierto el museo nacional de Bagdad. Sin embargo, a pesar de este intento de normalidad, hay miedo sobre el destino de la ciudad milenaria de Uruk, que contiene los ejemplos más antiguos de la historia de la humanidad de arquitectura monumental y que corre el riesgo de ser atacada por los radicales.
La imagen muestra cómo los explosivos destrozan la mezquita de Al-Qubba Husseiniya en Mosul (Irak). Fotografía: AP.
El dolor del patrimonio de Siria y de sus habitantes solo resulta comparable al de Irak. De hecho, la guerra civil que soportan los sirios apunta directamente sobre su legado. Los islamistas radicales han utilizado algunos de sus sitios arqueológicos para almacenar armas y situar artillería ligera y pesada. En la ciudad antigua de Alepo, declarada Patrimonio Universal de la Humanidad por la Unesco, la madraza de Sultaniyah, que databa 1223, fue volada en octubre del año pasado. Igual suerte corrió la de Khasrawiya y varias mezquitas.
Todo lo que ha quedado de la madraza de Al-Sultaniyah (Siria). La foto corresponde al 7 de diciembre. Imagen: Kinana Allouche/Facebook.
Estos monumentos están perdidos irremediablemente. Ahora, preocupa el futuro. Sobre todo el que se reparte por la provincia de Hasaka, en la zona oriental del país. En un escenario en guerra, poco pueden hacer los sirios para proteger ciertos edificios. Se dejan a su suerte. Mientras, todos los museos están cerrados y la opción es proteger las colecciones con sacos terreros, cajas de madera y muros. Y, desde luego, cruzar los dedos para que la artillería o el pillaje no caigan sobre ellos. “Las redes criminales y las mafias están explotando el caos para expoliar y robar”, relata por correo electrónico Sam Hardy, un reconocido arqueólogo inglés experto en tráfico ilícito de antigüedades. Y avanza: “Grupos armados están expoliando piezas y contrabandeando con ellas para financiar la compra de armas o directamente para intercambiarlas por ellas”.
La guerra civil en Siria está destruyendo uno de los patrimonios más importantes de la historia de la humanidad.
Dos militares del movimiento rebelde Libre Sirio caminan ante La Gran Mezquita Omeya en Alepo. Fotografía: Molhem Barakat (Reuters).
En Malí, durante centurias, los habitantes de Tombuctú —a 20 kilómetros al norte del río Níger— se han sentido muy orgullosos de sus mezquitas y monumentos creados con materiales tan delicados como el barro y ladrillos de piedra caliza. Han sido ellos mismos quienes se han ocupado de cuidarlos en ese tiempo frente al calor extremo o las tormentas de arena. Sin olvidar el deterioro que siempre acarrea el almanaque. Pero en 2012 los extremistas islámicos, bajo la facción Ansar Dine (Defensores de la Fe) y apoyados por sus aliados de Al-Qaeda, que se mueven en el área sahariana, se hicieron con una franja extensa de la zona norte del país. Contrarios a las tradiciones sufís, y armados con excavadoras, picos y palas destrozaron 16 mausoleos, incluyendo los de la mezquita de Djingareyber. Pero no solo sufrieron las piedras sino, también, el papel. La Unesco calcula que al menos 370.000 manuscritos fueron sacados de contrabando de Tombuctú durante la insurgencia. Y unos 4.200 —“de incalculable valor”— se perdieron para siempre. Sin embargo, en toda tragedia perviven gestos heroicos. Los propios habitantes de Tombuctú, poniendo en riesgo sus vidas, consiguieron salvar del fuego cientos de manuscritos enviándolos por canoas o camiones a la capital Bamako.
Varias personas revisan manuscritos desparramados por el centro Ahmed Baba de Tombuctú (Malí). Fotografía: Eric Ferferberg (AFP).
El patrimonio de Egipto también ha padecido mucho. En agosto de 2013, el Museo de Malawi, en la provincia de Minya, en el Alto Egipto, era saqueado casi por completo. Desaparecían 900 de las cerca de 1.089 piezas que contenía. Un año más tarde se recuperaba gran parte de la colección. Pero, por ejemplo, un sarcófago fue molido a golpes con palas y también sufrieron grandes destrozos máscaras del periodo greco-romano. El museo sigue cerrado. Pese a todo es cierto, como narra por correo electrónico la egiptóloga Salima Ikram, que “la seguridad ha aumentado” alrededor de estos espacios públicos. Aun así, el problema también llega de fuera. “Los coleccionistas, tanto de oriente como de occidente, están contribuyendo a la fuerza que muestran los ladrones”, advierte Ikram.
Saqueo en una de las salas del Museo Nacional de Malawi (Egipto) en agosto de 2013. Fotografía: AP.
En otro país, Afganistán, el daño que soporta su patrimonio resulta bien conocido. En marzo de 2001 los talibanes volaron con cargas explosivas las dos imágenes de tamaño colosal (35 metros cada una) de Buda en el valle de Bamiyan que llevaban centurias excavadas en la roca. Las estatuas, calificadas como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, fueron reducidas a infinidad de trozos de roca caliza. Japón ha prometido ayuda para su reconstrucción. Veremos, porque la insurgencia talibán vuelve a reactivarse por el territorio.
Japón y otros países han comprometido dinero para reconstruir los budas de Bamiyan. Fotografía: Getty Images.
Esta cartografía de la destrucción del patrimonio de todos se cierra en Libia. Una de sus joyas, la cueva de Haua Fteah (también conocida como Hawa Ftaih), corre peligro o, quizá, ya sea tarde para ella. Es una de las mayores del planeta y la más grande de la cuenca del Mediterráneo. Y nos revela que esa zona concreta del país ha estado habitada de forma continuada desde hace 100.000 años, y puede (se ha estudiado poco) que en ella se encuentren claves únicas que explican la evolución de la especie humana en el norte de África. Debido al conflicto armado, nadie sabe realmente en qué estado se halla pero se teme que pueda haber sido saqueada o expoliada. Como explica el arqueólogo italiano Savino di Lerma, quien ha pasado 25 años investigando en Libia, en el rotativo Financial Times: “Quizá la gran amenaza para el patrimonio del país sea el tráfico de material arqueológico para financiar grupos radicales”. Y apunta con tristeza: “La investigación arqueológica en Libia, ahora casi moribunda, morirá pronto. Sería muy decepcionante y paradójico que, después de años de olvido bajo el régimen de Gadafi, el patrimonio libio fuera una vez más abandonado”.
Imagen del exterior de la cueva de Haua Fteah (Libia), una de las mayores del planeta y en la que se refugiaron cazadores durante el paleolítico. Fotografía: Temehu.com.
Fotografía de apertura: Instante en el que el Estado Islámico vuela una mezquita en Irak.
Hay 1 Comentarios
Aquí no hay que ponerse nerviosos porque hay que reconocer que estos yihadistas cuando ven que lo de cortar cabezas y quemar gente viva no les dá los resultados que ellos desean, como son todos jóvenes y con ganas de armar camorras pues esto que hacen son rabietas que se cogen porque es que no tienen dos dedos de luces, que se saben ellos de patrimonio histórico si no saben hacer ni la " o " con un canuto, lo que no podemos hacer los que se suponen somos civilizados es echarnos manos a la cabeza y querer acabar con ellos por estas niñerías, asi que lo que habría que saber es si están organizados para tener interlocutores que nos digan que es lo que realmente quieren porque es que parece que van sin rumbo de aquí para allá sin un sitio fijo y matando y destruyendo lo que encuentran por su paso, asi que la cosa está en intentar pedir audiencia con el que se supone es su jefe máximo o sea, el califa, y, si buenamente accede a rebajarse a hablar con los enviados occidentales o en quien delegue, que intenten explicar que es lo que realmente quieren y tratar de hacerles ver que sus artes no son las más adecuadas en el siglo que estamos, ya en el XXI, que el medievo quedó hace tiempo ya bastante lejos, a ver si con la ilusión de que pueda conseguir lo que pretenden se les enciende una lucecita en ese mocopavo que tienen por cerebro y dejan ya de dar por culillo, hombre.
Publicado por: diplomática | 17/03/2015 0:35:31