Alberto Ovalle (nombre falso de una persona real) duerme tres horas al día. Tiene dos trabajos. Uno comienza al alba, otro cuando se cierra la noche. Por la mañana, de ocho a once, conduce el autobús de un centro de ancianos; por la noche, de ocho a tres de la madrugaba, vigila unas oficinas de lujo a las afueras de Madrid. Gana 1.100 euros, tiene 35 años y hace siete que llegó de Santo Domingo. Nunca ha oído hablar del economista francés Thomas Piketty, ni de su superventas El capital en el siglo XXI. Pero siente la inequidad. “Quiero estudiar ingeniería industrial. Sería una salida”, relata.
Es difícil hablar con Piketty. Convertido en el economista más célebre del planeta encuentra un hueco mientras viaja. Tengo clara la pregunta. “¿Puede su libro cambiar la vida de Santiago?” “¡Creo que las ideas transforman las sociedades!”, exclama. ¿Aunque piensen diferente? “Mi libro no es un libro para la izquierda o la derecha; es para todos aquellos que leen libros y que creen que temas como las rentas y la riqueza; la deuda pública y el capital privado; las tasas de crecimiento y los tipos de interés son demasiado importantes para dejarlos en manos de un pequeño grupo de expertos”.
Ningún texto económico en los últimos 30 años había calado tanto. Incluso Barack Obama ha advertido en el discurso del estado de la Unión del peligro que representa la desigualdad. Imposible obviarlo cuando el economista Emmanuel Saez ha descubierto que las 160.000 familias más ricas de Estados Unidos acumulan tanto dinero como las 145 millones más pobres. Un mazazo al sueño americano y su postulado esencial de que cualquiera —con esfuerzo— puede llegar lejos en la vida. En el empeño por recuperar el “capitalismo de la clase media” Obama subía el salario mínimo y lanzaba una pregunta. “¿Aceptaremos que solo a unos pocos les vaya bien?” Algunos creen inevitable este trágala. “Las sociedades occidentales están envejeciendo rápidamente y los ancianos no lideran protestas ni revueltas”, reflexiona Tyler Cowen, autor del libro Average is over (Se acabó la medianía), que cartografía un mundo fracturado entre una élite que ha ganado con la gran recesión y el resto que debe sobrevivir en el universo precario.
Contra este planeta mudo levanta la voz Piketty en un texto adoptado por el centro-izquierda y parte de la derecha. Quizá porque “carece de un paradigma”, valora el economista José Carlos Diez. “Al contrario que Keynes, no establece ninguna teoría económica”. Las 663 páginas de El capital “son la justificación científica de un problema que ni siquiera es bueno para el sistema”, sostiene Emilio Ontiveros, presidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI).
La pobreza relativa golpea al 12% de la población de la OCDE
Pero ese “sistema” se revuelve contra cualquier cambio. El pensador francés propone gravar con impuestos elevados las fortunas de los millonarios. ¿Imposible? “No existe ninguna sociedad democrática que acepte una política fiscal confiscatoria”, advierte el politólogo George C. Edwards III.
Sin embargo el tiempo deja víctimas reales. La muerte el año pasado de Maria Fernandes se ha convertido en el duro icono de la desigualdad. Tenía 32 años. Cada día trabajaba en tres Dunkin’ Donuts distintos por el salario mínimo (8,25 dólares la hora). Sin apenas descanso, dormía en su coche, donde acumulaba latas de combustible en el maletero. Una mañana, vencida por el sueño, los gases se desprendieron. A las 5.56 de la tarde fue declarada muerta por la policía de New Jersey. Aún llevaba puesto su uniforme de trabajo. El atestado escribía: “accidente”. Muchos creyeron que la mató la inequidad.
Hay 3 Comentarios
Barcelona necesitaría dinamizar el Museu d´Art Contemporani, una iniciativa tan brillante,de gran éxito,de la fusión entre el sector privado, y la administración pública. Con una buena ley de mecenazgo, sería lo más perfecto, dentro de lo existente.
Ahora que el Macba está viviendo un momento de reflexión, para diseñar su futuro inmediato, después de la extraña salida de su último director, se debería pensar en cómo reforzar su identidad y su prestigio, ligados a Barcelona y al espacio que ocupa en este universo del arte, disperso y comunitario al mismo tiempo.
Hay cosas que todavía no se han hecho, y que serían imprescindibles, como programar una exposición definitiva de Piero Manzoni, si fuera posible, similar a la que se instaló recientemente en el Palazzo Reale de Milano, con todos sus cuadros blancos, y sus insólitos descubrimientos estéticos. Los “Acrhome” de Manzoni, creados en la niebla metálica industrial de Milano, eléctrica, serían de un blanco muy distinto, con la luz del mar mediterráneo ,en el Macba, y en Barcelona. Mejor que en el Palazzo Reale, que tiene una antigüedad histórica pesadísima, inadecuada para él.
Manzoni ha sido un preconceptual, y el Macba, en un cierto sentido, ha seguido a veces esta línea, que se pierde en un horizonte disperso.
También sería indispensable instalar toda la trayectoria del artista abstracto más importante del siglo XX, Alberto Burri, y exibir los sacos, los plásticos, los hierros, las grietas, los negros, los oro y negro, creados en los últimos años en Beaulieu, antes de morir.Toda la aventura extraordinaria de sus investigaciones matéricas visuales.
Sería fantástico poder exponer en los espacios del Macba las grandes obras de Cy Twombly, cuadros todavía desconocidos, sus líneas inciertas y tachaduras con lápices de cera, en enormes telas casi blancas, y sus esculturas de cartón, de yeso, o de madera, que son casi inéditas para una gran mayoría del público de Barcelona.
Estas obras son necesarias para entender las trayectorias posteriores de lo contemporáneo, es una forma de visión diversa, que ha provocado, en parte, la dispersión actual de la percepción sensitiva, en otra realidad, un paradigma quizás inexistente, el vacío de los pasos perdidos que circulan sin dirección establecida, en el arte estrictamente contemporáneo.
También los cuadros de Gerard Richter,y de Anselm Kiefer,el más potente y energético de todos, tendrían que tener algún ángulo, algún lugar, donde alguien pudiera verlos, y si fuera posible, llenar todo el Macba con ellos.
¿Quién se acuerda de los enormes trípticos de madera de Emilio Vedova, ahora escondidos entre los canales de Venezia?.Son obras contemporáneas.
¿Cuándo llegará una gran exposición instalación de Joan Brossa ? Esto es algo debido, desde hace años. En el Macba no lo veían, porque él se encontraba demasiado cerca.
Es muy difícil, en estos días, orientarse en una sola dirección, dirigirse hacia un solo objetivo, y llegar hasta algún punto, sin vacilar. Esto no sería contemporáneo.
Santiago Palet
Publicado por: Santiago Palet | 12/06/2015 23:35:23
Los problemas de la sociedad actual son sumamente complejos. En ello el factor demográfico juega un papel enorme, porque - como nos señalan nuestros mayores- hace 70 años, cuando terminó la 2GM hubo emigraciones masivas de europeos hacia el continente americano , de norte a sur, pero aún así, cada empleador que ponía un aviso para cubrir una vacante no obtenía mas que 3 o 4 respuestas. Hoy en día, cuando alguien pide personal, cientos de personas se presentan para cubrir el cargo. Y en esa necesidad de trabajar, a no ser que los países tengan severas fiscalizaciones en materia salarial, la gente obtiene salarios muy bajos. Es decir, son explotados por los empresarios.Pero las mas grandes desigualdades pienso, se dan en el acceso a la enseñanza, porque ahí a pesar que hay países cuyos gobiernos tratan de favorecer a los que menos tienen, qué hacen los niños con una netbook si en su vivienda carecen de electricidad y de conexión wi-fi ?
Publicado por: bergante | 22/05/2015 16:46:43
Parece que estamos atravesando unos de esos hitos históricos que jalonan la historia de la humanidad, que se escriben luego en los libros de texto.
Similar a lo que fue la Revolución Francesa en su tiempo, sacando a las masas populares del ostracismo y de la supeditación perpetua a las jerarquías de toda la vida, por el mero hecho de nacer en cunas diferentes.
Parece que se quiere imponer como la única forma de poder administrarnos en sociedad, la forma que contempla las grandes ciudades cosmopolitas con los enormes centros financieros, y rodeadas de arrabales de chabolas pobres y condenados a la miseria.
Por nacimiento, separados en ricos y parias.
Cuando vemos el daño al planeta y a la naturaleza con la contaminación imparable, y la distancia que separa a las clases sociales cada día más grande.
Como una enfermedad.
Repitiendo de pasada los valores de justicia y de igualdad, solo para recordarlos que existen.
En estos tiempos de consumo desaforado en una parte del mundo, y de pobreza desbocada en la otra parte del planeta, atravesamos la línea divisoria en la civilización actual en la que nos encaminamos a situaciones de logros sociales o de frustraciones irresolubles.
Aprendidos todos los consejos.
Ya se empiezan a ver las emigraciones de las gentes buscando un amparo social, y huyendo de los sitios donde el trato a las personas no permite tener esperanzas.
Siendo iguales sobre el papel en derechos y deberes las personas aun de razas diferentes.
Y metidos todo el mundo sobre la bola del planeta, como en una prisión sin salida posible.
Con las distancias que nos separan cada día más cortas y cercanas en esperanzas y en frustraciones.
Con una inmensa lupa puesta sobre nuestras cabezas sin prisa alguna, para ver que pasa.
Publicado por: Matadepera | 21/05/2015 17:28:01