En el principio fue el verbo y después, la palabra. En el mercado del arte, el verbo y la palabra coinciden: “especular”. Nunca en la historia del arte se había jugado tanto y tan fuerte con los precios de las obras. Se vende casi tan rápido como se compra. Durante mucho tiempo funcionó la regla no escrita de que al menos una pieza debía guardarse entre tres y cinco años antes de ser revendida. Sin embargo, ahora, un nuevo tipo de coleccionista (flipping, en terminología inglesa), o de comprador a secas, impulsado por la especulación como seña de identidad, ha desbaratado ese principio. El análisis lento y minucioso de lo ocurrido en las multimillonarias subastas de mayo revela la intensidad de este fenómeno.
En las subastas de arte del mes de mayo, las tres (Phillips, Christie's y Sotheby's) grandes firmas del sector vendieron obra por valor de 2.400 millones de euros, la cifra más alta de la historia.
El mes pasado, Christie’s, Sotheby’s y Phillips vendieron 2.700 millones de dólares (2.400 millones de euros) en arte en solo 30 días. La cifra más elevada de la historia para un mes de subastas. Pero si analizamos los datos veremos como entre los lotes que lograron el precio más elevado (por encima de 1,5 millones de dólares) unos 13 habían cambiado de manos por lo menos una vez en los últimos tres años. El cálculo procede de la agencia Bloomberg, que cita a la consultora estadounidense Skate Art Market Research. Esto supone un aumento del 54% respecto al año pasado. Es más, en las dos semanas que duraron las subastas se vendieron 221 obras que superaron de forma individual 1,5 millones de dólares. En mayo de 2007, cuando el mercado del arte alcanzó su anterior máximo, solo cuatro piezas habían podido superar esa cantidad.
La rápida reventa de las obras afecta tanto a artistas emergentes como consagrados. En la foto, dos operarios cuelgan una obra de Gerhard Richter.
La especulación ha llegado a todos los segmentos del arte contemporáneo. Da igual que sean artistas emergentes que consagrados. Del treintañero danés Danh Vo al octogenario alemán Gerhard Richter. Los especuladores no hacen distingos. Y la preocupación se extiende, incluso entre quienes tienen fama acreditada de vender tan veloz como compran. “Enajenar cualquier cosa muy rápido o en gran cantidad al mismo tiempo no es bueno, y [esta práctica] necesita ser regulada por organismos relacionados con el mundo del arte para manejar el caos que provoca el exceso de especulación”, apunta por correo electrónico el coleccionista estadounidense y emprendedor tecnológico Stefan Simchowitz, quien, paradójicamente, algunos señalan como el prototipo de flipper de nuestros días.
Ejemplos de este cambio veloz de manos, como en un juego de magia, hay infinidad. En noviembre pasado (en una transacción que recoge Bloomberg) un retrato (imagen inferior) fechado en 1940 de una mujer joven pintado por el artista francés Francis Picabia se vendió en la casa de subastas parisina Drouot por 145.000 euros. Seis meses después la misma tela se remató en Christie’s Nueva York por 580.000 dólares (520.000 euros). Con lo que el vendedor se anotó una revalorización del 220%. Ningún índice bursátil se le puede comparar. Los especuladores se han fijado en el artista porque el MoMA prepara una gran exposición en 2016 y esperan que suba la cotización del pintor. Algo parecido a lo que le ha pasado a la obra de otro pintor, Joaquín Torres García.
Resulta evidente la irrupción en el mercado de un coleccionista-especulador que poco tiene que ver con la imagen tradicional de lo que se supone que es un amante del arte. Alguien, detalla Elena Foster Ochoa, fundadora y directora de la editorial Ivorypress, “que persigue incansablemente la belleza en todas y cada una de sus formas, con una sensibilidad innata y una educación constante para percibir la calidad artística, comprando la pieza o encargando una obra arquitectónica guiado solo por su querencia, su deseo y su intuición estética”. Y avanza: “Son coleccionistas atemporales, no siguen modas, ni artistas aupados por el mercado, no consultan a nadie ni siguen consejos de nadie, se guían por la inspiración personal repentina y muchas veces obsesiva que les conduce a la adquisición de la pieza. Aunque son escasos en nuestros días, estos coleccionistas existen en el siglo XXI y seguirán existiendo”.
Uno de los artistas más buscados por los coleccionistas con una cartera interminable es Lucian Freud. En la imagen, un momento de la puja por 'Benefits Supervisor Sleeping'. 1995.
Para muchos, sin embargo, ese coleccionista pasional es una verdadera rareza dentro del mundo del arte contemporáneo. La reventa fulgurante se impone cada vez más. Casas como Phillips se han especializado en llevar a subasta artistas muy jóvenes sin apenas currículo o carrera. En mayo pasado las tres grandes firmas de pujas (Christie’s, Sotheby’s y Phillips) del mundo vendieron 108 obras que se habían creado en los últimos tres años. Como quien dice, con la pintura fresca. Con esta estrategia recaudaron 22,7 millones de dólares (unos 18 millones de euros).
Jussi Pylkkanen, presidente de Christie's Europa, en el momento de rematar Les femmes d'Alger, de Picasso, en Nueva York, por 160,8 millones de euros. La obras más cara de la historia vendida en subasta pública.
Aun así, tal vez, habría que poner algo de distancia frente a tanto ruido y dinero. “Coleccionar depende del objetivo que tenga el coleccionista. Todos son igualmente lícitos. Hay quien busca el criterio social (aprendizaje, experiencia o belleza) y quien tiene motivaciones especulativas, de apariencia o de pura moda”, desgrana el coleccionista y empresario mallorquín Juan Bonet. “Eso sí, personalmente solo me interesa la mirada social”, zanja.
Hay 2 Comentarios
Barcelona necesitaría dinamizar el Museu d´Art Contemporani, una iniciativa tan brillante,de gran éxito,una fórmula de fusión entre el sector privado,las empresas, y la administración pública, el Estado. Con una buena ley de mecenazgo, sería lo más perfecto, dentro de lo existente.
Ahora que el Macba está viviendo un momento de reflexión, para diseñar su futuro inmediato, después de la extraña salida de su último director, se debería pensar en cómo reforzar su identidad y su prestigio, ligados a Barcelona y al espacio que ocupa en este universo del arte, disperso y comunitario al mismo tiempo.
Hay cosas que todavía no se han hecho, y que serían imprescindibles, intentar la programación de una exposición definitiva de Piero Manzoni, si fuera posible, similar a la que se instaló recientemente en el Palazzo Reale de Milano, con todos sus cuadros blancos, y sus insólitos descubrimientos estéticos. Los “Acrhome” de Manzoni, creados en la niebla metálica industrial de Milano, eléctrica, serían de un blanco muy distinto, con la luz del mar mediterráneo ,en el Macba, y en Barcelona. Mejor que en el Palazzo Reale, que tiene una antigüedad histórica pesadísima, inadecuada para su obra.
Manzoni ha sido un preconceptual, y el Macba, en un cierto sentido, ha seguido, de forma discontinua, esta línea, que se pierde en un horizonte disperso.
También sería indispensable instalar toda la trayectoria del artista abstracto más importante del siglo XX, Alberto Burri, y exibir los sacos, los plásticos, los hierros, las grietas, los negros, los oro y negro, creados en los últimos años en Beaulieu, antes de morir. Sus esculturas polícromas. Toda la aventura extraordinaria de sus investigaciones matéricas visuales.
Sería fantástico poder exponer en los espacios del Macba las grandes obras de Cy Twombly, cuadros todavía desconocidos, sus líneas inciertas y tachaduras con lápices de cera, en enormes telas casi blancas, y sus esculturas de cartón, de yeso, o de madera, que son casi inéditas para una gran mayoría del público de Barcelona.
Estas obras son necesarias para entender las trayectorias posteriores de lo contemporáneo, es una forma de visión diversa, que ha provocado, en parte, la dispersión actual de la percepción sensitiva, en otra realidad, un paradigma quizás inexistente, el vacío de los pasos perdidos que circulan sin dirección establecida, en el arte estrictamente contemporáneo.
También los cuadros de Gerhard Richter,y de Anselm Kiefer,el más potente y energético de todos, tendrían que tener algún ángulo, algún lugar, donde alguien pudiera verlos, y si fuera posible, llenar todo el Macba con ellos.
¿Quién se acuerda de los cuadros y los objetos monocromos azules de Yves Klein? Estas obras son arte contemporáneo, aunque tengan más de 50 años. Son referencias imprescindibles.
¿Cuándo llegará una gran exposición o instalación de Joan Brossa ? Esto es algo debido, desde hace años. En el Macba quizás no lo veían, porque él se encontraba demasiado cerca.
Es muy difícil, en estos días, orientarse en una sola dirección, dirigirse hacia un solo objetivo, y llegar hasta algún punto, sin vacilar. Esto no sería contemporáneo.
Santiago Palet
Publicado por: Santiago Palet | 18/06/2015 5:17:47
Ya no se libra de la especulación ningún sector, en concreto en el mundo del arte lleva instalado décadas... Es una lastima q todo sea negocio...
Publicado por: Boreal financia | 06/06/2015 11:04:31