De vuelta de vacaciones, Con arte y sonante recupera su ritmo de entradas.
Esta es la historia del que pudiera ser el mayor traficante de arte de Estados Unidos. La destapa The New York Times y las cifras y el relato dan que pensar. Durante más de 35 años de oficio el estadounidense de origen indio Subhash Kapoor no había despertado sospechas. Tranquilo y reservado encajaba a la perfección con el negocio que regentaba. Una galería (Art of the Past) especializada en arqueología hindú, budista y del sur de Asia. Nadie, hasta 2001, vio nada. Ahora afronta una acusación por presuntamente haber expoliado más de 3.000 piezas de India, Pakistán, Camboya y el Tíbet. De momento se han localizado 2.662, que en una primera estimación dan un valor de mercado de 107,6 millones de dólares (unos 97 millones de euros). Nunca las autoridades habían visto algo así. “Estamos ante uno de los más prolíficos contrabandistas de mercancías del mundo”, sostiene en el rotativo estadounidense James T. Hayes Jr., quien supervisa la denuncia desde la oficina de Seguridad Nacional. Pero este es, casi, el fin de la narración. Vayamos al principio.
Subhash Kapoor es un nombre bien conocido en el siempre pequeño círculo de los grandes coleccionistas de antigüedades asiáticas. Aquellos que son capaces de pagar cantidades de seis cifras por las mejores piezas. Durante años, además, ha sido proveedor de importantes museos. La National Gallery de Washington, el Museo de Arte de Ohio, el Metropolitan de Nueva York. Todos le fueron comprando o aceptando en donación piezas hasta que en 2012 cerró Art of the Past. De hecho, la Galería Nacional de Australia adquirió a Kapoor una Shiva bailando por 5,1 millones de dólares en 2008. Después de una denuncia del Gobierno indio fue devuelta a su país de origen el pasado otoño. Más tarde, la institución australiana demandó al marchante. A quien, por cierto, ya se le acumulaban los problemas.