Con arte y sonante

Sobre el blog

En un mundo de liquidez casi ilimitada, en el que los bancos centrales dan al botón de imprimir billetes a la misma velocidad que Billy el Niño desenfundaba su revolver, los ahorradores (que hoy en día somos todos) han redescubierto el valor de los activos tangibles y limitados.
O sea, que empiezan y acaban. Metales preciosos, arte contemporáneo, antigüedades, vinos, coches de colección, diamantes. Bienes que a su escasez y potencial económico aportan su carácter material. Bienes con arte y sonantes.

Sobre el autor

Miguel Ángel García Vega

Periodista y modesto coleccionista de arte contemporáneo, Miguel Ángel García Vega lleva más de 15 años escribiendo en EL PAÍS. A veces de finanzas, a veces de sociedad, a veces de arte, pero siempre conectando la vida y los números. Este blog quiere ser una piedra de Rosetta con el que entender el universo de los bienes tangibles, que en ocasiones parece, como el mundo, ancho y ajeno.

‘El carro de heno’, de El Bosco, deja España por primera vez en 450 años

Por: | 30 de agosto de 2015

El Carro de Heno
Por primera vez desde que Felipe II lo comprara en 1570 a Felipe de Guevara, El carro de heno, una obra maestra de El Bosco (1450/1460-1516), sale de España. Se marcha a los Países Bajos. Es una de las maravillas que el año próximo celebra los 500 años de la muerte del maestro flamenco. Se trata de un acontecimiento capital. Resulta muy difícil que el Museo del Prado preste esta clase de obras. El Bosco no suele viajar como no viajan las pinturas negras de Goya o ciertos lienzos de Velázquez.

El tríptico, una de las mejores obras de madurez de El Bosco, estará seis meses lejos de casa. Este otoño será una de las piezas centrales de la exposición Descubriendo la vida diaria: Del Bosco a Bruegel que celebra el museo Boijmans Van Beuningen de Róterdam. Más tarde, entre el 13 de febrero y el 8 de mayo 2016, podrá disfrutarse en el Noordbrabants Museum, en la que promete ser la exposición más completa del artista hasta la fecha. Jheronimus Bosch: Visiones de un genio propone nada menos que 20 pinturas y 19 dibujos.

 

Ahí estará El carro de heno, un tríptico que si se contempla abierto está dedicado al pecado. El panel de la izquierda narra su origen en el mundo. Desde los ángeles caídos, representados por el más bello de todos, Luzbel, hasta el pecado primigenio de Adán y Eva. Y su expulsión del paraíso.

En el centro se contempla a la humanidad subsumida por el pecado. Para ello El Bosco recurre a la metáfora bíblica del carro de heno, que revela lo perecedero y lo efímero de las cosas terrenales. Es una mirada que enfrenta el paso del tiempo y la certeza de la muerte. “Toda carne es como el heno y todo esplendor como la flor de los campos. El heno se seca, la flor se cae” se puede leer en el versículo de Isaías. El maestro tiene presente esta idea y recrea un proverbio flamenco en esa pieza central. “El mundo es como un carro de heno y cada uno coge lo que puede”.

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Detalle de 'El carro de heno', tríptico de El Bosco.

Esa rapiña atrae a todas las clases sociales, todos los estamentos. Gobernantes, clero, reyes, emperadores… Nadie falta, todos se suben, también la avaricia y la lujuria, que se sitúan en la parte superior.
Todo vale por estar ahí arriba. Incluso el asesinato. Además hay un rechazo a ciertos personajes de la época como los charlatanes o los sacamuelas, que representan el fraude y el engaño frente a la sabiduría y la razón. A la derecha, en la última pieza de la tabla, el infierno. El destino final de los pecadores. El mundo maniqueo. El bien frente al mal. La maravilla de El Bosco.


Foto de apertura: 'El carro de heno', obra de El Bosco. La imagen se amplía con un clic sobre ella.

 

Agnes Martin: la pintora engullida por el desierto

Por: | 22 de agosto de 2015

Agnes Martin Apertura

En la sala seis de la exposición que la Tate Modern de Londres dedica (hasta el 11 de octubre) a Agnes Martin (1912-2004) hay escritas en un pasillo que comunica dos estancias unas frases, breves, de 1975, de la artista norteamericana. “Estos grabados expresan inocencia en la mente. Si puedes retenerla y mantener tu mente tranquila y vacía y admitir al mismo tiempo tus sentimientos entonces conseguirás una respuesta plena a este trabajo”.

Son 30 estampas, aparentemente sencillas, que en 1973 se exhibieron por primera vez en el MoMA. Líneas horizontales y verticales que, en ocasiones, construyen una retícula. Al igual que un niño dibuja formas basicas en el colegio a través de la escuadra y el cartabón. Y, sin embargo, impresionan. La sinceridad, la humildad, la repetición nada mecánica nos lleva a una de las artistas más trascendentes de la última mitad del siglo XX. Porque si la obra de Agnes Martin es extraordinaria, su vida también.

Hoy el trabajo de Martin se encuentra en todos los grandes museos del planeta y sus cuadros valen millones de euros. Pero, desde luego, no siempre fue así. Durante años no existió.

Agnes Martin I

'Untitled 5 1998', de Agnes Martin. La artista utiliza cinta de carrocero para trazar las líneas rectas.

Su relato comienza en una granja aislada en la provincia canadiense de Saskatchewam. Agnes Martin nace el 22 de marzo de 1912 (el mismo año que Jackson Pollock) en el seno de una familia de pioneros escoceses presbiterianos. Su educación será espartana y difícil, incluso confesará a su amigo, el periodista Jill Johnson, haber sufrido abusos emocionales en la niñez. De cualquier forma en esos años adquiere un sentido de la disciplina, el esfuerzo y la renuncia que la acompañarán durante sus 92 años de vida.

Sin embargo, antes de ser artista probó otras cosas. Intentó entrar en el equipo Olímpico de natación, estudio magisterio y con 20 años empezó a dar clases en poblaciones remotas del noroeste del Pacífico. Entre el océano y las Montañas Rocosas. Un nomadismo que será parte central de su existencia. Hasta 1941 no entró en contacto con la pintura. Ese año se traslada a Nueva York y empieza a estudiar arte en la Universidad de Columbia. Durante los próximos tres lustros va y viene entre Nueva York y Nuevo México dando clases en diferentes centros. Sin prisas, y en secreto, da forma a su mirada de artista. Como explica la escritora Olivia Laing, en una recomendable pieza en el periódico The Guardian: “Muy poca obra de esa época ha sobrevivido, debido a su hábito de destruir todo aquello que no alcanzara sus requisitos de madurez”.

Agnes Martin II
'Amistad', 1963. Obra expuesta en la Tate Modern de Londres.

Ahora la artista tiene 45 años y ha encontrado un espacio en Nueva York donde trabajar. Es un loft en un edificio casi abandonado de armadores del Bajo Manhattan. Carece de agua y las paredes son frágiles. Pero la comunidad artística a su alrededor es muy potente, joven y, mayoritariamente, gay. Robert Indiana, Ellsworth Kelly, Robert Rauschengerg, Jasper Johns. Es la primera vez que tiene un espacio estable de trabajo y encaja muy bien con esa generación de brillantes artistas. Aun así tiene que lidiar con sus nubes negras.

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Un vídeo aviva la investigación del mayor robo de arte en Estados Unidos

Por: | 07 de agosto de 2015

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El 18 de marzo de 1990, a las 12:49 de la mañana, se cometió el mayor robo de arte de la historia de los Estados Unidos. Tras 25 años de investigaciones aún continúa sin resolverse.

Ese día dos hombres blancos, haciéndose pasar por agentes de policía, se acercaron al mostrador central del Isabella Gardner Museum en Boston (Massachusetts). Habían recibido, dijeron, un aviso de altercado dentro de las instalaciones. En contra de la opinión de la policía del museo, el guarda les franqueó la entrada. Una vez dentro redujeron la seguridad, consistente en dos empleados, los esposaron y los llevaron al sótano. Todo sin un disparo y sin evidenciar que portaran, al parecer, armas de fuego. Rápido y sencillo. No dejaron ningún cabo suelto. Se llevaron las cintas de vigilancia y se esfumaron en un coche.

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'Tormenta en el mar de Galilea', de Rembrandt. Sustraído hace 25 años del Isabella Gardner Museum en Boston, aún se ignora su paradero. Es la única marina del genio holandés.

Robo de arte
Los ladrones cortaron el lienzo para llevarse la obra de Rembrandt 'Tormenta en el mar de Galilea' del Isabella Stewart Gardner Museum. Foto: Josh Reynolds/AP/ 'The Guardian'.

Tras ellos, el recuento mostraba la magnitud del destrozo. Habían desaparecido 13 piezas. Entre ellas una obra maestra: El concierto (1664). Una de las solo 36 pinturas que se conocen de Johannes Vermeer. El lienzo está valorado en más de 200 millones de dólares en un intento inútil de poner precio a algo que no lo tiene. Junto al maestro barroco también se sustrajeron dos piezas capitales de Rembrandt: Tormenta en el mar de Galilea (la única marina que pintó el genio holandés) y Una dama y un caballero de negro. Además desparecieron varios bocetos de Degas, un manet (Chez Tortoni) y un águila napoleónica. Un hurto muy ecléctico.

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La generación ‘copia y pega’: entre el original y el plagio

Por: | 04 de agosto de 2015

Jeff Koons Apertura

¿Hay una generación de artistas ‘copia y pega’? Casi cada semana la prensa especializada relata la historia de algún creador demandado por plagio o envuelto en problemas de originalidad. La mayoría son grandes nombres del arte y del mercado. Jeff Koons, Richard Prince, Luc Tuymans, Sherie Franssen, Cecily Brown. Nadie parece ajeno a la fuerza de atracción que ejerce estos días la copia del trabajo ajeno.  

Desde luego, uno de los que más dinero se está dejando en abogados es Jeff Koons. Su idea de utilizar material de otros supera, a veces, lo razonable. Banality, una de sus series más famosas (en la que su anterior mujer, la actriz porno y diputada italiana Ilona Staller, es el centro del trabajo), le ha reportado, además de varios millones de dólares, cuatro demandas por presunto plagio. Tres las ha perdido y solo una fue favorable a sus intereses. Sus abogados esgrimen la misma base legal. La legislación estadounidense permite utilizar el trabajo ajeno si tiene como fin la “parodia”. Ahora bien, por los resultados obtenidos con esta estrategia parece que ese argumento convence poco a los tribunales.

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La escultura 'Fait d'hiver', de Jeff Koons, fue retirada del Centro Pompidou ante una acusación de plagio.

En diciembre pasado el Centro Pompidou de París retiraba la escultura Fait d’hiver (1988), perteneciente a la serie Banality, después de que el publicista francés Franck Davidovici presentara una denuncia al considerar que la obra era un calco de la campaña de publicidad que creó para la firma de moda Naf-Naf en 1985. La pieza muestra a un cerdo, con un barrilete atado al cuello, al igual que si fuera un perro San Bernardo, que se aproxima, con dos pingüinos como acompañantes, a socorrer a una mujer que yace en la nieve con los pechos semidesnudos. Poco después de esta polémica, la viuda del fotógrafo Jean-François Bauret le acusaba también de copiar una de las imágenes de su marido y utilizarla, tal cual, en su escultura (imagen inferior) Naked (1988). La pieza, pese a que se recoge en el catálogo, no se mostró en el Pompidou debido a su fragilidad (es una cerámica) a la hora de transportarla. Esto ocurría hace unos meses. Sin embargo más próximo en el tiempo son los casos de Richard Prince, Luc Tuymans, Sherie Franssen o Cecily Brown.

Jeff-koons-naked-1988Richard Prince hizo fama (y bastante caja) a finales de los años 80 con una idea sencilla. Apropiarse de imágenes conocidas y volverlas a fotografiar. Machacó hasta la extenuación los anuncios de cigarrillos Marlboro (con sus famosos vaqueros) fotografiados originalmente por Sam Abell a quien, por cierto, le hizo muy poca gracia la ocurrencia del artista estadounidense. Más todavía cuando vio que una de sus imágenes refotografiadas se vendía en Sotheby’s el año pasado por tres millones de dólares (2,7 millones de euros).

Pero las fotos de Sam Abell no son las únicas que han “sufrido” la reinterpretación de Richard Prince. Antes había estado litigando durante tres años con el fotógrafo Patrick Cariou por haber utilizado como material propio algunas de las imágenes que publicó en su libro Yes, Rasta, que recoge la vida de la comunidad rastafari de Jamaica. Prince reconoció (era evidente) que había empleado esas imágenes en su serie de pinturas y collages Canal Zone. El año pasado llegó a un acuerdo con Cariou que puso fin a la disputa.

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Una de las conocidas imágenes de vaqueros de Richard Prince. Se ha llegado a pagar hasta 2,7 millones de euros por una copia. Cortesía: Galería Gagosian.

Sin embargo como buen representante de la generación ‘copia y pega’ (incluso ha llegado a publicar una edición de El guardián entre el centeno con su propio nombre) ha estado quieto poco tiempo. En su última serie New Portraits se ha sumergido en el mundo 2.0 y en las fotografías de otros que habitan Instagram. Ni corto ni perezoso se ha apropiado de las imágenes publicadas por algunos usuarios (sobre todo mujeres jóvenes, muchas con un enfoque sexual) tanto anónimos como famosos (Taylor Swift, Pamela Anderson, Kate Moss, Sky Ferreira) en la red social. Desde luego no les ha pedido permiso y como añadido original ha incorporado comentarios a las fotos desde su propia cuenta de Twitter y sumado algunos emoticonos. Todo, eso sí, muy caro. Unos 100.000 dólares pide por imagen instagramizada sobre un lienzo. Mucha recompensa, pensarán algunos, para tan limitado esfuerzo.

Richard Prince

Richard Prince vende por 100.000 dólares en la galería Gagosian obras que ha extraído sin permiso de la red social Instagram. Fotografía: Instagram Doe Deere.

Tal vez, pero la idea divide al statu quo artístico. El crítico de arte y eterno candidato al Pulitzer Jerry Saltz ha calificado la ocurrencia de “troleo genial” y algunos de los agraviados se han sentido encantados con el hurto creativo. La española Sita Abellán, 22 años, quien se ha trasladado a Tokio para lanzar su carrera de modelo y disc-jockey está contenta de que Richard Prince haya recurrido a una imagen suya. De hecho explica en el periódico inglés The Guardian que aunque no conocía hasta ahora su trabajo es “un artista estupendo y me gusta mucho lo que hace. Me hace sentir especial que un creador como él use mi imagen en su proyecto. Aunque puedo entender que otra gente esté enfadada si no le ha pedido permiso”. Entonces, ¿es correcto lo que ha hecho?

Difícil contestar cuando los límites son tan borrosos. En un mundo como el de Internet donde se retuita todo o se rebloguea todo este tipo de estrategias son diarias, aunque no las firme un artista. Veamos otro caso.

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