La interminable fiesta del mercado del arte parece que llega a su fin. 2015 ha dejado cifras y récords de vértigo pero también una sensación de cansancio y agotamiento. Las mayores fortunas del planeta han seguido con su implacable búsqueda de grandes trofeos. En mayo Mujeres de Argel (Versión O) de Pablo Picasso se remató por 179 millones de dólares (160,8 millones de euros). La obra más cara vendida nunca en subasta. Algunos meses después, en noviembre, el antiguo taxista y hoy multimillonario coleccionista chino Liu Yiqian pagó 170,4 millones de dólares (158 millones de euros) por la pintura de Amedeo Modigliani fechada en 1917 Nu Couché (Desnudo acostado). El segundo precio más elevado para una obra rematada en una casa de pujas. Es más, en solo nueve días de subastas en Nueva York se vendieron piezas por valor de 2.300 millones de dólares (2.100 millones de euros). Una de las cifras más altas de la historia. Pues bien, a pesar de esta aparente bonanza, la realidad es que algunos invitados empiezan a abandonar la fiesta y el mercado comienza a moverse sobre una línea plana.
Video promocional de Christie's de la subasta de 'Nu couche' ('Desnudo acostado') de Amedeo Modigliani.
Si miramos más allá de los oropeles de los grandes números veremos cómo la economía transmite esa idea de final de fiesta. La caída de los precios del petróleo va a reflejarse, más pronto que tarde, en la capacidad de compra de los grandes oligarcas de Oriente Próximo. Además, América Latina vive atravesada por un periodo de estancamiento económico que tiene en Brasil uno de los ejemplos más claros. Ha pasado de crecer a tasas superiores al 5% a vivir en la recesión. Y no hay que olvidar que los coleccionistas brasileños han dado mucho dinero en los pasados años al mercado del arte. Desde luego, en la antigua Europa, tampoco anda el patio para demasiadas alegrías. En los tres últimos ejercicios la eurozona ha crecido a un raquítico ritmo medio anual del 1,5%. No camina mucho mejor Rusia, que tiene que lidiar, además, con su inestabilidad geopolítica.
'Mujeres de Argel (Versión O)' de Pablo Picasso se adjudicó en mayo por 179 millones de dólares (160,8 millones de euros). La obra más cara vendida nunca en subasta.
Por primera vez en lustros, el parón es una evidencia generalizada. El antaño floreciente mercado ruso se enfría como la tundra. Un dato. Las ventas de arte de ese país que organizaron en diciembre cuatro casas de pujas en Londres contabilizaron solo 17,2 millones de libras (23,3 millones de euros). La cantidad más baja desde 2007. “Hay un retorno de la racionalidad al mercado. Se acabó el todo vale. Las obras para venderse tienen que ser de calidad. Para las buenas piezas siempre habrá compradores, pero ha llegado a su fin pagar millonadas por artistas en su primera exposición y con un currículo inexistente”, reflexiona Paco Cantos, coleccionista y secretario de la Fundación Arco.
El salón de la casa de Alfred Taubman, antiguo dueño de Sotheby's. En las paredes, pinturas de Picasso y Williem de Kooning. Tras su fallecimiento, su colección fue subastada y obtuvo unos resultados decepcionantes.
De lo que caben pocas dudas es de que a muchas casas de subasta les ha perdido la ambición y la avaricia. Bastantes obras han fracasado a la hora de venderse porque los precios estaban hinchados. No había una correlación franca entre el dinero exigido por la pieza y su calidad. Además Christie’s, Sotheby’s y Phillips han entrado en la costosa espiral de los precios garantizados. Debido a la necesidad de encontrar y quedarse obras, las casas han recurrido a la estrategia de garantizar a los vendedores de los lotes al menos un precio mínimo. El momento cumbre de este particular sinsentido se vivió cuando Sotheby’s respaldó piezas por valor de 515 millones de dólares (466,6 millones de euros) en la subasta de la colección de Alfred Taubman, su antiguo dueño. Los números de la puja no fueron, ni de lejos, los esperados. ¿Resultado? Los márgenes del negocio de las tres grandes casas se vieron comprometidos y el aumento en ventas no se refleja en los beneficios. Y las consecuencias las pagan los trabajadores. Sotheby’s, pese a un buen año en facturación, ha ofrecido a sus empleados un programa de bajas incentivadas.
La obra 'Still Life with Xitle and Spirit', del artista Jimmie Durham, durante su exhibición en la última edición de Art Basel Miami/Rhona Wise (EFE).