Con euros y a lo loco

Sobre el blog

La entrada en el euro de España y otras economías del Sur de Europa les permitió financiarse a unos tipos de interés históricamente bajos. Particulares y administraciones se endeudaron para gastar a lo loco. En el caso español, la fiesta acabó con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Ahora toca pagar esos excesos, aprender del rigor fiscal y capacidad de ahorro de nuestros socios alemanes y reformar la economía para encontrar un nuevo modelo productivo que nos permita volver a crecer. Pero, ¿cuánta austeridad nos podemos permitir en medio de una recesión? Y ¿servirá esta para que Alemania se fíe de sus socios del sur y acceda a reforzar institucional y financieramente la deficitaria unión monetaria? El futuro del euro depende de ello.

Sobre la autora

Victoria Carvajal

Victoria Carvajal, economista por la New York University, fue redactora en la sección de Economía de El País en los años convulsos de la peseta en su recta final hacia la unión monetaria. Ahora en este blog pretende analizar el también convulso momento que vive la zona euro y otros temas relacionados con la economía internacional.

Draghi: 1, Weidmann: 0

Por: | 28 de febrero de 2012

Mario Draghi, presidente del BCE

530.000 millones de euros más. 800 bancos de la eurozona han pedido esa cantidad al Banco Central Europeo. Les cuesta un 1% financiarse a tres años. ¿Quién se puede resistir? Es la segunda oferta de esta características que el banco emisor hace en poco más de dos meses. Entre ambas, los bancos han recibido 1,29 billones de euros, equivalentes al 12% del PIB de los 17 países que forman la moneda común. Los efectos positivos de esta barra libre de liquidez son indiscutibles. La primera inyección evitó el colapso de los bancos, que no tenían cómo acceder al crédito, y a la vez consiguió parar la peligrosa espiral alcista de los costes de financiación de España e Italia, que tenía un preocupante parecido a lo vivido en Grecia, Portugal o Irlanda antes de ser intervenidas por la troika. La segunda consolidará esta tendencia pero, ¿llegará por fin algo de liquidez a las empresas y familias? La política monetaria ha dado un giro total en manos de Mario Draghi, convertido por ello en Súper Mario. Sin embargo, este cambio no está exento de riesgos.

Alemania, que es quien más tiene que perder si mucho se tuercen las cosas, advierte de las posibles consecuencias negativas de estas inyecciones de liquidez: el incremento en la exposición de los bancos al riesgo soberano de sus países; el fomento de la dependencia de los recursos del BCE; la dudosa calidad de los activos que presentan los bancos como aval, y la financiación indirecta a los gobiernos que, en opinión del Bundesbank, esta política representa, contraria al riguroso mandato del banco emisor. La vez anterior y debido a las fuertes tensiones en los mercados, Alemania decidió hacer la vista gorda. Quizá porque la canciller Angela Merkel había conseguido imponer su pacto fiscal. Pero el joven presidente del banco central alemán, Jens Weidmann, no es tan tolerante.

Draghi para estar dando una de cal y otra de arena. Es igual de ortodoxo que Merkel en lo que se refiere a exigir disciplina fiscal por encima de todas las cosas. En una entrevista reciente ha llegado a decir que la Europa social estaba obsoleta. Ha regañado a España por pedir un poco de flexibilidad en el cumplimiento de sus objetivos de déficit y advertido de que si alguno de los Gobiernos cede en sus ajustes, la esperial alcista de sus costes de financiación puede repetirse. Pero por otro lado, Draghi practica una política monetaria de una laxitud desconocida en la corta historia de la institución. Y sobre todo una política que está en las antípodas de los principios del Bundesbank, a cuya imagen y semejanza fue creada.

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Grecia: una quiebra aplazada

Por: | 22 de febrero de 2012

El ministro alemán Wolfgang Schuable saluda tímidamente a su homólogo griego Evangelos Venizelos.

 Mucha ingeniería financiera para enjugar las pérdidas de los acreedores y pocos recursos para ayudar a la necesitada economía griega, sumida desde hace cuatro años en una grave recesión. El acuerdo alcanzado por el Eurogrupo para prestar 130.000 millones de euros a Grecia difícilmente va a relanzar la economía del país ni reducir su dependencia de la ayuda internacional para pagar su deuda. Más recortes de pensiones, salarios y gasto público y una inquietante cesión de soberanía que asegure a los rescatadores que el dinero va a pagar los intereses de la deuda. ¿A cambio de qué? Básicamente de no quebrar tan pronto como el proximo 20 de marzo cuando debía pagar 14.500 millones de euros a sus acreedores internacionales. El acuerdo significa que estos últimos, que son principalmente bancos alemanes y franceses y hedge funds internacionales, asuman una quita del 53,5% sobre los 200.000 millones que tienen en bonos griegos, frente al riesgo de que una suspensión de pagos desordenada elevara a tasas más altas ese porcentaje (en el caso de Argentina se elevó al 70%). Europa, de paso, gana tiempo para armarse de recursos con los que hacer frente a las consecuencias de la muy probable salida de Grecia del euro en un futuro próximo.

Quienes hasta un día antes no creían en la capacidad de Atenas de permanecer en la unión monetaria, como los alemanes, holandeses o finalandeses, recuperaron su fe por arte de magia en la madrugada del martes pasado. La otra parte, los representantes griegos, que no tienen más remedio que vender el acuerdo en casa para rebajar la tensión que se vive en las calles, tacharon de "histórico" el acuerdo a pesar de la, esa sí histórica, renuncia que han hecho de su soberanía para poder recibir la ayuda. Un vistazo a la letra pequeña del acuerdo y algo de escepticismo, recomendable después de tanto despropósito en la gestión de la crisis griega, permite cuestionarse las bondades del pacto.

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Deus Ex Machina

Por: | 16 de febrero de 2012

Getty Grecia

Como en toda tragedia griega que se precie, necesitamos un dios que aparezca en escena para resolver la desastrosa situación creada en Europa a partir de la crisis de Grecia. Las dos opciones que están encima de la mesa son dolorosas y sus consecuencias, impredecibles. Si el país continúa con las políticas de austeridad que exige la troika -Banco Central Europero, Fondo Monetario Internacional y Unión Europea- a cambio de los paquetes de rescate, ¿cómo va a conseguir Grecia salir de la depresión y crecer y pagar por sí sola su deuda? Y ¿qué partido político salido de las urnas el próximo mes de abril estará dispuesto a heredar una economía intervenida y sin margen para dar respuesta a una situación social explosiva? Si el país se declara insolvente, y esto podría ocurrir tan pronto como el próximo 20 de marzo, fecha en la que tiene que pagar 14.5000 millones a sus acreedores internacionales y aún no le ha llegado el dionero para hacerlo, ¿será inevitable su salida del euro?. En el caso de que así fuera, ¿está Europa bien armada para evitar un efecto contagio al resto de países con desequlibrios?.

Pese al drama social que vive Grecia -uno de cada cinco griegos vive ya por debajo del nivel de la pobreza-, hasta hace un mes el 77% de la población quería que el Gobierno de unidad de Papademos mantuviera al país en el euro. La violenta contestación en la calle parece indicar que este apoyo se está erosionando y, de hecho, las encuentas muestran una huida de la intención de voto hacia partidos en los extremos, contrarios al euro. Pero este rechazo no sólo aumenta en Grecia. En Alemania, la economía que más contribuye a los fondos de rescate que le llegan a Atenas y blanco de terribles ataques en el país heleno, un 53% quiere que abandone el euro frente a un 34% que está de acuerdo con mantener el esfuerzo del rescate para evitar su salida.

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Los Súper Marios

Por: | 09 de febrero de 2012

Krugman's Blues

Por: | 03 de febrero de 2012

Retrato de John Maynard Keynes por Roger Eliot Fry   Retrato de J. Maynard Keynes por Roger Eliot Fry (1883-1946)

Austeridad o estímulo. Primero, estímulo, y luego, austeridad y más austeridad. Y ahora un poco de estímulo. O incluso algo tan exótico como ¿austeridad expansiva?, cuya autoría reclaman los británicos. Madre mía, ¡qué lío! En tres años de crisis ha habido de todo a ambos lados del Atlántico. Pero en el caso de Europa, estos vaivenes han coincidido con estados divergentes de las economías de los países miembros, tanto en desequilibrios fiscales como en competitividad, etc.. Algo que, junto a la imposibilidad de los gobiernos de compensar los efectos adversos de esas políticas con una devaluación o la emisión de billetes, como hacen Estados Unidos o el Reino Unido, han complicado aún más las cosas.

Primero vino el estímulo, a los pocos meses de que la crisis financiera de septiembre de 2008 empezara a pasar factura al crecimiento. La contracción mundial del crédito puso entonces en evidencia muchos desequilibrios, como fue el caso de la burbuja inmobiliaria española, que habían estado ocultos tras unos datos de crecimiento positivos. El mundo recuperó su fe en John Maynard Keynes, tras estar años en el olvido, y apostó por el estímulo público para salir de la recesión. Bien porque el gasto no se hizo donde podía ser más productivo (¿quién no se acuerda del cheque bebé de 2.500 euros de Zapatero?), o bien porque no dio tiempo a comprobarlo, a mediados de 2010 y en algunos casos antes, todos decidieron dar un giro de 180 grados y aplicar políticas de ajuste fiscal.

Los mercados financieros, las agencias de calificación, el Banco Central Europeo de Jean Claude Trichet se llevaron las manos a la cabeza al ver los déficits públicos que se habían acumulado en un plazo récord y empezaron su particular cruzada a favor de la austeridad. En España, pasamos de tener un superávit del 2,2% en 2007 a un déficit del ¡11,10%! en 2009. En esos dos años, nuestro país registró el mayor aumento del gasto público del mundo, sólo superado por la rica en petrodólares Arabia Saudí y por Rusia. Y la deuda pública española, hasta entonces de las más bajas de la UE, aumentaba deprisa y sin pausa.

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Erre que erre

Por: | 01 de febrero de 2012

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Nada nuevo bajo el sol. Una cumbre más, la número 17 desde que empezó la crisis, una decepción más. Y mientras, Europa agoniza. Los líderes de los 27 estados miembros de la Unión Europea han sido de nuevo incapaces de acordar medidas que despejen las dudas sobre la supervivencia de la unión monetaria. Alemania, erre que erre, consiguió que los 25 (todos menos Reino Unido y la República Checa) cerraran el pacto por la disciplina fiscal, justo la medicina que puede matar al enfermo.

Los retos más inmediatos, el crecimiento y la creación de empleo y los fondos para evitar la quiebra de los países más vulnerables como Grecia o Portugal, coparon la agenda, pero sólo se acordaron medidas poco ambiciosas para hacerles frente. Y de los problemas estructurales, que tienen que ver con los fallos en el diseño de la unión monetaria que esta crisis está poniendo en evidencia, ni una palabra. Nada de ampliar los poderes del Banco Central Europeo para mejor defender a los países con problemas ni nada de considerar la futura adopción de los eurobonos, que unificarían el riesgo de Europa. Ambas medidas, que requieren revisiones en el mandato del banco central y del Tratado de la UE, demorarían en el tiempo pero mandarían el mensaje de unión política que tanto hace falta.

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El País

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