530.000 millones de euros más. 800 bancos de la eurozona han pedido esa cantidad al Banco Central Europeo. Les cuesta un 1% financiarse a tres años. ¿Quién se puede resistir? Es la segunda oferta de esta características que el banco emisor hace en poco más de dos meses. Entre ambas, los bancos han recibido 1,29 billones de euros, equivalentes al 12% del PIB de los 17 países que forman la moneda común. Los efectos positivos de esta barra libre de liquidez son indiscutibles. La primera inyección evitó el colapso de los bancos, que no tenían cómo acceder al crédito, y a la vez consiguió parar la peligrosa espiral alcista de los costes de financiación de España e Italia, que tenía un preocupante parecido a lo vivido en Grecia, Portugal o Irlanda antes de ser intervenidas por la troika. La segunda consolidará esta tendencia pero, ¿llegará por fin algo de liquidez a las empresas y familias? La política monetaria ha dado un giro total en manos de Mario Draghi, convertido por ello en Súper Mario. Sin embargo, este cambio no está exento de riesgos.
Alemania, que es quien más tiene que perder si mucho se tuercen las cosas, advierte de las posibles consecuencias negativas de estas inyecciones de liquidez: el incremento en la exposición de los bancos al riesgo soberano de sus países; el fomento de la dependencia de los recursos del BCE; la dudosa calidad de los activos que presentan los bancos como aval, y la financiación indirecta a los gobiernos que, en opinión del Bundesbank, esta política representa, contraria al riguroso mandato del banco emisor. La vez anterior y debido a las fuertes tensiones en los mercados, Alemania decidió hacer la vista gorda. Quizá porque la canciller Angela Merkel había conseguido imponer su pacto fiscal. Pero el joven presidente del banco central alemán, Jens Weidmann, no es tan tolerante.
Draghi para estar dando una de cal y otra de arena. Es igual de ortodoxo que Merkel en lo que se refiere a exigir disciplina fiscal por encima de todas las cosas. En una entrevista reciente ha llegado a decir que la Europa social estaba obsoleta. Ha regañado a España por pedir un poco de flexibilidad en el cumplimiento de sus objetivos de déficit y advertido de que si alguno de los Gobiernos cede en sus ajustes, la esperial alcista de sus costes de financiación puede repetirse. Pero por otro lado, Draghi practica una política monetaria de una laxitud desconocida en la corta historia de la institución. Y sobre todo una política que está en las antípodas de los principios del Bundesbank, a cuya imagen y semejanza fue creada.