Mariano Rajoy está poniendo una vez más a prueba la paciencia de sus socios europeos. ¿A qué espera para pedir ayuda financiera al Eurogrupo y acceder a una financiación más barata respaldada por la compra ilimitada de su deuda en los mercados? Tanto el Gobierno como la oposición llevaban meses pidiendo al Banco Central Europeo que interviniera para frenar la imparable subida de los intereses que está asfixiando la economía. Cuando su presidente Mario
Draghi anuncia un plan para hacer exactamente eso, aunque condicionado al cumplimiento de unas medidas de rigor fiscal, Rajoy da la callada por respuesta (¡y el PSOE dice no!). Si Rajoy no mueve ficha pronto, el plan de Draghi, que supone un paso decisivo y valiente en el rediseño institucional de la unión monetaria, podría quedarse en agua de borrajas.
Por mucho que Rajoy diga que "no hay urgencia", los mercados indican lo contrario: los tipos de interés de los bonos suben de nuevo y de forma preocupante. La corrección a la baja de estos tras el anuncio del BCE parece haberse agotado. No hay más que ver los resultados de las subastas de letras y bonos durante este mes: no se ha colocado todo lo que se quería y los tipos han subido ligeramente. Tampoco la prima de riesgo, termómero de la desconfianza en España, logra bajar de los 400 puntos y se acerca de nuevo a los 450. Ya en el pasado el presidente ha antepuesto sus intereses partidistas a los del Estado. ¿Lo hará esta vez también? Hay quien teme que Rajoy prefiera aguantar hasta las elecciones gallegas y del País Vasco el 21 de octubre para evitar que el estigma de país intervenido le pase factura en las urnas. Y sin embargo, la incertidumbre de esta espera está desatando nuevas presiones en los mercados. ¿Será entonces tarde para que España pida un rescate parcial, en condiciones más ventajosas y menos costoso, como el que le ofrecen ahora?